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miércoles, 15 de abril de 2015

CINCO



—Toc, toc.
Lali levantó la vista de su escritorio y sonrió al ver quién estaba en la puerta. Era la primera sonrisa que había sentido de verdad en días... tal vez incluso en semanas. Se acomodó en el sillón, dejando que la calentara el sol poniente que se filtraba a través de las ventanas de su despacho de la decimocuarta planta de McKellen Publishing.
—Hola, Ramiro.
Ramiro Ordoñez, su editor general, se sentó en la silla que ella tenía enfrente.
—Parece que te estás aclimatando bien.
Lali echó un vistazo al atestado despacho. Había montones de revistas apiladas junto a una pared y una caja medio vacía junto a la estantería. Había conseguido colocar varias fotografías de Tomás, un trocito de conglomerado y una piedra de obsidiana que había recogido durante una excursión varios meses antes. Los papeles se amontonaban en su escritorio y había un cuadro enmarcado contra la pared, a la espera de que lo colgase.
—Eso intento. Aunque me temo que no estoy progresando mucho.
—¿Qué tal llevas el artículo? —Su editor cogió el pisapapeles de cristal con forma de rana que descansaba en una esquina del escritorio. Tomás se lo había regalado por el día de la madre del año anterior, durante una etapa en la que estaba obsesionado con las ranas. Ramiro apoyó un tobillo en la rodilla contraria y comenzó a cambiarse el pisapapeles de una mano a otra.
Lali se pasó los dedos por el pelo en un intento por liberarse de la tensión que la embargaba. El trabajo no la estresaba, era el hecho de estar en San Francisco. Tan cerca de las respuestas que buscaba y tan lejos a la vez.
—¿«Discriminación geotérmica de cinco presas volcánicas del río Colorado»? Va saliendo.
—Suena interesante. Me muero por leerlo. —Sus ojos verdosos relucían. Iluminado por el sol poniente, Lali podía atisbar unas cuantas canas, justo en las sienes.
Se le escapó una carcajada. Solo un par de amantes de la geología disfrutarían de algo así. Sin embargo, presentía que Ramiro no había ido para preguntarle por el trabajo. Sabía que era competente, que se conocía el trabajo al dedillo. La geología era algo innato para ella. Había ido a su despacho porque estaba preocupado.
Lali frunció los labios.
—Deja de mirarme como si fuera a derrumbarme. Estoy bien, Ramiro.
—¿En serio? —Enarcó una ceja—. No sería muy buen amigo si no me preocupara.
—Lo sé. Y aprecio el gesto. Pero estoy bien. Nos las estamos apañando. La casa que nos has dejado en Moss Beach es perfecta.
—Me alegro de que os guste. ¿Cómo está Tomás?
—Bien. —Pensó en su hijo de cuatro años—. Le encanta estar cerca del océano. Pero... ahora mismo le resulta difícil. Echa de menos a Benjamín.
Ella también lo echaba de menos, aunque detestaba admitirlo. Daba igual lo que le hubiera ocultado, daba igual lo difícil que fuera su relación antes de morir, aún no lograba asimilar que pudiera haber hecho algo a propósito para herirla. Tenía que haber una explicación lógica para todos los secretos que le había ocultado durante tanto tiempo.
Razón por la que había llamado a Ramiro y por fin había aceptado su oferta para trabajar en San Francisco. Razón por la que había alejado a Tomás de todo lo que conocía y lo había llevado a la otra punta del país. Tenía que encontrar respuestas. Tenía que saber qué había pasado en realidad.
—Sé que poco puedo hacer —comentó Ramiro—. Y también sé que tú no aceptarías mi ayuda aunque te la ofreciera.
Lali sonrió. Ramiro la conocía muy bien.
—De todas maneras te la ofrezco —continuó él—, Lali. Quiero ayudar.
—Te agradezco el ofrecimiento. De verdad. Solo con darme un trabajo has hecho lo mejor que podrías hacer.
—Trabajar como colaboradora independiente para la filial de Dallas se te quedaba muy corto.
Su sonrisa desapareció. Benjamín no quería que ella trabajara. Quería que se quedara en casa para, tal como le dijo: «mejorar». Comenzó a escribir artículos en calidad de colaboradora independiente porque necesitaba algo con lo que ocupar su tiempo. Pero los dos sabían que si Benjamín no hubiera muerto, ella no estaría allí en ese momento.
Se obligó a sonreír de nuevo, aunque no estaba de humor.
—Si necesito algo, serás el primero en saberlo.
—Mentirosa. —Ramiro se metió la mano en el bolsillo y sacó un trocito de papel—. Y como sé lo terca que eres, voy a darte esto antes de que me lo pidas. Es el nombre de un abogado local que he utilizado en varias ocasiones. Sé que te estás dando contra un muro con esa clínica privada. Alguien sabe algo. Tal vez un abogado pueda ejercer cierta presión legal, abrirte algunas puertas. A nadie le gusta un abogado curioso.
—Gracias. Lo llamaré a finales de semana.
Ramiro se levantó y dejó el pisapapeles en el escritorio.
—Hazlo. Y mándame una copia del artículo cuando lo hayas acabado.
—Oye —dijo al darse cuenta de que todavía no le había preguntado por su mujer—. ¿Cómo está Valeria?
Una sonrisilla tonta le iluminó la cara.
—Gorda y feliz.
—¿Cuándo sale de cuentas?
—Dentro de cuatro semanas.
Su expresión radiante la animó muchísimo. Después de la lucha de Valeria contra el cáncer de ovarios, la pareja no esperaba tener hijos. Gracias a los nuevos fármacos, estaba llegando al final de su embarazo.
—Dale recuerdos de mi parte. Dile que me encantaría comer con ella un día de estos si se siente con fuerzas.
—Lo haré. Vete pronto a casa, Lali. Vuelve con tu hijo.
Cuando Ramiro se perdió en el caos de la redacción, Lali hizo girar el sillón para contemplar la vista de San Francisco. El agua relucía a lo lejos, entre los rascacielos. Los coches tocaban el claxon a nivel de calle. Inspiró hondo y cerró los ojos.
Llevaba allí una semana y no había recordado detalle alguno. Nada le resultaba familiar. Ni la ciudad, ni los paisajes ni el ambiente. Había rezado para que algo, cualquier cosa, le devolviera la memoria. Estaba aprendiendo a vivir con la decepción.
La clínica privada había sido una pérdida de tiempo. Había conducido hasta San Mateo, donde se encontraba la clínica, pero allí tampoco encontró nada que la ayudara a recordar. La clínica original había desaparecido tras sufrir un incendio hacía más de un año y el director de la nueva clínica le había estampado la puerta en las narices, negándose a contestar sus preguntas. Cada pista terminaba en un callejón sin salida. Alguien en alguna parte sabía algo. Solo tenía que averiguar por dónde empezar.
Acarició con los dedos el nombre y el número del abogado que Ramiro le había dado mientras contemplaba la ciudad. Hizo girar de nuevo el sillón, encaró el portátil y se conectó a internet, momento en el que se quedó paralizada al ver una página de noticias.
En la barra de la derecha, bajo el encabezado de Noticias de TV y Gentes, habían puesto la foto de un hombre, un tío que estaba buenísimo. La mujer más guapa que Lali había visto en la vida se pegaba a él como una lapa. Él le rodeaba la cintura con un brazo y ella tenía una mano oculta bajo su chaqueta mientras le susurraba algo al oído. Algo que al hombre le había arrancado una sonrisa, como si acabara de escuchar el secreto más pícaro del mundo.
Benjamín nunca la había mirado con una sonrisa parecida. Desde luego que nunca se habían mostrado tan cariñosos en público. La pareja de la foto resultaba muy atractiva, sin embargo... la mirada de Lali no dejaba de volver a la cara del hombre. Estaba segura de que nunca lo había visto, pero había algo familiar en esos penetrantes ojos verdes. Algo...
La emoción corrió por sus venas al darse cuenta de los derroteros de sus pensamientos. Volvió a examinar la foto. Estaban en una especie de vestíbulo, de un hotel, a su parecer. Listos para disfrutar de una noche de pasión. «Afortunada ella», pensó. Un ramalazo de celos la recorrió al ver el pie de foto: «Rumores de matrimonio entre supermodelo y rico empresario farmacéutico.»
Lali miró de nuevo la cara de la mujer y, en ese instante, la emoción la abandonó por completo. Con razón veía algo familiar en la pareja. La mujer era modelo. Una modelo de lencería. Lali la había visto incontables veces en muchas revistas.
Frunció el ceño. Se acomodó en el sillón. Se recriminó por haberse emocionado tanto. Por una foto de una publicación dedicada al cotilleo, nada menos. ¿De dónde iba a conocer ella a un empresario farmacéutico? Menuda ocurrencia.

