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lunes, 12 de enero de 2015

CAPÍTULO ONCE



Y durante las tres horas siguientes, Lali cumplió fielmente su promesa, salvando a Peter de más de una docena de enojosas conversaciones con sutiles tácticas dignas del mismo Napoleón. En cuanto la discusión amenazaba con alegarse y ponerse seria, Lali cortaba por lo sano para recordarle que le había prometido servirle una copa, llevarla a dar un paseo o enseñarle el muelle… lo primero que se le ocurriera en el momento.

Peter la dejaba hacer entre admirado y divertido, y no la soltaba ni un momento. Pero a medida que avanzaba la noche el alcohol corría, el volumen de las conversaciones aumentaba, las risas se hacían más escandalosas, las bromas más atrevidas… y los hombres interesados en negocios, más persistentes.

—¿Es verdad que te ha dado un calambre y necesitabas  andar? –preguntó Peter, que a duras penas había podido contener la risa ante tan disparatada excusa.

Acababan de abandonar apresuradamente a un invitado que pretendía que Peter le contase en un momento todo lo que sabía acerca de cierta compañía petrolera de Oklahoma. Lali estaba terminando su tercera copa de una bebida que se parecía mucho, en el olor y la consistencia, al batido de chocolate, pero cuyos efectos eran mucho más fuertes de lo que ella había imaginado.

—¡Qué va! Tengo las piernas perfectamente –exclamó alegremente.

En aquel momento pasaban junto a un campo de tenis, donde dos parejas jugaban dando grandes gritos. Una de las mujeres, concretamente una conocida actriz, se había quitado la falda y lucí sin ningún pudor sus bragas de encaje negro.

Peter le quito a Lali el vaso vacío de la mano, y lo dejo en una mesa, junto al suyo.

—¿Quieres que vayamos a la playa?

En unos de los yates se celebra una fiesta. Desde la playa, Lali y Peter escucharon la música y las risas, y contemplaron el silencio la estela que dejaba la luna en la superficie del lago.

—¿Bailamos? –preguntó Peter.

Lali apoyó la mejilla es su pecho y se dejó llevar por sus brazos cálidos y por el ritmo de la música, que parecía envolverla y alejarla de la realidad…

De pronto, se le vino a la mente la actriz francesa que acababa de ver.

—Yo en su lugar, para jugar al tenis, me habría dejado la falda puesta y me habría quitado los zapatos de tacón. ¿A que no sabes por qué?

—¿Para jugar mejor, quizás? –murmuró Peter, apartándole el sedoso mechón de pelo que caía sobre su sien.

—No, nunca he sabido jugar al tenis. –dijo Lali, alzando los ojos hacia él—. Me dejaría la falda por modestia o… quién sabe, quizás porque no soy ni modesta ni reprimida. Lo que soy es el confuso producto de una sociedad puritana y una educación liberal. Lo que equivale a decir que soy muy estricta con lo que yo hago, pero que me parece muy bien que cada cual haga lo que quiera. ¿Tú crees que tiene sentido?

—Oye, Lali, ¿por casualidad te estás empezando a sentir borracha?

—No sé, no estoy segura.

Lali echó la cabeza hacia atrás e inmediatamente, toda la atención de Peter se centró en su boca. Fue cuestión de segundos: cuando quiso darse cuenta, Lali sintió aquellos labios en los suyos y no supo más… se sintió de pronto arrastrada como en un remolino, directamente al centro de la oscuridad, poseída por un sinfín de sensaciones provocadas por la caricia húmeda de los labios de Peter. El hundió la mano en sus cabellos, junto a su nuca; entonces Lali abrió la boca y recibió la caricia húmeda de su lengua, mientras notaba contra su cuerpo el cuerpo rígido y excitado de Peter. Se abrazaron con todas sus fuerzas, temblando de pasión y de placer.

Después de una eternidad, Peter dejo su boca y la besó en la mejilla.

—Desde luego, no besas como una puritana –susurró roncamente, y después volvió a besarla.
Su beso fue aflojándose hasta llegar al final. Lali apoyó la frente contra su pecho, respirando agitadamente, temerosa de pronto al darse cuenta de que se hundía en el camino sin retorno del deseo.

—Lali, vayamos a casa…

—Peter, yo…

Peter deslizó las manos por sus brazos y finalmente la sujeto con firmeza por los hombros, apartándola de sí.

—Mírame –dijo suavemente, y cuando ella alzó sus asustados ojos marrones hacía el añadió—: Lali, te deseo.

—Ya lo sé –susurró Lali estremeciéndose—. Y me alegro.

Peter alargó la mano y le acarició la mejilla con una sonrisa.

—¿Y qué más…?

Lali que no podía dejar de mirarle a los ojos, tragó saliva.

—Qué yo también te deseo.

—Pues entonces, ¿qué hacemos aquí?

—¡Eh, Peter! –exclamó una voz jovial desde atrás—. ¿Eres tú?

Lali retrocedió, soltándose de su abrazo, asustada como una niña cogida en falta. Pero Peter la volvió a coger, y gritó al desconocido:
—¡Lanzani se ha marchado hace más de una hora!

—¿Se ha marchado? –gritó el individuo entre carcajadas.

El hombre había reconocido a Peter, era evidente, pero en lugar de darse por enterado de la indirecta y marcharse, se aproximó a ellos sin ningún rubor y con una amplia sonrisa. Al distinguirle entre las sombras, Lali pensó que aquel individuo torpón y desaliñado se asemejaba a un oso de peluche con su americana arrugada, la camisa desabrochada y la corbata de cualquier manera. Tenía un aspecto… adorable, al menos así pensó Lali mientras Peter se lo presentaba.

