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lunes, 19 de enero de 2015

CAPÍTULO DIECISÉIS



Al día siguiente, Lali se encontraba en su trabajo con más buena voluntad que éxito, ya que cometió numerosas faltas al pasar a máquina unas cartas, no atendió a las llamadas telefónicas de Pablo y traspapeló una carpeta muy importante. En el descanso de la comida, salió a pasear por los alrededores del edificio de Global Industries, esperando, contra toda esperanza que Peter apareciera de nuevo. Pero, naturalmente, sus deseos no se cumplieron y, lejos de mejorar, su estado de ánimo se ensombreció todavía más, pues de aquel modo acababa de consumir el poco orgullo que todavía le quedaba.

¡Y después, se habla tanto de la liberación sexual de las mujeres!, pensó con amargura, mientras se disponía a mecanografiar una carta aquella misma tarde. Por lo que a ella le tocaba, no consideraba el sexo como un asunto intrascendente, pues era precisamente el hecho de haberse acostado con Peter lo que la hacía sentirse utilizada y rechazada.

—¿Ha tenido un mal día? –le preguntó Pablo. Dándole un informe que Lali había repetido dos veces por culpa de los errores.

—Sí, y lo siento mucho. Pero le aseguro que no me ocurre a menudo.

—No se preocupe… todo el mundo se levanta con el pie izquierdo de vez en cuando. Tengo que llevar este informe a la oficina de control, que está en el edificio nuevo –añadió después de firmar al pie de la última página—. ¿Conoce ya los despachos que hemos instalado allí?

Lali esbozó una sonrisa. El “edificio nuevo”, como todo el mundo lo llamaba, era el que albergaba Global Industries.

—No, no las conozco. Según tengo entendido, el lunes debemos trasladarnos allí, ¿no es verdad?

—Efectivamente. Aunque Lanco sea de las filiales más recientes y menos productivas de Global Industries, las oficinas que hemos construido en su edificio son verdaderamente impresionantes. Antes de marcharse, por favor, ¿puede enseñarle esto a Susan Brook, en relaciones públicas, y preguntarle si lo ha visto ya? En caso de que no, dígale que esa copia es para su archivo. Cuando vuelva, supongo que ya se habrá marchado. Qué pase buena noche.

Unos minutos después, Lali se dirigía con actitud lánguida al departamento de relaciones públicas, saludando a su paso a los empleados, aunque sus sonrisas eran falsas, pues en su fuero interno solo pensaba en Peter. Por fin, llegó al despacho de Susan Brook, y, haciendo un esfuerzo para salir de su desolado ensimismamiento, le tendió la carpeta.

—Te traigo esto de parte de Pablo; me pregunta si lo has visto. Si no, puedes quedarte con esta copia para tu archivo.

Susan sacó un recorte de periódico de la carpeta y lo ojeó.

—No, no lo había visto –dijo con una sonrisa, sacando una gran carpeta de periódicos y revistas y guardándolo adentro—. Me encanta mantener el archivo al día para él. ¡Qué hombre! Está buenísimo, ¿verdad?

Pero Lali no escuchaba a Susan,  pues su atención había sido captada por una portada de Newsday que logró entrever en el interior de la carpeta. En ella, la fotografía de un hombre moreno y de mirada penetrante la sacudió como un escalofrío.

—¿Quieres verlo? –preguntó Susa amablemente—. Por mí no hay problema; puedes llevarte la carpeta a tu escritorio y revolverla a placer.

—Gracias –respondió Lali con un hilo de voz.

Cuando se vio sola en su escritorio, con la carpeta abierta, sus manos temblaban. Trazó con un dedo las cejas de Peter, la boca que le sonreía desde la cubierta de la revista. J. PEDRO LANZANI, decían las grandes letras rojas. PRESIDENTE FUNDADOR DE GLOBAL INDUSTRIES. No, no podía creer aquello. Su mente se negaba a aceptarlo.

