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domingo, 4 de enero de 2015

CAPÍTULO DOS



La secretaria de Philip contempló desde su mesa a la mujer que tenía delante. Vestía un elegante traje, y llevaba la hermosa cabellera castaña suelta. Se trataba de una belleza perfecta, poco común; los rasgos del rostro, delicados, resaltaban aún más sus luminosos ojos cafés.

—El señor Whitworth la atenderá dentro de un momento.

Lali Espósito levantó un momento la vista del periódico que fingía leer y sonrió.

—Gracias –dijo, y volvió a bajar los ojos, aunque el nerviosismo ante la inmediatez de la temida entrevista la impedía concentrarse.

Había pasado mucho tiempo; catorce años, exactamente, pero todavía recordaba con horror los dos días que pasara en la mansión de Grosse Pointe y el desprecio insultante que tuvieron que sufrir allí su madre y ella.

De pronto, sonó el teléfono en la secretaria, y Lali sintió una sacudida nerviosa. Por enésima vez se reprobó a sí misma haberse metido en semejante lío, aunque en realidad la culpa no era suya, pues, de haber sabido que su padre tenía intención de llamar a Philip Whitworth, le habría disuadido de la idea. Pero ya estaba hecho… Además, su padre cada día estaba más preocupado por su precaria situación económica. Unos meses atrás, los contribuyentes de Missouri, presionados por la recesión económica, había denegado una subvención a los centros de enseñanza del estado y, como consecuencia, miles de profesores había sido despedidos, entre ellos el padre de Lali. Tres meses más tarde, después de haber buscado trabajo por todas partes sin ningún éxito, el señor Espósito sufrió un ataque al corazón.

Aquel suceso había venido a transformar la vida de Lali… en un momento en que ella estaba decidida a independizarse. Lali se había pasado toda la vida estudiando piano, pero una vez obtenido el master de música, llegó a la conclusión de que le faltaba vocación y afán de éxito como para dedicar todas sus energías a convertirse en una concertista de piano. Y es que Lali había heredado el talento musical de su madre, pero no su pasión por el piano.

Lali tenía ganas de vivir, y no podía conformarse con la música. En cierto modo, el piano, a pesar de las satisfacciones que le reportaba, le había impedido disfrutar de la vida, pues había estado tan ocupada estudiando, practicando y trabajando para pagarse las clases que no había tenido tiempo para divertirse y descansar. A sus veintitrés años había viajado muchísimo por los Estados Unidos para participas en concursos, pero de las ciudades visitadas sólo había conocido la habitación del hotel y el auditorio. También había conocido muchos hombres, pero por falta de tiempo no pudo profundizar en ninguna relación.

En conclusión, le parecía que todo había sido una pérdida de tiempo, que había equivocado el camino y que debía buscar metas nuevas. La enfermedad de su padre y los apuros económicos la obligaron entonces a tomar una decisión radical. Su padre necesitaba ayuda, y ella era la única que podía dársela.

Al pensar  en su responsabilidad, Lali se sentía como si se le viniera el mundo encima. Necesitaba un trabajo, necesitaba dinero, y ambas cosas lo antes posible. Miró a su alrededor, confusa y temerosa, intentando imaginarse a sí misma trabajando para una empresa como aquella..

La secretaria, después de mantener una breve conversación, colgó el teléfono y se puso de pie.

—El señor Whitworth la recibirá ahora, señorita Espósito.

Lali siguió a la secretaria y, antes de entrar en el despacho, rezó todas la oraciones que sabía pidiendo que Philip Whitworth no se acordase de ella y su desastrosa visita. Haciendo acopio de sangre fría, se dirigió con paso tranquilo hacia él, que se había puesto en pie nada más verla entrar. Curiosamente, parecía asombrado.

—Seguramente no me recordará usted, señor Whitworth —dijo Lali, tendiéndole la mano—. Soy Lali Espósito.

Philip Whitworth se la estrechó, y la miró con una chispa de ironía.

—Todo lo contrario, Lali; te recuerdo muy bien. Eras una niña bastante… inolvidable.

Lali sonrió, sorprendida por su sentido del humor.

—Es muy amable. No me habría extrañado nada que dijera insoportable en lugar de inolvidable.

—Siéntate, por favor.

—Le he traído mi currículum — le informó Lali, sacando un sobre del bolso.

—Tu parecido con tu madre es asombroso – comentó después de un largo silencio—. Ella era italiana, ¿verdad?

—Mis abuelos eran italianos, efectivamente, pero mi madre nació aquí.

—Eres su vivo retrato, salvo por el pelo. El tuyo es mucho más obscuro –y luego, ojeando el currículum añadió—. Tu madre era toda una belleza.

Lali se removió en su asiento, inquieta por el cariz que tomaba en encuentro, resultaba desconcertante que después de su fría actitud catorce años atrás, ahora le dijera que su madre le parecía guapa. Nunca hubiera imaginado que opinaba así.

