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domingo, 15 de marzo de 2015

Capítulo 11



Diciembre de 1882


Peter no tenía ni idea de que fuera capaz de ser tan feliz. No era del tipo que extrae una alegría desenfrenada del latir del universo ni de otras tonterías por el estilo. Nunca se levantaba de la cama queriendo respirar profundamente la propia vida; un hombre pobre con padres bienintencionados pero ineptos que cuidar y hermanos más jóvenes que mantener no tenía tiempo para esos lujos tontos.

Pero con Lali a su lado, no podía menos que sentirse exuberante.

Ella poseía propiedades mágicas, fuertes y vigorizantes como un trago del mejor vodka y, sin embargo, lo mantenía siempre en un grado delicioso de embriaguez, ese punto escurridizo de equilibrio en el cual todas las esferas del cielo alcanzaban un alineamiento exquisito y a un mero mortal le brotaban alas.

Durante las tres semanas que duró su noviazgo, él la visitaba con una frecuencia que era positivamente indecente: iba a caballo hasta Briarmeadow por la mañana y por la tarde, y aceptaba la invitación de la señora Espósito para quedarse a tomar el té y la cena sin hacerse de rogar mucho, solo tras la consabida protesta de que no debía abusar demasiado de su amable anfitriona.

Le encantaba hablar con Lali. Su visión del mundo era tan negativa y carente de romanticismo como la suya. Estaban de acuerdo en que, en aquel momento, ninguno de los dos importaba nada, a que él no era más responsable de su linaje que ella de su herencia de millones de libras.

Sin embargo, para ser una escéptica inveterada, era tan fácil de complacer como un cachorrillo. Los inadecuados ramos de flores que recogía del dilapidado invernadero de Twelve Pillars provocaban unas reacciones tan eufóricas que Julio César, en su triunfal regreso a Roma después de la conquista de la Galia, no habría podido sentirse más loco de entusiasmo. El anillo de compromiso, bastante modesto, que compró para ella con fondos que había ahorrado para su pasaje a América y su primer taller, que construiría según el modelo de Herr Benz, casi la hizo llorar.

El día antes de la boda fue a su casa y pidió que se reuniera con él en el exterior. Nada de capa de un azul melancólico; esta vez ella apareció como una columna de fuego, con un manto de un intenso color rojo fresa, con las mejillas sonrosadas y los labios color vino a juego.

Sonrió, como hacía siempre cuando se encontraba con ella. Era tonto, claro, pero era un tonto feliz.

—Tengo algo para ti —dijo.

Ella se rió, atolondrada, cuando abrió el pequeño paquete envuelto que dejó al descubierto un bollo de cerdo todavía caliente.

—Ahora sí que he visto todo lo que había que ver. Seguro que ayer robaste hasta la última flor del invernadero.

Miró alrededor con aquel aire travieso tan suyo, que era la señal de que pensaba acercársele y besarlo, y que se fuera al infierno todo el mundo que pudiera verla en su jardín delantero. La detuvo, cogiéndola por los brazos, de forma que no se pudiera aproximar más.

—Tengo otra cosa para ti.

—Ya sé qué tienes para mí —dijo ella, con descaro—. Ayer no me dejaste que lo tocara.

—Hoy puedes tocarlo —susurró él.

—¿Qué? —Después de todo, seguía siendo virgen—. ¿Aquí fuera, donde todos nos pueden ver?

—Oh, sí. —Se echó a reír al ver su expresión de asombro y avergonzado interés.

—¡No!

—Está bien. Entonces, cogeré el cachorro y me iré a casa.

—¿Un cachorro? —chilló ella, como la joven de diecinueve años que era—. ¡Un cachorro! ¿Dónde está? ¿Dónde está?

El sacó la cesta del coche, pero la mantuvo lejos de sus ansiosas manos, que querían cogerla.

—Me has dicho que no quieres tocarlo en público.

Ella agarró el otro lado de la cesta.

—¡Vamos, dámelo! ¡Dámelo! Por faaavor. Haré lo que quieras.

Él se rió y cedió. Ella abrió la tapa de la cesta y asomó la cabeza marrón y blanca de un cachorro gales, que llevaba al cuello un lazo azul, ligeramente torcido, hecho con las cintas que Peter le había sustraído a Rocío. Lali chilló de nuevo y sacó el cachorro de la cesta. El animal la miraba con ojos serios e inteligentes, no tan entusiasmado como lo estaba ella ante su encuentro, pero contento y obediente, de todos modos.

—¿Es macho o hembra? —preguntó sin aliento, mientras le ofrecía trozos del bollo—. ¿Qué tiempo tiene? ¿Tiene nombre?

Peter echó una mirada a los testículos bien a la vista del cachorro. Puede que ella no supiera tanto como él creía.

—Es un macho. Tiene diez semanas. Y he decidido llamarlo Creso en honor a ti.

—Creso, cariño. —Acercó la mejilla al morro del perro—. Te compraré un fantástico cuenco dorado para el agua, Creso. Y seremos los mejores amigos para siempre jamás.

Por fin, volvió a mirar a Peter.

—Pero ¿cómo sabías que siempre había querido un cachorro?

—Tu madre me lo dijo. Dijo que ella prefería los gatos y que tú te morías de ganas por tener un perro.

—¿Cuándo?

—El día que nos conocimos. Después de cenar. Estabas allí. ¿No te acuerdas?

Ella negó con la cabeza.

—No, no me acuerdo.

—No me extraña, estabas demasiado ocupada mirándome.

Ella se llevó la mano a los labios, pero luego una lenta sonrisa se extendió por su cara.

—¿Te diste cuenta?

Sintió la tentación de decirle que ni siquiera en una velada memorablemente absurda en San Petersburgo, durante la cual tanto la anfitriona como el anfitrión intentaron seducirlo, se lo habían comido tanto con los ojos.

—Me di cuenta.

—Dios mío.

Enterró la cara en el cuello del cachorro. Se había ruborizado y, que Dios lo ayudara, él tenía una erección del tamaño del condado de Bedford.

—Gracias —dijo ella, con la voz apagada por el pelaje de Creso—. Es el mejor regalo que nadie me ha hecho nunca.

Él se sentía emocionado y humilde.

—Me hace feliz verte feliz.

—Hasta mañana, entonces. —Lali se inclinó y le dio un beso dulce y lento—. Se me hará muy larga la espera.

—Serán las veinticuatro horas más largas de toda mi vida —dijo él, besándola una última vez en la punta de la nariz—. Una eternidad.

Las veinticuatro horas siguientes resultaron ser exactamente eso; una eternidad, una eternidad en el infierno.

Continuará...

11 comentarios:

  1. Ayy me mueroo
    Q lindos q eraaa xq tan mal estan en el "presente" llorooo
    Masss

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  2. Uffff, pero esta tan bien aqui, q les paso?!!!

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  3. EL infierno es Martina...que llega y le contara la verdad a Peter..y el por orgullo(porque ya ama a Lali) la dejara en su noche de bodas...

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  4. Que tiernos...Y pensar q solo duraron tan poquito

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  5. Que tiernos! Que lindos!
    Oh, no! Que mal lo que sigue! 😔
    Pero que paso con el perrito? Jaja se murió?
    Quiero mas

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  6. Me encanta!
    Espero mucho mas prontooo
    Gracias Danii

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  7. Cuando hay tanta paz es de temer un huracan....

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