Lali dejó el ejemplar de la revista a un lado y concentró su atención en el recorte de periódico que Pablo acababa de darle. La fecha se remontaba dos semanas atrás, precisamente el mismo día en que Peter la había despedido de Harbor Springs, pretextando la inminente visita de su socio. El titular decía: LOS REYES DE LAS FINANZAS Y SUS RESPECTIVAS MUJERES SE REÚNEN DURANTE CINCO DÍAS EN HARBOR SPRINGS. En la página, fotografías y comentarios acerca de la fiesta, aunque una de las fotografías, colocada en el centro, destacaba sobre las demás. En ella se veía a Peter, en el porche de la casa de la Cueva, en actitud muy cariñosa junto a una mujer rubia que Lali no había visto en la fiesta. El comentario a pie de foto decía así: “Arriba el industrial de Detroit, J. Pedro Lanzani acompañado por su compañera de siempre, Eugenia Suárez, posando en el porche de  la casa de la señorita Suárez, en Harbor Springs”.

Su compañera de siempre… La casa de la señorita Suárez

La pena atravesó el corazón de Lali como un puñal. ¡Entonces Peter la había llevado a la casa de su novia!

—¡Dios mío! –susurró en voz alta, rompiendo a llorar.

Primero le había hecho el amor y después la había despedido apresuradamente, pues su novia, sin duda, había decidido unirse al grupo en Harbor Springs.

Como si estuviera ansiosa por atormentarse sin necesidad. Lali leyó la noticia al cabo de un rato y, después, el artículo de ocho páginas de Newsday dedicaba a Peter. Cuando hubo terminado,  la revista cayó al suelo entre sus manos.

Ahora comprendía el odio que Bebe Leonardos profesaba a Peter. Según Newsday, Peter y Bebe habían tenido un apasionado romance que duró hasta que Peter la dejó a ella por una actriz francesa… la misma que jugaba al tenis medio desnuda en la fiesta de Harbor Springs.

Lali continuó leyendo sin poder contener más la risa histérica. Mientras ella viajaba hacia Missouri, Peter había estado haciendo el amor con su novia, y durante el fin de semana, mientras ella le hacia el jersey y sin apartarse un momento del teléfono, había acudido con Eugenia a un baile benéfico en Palm Springs.

Vencida por la tristeza y el sentimiento de humillación, Lali rompió a llorar con todas sus fuerzas, la cabeza recostada en la mesa. Lloraba por su propia estupidez y por la cantidad de sueños rotos e ilusiones que había construido y que ahora veía caer hechos pedazos; pero también lloraba de vergüenza, por haberse dejado seducir por un hombre de quién ni siquiera conocía el nombre. ¡Y menos mal que, por pura suerte, no se había quedado embarazada, porque en ese caso, ya hubiera sido el colmo!

Al recordad la triste historia de su niñez, abandonado por su madre, lloró con más fuerza; ¡Lástima que no le hubiera estrangulado a tiempo!

De pronto, oyó una voz a través de sus hipidos.

—¿Lali? –preguntó Pablo, acercándose—. ¿Qué pasa?

Lali alzó sus ojos húmedos de lágrimas.

—Yo creía… creía que era un modesto ingeniero que soñaba con montar un negocio propio algún día. ¡Y él dejo que lo creyera! ¡No me dijo la verdad!

Pablo la miró con una mescla de compasión y confusión.

—Lali…

—Dime… ¿puedo salir de aquí sin que nadie me vea? ¿Se ha marchado todo el mundo a casa?

—Si pero no puedes conducir en este estado. Yo te llevo a casa…

—No. ¡Estoy perfectamente bien! Puedo conducir.

—¿Seguro?

Lali empezó a tranquilizarse, y consiguió que su voz no temblara.

—Sí. Ha sido la impresión y la vergüenza, pero ya se me ha pasado.

Pablo recogió la revista del suelo, la metió en la carpeta y se la dio a Lali. Ella la cogió mecánicamente y se dirigió a su casa, donde paso tres horas leyendo todo el material, sin llorar, pues ya no le quedaban lágrimas.

A la mañana siguiente, Lali aparcó su coche junto al cartel que rezaba: “reservado para los empleados de Lanco”. El nombre Lanco tenía un nuevo significado para ella después de lo que había averiguado la noche anterior. Lanzani Electronic Components. Según The Wall Street Journal la empresa fue fundada por Peter y su abuelo doce años atrás, en un garaje que ocupaba la parte trasera del edificio donde ahora se encontraba el restaurante de Tony.

Salió del coche con la carpeta en la mano. Ahora sabía que Peter había construido un imperio financiero que mantenía a flote gracias a los espías que introducía en las empresas de la competencia. Por lo visto, su ausencia de escrúpulos para los negocios se hacía extensiva a su vida personal.

