Capítulo SIETE

—Lali: ¿De qué quieres hablar sobre las niñas? —preguntó con cautela, entrelazando los dedos sobre el regazo para ocultar el repentino nerviosismo que se había apoderado de ella.

Lali no tenía ningún deseo de hablar de las enormes implicaciones de las palabras de Peter. Ni ahora ni nunca. Entre ellos existía un acuerdo, no hablar jamás sobre la verdadera paternidad de las niñas, y hasta ese momento lo habían cumplido, por el bien de las niñas. Y Lali no quería correr el riesgo de romperlo ahora.

—Lali: Son unas niñas felices, sanas, y buenas estudiantes. ¿Para qué quieres hablar sobre ellas ahora? —preguntó, a pesar del temor que sentía.

—Peter: Estoy preocupado por ellas.

—Lali: ¿Preocupado? ¿Por qué?

—Peter: Verás, verte salir con un hombre tiene que ser... una experiencia nueva para ellas.

Lali rió aliviada. Así que era eso.

—Lali: Peter, también es una experiencia nueva para mí —le aseguró. No era la primera vez que sentía remordimientos por pensar que estaba siendo infiel a Pablo y a su memoria. Lo había amado una vez.

Lali tragó el nudo que le tapaba la garganta.

—Lali: Han pasado tres años, Peter...

—Peter: Lo sé, lo sé—dijo él.

—Lali: Y he hablado con las niñas varias veces antes de aceptar salir con Benjamin —añadió ella.

Se sentía como una adolescente dando explicaciones a su padre, lo que le enfurecía un poco, ya que además ni siquiera tenía ganas de salir con nadie, ni con Benjamin, a pesar de lo agradable que era. Pero todo el mundo le repetía una y otra vez que ya era hora de que rehiciera su vida, de que saliera de vez en cuando con hombres, y se relacionara. De haber sabido que le iba a causar tantos problemas no se hubiera molestado.

—Lali: Incluso hablé con mi madre, Peter —le explicó—. Mi madre, las niñas, todo el mundo estaba de acuerdo en que tenía que tener un poco de vida social.

—Peter: Sí, claro, pero vida social y citas amorosas son cosas muy diferentes, Lali —dijo él—. La primera me parece bien.

—Lali: ¿Y la segunda no? —preguntó ella arqueando una ceja.

Si la intención de Peter era sacarle de quicio, lo estaba consiguiendo.

—Peter: Es que es muy repentino, ¿no te parece?

—Lali: ¿Te parece repentino? —sacudió la cabeza con incredulidad—. Peter, hace tres años que estoy sola. Más de tres años, si cuentas el tiempo antes de la muerte de Pablo cuando estaba aquí físicamente, pero nada más, a causa de su alcoholismo.

Lali bajó los ojos con tristeza. No quería recordar la rapidez con que su matrimonio y su marido se habían deteriorado y hundido. Y lo desesperadamente que ella intentó salvar a ambos, sin conseguirlo; un fracaso que le perseguiría toda su vida.

—Lali: Peter, ¿de verdad quieres que esté sola el resto de mi vida?

—Peter: No estás sola —señaló—. Tienes a las niñas, a tu madre. A mí.

—Lali: ¿A ti?

Lali levantó la cabeza y lo miró sorprendida, e inmediatamente se rió. Peter era la última persona en el mundo de la que ella se permitiría depender, o necesitar.

—Lali: Para empezar, Peter, te veo tres o cuatro veces al año, y sólo durante unos días. Y además, no puedo empezar a depender de ti, tú tienes tu propia vida, tu carrera, y seguramente algún día querrás casarte. ¿Y entonces que?

—Peter: Sí, seguro —se burló él—. Para verme a mí casado antes tendrás que ver a un cerdo volar.

Sólo existía una mujer en el mundo con la que había deseado casarse, y era la esposa de su hermano. Una mujer totalmente fuera de su alcance.

—Peter: Supongo que me extrañó que no mencionaras nada de tus citas. No me lo esperaba.

—Lali: ¿Qué no te las mencionara? ¿A ti? — Lali no podía dar crédito a tanto descaro — Vamos a ver, ¿cuándo me has mencionado a mí alguna de tus citas?

—Peter: No seas ridícula, no es lo mismo.

—Lali: No es lo mismo —repitió ella—. ¿Y cuál es la diferencia?

—Peter: Bueno, Lali, para empezar, soy un hombre soltero...

