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miércoles, 4 de febrero de 2015

CAPÍTULO VEINTITRÉS



Lali entró en la oficina el día siguiente con uno de sus trajes favoritos y con una radiante sonrisa en el rostro. Pablo la recibió agradablemente sorprendido.

—Hola, Lali, estás preciosa. Pero dime, ¿no se suponía que deberías estar arriba?

—Ya no.

Lali daba por hecho que después de hacer dejado claro de una vez por todas que no se prestaba al juego de Peter, él ya no querría volver a verla por su despacho. Con aire eficiente, le entrego la correspondencia a Pablo.

Pero cinco minutos más tarde, los hechos vinieron a demostrar que se había equivocado es sus suposiciones. Peter llamó por teléfono indignado.

—¡Sube ahora mismo! Te dije que a partir de hoy te quería en mi oficina todo el día, así que muévete.

Dicho eso, colgó de golpe, y Lali se quedó mirando el auricular como si mordiera, completamente desconcertada. En todos los días de su vida no había visto a una persona tan indignada.

—Creo… que lo mejor será que suba cuanto antes –dijo, levantándose ante la mirada estupefacta de Pablo.

—Pero… ¿qué diablos le pasa a ese hombre? ¿Qué mosca le ha picado?

—Creo que yo… —suspiró Lali sin pararse a mirar la sonrisilla comprensiva de Pablo.

Lali entró en el despacho de Peter, con una calma que estaba muy lejos de sentir. Esperó de pie un par de minutos, sin decir nada, pero como Peter, que estaba escribiendo, no se dignara a mirarla, avanzó directamente hacia su mesa con el estuche de joyería en la mano.

—Estos no son los pendientes de mi madre, así que no los quiero. Los de mi madre eran de oro, no de perlas; por supuesto, deben ser mucho más baratos que estos, pero su valor sentimental es incalculable. Para mí son muy importantes, y quiero recuperarlos a toda costa. ¿Lo comprendes o no?

—Sí, lo comprendo –dijo Peter fríamente, sin levantar la vista del papel—. Pero en cualquier caso, tus pendientes se han perdido. Por eso he querido compensarte con algo que también tuviera valor sentimental para mí. Esos son los pendientes de mi abuela.

Lali sintió un nudo en la garganta.

—De todas formas, no puedo aceptarlos –dijo sin rastro de resentimiento.

—Entonces, déjalos ahí.

Lali dejo la caja sobre el escritorio y salió al despacho que compartía con Julia, quién la recibió con una sonrisa.

—Dentro de unos días espera la llamada del señor Rossi, y Peter quiere que estés disponible para traducir la conversación. Hasta entonces, te agradecería mucho que me ayudes un poco con mi trabajo, y si te queda tiempo también puedes subirte algo de Pablo.

Durante los día que siguieron, Lali conoció a un nuevo Peter, distante y autoritario, que le causaba más desazón que su incansable perseguidor de antes. Cuando no estaba al teléfono o en alguna reunión, dictaba carta o trabajaba en su escritorio. Llegaba el primero por las mañanas, y cuando Lali se marchaba por la noche, él todavía se quedaba trabajando. Poco a poco, Lali empezó a creer que al menor error que cometiera, Peter aprovecharía para despedirla, así que andaba con pies de plomo a todas horas.

Pero el miércoles Lali incurrió en el fallo que tanto había temido: nada menos que olvidar un párrafo entero de un contrato que Peter le había dictado con todo detalle. En cuanto la llamó con voz furibunda por el intercomunicador, Lali supo que había llegado su hora y se encamino, temblorosa y asustada, a su despacho, Pero en lugar de dirigirle una reprimenda terrible, que era lo que ella se había esperado, Peter se limitó a enseñarle la equivocación y a devolverle el papel.

—Repítelo –dijo secamente—. Y esta vez, por favor, hazlo bien.

El mismo día, cerca de las doce, llegó una visita. Una mujer morocha, extraordinariamente bella.

—Hola. Soy Martina. Estaba hoy en el centro y me he pasado por aquí. ¿Sabe si Peter, es decir, el señor Lanzani, está libre para la comida? Bueno, en cualquier caso, no le avise. Entraré yo misma en el despacho para darle una sorpresa.

Unos minutos después, Peter y Martina salieron del despacho y se dirigieron a los ascensores cogidos de la mano y muy sonrientes. Lali intentó concentrarse en su ordenador, pensando en que el acento de Martina era odioso, tanto como su sonrisa y su manera posesiva de mirar a Peter… ¿Pero por qué la odiaba tanto si no la conocía? Pues porque ella, Lali Espósito, estaba perdidamente enamorada de Peter Lanzani. Enamorada sin remedio.

Julia, que se disponía a marcharse para comer, la observó con una sonrisa comprensiva.

—No te preocupes demasiado, querida. Ha habido muchas Martinas antes en su vida, y te aseguro que no duran demasiado.

—¡Me trae sin cuidado lo que haga! –exclamó Lali orgullosamente.

—¿Ah, sí?

