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domingo, 5 de julio de 2015

CAPÍTULO 36



Llevaba dos días lloviendo sin parar cuando Gastón le dijo que Peter había vuelto a Londres. Ella había pasado dos días sentada en la misma silla, mirando por la ventana. Mirando fijamente el mismo paisaje vacío.

Sentada en una silla arrimada a la ventana del gabinete, Lali observaba los regueros de gotas de lluvia que se formaban en los cristales. Jamás había sido más desagraciada. Nada podía aliviar su tristeza; cada vez que cerraba los ojos veía a Peter alejándose de ella. No podía culpar a nadie salvo a sí misma. Él le había profesado un amor tan intenso que aún la hacía temblar. Y ella, con su infinita sabiduría, había ignorado las manifestaciones de aquel corazón, como si el intercambio amoroso que habían mantenido no hubiese significado nada. No era de extrañar que él la hubiese mirado con tanto desprecio.

Se despreciaba a sí misma.

No sólo había apartado de sí, rechazado, al único hombre al que amaría jamás, sino que además había traicionado a Máximo. Profundamente avergonzada, ya ni se atrevía a mirarlo a la cara. El haber podido traicionarlo de forma tan absoluta cuatro días antes de su boda la asqueaba. Toda aquella desagradable situación la asqueaba. Ya no se conocía: había traicionado a dos hombres y destruido el futuro de otra mujer, y a sí misma de paso.

Uno de esos hombres estaba sentado en el sofá leyendo tranquilamente. Durante dos días, mientras ella había mirado fijamente por la ventana, él había estado así. Se obligó a mirarlo. Como si presintiera su intención, Máximo levantó la mirada y forzó una sonrisa antes de volver a bajarla a su libro. Era evidente que ella lo hacía desgraciado, que lo arrastraba a su pesadilla. No se merecía aquello. Era un hombre bueno y decente. Lástima que ella jamás fuera a amarlo, no como...

—¿Te gusta?

Lali se sobresaltó y miró hacia la puerta mientras Alaí entraba dando brincos, ataviada con uno de los vestidos de Londres que la señora Peterman había arreglado. Sonrió apenas cuando Alaí dio unas vueltas delante de ella.

—Estás preciosa, Alaí —murmuró.

Máximo levantó la vista un instante, pero en seguida siguió leyendo.

—Es divino —suspiró Alaí con toda la angustia de una adolescente, y se dejó caer en el sofá—. ¿Por qué ya no lo quieres?

—Ya no lo necesito. La señora Peterman ha hecho un trabajo excelente, ¿verdad? Serás la chica más guapa del baile de la cosecha.

—¡Espero que Ramsey Baines piense lo mismo! ¡Desde el picnic de la iglesia, apenas ha vuelto a mirarme! —Gimió, y se incorporó en el asiento, recolocándose las faldas largas del vestido lo mejor que pudo—. Está loco por Kathy Prenshaw, pero, cuando me vea con esto, ¡cambiará de opinión!

Lali frunció el cejo. La niña estaba obsesionada con Ramsey Baines, constantemente indignada por el hecho de que el joven sintiese una especie de estima inquebrantable por la hija simplona de un abogado. Baines parecía ser el único objetivo de Alaí en la vida, pero, por todo lo que Lali había visto, el único objetivo del joven era Kathy Prenshaw.

—Estoy convencida de que se dará cuenta de lo guapa que estás, Alaí, pero no debes albergar tantas esperanzas. No se puede intentar ganarse los afectos de otro; eso debe surgir de forma natural.

Al oír aquello, Máximo levantó la vista y la miró, pensativo, mientras Alaí se levantaba y se acercaba nerviosamente a la chimenea.

—Pero, si yo le parezco guapa, ¡ya no volverá a querer a Kathy! —protestó—. Ella no es tan bonita, ¿sabes?

—El exceso de orgullo es indecoroso, cariño —le reprochó Lali con delicadeza.