Se olvidó del tema, abrió la página del buscador y miró un listado de abogados que ejercían en San Francisco. El nombre que más resaltaba no era el que Ramiro acababa de darle.

Lo miró. Sopesó sus opciones. Había seguido un instinto al mudarse a San Francisco. Si bien apreciaba la ayuda de Ramiro y la sugerencia de que se buscara un abogado era muy buena idea, iba a seguir lo que le dictaba el instinto de nuevo. Algo en el fondo de su mente le decía que confiar en su instinto era de vital importancia. Más importante de lo que lo fue antes,
Continuará... +15 :)

18 comentarios:

  1. está permitido que yo sola llegué a los quince comentarios? Porque lo hago eh

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  2. casí llegó a los quince me falta poco

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  3. muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy buenooo cada vez mas cerca de la verdad esperandooo un nuevo cap

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  4. porfavorsillo subi otro maaaaas

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  5. oh dius!!!!
    maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  6. hoy me levante con una Bella noticia podrga terminar un buen día con un buen cap de tú nove no? Dale por fa =p

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  7. Me carga esperar para el proximo capitulo lo QUIEROOO YAAA ya calmate impaciente ajsjgfkjsjf

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  8. Uff a full, que vida la de Lali!! Otroo :)

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  9. Tan cerca ,y tan lejos.
    Un avance ,encontró k estaba buenísimo ,y esos ojos verdes familiares.
    Tarde pero ya están los comentarios en todos los caps.
    Gracias x la maratón!!!!

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  10. a full con la nove!! cada vez mejor!! quiero reencuentroo yaa!!

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  11. Me pegué con está nove está muy buena, sube más por fa

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  12. Massssss subi otro plissss

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  13. ++++++++++++++++++++++++

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