Capítulo NUEVE

—Mamá, me estás echando café en los cereales —protestó Luz, mirando a su madre.

—¿Qué? —Lali miró a su hija —. Oh, perdona, cielo, no me he dado cuenta.

Rápidamente vació el cuenco de cereales y café, y sacó un cuenco limpio del armario.

—Lali: Hoy estoy un poco cansada —comentó a modo de explicación.

Una explicación que se quedaba muy corta. La noche anterior apenas había podido dormir, y cuando por fin logró conciliar el sueño, fueron el rostro y el cuerpo de Peter los que agitaron su descanso, y la dejaron agotada y frustrada, por no decir furiosa consigo misma por ser tan ridícula.

Diez años atrás, cuando conoció a Pablo y a su hermano Peter, se dio cuenta enseguida de que Peter, con su vida nómada y aventurera y su arriesgada y bohemia profesión, no era hombre para ella. Las cosas no habían cambiado nada en todo este tiempo, por lo que era ridículo que ahora alimentara fantasías con un hombre tan distinto a lo que ella necesitaba.

—Aleli: Mamá, ¿te encuentras bien? —preguntó, mirando primero a su madre y después a su hermana.

—Lali: ¿Bien?

Lali miró a su hija y parpadeó un par de veces. Estaba soñando despierta otra vez, fantaseando como una adolescente

—Lali: ¿Por qué? ¿También he puesto café en tus cereales?

—Aleli: No, mamá, aún no me has puesto cereales —se quejó la niña—. Y si no nos damos prisa, llegaremos tarde a clase de ballet. Y la señora Fontaine nos castigará.

Asintiendo, Lali miró al reloj de pared, sacó otro cuenco del armario, y preparó el desayuno para Aleli.

Aunque era sábado y no había colegio, la lista de cosas que tenía que hacer parecía interminable. Primero tenía que llevar a las niñas a su clase de ballet, para recogerlas una hora después y llevarlas de nuevo a casa, para dejarlas con su madre, mientras ella iba a hacer la compra, al banco, a la tintorería y a la farmacia a buscar el medicamento para la alergia de Aleli. Todo ello sin olvidar pasar por el videoclub para alquilar las películas para las niñas.

Al volver a casa, por supuesto, todavía le quedaría descargar la compra, preparar la base de la pizza, planificar las comidas de la semana siguiente y hacer la colada. Ese era su día libre.

Las puertas dobles de la cocina se abrieron y Peter entró, sonriendo cuando vio a las tres mujeres que eran el centro de su vida.

—Peter: Buenos días —musitó, frotándose la cabeza.

Iba descalzo, llevaba un par de pantalones vaqueros viejos y arrugados, con la cremallera subida pero el botón desabrochado, y una vieja y desteñida camiseta sin mangas que se pegaba a su cuerpo como una película de cera caliente.

—Buenos días, tío Peter —cantaron las dos niñas al unísono.

—Peter: Café —murmuró él, tomando la taza vacía que Lali le ofrecía.

Peter llenó la taza hasta el borde, cerró los ojos y bebió un largo trago. Dejó que la cafeína hiciera su trabajo y le pusiera en marcha para el día.

—Peter: ¿Dónde van las dos tan pronto y tan guapas? — preguntó a las niñas, sentándose en una silla al lado de Luz.

—Luz: A clase de ballet —respondió la niña—. Vamos todos los sábados.

—Aleli: Y lo hacemos muy bien, ¿verdad, mamá?

—Lali: Ya lo creo —dijo.

Lali apuró su taza de café y se sirvió otra.

—Luz: Estamos preparando un recital —añadió—. Un recital de ballet, pero no me acuerdo para cuando.

Lali sonrió y le acarició la cabeza.

—Lali: Para la semana de Acción de Gracias, cariño, ¿te acuerdas?

—Luz: Oh, sí.

Peter asintió.

—Peter: Es verdad, su madre me habló de las clases —miró a Lali—. ¿Qué planes tienen para después de las clases?

—Lali: Después traeré a las niñas a casa para que se queden con mi madre mientras yo hago la compra y otros recados.

—Peter: ¿A qué hora termina la clase de ballet?

—Lali: Sobre las diez y media. ¿Por qué? —preguntó.

—Peter: Si me das la dirección, iré yo a recogerlas —guiñó un ojo a las niñas—. Nosotros también tenemos que hacer unas cuantas cosas. Y tú puedes seguir con los recados sin tener que esperarlas.