—Lali, te presento al señor Numbers.

—¿Cómo está usted, señor Numbers?

—No puedo quejarme, jovencita –replicó él con una afable sonrisa, y luego, volviéndose a Peter, le explicó—: No puedes ni imaginarte la partida de blackjack que están jugando en el yate de Middleton. Bebe Leonardos acaba de perder veinticinco mil dólares. Andrea Middleton no baja sus apuestas de tres mil y George lleva dos manos seguidas con dobles parejas… lo cual, según las leyes de probabilidades es algo prácticamente imposible…

Lali apoyó la cabeza en el pecho de Peter, buscando su calor, mientras fingía escuchar el relato de Numbers. Además de frío, empezaba a sentir sueño, pues las caricias de Peter en su espalda tenían un efecto sedante… bostezó una vez, y luego otra, y al final se le cerraron los ojos.

—Me paree que estoy aburriendo a tu joven acompañante, Peter –dijo Numbers en tono contrito.
Lali se enderezó e intentó esbozar una sonrisa, que no pasó de una mueca somnolienta.

—Yo creo que ya es hora de que Lali se vaya a la cama –dijo Peter, contemplándola divertido.

Numbers le guiñó el ojo, y echo a andar hacia la casa, no sin antes decirle:
—¡Qué suerte tienes, maldito!

Peter volvió a envolverla entre sus brazos y, acercando la boca a su oído, murmuró:

—¿Tú crees que tengo suerte, Lali?

Lali se acurrucó contra su pecho.

—¿Qué si tienes qué…?

—Que si voy a tener suerte esta noche.

—No.

—Ya me parecía a mí –rió él, sacudiéndola suavemente—. Anda, vámonos. Ya estás medio dormida.

Y cogiéndola por la cintura, la condujo hacia la casa.

—Me gusta el señor Numbers –susurró Lali.

—Su nombre de verdad es Mason. Numbers es una especie de sobrenombre.

—Pues es muy simpático y agradable –insistió Lali con voz somnolienta.

Cuando llegaron junto a la casa, la fiesta se hallaba en su mayor apogeo, a pesar de lo avanzado de la hora.

—¿Es que esta gente no piensa dormir? –preguntó Lali cuando entraron en el interior de la casa, donde había un gran alboroto de risas y voces.

—Pues no, no creo que duerman, si son capaces de aguantar.

Peter preguntó a un criado por la habitación que le había sido asignada a Lali, y después la ayudó a subir por la escalera.

—Yo me quedaré en la Cueva esta noche, y mañana pasaremos el día allí, los dos solos. Las llaves de tu coche las tiene el mayordomo. Mañana, en cuento te levantes, coge la carretera en dirección norte, y, cuatro kilómetros después, tuerces a la izquierda. La Cueva está al final del camino; no tiene pérdida, porque es la única casa de la zona. Te espero allí a las once.

Lali escuchó las arrogantes palabras, que más bien parecían órdenes, entre divertida y molesta.

—¿No deberías preguntarme si estoy dispuesta a ir allí para esta sola contigo?

—No te lo pregunto porque sé que quieres. De todas maneras, si cambias de opinión, solo tienes que girar hacia el sur y coger la autopista de Missouri. No veremos a las once –añadió después de darle un largo beso.

Cuando se hubo marchado, Lali se dejó caer en la cama sonriendo, preguntándose cómo un hombre podía ser tan arrogante, presumido y al mismo tiempo maravilloso.

Peter jugaba al juego del deseo, pero Lali quería ganarse su cariño; ganarle a él. Y para ser considerada “especial” por Peter, tenía que ser diferente a las mujeres que él conocía… Por ejemplo, estaba seguro de que ella iba a ir a la Cueva, y un poco de incertidumbre a ese respecto le haría bajarse de su pedestal de “controlo y mando”, y a ella la ayudaría a salirse con la suya. Lali decidió que llegaría tarde; lo suficiente para que él pensara que se había marchado. Las once y media era una hora perfecta, sí.


Lali se quedó dormida con la almohada entre los brazos, feliz y segura, con la certeza de haber encontrado al hombre de sus sueños.

Continuará...

15 comentarios:

  1. Pues el hombre de sus sueños es su jefe y ella aun no lo sabe , jajajaja
    Mass

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    1. Jajaja... en realidad sería el jefe de su jefe!... ;)

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  2. Jajajaja,lo va a hacer esperar .

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  3. Mmmm por qué me suena que se pudre un poco todo y que nada va a salir como lalita piensa?

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  4. JAJA,de dominada nada,asi me gusta,programando haciendolo esperar,ya quiero ver su cara cdo se entere quien es,JAJA

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  5. dalee subi otroo!!! esta buenisimaa

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  6. jajajjaja me encanto el capitulo!!!!!!!!!!!!! espero el siguiente!!!!!!!!!!! besos Naara

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  7. aaaaaaaaaaaaaaa bube oto por favor me encanta MASmasMAS

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  8. mmmmm....jajajajaja creo que se esta creando ilusiones que no son jajajajaj

    MAS MAS MAS

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  9. Que le llegue a la 1! Jajaja baja ya muy tarde
    Muy bueno! Esta interesante la novela, como siempre escocés muy bien! Un beso y un abrazo, Danii

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    1. Y si!!! un elegante retraso! jajaja
      Val!!! un gusto volver a leerte por acá!!
      Besos ;)

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