Mientras Philip leía el currículum, Lali le observó detenidamente. Era un hombre que, a pesar de superar los cincuenta años, resultaba todavía atractivo. Se trataba de un tipo alto y atlético, de aspecto impresionante y rostro aristocrático de rasgos finos. El paso del tiempo había sido indulgente con él, y apenas había dejado huellas, a excepción de las canas que surcaban sus cabellos. Mirándole desde su nueva perspectiva de adulta, a Lali ya no le parecía el tipo orgulloso y engreído que había visto siendo niña, sino un hombre distinguido y amable con una dosis de humor.

—Aunque tu expediente universitario es muy bueno, comprenderás que la especialidad de música no sirve mucho en el mundo de los negocios –dijo.

—Lo sé –respondió Lali—. Estudié música porque me encantaba, pero ahora me he dado cuenta de que no tengo ningún futuro en ese campo.

A continuación le explicó brevemente las circunstancias que la habían obligado a abandonar su carrera como pianista, haciendo especial hincapié en la salud de su padre y en la precaria situación económica que atravesaban.

Philip la escuchó atentamente, y después volvió a revisar su currículum.

—Aquí dice que empezaste un curso de comercio en la universidad.

—En efecto, pero no lo terminé, aunque me faltó muy poco.

—Y mientras asistías a la universidad trabajaste media jornada como secretaria… y también en verano –añadió Philip con una actitud pensativa—. Tu padre no me lo contó cuando hablamos por teléfono. ¿es cierto lo que pone aquí de que sabes mecanografía y taquigrafía?

—Sí –afirmó Lali.

Philip la miró en silencio y luego dijo:
—Puedo ofrecerte un puesto como secretaria, Lali, pero te advierto que se trata de un trabajo difícil, que requiere una gran dosis de responsabilidad. No puedo ofrecerte nada más hasta que no te gradúes en comercio.

—Pero… yo no quiero ser secretaria –suspiró Lali.

Philip la miró con una sonrisa indulgente.
—Acabas de decirme que tu mayor preocupación, por el momento, es conseguir dinero… y ahora mismo existe una gran demanda de secretarias cualificadas. Te advierto que se trata de un trabajo bien remunerado. Mi secretaria por ejemplo, tiene el mismo sueldo que algunos ejecutivos.

—Pero aun así…

—Espera, déjame terminar. Tú has trabajado como secretaria del presidente de una pequeña empresa. En una pequeña empresa, todo el mundo está al tanto de lo que están haciendo los demás y por qué lo hacen. Por el contrario, en las grandes como ésta, solamente los altos ejecutivos y sus secretarias pueden tener una visión general del negocio. ¿Quieres que te ponga un ejemplo?

—Sí, por favor.

—Imagínate que tú eres contable en nuestra sección de radio y te encargan que analices el coste de cada una de las radios que producimos. Emplearás semanas en preparar el informe sin saber para qué lo está haciendo. Podría ser porque estamos considerando la idea de cerrar la sección de radios; o porque queremos ampliarla. Pero tú no sabes por qué ni tampoco lo sabe tu superior, ni el superior de tu superior. Los únicos que tiene acceso a esa información confidencial son los directores de sección, los vicepresidentes y… ¡sus secretarias! Te digo esto para que te des cuenta de que si empiezas con nosotros como secretaria, vas a tener la oportunidad de aprender cómo funciona la empresa, y eso te será muy útil a la hora de elegir la profesión que puede interesarte en el futuro.

—¿No hay ningún otro puesto disponible en la empresa con un sueldo comparable al de una secretaria? –preguntó Lali, que no se dejaba convencer fácilmente.

—No. Hasta que traigas aquí un título de comercio, no puedo ofrecerte otra cosa.

Lali suspiró, necesitaba el dinero, y no le quedaba otra elección.

—Bien…


—No te desanimes –le dijo Philip—. El trabajo no será aburrido. Mira, te aseguro que mi secretaria conoce mejor que muchos ejecutivos los futuros planes de la empresa. Las secretarias de dirección tiene acceso a informaciones confidenciales de toda índole… Son… —en este punto se interrumpió y se quedó mirando a Lali fijamente, de una manera muy extraña. Después repitió, en tono triunfante—: ¡Las secretarias de dirección tiene acceso a información confidencial de toda índole! ¡Una secretaria! ¡Nunca sospecharían de una secretaria! Lali, estoy a punto de hacerte una oferta muy especial. Por favor, antes de decirme nada, escúchame atentamente. Dime, ¿sabes algo acerca de espionaje industrial o empresarial?

Continuará...

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Mañana subo más!!! :D

5 comentarios:

  1. Sin duda esta nove promete ser increiblee...

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  2. Acabo de regresar de viaje y lo primero que veo es que has vuelto !!!!! No me cabe la felicidad en el pecho porque tus adaptaciones son las mas hermosas que he leído nunca (no exagero) , bienvenida Dani !!! Aquí estoy leyendo fielmente !!

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  3. Va directo!!!!.
    Lali tiene sus dudas,pero le hace falta

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  4. Jaja que directo y que fuerte meterse en eso de espionaje empresarial! Da carcel :0 jeje
    Muy bueno

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