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viernes, 30 de enero de 2015

CAPÍTULO VEINTIUNO



A las cinco menos cinco de la tarde, Peter iba a celebrar una reunión con tres socios de California, Oklahoma y Texas respectivamente, mediante conferencia telefónica y había dispuesto en su despacho un teléfono especial. Naturalmente, Lali fue requerida para tomar notas oportunas.

Cuando llegó al despacho, la comunicación ya se había establecido, y Peter se levantó de su silla para que ella pudiera tomar notas sentada en su escritorio. En cuanto lo hizo, se inclinó sobre ella desde atrás y la besó en el pelo.

—¡Maldita sea! ¡Para de una vez! –gritó Lali, perdiendo los estribos.

—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? –preguntaron tres diferentes voces masculinas.

Peter se inclinó cobre el micrófono y dijo lentamente:
—A mi secretaria le parece que van demasiado rápido y necesita que paren un momento para así poder tomar notas.

—Pues podría decírnoslo en lugar de gritar de esa manera –replicó uno de los hombres en tono ofendido.

—¡Estarás satisfecho! –susurró Lali furiosa.

—Ahora no –le respondió Peter hablándole al oído—. Pero lo estaré, no te quepa duda.

Lali pensó que, en tal caso, podía tomar él las notas que quisiera, así que cerró el cuaderno de golpe y separó la silla de la mesa dispuesta a levantarse y salir de allí lo antes posible. Pero Peter detuvo el avance de la silla con su propio cuerpo cuando Lali volvió la cabeza con intención de decirle algo fuerte, también se lo impidió, inclinándose inesperadamente y besándola. Cuando la dejó libre, Lali estaba tan sorprendida que se quedó mirándole fijamente, incapaz de hilar sus pensamientos.

—¿Qué te parece, Peter? –preguntó una voz por el micrófono.

—Me parece que esto se pone cada vez mejor.

Cuando la conferencia terminó, para horror de Lali, Peter apretó un botón, y la puerta que comunicaba con el despacho de Julia quedó cerrada automáticamente. Acto seguido, la tomó a ella por los brazos y cuando se disponía a besarla, Lali intervino:
—No, por favor. ¡Por favor, no me hagas esto!

Peter la abrazó.

—Pero Lali, ¿por qué no reconoces que tú también me deseas y te limitas a disfrutar de las consecuencias?

—Muy bien. Tú ganas. Te deseo… lo reconozco –y levantando la cabeza con altanería añadió—: Cuando era pequeña también quería un mono que vi en el escaparate de una tienda.

—¿Y qué pasó? –preguntó Peter, soltándola repentinamente.

—Pues para mi desgracia, conseguí que me lo compraran. Después, Daisy me mordió y tuvieron que darme doce puntos en la pierna.

—Me imagino que te mordería por llamarle Daisy.

—Después –prosiguió Lali haciendo caso omiso—. Cuando cumplí trece años, quería tener hermanos y hermanas y mi padre se volvió a casar. Lo único que conseguí fue una  hermanastra que me robaba la ropa y los novios y un hermanastro que se llevaba todos los mimos que antes eran para mí.

—Lali, ¿te importaría decirme qué tiene que ver eso con nosotros?

—¡Claro que tiene que ver! Estoy intentando que comprendas que a ti también te quiero, pero queno estoy dispuesta a que vuelvas a hacerme daño.

—Yo no voy a hacerte daño.

—Sí, sí me harías daño –dijo Lali, conteniendo las lágrimas a duras penas—. Aunque seguramente sería sin querer. La mejor prueba es que ya lo has hecho antes. Después de separarnos, te marchaste a Palms Springs con una de tus amantes y yo… ¿sabes lo que estuve haciendo yo mientras tanto?

Peter negó, con una expresión triste en el rostro.

Lali dejó escapar una carcajada convulsa.

—Yo me pasé los días al lado del teléfono esperando tu llamada mientras tejí un jersey verde, del color de tus ojos, para ti. Ahora –prosiguió con una rápida mirada suplicante—. No quiero volver a salir contigo porque sé perfectamente que tú no sientes nada por mí, pero yo, en cambio, sí. Yo no soy capaz de dejar a un lado mis sentimientos, y después olvidarme, como si nada. Me lo tomaría en serio y sufriría cada vez que te marcharas con otra mujer… ¿no te das cuenta? Además, cuando todo terminara, tú querías seguir siendo amigo mío, ¿verdad? –añadió con una triste sonrisa.

—Por supuesto.

—Pues entonces, considerando que lo poco que ha habido entre tú y yo ha terminado… ¿por qué no podemos ser amigos ahora?

Peter asintió sin despegar los labios, mirándola con gesto enigmático.


Poco después, mientras se dirigía al aparcamiento, Lali se felicitó a sí misma por la madurez con que había conseguido solucionar la situación, diciéndole las cosas directamente, sin tapujos ni mentiras, según el dictado de su conciencia. Había hecho lo que tenía que hacer, demostrando con ello que era una persona fuerte.

Después, apoyada en el volante, rompió a llorar desconsoladamente.

