Capítulo SEIS

Lali sabía que era inútil preguntar. Peter vivía para y por su trabajo, y pedirle que lo dejara sería cómo pedirle que renunciara a la esencia de su vida y de su personalidad, cosa que a ella jamás se le ocurriría, a pesar de lo mucho que se preocupaba por él.

—Peter: La verdad, Lali, es que he estado pensándolo —reconoció él—. Por eso precisamente he venido. Aparte de que necesito descansar, también quiero pensar en otras opciones. Y cuando llegué a casa y escuché el mensaje de las niñas, pensé que éste sería el momento perfecto para hacer ambas cosas.

Lali no estaba muy segura de poder creerle. Quizá sus heridas eran más graves de lo que le había dicho.

—Peter: Lali, escúchame, he hecho prácticamente todo lo que deseaba. Tengo los premios, los reconocimientos, la fama y los trabajos que deseo. Es mucho más de lo que consigue mucha gente, y quizá ahora sea el momento de plantearme otras cosas —sonrió—. En la vida hay cosas más importantes que el trabajo.

Sin lugar a dudas, ése no era el Peter que ella conocía; el Peter siempre impaciente por acudir a buscar el testimonio gráfico de los puntos más calientes del planeta.

—Lali: Parece que has estado pensando un poco —dijo ella, frotándose la nuca.

—Peter: Sí, un poco —reconoció él—. Últimamente he estado pensando en muchas cosas, La. Cosas a las que no había prestado demasiada atención.

Lali soltó la mano de Peter para sujetar la taza de café. No quería ser indiscreta, y mucho menos inmiscuirse en su vida personal, pero era evidente que Peter estaba pensando en algo importante.

—Peter: Hace tiempo que tengo ofertas de editoriales interesadas en una biografía de mi vida profesional —continuó explicándole él—. También podría enseñar. He tenido ofertas de varias universidades, pero no creo que las acepte porque enseñar es lo que hacen los que no pueden ejercer la profesión en la vida real.

—Lali: Vaya, muchas gracias tú sí que sabes levantar el ánimo, Peter —dijo ella.

Peter se echo a reír, sacudiendo la cabeza.

—Peter: Lali, no era mi intención insultarte. Tú enseñas Economía del Hogar no sólo porque te encanta enseñar, sino porque además eres una excelente cocinera.

—Lali: Exacto, pero si no pudiera hacerlo, tampoco enseñaría —añadió ella, a la defensiva.

—Peter: Lali, ¿qué ha sido de tus planes? Si no recuerdo mal, siempre quisiste montar una empresa de catering. ¿Qué pasó?

—Lali: ¿Que qué pasó? —repitió Lali con una risita—. A ver si me acuerdo. Matrimonio. Hijos. Responsabilidades. La vida, eso fue lo que pasó, supongo. Cuando Pablo y yo nos casamos, tuve que continuar trabajando porque necesitábamos el dinero. Después encontramos esta vieja casa —dijo con un suspiro de felicidad—, y los dos nos enamoramos de ella. Pero necesitaba mucha inversión. Todavía la necesita —corrigió con una sonrisa.

Lali se apoyó en el respaldo del sofá, dobló las rodillas y metió las piernas bajo ella.

Probablemente era la primera vez que estaba relajada en toda la velada. Con Peter podía relajarse y ser ella misma, lo que era muy agradable.

—Lali: Aún queda mucho que hacer —continuó ella—, pero ahora, si tengo dinero, no tengo tiempo, y cuando tengo el tiempo, nunca tengo el dinero —sacudió la cabeza y se echó a reír—. Hace más de dos años que prometí a las niñas hacer un cuarto de juegos abajo. Pero de momento se ha quedado en una promesa.

—Peter: ¿En el sótano?

—Lali: Sí

—Peter: Yo no soy un carpintero profesional, pero mientras esté aquí, estaré encantado de ayudarte a arreglarlo. Y también el desván, si quieres.

—Lali: Te lo agradezco, de verdad, pero ¿cuándo piensas hacerlo, antes o después de recuperarte?

Peter soltó una carcajada.

—Lali: Escucha, nuestra casa es tu casa —le aseguró ella—, pero eso no significa que cada vez que vienes a hacernos una visita tengas que ponerte a trabajar. Ahora mismo lo más importante es que descanses y te recuperes por completo.

—Peter: Lo haré, pero no quiero que pienses que lo único que sé hacer son fotos —le sonrió—. Además, las niñas pueden ayudar. Será estupendo hacer algo entre los tres.

—Lali: Supongo que lo que me resulta difícil de creer es que te quedes lo bastante para tener tiempo de terminar nada. Los dos sabemos que no aguantarás aquí mucho tiempo.

—Peter: Puede —dijo él—. Pero ya te he dicho que de momento pienso quedarme por lo menos hasta Acción de Gracias.

«Ya lo veremos», pensó ella, pero no lo dijo en voz alta.

