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lunes, 5 de enero de 2015

CAPÍTULO TRES



De pronto, Lali tuvo la sensación de que se encontraba al borde de un precipicio. Sintió vértigo.

—Sí, sé que la gente va a la cárcel por esas cosas, señor Whitworth, y que yo tengo muy claro que no quiero verme mezclada en asuntos turbios.

—Es natural. Por favor, llámame Philip. Al fin y al cabo, somos parientes, y además yo te he estado tuteando todo el tiempo. Verás, yo no te estaba pidiendo que espíes en otra empresa, sino en la mía propia. Me explico; en estos últimos años, una compañía llamada Lanco se ha convertido en nuestra mayor competidora. Cada vez que intentamos obtener un contrato, no sabemos de qué manera, Lanco averigua la cantidad que vamos a pedir; ellos la rebajan ligeramente, y así nos arrebatan el negocio. Esto que te cuento ha vuelto a ocurrir hoy mismo. Solamente hay seis hombres en esta empresa que hayan podido decirle a Lanco a cuánto se elevaba nuestra oferta; uno de ellos tiene que ser el espía. Yo no quiero despedir a cinco honrados ejecutivos por culpa de un traidor, pero si Lanco continúa robándonos los contratos de esta manera, no voy a tener más remedio que empezar a despedir gente. Mira, Lali; en esta empresa trabajan doce mil personas. Doce mil personas dependen de Whitworth Enterprises, y ahora tú tienes la oportunidad de asegurar su puesto de trabajo. Lo único que tienes que hacer es solicitar un puesto como secretaria en Lanco hoy mismo. Seguramente necesitarán aumentar su plantilla para atender todo el trabajo que nos están robando a nosotros. Dada tu preparación y experiencia, es muy probable que te ofrezcan un puesto de secretaria de algún alto ejecutivo.

—Y en caso de que consiguiera el puesto, ¿qué tendría que hacer? –preguntó Lali.

—Yo te daré los nombres de los seis sospechosos y lo único que tendrás que hacer será estar atenta por si alguna vez se menciona a alguno de ellos en Lanco. Es arriesgado, Lali, pero la situación es tan desesperada que estoy dispuesto a intentarlo todo. Bien, si te presentas en Lanco esta misma tarde y te ofrecen un puesto de secretaria, acéptalo. Si el salario que te ofrecen es menor que el que aquí perciben nuestras secretarias, mi empresa te pagará una cantidad mensual que iguale la diferencia. En caso de que consigas averiguar el nombre del espía o cualquier otra información que sea de valor para mí, obtendrás una gratificación de diez mil dólares. Pero si pasan seis meses y no has conseguido averiguar nada, podrás abandonar tu puesto en Lanco y venir a trabajar con nosotros, y en cuando termines los cursos que te faltan para graduarte en comercio, te daré aquí el trabajo que tú quieras, siempre que estés cualificada para él. Lali… hay algo que no te gusta, ¿verdad? Dime qué es.

—No me gusta nada de este asunto. Detesto las intrigas, señor Whitworth.

—Llámame Philip, por favor. Por lo menos haz eso por mí –añadió con un suspiro de cansancio—. Lali, soy consciente de que no tengo derecho a pedirte que te pongas a trabajar en vuestra estancia en mi casa, hace quince años. Pero ten en cuenta que mi hijo, Ben, se encontraba en una edad muy difícil; mi madre estaba obsesionada con la investigación de nuestro árbol genealógico, y mi esposa y yo… bueno, lo que quiero decirte es que siento mucho que no fuéramos más cordiales.

En otras circunstancias, Lali no habría aceptado la disculpa y se habría marchado de allí sin molestarse en escuchar más. Pero, dada su situación, lo más importante era ganar del dinero.

—De acuerdo —dijo lentamente—. Lo haré.

—Estupendo.

Inmediatamente descolgó el teléfono, pidió el número de Lanco, preguntó por el jefe de personal y después le paso el auricular a Lali. El jefe de personal se interesó mucho y le dijo que se pasara por allí aquella misma tarde, pues necesitaban secretarias especializadas.

—Gracias –le dijo Philip cuando hubo terminado—. Cuando rellenes la solicitud de ingreso, pon la dirección de tu casa en Missouri, pero dales este número de teléfono que te he apuntado aquí para que te puedan localizar en nuestra casa. No hay problema, pues los criados no acostumbran a decir nuestro nombre cuando contestan.