La niña suspiró hondo y se acercó a Ja ventana, recorriendo con el dedo el borde del cristal.

—No pretendo ser orgullosa, pero todo el mundo dice que soy más guapa que Kathy Prenshaw, así que también Ramsey Baines debe de pensarlo. Y cuando me vea con un vestido tan bonito, me querrá, seguro que sí.

¿Desde cuándo era Alaí tan vanidosa?

—«La belleza reside en los ojos del que la contempla.» ¿Sabes lo que eso significa? A veces las personas más hermosas no son las más guapas. Ramsey Baines ve en la señorita Prenshaw una belleza que lo atrae y no puedes obligarlo a que sienta ese mismo afecto por ti. Debe surgir de forma natural.

La pequeña se puso a su lado y se apoyó en la silla, balanceándose lentamente mientras le acariciaba distraída un rizo a Lali.

—Pero contigo no surgió de forma natural, ¡y ahora quieres al conde de Bergen! Cuando volviste de Baviera, dijiste que era un arrogante, pero él ha conseguido que lo quieras. ¿Por qué no puedo yo conseguir que Ramsey Baines me quiera igual?

—Yo respeto al conde. —Aquellas palabras se le escaparon de la boca sin pensarlas ni sentirlas, como si las hubiese ensayado un millar de veces. De mala gana, miró a Máximo por el rabillo del ojo; él la observaba detenidamente.

—¿Lo ves? Te ha hecho cambiar de opinión —comentó Alaí, acariciándole el pelo—. Yo creo que es sólo cuestión de voluntad —sentenció.

Por primera vez en su vida, Lali se enfadó con ella por ser tan increíblemente tonta y negarse a entender que sólo conseguiría hacerse daño a sí misma con tanta coquetería. Le respondió con dureza.

—Quizá sea presa de tu belleza un tiempo, querida, pero pronto no podrá ocultar lo que no hay. —Virgen santa, ¿qué estaba diciendo?

Visiblemente sobresaltada, Alaí se apartó de la silla y se encogió de hombros con aire desafiante.

—¿Y? ¡Que siempre te preguntarás si piensa en Kathy cuando te mira! —gritó furiosa.

—Lali... —La voz grave del conde conllevaba una advertencia que ella ignoró.

—Día tras día te preguntarás si su sonrisa es por ti o porque está soñando con ella. Cada palabra que diga será sometida a tu escrutinio para ver si es sincera. Cuando vaya a Londres a pasar el día, te preguntarás si va a ver a Kathy.

—¡Lali! —la reprendió Máximo.

El rostro de Alaí se ensombreció. Mientras se miraba el vestido nuevo, el labio inferior le temblaba un poco.

—Pero... pero ¡quizá aprenda a quererme! —dijo ella en voz baja.

—¡No! ¡No lo hará! ¡No puedes obligarlo! —gritó, con la voz rota. Se agarró a los brazos de la silla. ¿Qué estaba haciendo? Pagando con Alaí su frustración, eso era. Se levantó de prisa y la abrazó con fuerza—. Lo siento, no pretendía hablarte así. Ay, cariño, yo quiero que seas feliz, pero no creo que lo seas si te empeñas en que ese muchacho te corresponda. Puede que llegue a apreciarte, pero si no lo hace, si quiere a Kathy, hay muchos otros chicos en Inglaterra que darían lo que fuera por una sonrisa tuya.

Alaí lloriqueó apoyada en el hombro de Lali.

—Pero yo quiero a Ramsey Baines —murmuró, testaruda.

Angustiada, Lali suspiró.

—¿Sabes lo que pienso? Creo que las lilas te irán muy bien con tu vestido nuevo.

—¿En serio? —preguntó la niña, apartándose de ella—. Hay algunas en el jardín.

—Parece que la lluvia ha parado de momento. ¿Por qué no vas a coger algunas y te las pruebas? —la instó Lali.

