Capítulo 79

—Pablo: Los lunes —dijo haciendo que sonase como una maldición— tendrían que borrarlos de los calendarios.

Él y Bartlett, uno de los reporteros más jóvenes del periódico, le echaron un vistazo a la desanimada redacción. Unos cuantos reporteros garabateaban lánguidamente sobre sus escritorios, en tanto que otros buscaban en los libros de referencia y esperaban a que el encargado de redacción volviese para poder salir en busca de noticias.

Bartlett suspiró al sentir el opresivo peso del aburrimiento.

—Incluso las malas noticias serían bien recibidas ahora.

—Pablo: En este negocio, las malas noticias son buenas noticias... Pero ¿alguna vez has encontrado buen material para un artículo un lunes? Por supuesto que no. ¿Sería mucho pedir que tuviese lugar un desastre natural? ¿Un pequeño huracán? Las buenas noticias en un estado como Massachusetts tienen que ser, como mínimo, un escándalo político. —Se volvió hacia Bartlett—. ¿Y qué hay de tu entrevista personal? ¿Aceptó la señora Lowell hablar contigo acerca de la subasta de caridad?

—No, señor...

—Pablo: Lo sabía —dijo con cansada satisfacción—. No importa lo que dijese Peter, sabía que no querría. Los Lowell odian todo tipo de publicidad. Mi madre solía decirme que una dama solo aparece en tres ocasiones en el periódico en toda su vida: cuando nace, cuando se casa y cuando muere. Y si lo piensas, eso cubre los acontecimientos más importantes.

Bartlett no supo cómo responder.

—Supongo que sí, señor.

—¡Señor Martínez! —Joseph Davis, el joven asistente del editor sobre temas de la ciudad, casi saltó por encima del escritorio del reportero para llegar hasta Pablo—. Señor Martínez...

—Pablo: ¿Sí? ¿Por qué estás tan nervioso? No me digas que habéis descubierto alguna noticia.

—El portero me ha dicho que hay alguien que pregunta por el señor Lanzani.

—Pablo: Dile que el señor Lanzani está ocupado, pero que si quiere dejar su tarjeta...

—No es un hombre —dijo Davis sin aliento—. Es la señora Lanzani.

Los oscuros ojos de Pablo destellaron con interés. Sin decir una sola palabra, dejó allí a Bartlett y Davis y cruzó la redacción hasta llegar a la puerta.

El portero, de espalda tiesa y abrigo abotonado hasta el cuello, se hizo a un lado para que pudiese ver a Lali, después cerró la puerta y les dejó estar solos en el pasillo. Con aquel vestido verde esmeralda y el diminuto sombrero de terciopelo que colgaba con coquetería de su cabeza, Lali parecía un pequeño y exótico pájaro. Pablo supo en cuanto la vio que algo no andaba bien.

Aunque le sonrió, había tensión en la cara de la mujer.

—Lali: Señor Martínez, lamento interrumpir su jornada laboral.

Tomó su fina mano y se la llevó a los labios.

—Pablo: No se me ocurre una interrupción más agradable. Nunca había estado aquí, ¿verdad? Dígame, ¿va a empezar a entregar sus artículos en persona?

—Lali: Bueno, no, yo... —Alzó la vista y se echó a reír—. Se suponía que usted no debía saber que yo era la autora. ¿Se lo dijo Peter?

—Pablo: Por supuesto que no. Pero yo lo supe de inmediato. Casi podía escuchar su voz cuando los leía. Tiene usted un maravilloso talento para las palabras. Pero ahora, antes de que la cubra con un puñado de halagos, dígame en qué puedo ayudarla.

—Lali: Me gustaría hablar con mi marido.

—Pablo: Por desgracia, no está aquí en este momento.

—Lali: ¿Dónde está?

—Pablo: Por ahí, atando cabos, buscando noticias... —bajó la voz hasta callarse al ver que Lali inclinaba la cabeza y apretaba con fuerza su bolso de mano—. ¿Tiene algún problema? —le preguntó con tacto.

Alzó la cabeza y sonrió incómoda.

—Lali: No, no lo creo. Probablemente me estoy preocupando por nada. Seguro que no es nada, pero... pero he oído hoy un rumor en mi club, y quería preguntarle a mi marido al respecto. ¿Sabe cuándo volverá? Estoy segura de que se trata de una tontería, pero sentí que tenía que encontrarle de inmediato. Para mí es muy importante...

—Pablo: ¿Qué rumor? —le cortó impaciente. Lali estaba nerviosa, abrió la boca y volvió a cerrarla—. Señora Lanzani... si le ha preocupado lo bastante para acercarse hasta aquí, sin duda se trata de algo que hay que tratar ahora mismo. Tal vez yo pueda solucionarle el problema.

—Lali: Pensará usted que es una ridiculez...

—Pablo: Nada de lo que le preocupe a usted puede ser ridículo. Por favor, cuéntemelo.

—Lali: Fue algo tan sorprendente... No supe qué decir cuando me lo contaron. Supongo que me comporté como una tonta, porque me limité a mascullar algo. No sé el qué, y entonces me fui, justo en mitad de la reunión...

—Pablo: ¿Qué le contaron?

—Lali: Usted debe de estar al corriente de que la cuñada de Peter, la señora Nina Price, estuvo en nuestra casa unos cuantos días la semana pasada...

—Pablo: Sí —dijo secamente—. Algo oí de eso.

—Lali: Se fue a Inglaterra hace dos días. No permaneció en Boston mucho tiempo. Pero la señora Cummings, una de las mujeres de mi club, dijo que alguien había visto a Nina ayer...

—Pablo: Pero eso no tiene sentido. Nadie conoce a la señora Price. ¿Cómo podría haberla reconocido alguien?

—Lali: La semana pasada, hubo un día en que fue a comprar con la hermana pequeña de Peter y conmigo. Se la presenté a algunas personas. Ya sabe que uno siempre encuentra a alguien conocido en C.F. Hovey... Así que una de esas personas fue la que vio a Nina ayer... Oh, todo es muy ridículo, ya se lo he dicho. No hay razón para que Nina se haya quedado, y no creo una sola palabra al respecto, porque Peter no me habría mentido, pero... pero...

—Pablo: Pero usted ha creído conveniente venir a preguntárselo en persona igualmente.

—Lali: Sí.

Algo en el modo en que Pablo se estaba comportando, con tanto tacto, de una manera tan amable, le hizo pensar a Lali que se estaba guardando algo.

—Pablo: Le propongo una cosa —le dijo con una encantadora sonrisa, aunque demasiado forzada—. ¿Por qué no se va a casa a esperar a Peter? Me aseguraré de que esta tarde se vaya pronto, así podrán hablar del asunto...

—Lali: Habitualmente, no está fuera de la oficina a estas horas, ¿no es cierto? —le interrumpió Lali.

—Pablo: Depende de...

—Lali: ¿No es cierto? —preguntó, y los ojos negros de Pablo se clavaron en los de Lali antes de responder a regañadientes.

—Pablo: Se está ocupando de unos asuntos.

Una terrible sospecha estalló en su mente.

—Lali: ¿Dónde está?

Continuará...

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chan chan chan!!! uuuuuh :S

Donde estará Peter??? o una mejor pregunta sería CON QUIÉN???

LISTO MAÑANA TERMINAMOS LA NOVE!!!! 

espero que les gustaran los caps de hoy!!

Gracias por sus firmitasssss geniasss!!

NO SE PIERDAN MAÑANA!!!! ;)

Besossssssss