Al entrar en la oficina, y recibir, como todos los días, el amable saludo de los empleados, se sintió culpable al pensar que ella iba a contribuir en la destrucción de la empresa en la que ellos trabajan. Aunque no se tratara necesariamente de destruir la empresa, puesto que Lanco se mantendría a pie si era capaz de competir honradamente para obtener los contratos. En caso contrario, era preferible su desaparición a la ruina de sus competidores honrados, entre ellos la compañía de Philip Whitworth.

Antes de llegar a su despacho, se detuvo un momento, pensaba en Pablo. ¿Sabría él que Lanco estaba pagando a espías? Tal cosa le parecía imposible, pues Pablo era demasiado integro para avenirse a semejante juego.

—Gracias por dejarme llevar la carpeta a casa –dijo nada más entrar.

Pablo levantó la vista del informe que estaba leyendo y contempló su rostro pálido y ojeroso.

—¿Qué tal te encuentras hoy?

—Me siento avergonzada… y un poco tonta.

—¿Te importaría decirme que te ha hecho Peter para que te pongas así? No hace falta que entres en detalles, pero comprende que es difícil creer que lloraras de ese modo sólo por que habías averiguado que es rico y famoso.

—Yo creía que era un simple ingeniero… por eso hice algunas cosas de las que ahora me arrepiento. ¿Comprendes?

—Ya –repuso Pablo—. ¿Qué harás ahora?

—Me concentraré plenamente en mi trabajo y procurare aprender todo lo que pueda.

—Pero… ¿qué harás cuando veas a Peter?

—¡No pienso volver a verle!

Pablo esbozó una sonrisa y le dijo con voz solemne:
—Lali, el sábado próximo se celebra un cóctel en el restaurante giratorio del nuevo edificio de Global Industries. Acudirán todos los jefes directivos de nuestras compañías con sus secretarias. El propósito de la fiesta es reunirnos a todos para que nos vayamos conociendo antes de ocupar el mismo edificio. Tendrás la oportunidad de conocer a todas las secretarias con las que vas a trabajar, y también a sus jefes. Peter es el organizador… el anfitrión, digamos.

—Si no te importa, preferiría no ir.

—Sí me importa.

Lali se encontraba atrapada. Pablo no era el tipo de jefe que permitiera que la vida personal de sus empleados interfiriese en su trabajo. Y tampoco podía permitirse el lujo de perder su trabajo de secretaria, pues eso significaba que ya no podría averiguar a quién pagaba Peter para espiar la compañía Whitworth.

—Más tarde o más temprano, tendrás que encontrarte con Peter, Lali –añadió Pablo, en tono persuasivo—. Si le ves el sábado, será mejor, porque no te cogerá de sorpresa. Así que no se hable más, pasaré a recogerte a las siete y media.

Continuará...

23 comentarios:

  1. pobre lali!!! peter es un hdp!! subi otro mas

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  2. No se sabe quien de todos ahi es mas engañoso, no confio en nadie. Lali tendria que tener cuidado!

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  3. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

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  4. Mas!! Subi otro xfa!!

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  5. Mas!! Haz un maratooooooon!!! Plis ++++++

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  6. Masmasmasmasmasmasmasmasmas

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  7. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

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  8. Peter aparece ya!!! Pobrecita lali, se ha sentido engañada!
    Mas nove!!

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  9. ++++++++++
    @x_ferreyra7

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  10. Que forro Peter no llamarla ni nada y que ahora aparezca esas noticias es todo muy raro.
    Porfa subí otro capi mas 😊

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  11. Me temo que lo que comente en capítulos anteriores no RS verdad... Peter no se ha enamorado ya de Lali...ni de ninguna otra mujer...es un hombre frío y mujeriego y ojalá Lali se porte como una buena mujer y lo haga sufrir hasta verlo casi implorar que la ama... He dicho jajaja

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    1. Además k se presente impresionante del brazo d Pablo en esa fiesta!!!.
      He dicho ,jajajja.

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    2. Jajaja...eso eso...me falto solo eso...

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  12. Se pone reinteresante esta novela' que fea la actitud de Peter y espero que Euge no sea nada mas q una amiga

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  13. Bueno,cómo se van complicando las cosas,pero Lali frente en alto y hacer frente a Lanzani como si siempre hubieras sabido la verdad!No se por q pero creo q Pablo esta buscando algo más tras llevar ahi a Lali

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