—Lali: ¿Un hombre, eh? ¿Crees que porque eres un hombre no es lo mismo?

Lali estaba empezaba a echar humo. Peter era muchas cosas, pero nunca lo había considerado, un machista.

—Peter: Tampoco soy madre de dos gemelas —añadió él.

—Lali: Y como yo soy madre —continuó ella—, no tengo que tener los deseos y necesidades de una mujer, ¿verdad?

—Peter: Sí —sacudió la cabeza—. No. Lo estás entendiendo todo al revés, Lali.

—Lali: De eso nada —exclamó ella—. Lo siento, Peter. Sé que en el fondo te sientes responsable de mí, pero sinceramente, no creo que necesite tu aprobación ni tu permiso para salir con nadie. Soy muy capaz de ocuparme de mi propia vida y de mis propios romances, muchas gracias.

—Peter: ¡Romances! —exclamó con gran estruendo—. Exactamente ¿qué es lo que hay entre ese Benjamin y tú? ¿Y por qué diablos no me dijiste que querías volver a relacionarte con hombres?

—Lali: ¿Cómo puedes pretender que te diga cuándo voy a salir o no con un hombre? Además, ni siquiera sabía en qué parte del mundo estabas, aunque claro, eso tampoco lo sé nunca, ¿verdad?

—Peter: Está bien, tienes razón —reconoció él a regañadientes—. Pero las niñas siempre tienen el número de mi móvil de emergencia, y pueden localizarme siempre, y eso lo sabes.

—Lali: ¿Y crees que una cita mía se puede calificar de emergencia? —preguntó ella.

Desde luego, pensó Peter para sus adentros. Pero no lo dijo en voz alta. Se encogió de hombros y prefirió callar, dándose cuenta de que se estaba poniendo en ridículo. La conversación no iba en absoluto por donde él la había planeado.

—Lali: Peter —empezó ella, poniéndole una mano en el brazo—. Sé que Pablo y tú estaban muy unidos, y no me di cuenta de que esto podía afectarte tanto.

—Peter: Esto no tiene nada que ver con Pablo —le contestó—. Esto tiene que ver con las niñas.

—Lali: ¿Las niñas?

—Peter: A ellas no les cae muy bien ese tipo —admitió por fin, diciéndose que ya era hora de dejarse de rodeos e ir directamente al grano—. Dime, ¿qué hay exactamente entre ese hombre y tú?

Lali suspiró, y después alzó la mano libre para apartarse un mechón rizado de la mejilla.

Tener que hablar de su vida personal con Peter le cohibía. Lo que era una ridiculez. Era una mujer hecha y derecha, muy capaz de tomar decisiones por sí misma, sin la aprobación ni el permiso de nadie.

—Lali: No hay nada que contar. Benjamin es mi jefe y lo conozco desde que volví a trabajar, después de la muerte de Pablo. Nunca había pensado mucho en él, aparte de profesionalmente, hasta hace unos seis meses.

O sea, que se conocían desde hacía tres años, pensó Peter, que necesitaba saber exactamente qué había entre ellos para poder actuar en consecuencia. Es decir, para poner fin a su relación.

—Peter: ¿Y ocurrió hace seis meses? —preguntó, tomando la cafetera y sirviéndose otra taza de café.

—Lali: Benjamin empezó a tener atenciones conmigo más allá de lo necesario... profesionalmente hablando —se ruborizó—. Peter, estoy empezando a perder los nervios. Y si no me explicas a qué viene todo esto, me voy a la cama antes de que me desquicies por completo.

—Peter: A las niñas no les gusta ese Amadeo —repitió él una vez más—. Y a mí tampoco me emociona, la verdad.

—Lali: Peter, ¿cómo puedes decir eso? —preguntó ella—. No lo has visto ni media hora. ¿No crees que estás siendo un poco injusto?

—Peter: Ese hombre le gritó a Aleli, Lali, y la asustó. Es más de lo que necesito saber sobre él.

—Lali: ¿Qué le gritó a Aleli? —sacudió la cabeza, preguntándose si estaban hablando sobre las mismas niñas—. Oh, cielos —dijo riendo—. ¿Te refieres al día que golpeó el coche de Benjamin con la pelota?

—Peter: Creo que sí.

—Lali: Peter, eso fue un accidente, y Benjamin lo sabía. No le gritó, simplemente le explicó que el coche era nuevo y que no quería que ella lanzara la pelota contra él —aclaró, consciente de que estaba dando excusas por Benjamin.