—Pero yo no quiero quedarme en tu casa, Philip. Prefiero vivir en un hotel.

—No me extraña que no quieras venir a casa, pero yo quiero compensarte por aquella infortunada visita.

Lali se dio por vencida.

—¿No le importará a la señora Whitworth?

—Todo lo contrario; Carol estará encantada.

Cuando Lali salió del despacho, Philip Whitworth cogió el intercomunicador y llamó a su hijo, que ocupaba un despacho cercano.

—Ben –le dijo—, creo que por fin vamos a dejar al descubierto a Peter Lanzani. ¿Te acuerdas de Lali Espósito…?



Cuando Lali llegó a la oficina de personal de Lanco, eran ya más de las cinco, y cada vez estaba más convencida de que ella iba a ser incapaz de trabajar como espía a sueldo para Philip Whitworth, no porque no quisiera ayudarle, sino porque las intrigas y las mentiras la repugnaban. Y sin embargo, tampoco quería reconocer su cobardía ante él.

Mientras rellenaba los interminables formularios requeridos por Lanco se le ocurrió que la única forma posible de salir de aquel lío en que se veía envuelta sería cumplir la promesa hecha a Philip; es decir, solicitar el trabajo, pero hacer todo lo posible por que no se lo ofrecieran.

Y efectivamente, así lo hizo: cometió faltas de ortografía intencionadas, redactó lo peor posible los textos mecanografiados y de taquigrafía y no mencionó los cursos de comercio que había estudiado. Pero lo que coronó sus esfuerzos por quedar mal fue la última pregunta del formulario, en la que le pedían que pusiera, por orden de preferencia, los tres trabajos que podría desempeñar en Lanco y para los que estuviera cualificada. Lali escribió presidente en primer lugar, jefe de personal en segundo, y secretaria por último.

El verdadero jefe de personal, el señor Weatherby revisó con autentico horror los formularios. Lali tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para contener la risa. Inmediatamente, muy indignado, el hombre le dijo que podía marcharse tranquilamente a su casa, pues no cumplía ninguno de los requisitos que Lanco exigía para cubrir sus puestos.

La tarde de agosto, encapotada y amenazadora, se había oscurecido prematuramente, El tráfico era densísimo, y mientras Lali esperaba junto al semáforo para cruzar la calle, empezaron a caer gruesos goterones que iban a más. Cruzó a toda velocidad y cuando llegó a la acera opuesta, decidió acortar el camino hasta el garaje  donde había dejado el coche atravesando el solar de un rascacielos en construcción, en lugar de ir por la acera.

Cada vez llovía con más fuerza y la oscuridad era absoluta alrededor del edificio, salvo por algunas ventanas iluminadas. Sin poder remediarlo, Lali empezó a sentir miedo e intentó avanzar a la mayor velocidad posible.

De pronto, sintió unos pasos detrás de ella… pasos pesados, de hombre, que se hundían en el barro. Lali avanzó más deprisa y los pasos del perseguidor se volvieron automáticamente más rápidos. Aterrada, echó a correr hacia la entrada del edificio y, en el momento en que llegaba ante la puerta, ésta se abrió y del rascacielos surgieron dos figuras de hombre.

—¡Socorro! –gritó Lali asustada—. ¡Me persiguen!

De pronto, tropezó con un rollo de cables. El pie se le quedó atrapado, y Lali sintiendo un agudo dolor en el tobillo, levantó inútilmente los brazos y cayó en el barro de bruces.

Continuará...

10 comentarios:

  1. subi massss me encantooo

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  2. cada vez se pone mejor

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  3. Ante todo q bueno q hayas vuelto,un alegron.la nove pinta buenisima como siempre!

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  4. Me encantaaa, espero el próximo :)

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  5. sigue ya quiero el siguiente capitulo !

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  6. Sería un poema ver lo k escribió en esa entrevista ,jajajajja.
    D bruces en el barro delante d dos hombres,uuuuummm a saber quienes son.

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  7. Pobre jefe de personal, perder así el tiempo! Jajaja
    Uh.. Veremos que le pasa
    Besos, beso!

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