Aquella noche, es su casa, mientras preparaba la tarta para Pablo, Lali decidió que había llegado al límite de sus fuerzas y que ya no lo soportaba más. Era el momento de mandar al diablo a Peter y a Philip, hacer las maletas y volverse tranquilamente a su casa… o lo que era mejor, podía quedarse en Detroit y buscar otro trabajo en cualquier otra empresa que necesitara una secretaria cualificada y bilingüe. Y en cuanto al problema económico, lo solucionaría rápidamente poniendo en venta el piano de cola de su madre.

A pesar del dolor que le causaba desprenderse de un objeto tan querido, Lali se sintió interiormente tranquila por primera vez en muchas semanas. En primer lugar, buscaría un apartamento barato y se trasladaría allí. Mientras tanto, iba a seguir trabajando en Lanco con su mejor voluntad, pues ella no estaba dispuesta a hacer el trabajo sucio de nadie, y mucho menos si ello implicaba traicionar a Peter.


A la mañana siguiente, Lali llegó al edificio de Global Industries con la tarta y el jersey para Pablo.

Se sentía contenta y de buen humor y sonrió alegremente al ejecutivo de avanzada edad que acababa de entrar con ella en el ascensor.

Cuando llegaron al piso número trece, el hombre salió y se dirigió por el pasillo a la oficina de seguridad. La principal misión de la oficina de seguridad consistí en proteger las mercancías valiosas de Global Industries, especialmente aquellas relacionadas con contratos del Estado. Sin embargo era de índole burocrática, pues por allí pasaban los informes y demás papeles. Jack Collins, el hombre del ascensor, era el director de la sección de Detroit, y estaba próximo  a retirarse, por lo que aceptaba su rutinaria ocupación con más resignación que entusiasmo.

Cuando llegó a las oficinas, su ayudante, un individuo gordo y flemático, se apresuró a quitar los pies de encima del escritorio.

—¿Ocurre algo? –preguntó el joven.

—Probablemente no es nada –respondió Jack sacando de su maletín una carpeta en la que se leía: “Departamento de seguridad. Informe de investigación/Lali M. Espósito/Empleada n°98.753”—. Acabo de recoger este informe que han elaborado en investigación. Se trata de una secretaria de Lanco.

—¿Una secretaria? –preguntó Rudy extrañado—. No sabíamos que aquí nos dedicáramos a investigar secretarias.

—Normalmente no. Pero se trata de un caso especial, porque esta mujer ha sido destinada a colaborar en un proyecto especial.

—¿Y hay algún problema?

—Sí. Nuestros detectives se han desplazado a Missouri y su anterior jefe les ha dicho que la chica trabajó con él media jornada durante cinco años, compaginando esto con sus estudios en la universidad, y no la jornada completa. Como el jefe de personal de Lanco creía.

—Entonces la chica mintió al rellenar los formularios, ¿no es eso?

—Sí, pero no fue en eso precisamente en lo que mintió. La cuestión es que no puso que había asistido a la facultad. Los detectives han averiguado en la universidad que además de graduarse, obtuvo un master.

—¿Y por qué crees que habrá ocultado sus estudios?

—No lo sé; precisamente eso me extraña mucho. Lo comprendería mejor si hubiera mentido en sentido contrario, diciendo que había ido a la universidad cuando en realidad no había ido. Cualquier persona sabe que con un título universitario se tienen más oportunidades.

—¿Y has descubierto algo más que no te guste?

—No –mintió Jack—. Solo quiero someterla a una investigación más profunda para quedarme tranquilo. Este fin de semana debo internarme en el hospital para someterme a una revisión, pero el lunes empezaré a trabajar en ello.

—¿Por qué no me dejas que vaya haciendo algo yo mientras estás en el hospital?

—Está bien. Si se prolonga la revisión más de lo esperado, te llamaré y te daré instrucciones para que inicies tú la investigación.

Continuará...

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Lo sientoooooooo!!! :S
Ando con mucho trabajo!!
Juro solemnemente que NO volverá a pasar!!! 
Mañana subo dos caps ;)

13 comentarios:

  1. me encanta mas tranqui Dani yo tambien estoy con mucho trabajo pero mañana ya salgo de vacacionesssssssssssssssssssssssssssssssssss besos Naara

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  2. Ooopa, Lali esta jodida!! Otroooo :)

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  3. no hay problema Dany!muy buen cap,valio la pena la espera!

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  4. Wuauu la estan inviestigando se va a pudrir todo.. es por eso q peter está así de frio ???

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  5. Uhhhhhhh huelo a problemaaas, pobre lali

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  6. Hola!! No te preocupes
    woaaa Peter está siendo más frío de lo habitual..
    Woaa la están investigando!!!
    Sera por eso la actitud de Peter!
    Me quede un poco en shock le dio los pendientes de su abuela!!
    Que pasará? Que intriga, ya quiero leer otro

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  7. Haa esperó que renuncie tal vez así a peter le cae la ficha
    ++++++
    @x_ferreyra7

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  8. Haa esperó que renuncie tal vez así a peter le cae la ficha
    ++++++
    @x_ferreyra7

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  9. Que emoción entrar y encontrar caps nuevos

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  10. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

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  11. Seguro se encuentran en el hospital

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