CAPÍTULO 80

Peter se apoyó contra la pared sin apartar los ojos de aquella retorcida figura. Aturdido, se preguntó por qué habrían cesado las detonaciones y el fragor. El asedio naval había concluido. La marina no tardaría en desplegarse por toda la isla.

—¡Ven, Peter! —oyó la voz de Maxi en lo alto de la escalera.

Con gran esfuerzo, Peter salió del pasillo y subió despacio por los peldaños. Recogió su estoque y siguió subiendo. Maxi lo miraba con asombro. Peter frunció el ceño.

—Peter: ¿Cómo sabías que no era Legare quien había quedado en pie?

—Maxi: Te conozco desde hace mucho tiempo —repuso con sencillez.

Junto a la entrada yacía un cuerpo, uno de los hombres que habían retado a Maxi. Peter miró a su camarada.

—Peter: ¿Y el otro?

Maxi se encogió de hombros.

—Maxi: Huyó por piernas.

Peter sonrió y después pensó en Lali.

—Peter: Llévame a la entrada del túnel.

Se encaminaron hacia allí. Maxi agarró una antorcha encendida que alguien había clavado en la arena. Llamas y un humo negro ascendían hacia el cielo desde los tejados del pequeño poblado, la taberna y el burdel. La isla ardiendo semejaba una visión del infierno.

Unos espesos matorrales tapaban la entrada del túnel. La abertura en el suelo estaba casi cubierta por hierbajos, helechos y musgo.

—Maxi: Ya tendría que haber salido —dijo apartando los matorrales.

—Peter: ¡Lali! —gritó con voz ronca. Tomó la antorcha de manos de Maxi—. Algo no ha ido bien —dijo, sabiendo que buscarla por el exterior sería una pérdida de tiempo.

Se agachó para entrar al túnel. Metro a metro el espacio se iba ensanchando, pero no lo suficiente para ponerse de pie. Maxi iba tras él.

—Peter: ¡Lali! —llamó de nuevo.

La única respuesta fue el burlón eco de su propia voz. Siguieron adelante unos treinta metros y entonces el túnel se dividió en dos. Peter se detuvo.

—Peter: ¿De dónde venía ella? —preguntó.

Maxi señaló.

—Maxi: De ahí.

Peter echó un vistazo al estrecho túnel a su derecha.

—Peter: ¿Adonde lleva?

—Maxi: Al burdel.

—Peter: Bien, pues probemos por aquí.

—Maxi: No creo que ella...

—Peter: Pues yo creo que sí —repuso, adentrándose por el túnel de la derecha—. La conozco muy bien. Tiene un talento especial, un don, para estar en el lugar inadecuado en el momento inadecuado.

Recorrieron el serpenteante túnel. En cierto momento, Peter olió a humo y se detuvo al toparse con una montaña de cascotes que cerraban el paso. Cerca del punto más alto había una fisura a través de la cual unas pequeñas manos se abrían paso. Oyó unos gritos amortiguados.

Soltó la antorcha y el estoque y se lanzó frenéticamente hacia la pequeña abertura. Agarró una pesada roca e intentó apartarla. Maldijo y se esforzó a fondo para hacerla rodar montaña abajo. Maxi se colocó a su lado y puso también manos a la obra.

Peter introdujo la cabeza, el hombro y un brazo a través de la abertura que habían ensanchado. Estiró la mano a ciegas, tocó un brazo delgado y empezó a tirar de él. Maxi lo ayudó a sacar a una mujer pechugona de cabello rubio a través del agujero. La desdichada se dejó caer sobre un pedrusco y se puso a toser violentamente.

Desesperado, Peter volvió a alargar el brazo. Unas manos femeninas le agarraron las muñecas. Una segunda mujer pasó por el agujero entre los escombros, y una tercera, y Peter se desesperaba al ver que Lali no aparecía. 

Presa del pánico, se asomó a la abertura.

—Peter: ¡Lali! —llamó. Le ardían los ojos debido al sudor y las lágrimas—. ¡Lali...!

Una mano le agarró la suya y él la apretó con fuerza. Tiró del brazo hasta aferrar la espalda del vestido. Entonces tiró hacia fuera con todas sus fuerzas y Lali acabó tumbada a su lado, temblorosa y sollozante. Peter la acunó en su regazo, aún aterrorizado por la posibilidad de que todo aquello hubiera sido demasiado para ella, de que hubiese muerto. Frotó ansiosamente la mejilla contra su cabello chamuscado.

—Peter: Dios mío... Lali...

Ella le pasó los brazos alrededor del cuello.

—Lali: Estoy bien... —balbuceó ella contra su oído—. Estoy bien.

Conitnuará...

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:'D

+15!!!! se viene Laliter...