—Lali: Las niñas estarán encantadas. Te adoran, ya lo sabes, y es bueno que tengan un modelo masculino en sus vidas.

—Peter: Lo sé, y yo también las adoro a ellas. Espero que sepas lo mucho que las quiero, lo importantes que son para mí.

Pero Peter no quería profundizar en sus sentimientos, y prefirió cambiar de tema de conversación.

—Peter: A propósito, ¿qué tal está tu madre? —preguntó con una sonrisa indulgente.

Adoraba a Julia, la original y poco convencional madre de Lali.

—Lali: Tan extravagante como siempre —respondió, riendo—. Ahora está aprendiendo a bailar el tango con el señor Jasper, el vecino.

—Peter: ¿Así es como lo llaman ahora? —preguntó riendo—. ¿Bailar el tango?

—Lali: La verdad es que lo pasa muy bien con él, y debo decir que me gusta verla tan contenta.

Peter se quedó en silencio unos momentos. Lali continuó.

—Lali: Cuando el avión de mi padre desapareció, mi madre se desmoronó por completo —recordó con un suspiro—. Era incapaz de ocuparse de nada, porque mi padre era quien se había ocupado absolutamente de todo en vida, y viviendo en una base del ejército durante tantos años, nunca tuvo que preocuparse de hacer muchas cosas por sí misma. Todo estaba allí. Por eso, tras la muerte de mi padre, empezó a buscar a otro hombre que diera razón de ser y sentido a su vida. Mi madre lo único que sabía hacer era ser esposa, y nunca tuvo las oportunidades que yo he tenido, ni las que tendrán mis hijas.

Lali suspiró.

—Lali: Al menos ahora me alegro de que ya no siga buscando marido. Pero han hecho falta cinco o seis matrimonios fallidos, por no mencionar los numerosos novios que han desfilado por su vida, para que al final se diera cuenta de que para ser feliz no hace falta estar casada con un hombre.

—Peter: Probablemente por eso, un hogar propio y la estabilidad han sido siempre tan importantes para ti — comentó, incapaz de resistirse a acariciar con los dedos las puntas de los mechones rizados de Lali, tan suaves como él los recordaba.

—Lali: Probablemente —confirmó ella.

Notar los dedos de Peter en el pelo le aceleraba los latidos del corazón.

—Lali: Cuando era pequeña, cambié tantas veces de casa que me prometí no hacerles eso a mis hijas. Por eso esta casa ha sido tan importante para mí.

Lali observó el rostro masculino, y algo en la expresión de sus ojos le llegó al corazón.

—Lali: Cuando Pablo murió —continuó—, una de las cosas más importantes que me planteé fue continuar viviendo en el hogar que habíamos construido para las niñas, y mi madre lo sabía. Para poder mantener esta casa, yo tuve que volver a trabajar, y mi madre no dudó en venir a vivir con nosotras para echarme una mano. No sé qué habría hecho sin ella en los últimos tres años. Su presencia aquí ha dado mucha más estabilidad y seguridad a las vidas de las niñas.

—Peter: Lo sé, y ellas la adoran. Igual que yo —dijo apartando con los dedos un mechón de pelo rizado que cubría parte de la mejilla—. Siempre has sido una mujer muy responsable, Lali.

En la voz de Peter había una nota de tristeza, porque sabía que Lali había renunciado a muchos de sus sueños para poder dar una vida mejor a sus hijas.

—Lali: No tenía otra alternativa, Peter.

Lali lo miró, y él aún pudo ver en sus ojos el dolor que su hermano Pablo le había causado. Incluso después de tanto tiempo, aún le dolía saber que su hermano había sido cruel e insensible con la mujer que él siempre había amado.

Lali se merecía el cariño, el respeto y el amor incondicional de su marido. Algo que Peter había creído que su hermano podría darle. Pero se había equivocado. Y no sólo en eso, sino también en otras muchas cosas.

—Lali: En todas las casas alguien tiene que ser responsable —dijo recordándole lo irresponsable que había llegado a ser su propio hermano.

—Peter: Lo sé, Lali, lo sé. Pero no fue justo, ni contigo ni con nadie más.

—Lali: Nadie ha dicho que la vida sea justa, Peter — dijo ella, encogiéndose de hombros. Al mirarlo, la intensidad de la expresión en los ojos masculinos la sorprendió—. Tengo a mis hijas y a mi madre, y una vida muy estable, y si quieres que te diga la verdad, eso es lo único que me importa. Es lo único que me ha importado siempre. Mientras mis hijas sean felices, yo soy feliz.

—Peter: Lo sé, La —dijo él con cautela—. Lo sé. Escucha, a mí la felicidad de las niñas también me importa mucho, ya lo sabes. Y de eso también quería hablarte.

—Lali: ¿A dónde quieres ir? —preguntó ella.

Peter la miró, y estudió los preciosos ojos negros que parecían atraerle como un imán.

—Peter: Creo que ya es hora de que hablemos sobre las niñas.

Continuará...

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