—¡Sí, estupenda idea! —proclamó Alaí, y salió corriendo hacia la puerta, aparentemente ajena a Máximo, que se había levantado del sofá.

—¡Ten cuidado, no te manches el vestido! —le gritó Lali.

—¡No lo haré! —resonó su voz juvenil mientras salía a toda prisa de la habitación. Lali se la quedó mirando, completamente agotada. Sus propias palabras le habían dejado muy claro el tremendo error que estaba a punto de cometer. No podía ignorar su propio consejo. Una sensación de amargo alivio la inundó de pronto cuando volvió a sentarse despacio en su sitio. Los días de frustración habían desaparecido, reemplazados por una nueva angustia, la de enfrentarse a una tarea horrenda, la de hacer daño a alguien a quien quería. Empezó a notar una punzada aguda en las sienes en cuanto Máximo habló:

—¿Estás enfadada? —preguntó, ceñudo.

—¡No! —exclamó ella, demasiado enfática, y se revolvió incómoda en el asiento.

—¿En qué estás pensando, liebchen? Parece como si tuvieses algo que decir.

Así era, pero de pronto le pareció que su lengua era del tamaño de una sandía.

—¿Qué pasa, Lali? —preguntó Máximo, tranquilo.

El martilleo de su cabeza era ensordecedor. Lo miró, indecisa. ¿Cómo iba a decirle, casi en vísperas de su boda, que no podía casarse con él? ¿Cómo iba a no decírselo? Que el cielo la asistiera, no podía seguir con él día tras día mientras añoraba a Peter. Pensaba demasiado en él para... poder ocultar lo que no hay. ¡Ay, Dios, cuánto lamentaba no haber llegado a aquella conclusión antes! Se dejó caer en la silla despacio.

—Si no puedes hablar, deja que lo haga yo —le dijo él con su alemán tranquilo y sereno—. Llevas dos días sentada en esa silla mirando por la ventana. Dos días casi desde el mismo instante en que el duque regresó a Londres.

Lali se tensó y respiró hondo.
—No soy médico, pero sé qué te aqueja. Lloras al... hombre al que amas.

Lali se quedó sin aliento, el martilleo de la cabeza se le había extendido al cuello y al pecho.

—Máximo... —Fue todo lo que logró decir.

—Dilo, Lali —la interrumpió él sin alterarse.

Ella empezó a hablar, ahogándose con sus propias palabras. Máximo no se movió un milímetro y esperó pacientemente a que dijese lo que sabía que iba a decir.

—S-siento... siento mucho... t-tener... tener que decirte que... —No podía decirlo. Que Dios la asistiera, ¡no podía hacerle tanto daño! Los ojos se le llenaron de lágrimas y pellizcó desolada el brazo de la silla, tratando desesperadamente de encontrar las palabras con las que lo que iba a hacer pareciera menos... atroz.

—¿Qué tienes que decirme? —preguntó él en un tono paradójicamente dulce.

—T-tengo que decirte que ¡siento mucho haber regañado así a Alaí! —espetó—. Dios sabe que no era mi intención, pero la niña es tan boba..., quiero decir... que antes moriría que hacerle daño, pero ¡no podía... fingir que todo iría bien! —exclamó, consciente de lo ridícula que debía parecer y avergonzada de su propia falta de valor.

El apretó la mandíbula un buen rato. Cuando al fin habló, su voz llenó la estancia:

—Alaí quiere a Ramsey Baines, por lo que parece.

Lali asintió enérgicamente con la cabeza.

—Sí, sí, ella lo quiere de verdad y, aunque él la aprecia mucho y creo que la respeta sinceramente, no puede... quererla. ¡Aunque lo ha intentado! Lo ha intentado de verdad. Sólo que... sólo que...

—¿Hay otra persona? —ayudó él.

Lali asintió con cautela, estudiando la reacción de él con los ojos entreabiertos. Máximo sonrió algo triste y se miró las manos.

De pronto brotaron lágrimas de los ojos de Lali.

