CAPÍTULO 54

—Peter: Tal vez no deberíamos reflotarlo—dijo lentamente—. Sólo recoger los restos.

—Vico: ¿Y después qué? —preguntó perplejo—. ¿Empezaríamos desde cero?

Peter lo miró y sonrió. Sintió una inesperada ligereza y libertad, como si le hubiesen sacado dé la tumba en que había permanecido atrapado en los últimos años.

—Peter: El Vagabond es tuyo, Vico. Te lo cedo con todas mis bendiciones.

Vico abrió la boca de par en par.

—Vico: Dios, ¿sabes lo que estas diciendo?

Peter asintió con firmeza.

—Peter: Le he visto los ojos al diablo en demasiadas ocasiones. No soy lo bastante idiota para creer que mi suerte durará siempre. He disfrutado de lo lindo con nuestras andanzas, pero es el momento de que me retire.

Vico lo miró airado.

—Vico: ¡Recupera el sentido común! Naciste para recorrer el mundo y saquear, como el resto de nosotros. ¿Qué sucede?

Peter se encogió de hombros.

—Peter: Incluso aunque quisiese seguir como antes, no me sería posible. Mi pierna nunca volverá a ser la misma.

—Vico: No puedes quedarte aquí. ¿Es eso lo que quieres?

Peter lanzó una carcajada.

—Peter: No soy tan tonto. Siendo el objetivo de Legare, tengo que desaparecer. —Rió—. Dios, jamás creí que me plantearía la posibilidad de establecerme en algún sitio, pero de repente tiene un extraño atractivo para mí. Empiezan a gustarme cosas que antes despreciaba. Sé que no lo entiendes. Bueno, algún día lo entenderas... si vives lo suficiente.

Vico lo miró con incredulidad.

—Vico: ¿Qué te ha pasado? Maxi, maldita sea, ¡dile algo!

—Maxi: Se acabó —dijo tranquilamente, con sus ojos de ébano fijos en el rostro de su capitán.

Peter asintió, sabiendo que Maxi entendía la naturaleza del cambio operado en su interior. Tenía que ver con que quería seguir vivo. Ahora que había empezado a preocuparse por su propia vida, iba a dejar de tentar la suerte, sus instintos se relajarían, su agresividad se vería atemperada por el anhelo de seguridad y conservación. La tripulación no querría seguir a un hombre así. Necesitaban un líder sin escrúpulos, alguien invulnerable.

—Peter: Sólo me queda una cosa por hacer —dijo—. Vengarme de Dominic Legare por la muerte de mi hermano.

Maxi respondió sin inmutarse:

—Maxi: Yo te ayudaré.

Peter miró a Vico inquisitivamente.

—Vico: Y yo —exclamó éste—. Así pues, somos tres contra los centenares de hombres de Legare.

Peter sonrió.

—Peter: ¿Hay algún otro bribón que se nos pudiese unir?

—Vico: Con suerte podríamos reclutar una docena. El negocio de Legare es asqueroso pero funciona, y los beneficios son cuantiosos. Los hombres le siguen como ovejas.

Peter asintió.

—Peter: Entonces empezaremos por... 

Se detuvo, advirtiendo que alguien se aproximaba sin hacer ruido. Oteó alrededor. Oyó un crujido entre los árboles, a su espalda. Alguien pretendía sumarse a la reunión. Peter le hizo un gesto a Vico para que se situase detrás del inesperado invitado, en tanto que Maxi se ocultó entre las sombras. Los cautelosos pasos se fueron acercando.

Un leve rayo de luna cayó sobre el pálido cabello de Lali.

—Lali: ¿Peter? —lo llamó a media voz, desconcertada. De repente oyó pasos entre los matojos que tenía detrás—. ¿Peter? —Ahora oyó pasos a su alrededor, aproximándose. Jadeó asustada. Corrió unos metros, pero se detuvo en seco al ver el amenazador rostro de Maxi. Retrocedió a toda velocidad— Pet...

—Peter: Estoy aquí. —Ella se volvió hacia su voz. Peter estaba a unos pocos metros de distancia, con gesto de fastidio—. Aquí.

—Lali: Oh... —Llegó hasta donde estaba, buscando la seguridad de sus brazos. El la abrazó, cálido y reconfortante.

—Peter: ¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le preguntó.

—Lali: Te... te vi salir de casa antes —tartamudeó acurrucándose contra su pecho—. No sa... sabía que hubiese nadie aquí. Yo... —Respiraba con tanta dificultad que apenas podía hablar.

—Peter: ¿Por qué me seguiste? —Aunque su tono sonaba rudo, sus manos le acariciaban la espalda con ternura.

—Lali: Que... quería decirte algo...

—Peter: Si alguna vez te pillo recorriendo la plantación a solas, fuera de la vista de la casa principal, te arrepentirás. Te daré una tunda en tu bonito trasero, ¿entendido? —Le acarició el pelo y el cuello—. Es peligroso que te aventures sola por aquí, especialmente si te acercas al pantano. No tienes ni idea del tipo de gentuza que trasiega por el río durante la noche. Raptarían a un pastelito como tú en un abrir y cerrar de ojos. Y ¿qué pasaría si te topases con hombres de Legare? ¿Qué pasaría si...?

—Lali: Lo lamento —dijo con la voz ahogada contra su hombro.

—Peter: Pues tendrías que haberlo pensado antes —la regañó sin rudeza, y habría seguido haciéndolo de no haber recordado que Vico y Maxi les miraban. Nunca antes lo habían visto comportarse así con nadie. Les miró sobre la cabeza de Lali, y frunció el ceño en actitud retadora.

Vico parpadeó y resopló disgustado.

—Vico: Jesús, no entiendo nada —masculló con el aire de quien se siente traicionado—. Todo esto es por culpa de una mujer. Así de sencillo.

—Peter: No hay nada sencillo en eso —respondió, jugueteando con un mechón de Lali.

—Vico: ¿Por esto vas a abandonarlo todo? —le recriminó—. No es más que una mujer... ¿Por qué? ¡Hay centenares como ella, miles, en todas partes! ¡Dile que no puede hacerlo, Maxi!

Maxi miró a Peter pensativamente mientras éste respondía a Vico.

—Maxi: Hay un dicho... Tienes que atarte el pañuelo para mantener la cabeza en su sitio.

—Vico: ¿Qué demonios significa eso?

Peter rió.

—Peter: Significa que las circunstancias cambian. Y la gente también. —Silenció los gruñidos de Vico con una mirada de advertencia—. Ya está bien, Vico. Ve al bote y espérame allí. Madame Vallerand y yo necesitamos un poco de privacidad.

—Vico: No me lo puedo creer —refunfuñó mientras Maxi lo acompañaba hasta la orilla del pantano—. Privacidad. Ahora quiere privacidad...

Continuará...

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