La verdad era que ella también se enfadó mucho cuando Benjamin riñó a Aleli aquel día, y se lo había hecho saber con toda claridad.

—Peter: ¿Me estás diciendo que estás a gusto con un hombre que se preocupa más por su maldito coche que por tus hijas? —preguntó furioso.

—Lali: Claro que no, eso es ridículo... —le intentó interrumpir.

—Peter: Pues ahora yo estoy aquí —continuó él—, y no pienso quedarme de brazos cruzados viendo cómo te casas con ese Benjamin Amadeo.

—Lali: ¡Casarme! —exclamó ella, alarmada, más bien horrorizada ante la sola idea de casarse con Benjamin, un hombre al que apenas conocía, y al que desde luego no amaba. Ni siquiera le gustaba—. ¿Quién ha dicho nada de casarme? —Lali sacudió la cabeza—. Sólo he tenido una cita con él, que por cierto tú has hecho lo imposible por estropear.

—Peter: ¿Y lo he conseguido? —preguntó él con una sonrisa, enfureciéndola aún más.

—Lali: Sí, Peter, lo has conseguido —confirmó ella—. ¿Ahora te sientes mejor?

Peter trató de reprimir una sonrisa, pero no lo consiguió.

—Peter: Si quieres que te diga la verdad, sí, mucho mejor.

—Lali: Si no te conociera mejor, Peter, diría que estás celoso —dijo ella, tras unos segundos en silencio.

—Peter: ¿Celoso? —repitió él, irritado.

Pero era cierto. Porque estaba celoso. Celoso de que Lali estuviera interesada en otro hombre, y celoso de que otro hombre pudiera convertirse en el padre de sus hijas.

—Peter: Creo que mi lugar en las vidas y el corazón de las niñas es seguro, Lali.

De lo que ya no estaba tan seguro era de su lugar en la vida y el corazón de Lali. Nunca lo había estado porque siempre se había echado a un lado por el bien y la felicidad de su hermano. Pero hacerlo por su hermano era una cosa, y otra muy distinta era hacerlo por un desconocido.

Lali lo miró y sintió que se le encogía el corazón al ver la expresión de dolor en el rostro de Peter. ¿Por qué no se había dado cuenta de que a Peter podía afectarle tanto que hubiera otro hombre en la vida de sus hijas?

—Lali: Claro que tu lugar en las vidas y el corazón de las niñas es seguro, Peter —dijo ella con voz suave—. Te adoran y lo sabes.

Y alzando la mano, le acarició la mejilla, pensando que probablemente eso era lo que realmente preocupaba a Peter.

Las niñas y ella eran la única familia que tenía, y era normal que se sintiera amenazado ante la idea de que otro hombre ocupara su lugar.

—Lali: Eso no cambiará nunca, Peter, aunque me case.

—Peter: Así que estás pensando en casarte otra vez — acusó él.

—Lali: Por el amor de Dios —exclamó ella—. Una cita, una cita completamente arruinada para ser más exactos, no es precisamente una base sólida para pensar en matrimonio. Además, no creo que Benjamin quiera volver a verme ahora que ha conocido a mi familia.

—Peter: Pues sería un idiota —le espetó—. Escúchame, Lali, quiero dejar una cosa muy clara. Ese hombre no me gusta, y si alguna vez vuelve a gritar a las niñas, o las asusta, te aseguro que tendré con él más qué palabras.

—Lali: ¡Peter! —exclamó, horrorizada porque sabía que lo decía en serio. Le dirigió una mirada furiosa—. ¿Qué te pasa, también te hirieron en la cabeza?

—Peter: No te hagas la graciosa, La. No tiene ninguna gracia.

—Lali: En eso tienes razón, no tiene ninguna gracia. Mi vida no tiene ninguna gracia. Tú no sabes lo que es ser la única responsable del cuidado y educación de las niñas. No sabes lo que es saber que un solo error, una mala decisión puede arruinar sus vidas para siempre.

—Peter: Vamos, La, no te pongas tan melodramática.

—Lali: ¿Melodramática? Si no crees que una mala decisión, o un error, puede destrozar una vida, piensa en la última decisión que tomó Pablo, la de ponerse al volante del coche, borracho como estaba. Ese error, esa mala decisión, ha tenido consecuencias muy graves en las vidas de todas nosotras, así que no me digas que estoy poniéndome melodramática.

Continuará...

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