—¡Ay, Dios! —exclamó, y miró desesperada al cielo. De nada servía fingir, ni posponer lo inevitable—. Me equivoqué al aceptar tu proposición, Máximo, pero sinceramente pensé que... —Tomó aliento, nerviosa—. Terminarías odiándome, ¿es que no lo ves?

—Sí —dijo él sin más, y alargó el brazo para cogerle la mano. Era un gesto tan noble, demasiado, teniendo en cuenta lo que estaba haciendo ella. Sus ojos se clavaron en la mano grande que envolvía la suya.

—Teníamos... un acuerdo, pero... pero era un acuerdo estúpido, creo yo.

—Era estúpido —aceptó él.

—¿D-de verdad te lo parece? Pensé... pensé que te enfadarías muchísimo conmigo. Pero no soportaba que te preguntases todos los días si... si...

Máximo forzó una sonrisa.

—Lo veía claramente en tus ojos cada vez que te miraba, te lo aseguro —dijo él con dulzura.

Lali bajó la cabeza avergonzada. Máximo suspiró y le acarició la mano con el pulgar.

—Quise pensar que algún día me corresponderías, pero ya no creo que eso sea posible. Lo quieres demasiado, me parece.

Ella levantó la mirada; los ojos azul claro de él se clavaron en los de ella.

—También creí que sabía lo que quería: una esposa que me diese un heredero, nada más. Pero me he dado cuenta de que quiero que la mujer con la que me case corresponda a mi afecto. Quiero ver la ternura en sus ojos cuando me mire. No quiero que tema el tacto de mis manos.

—Ay, Máximo —susurró ella, y una lágrima gorda le cayó a él en el puño de la camisa—. ¡Cuánto lo siento! No debería haber... Yo no quería que pasara esto...

—Lali —dijo él con voz ronca—, si creyera que existe alguna posibilidad... Nunca planeamos los grandes acontecimientos de nuestra vida, sencillamente ocurren. Creo que para ti es tan imposible cambiar tus sentimientos como para mí. Me siento... —Tragó saliva convulsivamente y miró a su alrededor—. Me siento decepcionado, no voy a negarlo, pero no puedo culparte por dejarte llevar por los dictados de tu corazón. —Despacio, se llevó la mano de ella a los labios, su boca se recreó en la palma mientras la miraba sereno, luego le dejó la mano en el regazo y se levantó—. Hablaré con tu tío. —Hizo una pausa, y sus ojos repasaron el rostro de ella por última vez mientras sus dedos le acariciaban suavemente la mejilla—. Cuídate, liebchen. Si alguna vez tienes ocasión de ir a Baviera, prométeme que vendrás a verme.

Lali le dedicó una sonrisa trémula.

—Te lo prometo —susurró.


No quedaba nada por decir. Máximo dio media vuelta y salió de la habitación. Y ella cedió por fin al alivio y a la angustia, dejando que un río de dolor y remordimiento fluyera de su interior hasta agotarla.

Continuará...

+10 :)!!

10 comentarios:

  1. No se quien de los dos es más cabezón...

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  2. otro cap porfa llegara a tiempo en busca de pitt? seguira el en londres o se abra marchado a hacer lo que dijo que aria ?

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  3. lali se ira en su busca despues de haber tenido el valor de terminar con max o se quedara y segira con su vida como si nada ojala llegue atiempo si es que decide ir en su busca y hacer que le perdone dejar que la reme y lograr recuperarle tanto a el como su amor y pitt seguira aun en londres o se abra ido hacer la suya como habia dicho despues d dejarla sin mirar atras y si aun sigue en londres aceptara recibirla escucharla y perdonarla y disfrutar juntos su amor y felicidad lali abra quedado en embarazo despues de entregarse por ultima vez a su gran amor que dejo ir asi sin mas lograra recuperalo? espero que si ay ya quiero leer el siguiente

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  4. Máximo se portó como todo un caballero.

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