Lali pasó aquella mañana trabajando en la oficina como si en ello le fuera la vida. Sus únicas preocupaciones, a las que dedicaba sus pensamientos en sus ratos libres, era el asunto de Peter y la precaria situación económica de su padre, que se había visto agravada cuando el hospital había reclamado que le pagase la mitad de su deuda. Aparentemente, la única solución estaba en vender el piano de cola que perteneció a su madre, pero al pensarlo Lali sentía que se le partía el corazón. Aquel piano ahora le pertenecía a ella, y había sido su compañero de tristezas y de alegrías en sus años de estudio, y lo echaba de menos desde que vivía en Michigan, pues y ano podía sentarse ante el teclado y desahogarse con la música. En cualquier caso, su padre no andaba demasiado bien de salud, y si no pagaban pronto, se arriesgaban a que sufriera una recaída y que se negaran a ingresarle.

El viernes, a última hora de la tarde, Lali se pasó por el departamento de relaciones públicas y Susan Brook la llamó desde su escritorio.

—El cumpleaños de Pablo es el jueves de la semana próxima –le dijo—. En la empresa tenemos la costumbre de prepararle una tarta al jefe. Además, la tarta y el café son una buena excusa para dejar de trabajar un cuarto de hora, por lo menos.

—Muy bien. Entonces traeré la tarta.

Lali se marchó deprisa después de despedirse de Susan, pues Philip la invitaba a cenar aquella noche y no quería llegar tarde.

En el trayecto hasta su casa, consideró la posibilidad de contarle a Philip lo que había oído de Curtis. Aquel asunto le resultaba muy enojoso, pues antes de comprometer la reputación de nadie quería estar bien segura, y el hecho es que no lo estaba. Por otra parte, también había pensado que para Philip podía resultar “material valioso” la información que tenía acerca el proyecto Rossi y que quizás le pagaría la prometida gratificación de diez mil dólares si se la proporcionaba, pero la simple idea le parecía indigna, y la rechazó inmediatamente. Al fin resolvió escribir una carta al hospital ofreciendo tres mil dólares, que era la máxima cantidad que podía pedir prestada del banco.

Ya en la oficina, Philip le preguntó si le gustaba su trabajo en Lanco. Lali respondió que sí, y a continuación él dijo:
—¿Has oído mencionar alguno de los nombres que te dí?

Lali vaciló un instante antes de contestar.

—No.

Philip dejó escapar un suspiro de desaliento.

—Ahora mismo se han puesto en concurso unos contratos importantísimos. Antes de que concluya el plazo para presentar ofertas, debemos saber quién le está pasando la información a Lanco. Es cuestión de pocas semanas y necesito esos contratos urgentemente.

Al verle tan preocupado, Lali se sintió culpable por no decirle lo que sabía de Curtis y Rossi, pero estaba entre la espada y la pared: o su lealtad a Philip o su tranquilidad de conciencia.

—Ya te dije yo que Lali no iba a poder ayudarnos –intervino Ben.

—De todas formas, todavía es pronto para hacer nada –se defendió Lali—. Ultimadamente me has trasladado al piso dieciocho, para colaborar en un proyecto especial, así que he pasado varios días sin trabajar en Lanco la jornada completa… hasta ayer, cuando Peter… el señor Lanzani se marchó a Italia.

El nombre de Peter actuó como una descarga eléctrica en los tres Whitworth, que clavaron en ellas sus ojos con renovado interés.

—¡Lali, eres fantástica! –exclamó Ben entusiasmado—. ¿Cómo te las has arreglado para que te pusieran a trabajar con él? Debes tener acceso a un montón de asuntos confidenciales y…

—Yo no hice nada para que me mandaran a trabajar con él –interrumpió Lali-. Fui requerida porque al rellenar los formularios puse que hablo italiano y precisamente necesitaban una secretaria que lo dominase para para trabajar temporalmente.

—¿Qué tipo de proyecto? –preguntaron Ben y Philip al mismo tiempo.

Lali, muy violenta, dirigió una mirada a Carol, que parecía querer devorarla con los ojos, y después, dirigiéndose al padre y al hijo.

—Philip, acordamos cuando accedí a trabajar en Lanco que lo único que debía hacer era decirte si oía mencionar alguno de los seis nombres que me diste, así que, por favor, no me pregunte nada más. Si yo hablo, me pondría a la altura del espía que quieres descubrir.

—Tienes toda la razón, querida.

Una hora más tarde, cuando Lali ya se había marchado, Philip hablaba con su hijo:

—Lali ha dicho que Lanzani salió ayer para Italia. Podrías llamar a tu amigo el piloto, a ver si puede averiguar su plan de vuelo. Quiero saber a qué lugar de Italia ha ido.

—¿De verdad crees que sea tan importante?


—Por la reacción de Lali, debe serlo, pues de lo contrario nos lo habría contado sin ningún problema. En caso de que averigüemos dónde ha ido Lanzani, mandaremos un equipo de detectives para que le sigan. Tengo la corazonada de que mi hijastro debe estar metido en algo grande.

Continuará...

13 comentarios:

  1. Sin querer se le escapó k Peter se fue a Italia,y el viejo zorro ,no deja pasar ni una

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  2. La estan usando,y ella cree q logro manejar a Peter,JAJA no se por q pero creo q esta lejos de ser verdad eso!

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  3. Al final no entiendo quienes son los malos?? Ajjaja
    +++++
    @x_ferreyra7

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  4. Ohohoh, son unos cagones!! Otroo :)

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  5. Me emocionó ver un cap nuevo gracias por no tardar mucho en subir.... Está genial esta novela me encanta

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  6. Jumm estos le van a terminar quitando el químico a Peter!
    Muy bueno

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