Peter bebió un sorbo de café, observando a Lali por encima del borde de la taza.

Si las ojeras que tenía debajo de los ojos servían de indicación, pensó, Lali no había dormido mucho. Tenía la sensación de que la noche anterior, Lali había bajado un poco la guardia con él, y él no pensaba desaprovechar la oportunidad, ya que su intención era cortejarla y ganar su corazón.

—Lali: De acuerdo —dijo con cautela.

Eso le dejaría al menos una hora, y una hora en un día tan ocupado era un regalo del cielo. Apuntó la dirección del estudio de baile en una hoja de papel y se la entregó a Peter.

Peter sonrió.

—Peter: Ahí viene tu madre.

—Lali: ¿Cómo lo sabes? —preguntó frunciendo el ceño.

—Peter: Huelo su perfume —dijo con otra sonrisa, y se levantó a servirse otra taza de café—. El perfume de tu madre es inconfundible.

Las puertas dobles se abrieron y Julia entró en la cocina con el aire y la elegancia de una reina saludando a su corte, luciendo una enorme y amplia sonrisa en sus labios rojos.

—Juan Pedro, querido, qué maravilloso volver a verte —rió Julia, caminando hacia Peter con los brazos abiertos.

—Peter: ¿Cómo estás, preciosa? —preguntó, planteando un sonoro beso en la mejilla que Julia le ofrecía a la vez que le daba un fuerte abrazo—. Estás fabulosa, como siempre.

A sus sesenta y tres años, Julia acentuaba su figura con colores oscuros y altos tacones de aguja que estilizaban y la hacían parecer mucho más joven.

El pelo negro y largo, con mechones plateados, realzaba el tono dorado de su piel y acentuaba el negro de sus ojos.

—Julia: Estoy absolutamente espectacular, Peter —admitió ella, que retrocedió un par de pasos para verlo mejor—. Te preguntaría cómo estás tú, pero lo estoy viendo con mis propios ojos. Desnutrido, cansado y bastante desmejorado —Julia tiró de la camiseta descolorida—. Por no mencionar lo bien que te vendrían un par de kilos.

Peter sacudió la cabeza.

—Peter: Ah, Julia, eso me suena a introducción para el conocido sermón de «ya es hora de que te cases y tengas a alguien que cuide de ti».

—Julia: Qué horrible ser tan previsible —comentó con un suspiro, agitando las manos—. Pero es la verdad, ya es hora de que te cases y formes una familia.

—Lali: Mamá, no le sermonees.

Si de su madre dependiera, todo el mundo se casaría, a menudo y en repetidas ocasiones.

—Julia: ¿Yo sermonear, querida? Que ridiculez. Jamás se me ocurriría sermonear a Peter, ¿verdad, querido? —preguntó volviéndose hacia él, con un coqueto aleteo de pestañas.

—Peter: No, a ti jamás, Julia. Pero tienes un aspecto envidiable. Y tengo la sensación de que el señor Jasper tiene algo que ver con esa chispa que brilla en tus ojos —bromeó Peter.

Julia se ruborizó ligeramente y se abanicó la cara con la mano.

—Julia: Jasper es un hombre encantador, querido, pero lo que brilla en mis ojos es la alegría que siento de verte. Hace mucho que no venías por aquí —añadió, y cariñosamente le enmarcó las mejillas con las manos—. Niñas, ¿Vieron alguna vez un hombre más guapo?

—No, abuela —rieron las niñas, que se conocían perfectamente el guión.

Julia y Peter lo repetían cada vez que él iba a visitarlas.

Julia se volvió hacia Peter.

—Julia: Tienes suerte de que no tenga veinte...

—Peter: Diez, Julia —la corrigió—. Sólo diez.

—Julia: Muy bien —accedió ella alegremente—. Tienes suerte de que no tenga diez años menos, jovencito.

—Peter: Y tú tienes suerte de que yo no tenga diez años más, porque si no el señor Jasper ya podría ir haciendo las maletas.

Julia le dio unas palmaditas cariñosas en la mejilla y suspiró. Después miró a su hija.

—Julia: ¿Y cómo estás tú esta mañana, hija mía? —preguntó, mientras se inclinaba a besar las cabezas de sus nietas.

Después se sirvió una taza de café.

—Lali: Estoy bien, mamá. Pero si no queremos llegar tarde —dijo, mirando el reloj, nos tenemos que ir ya.

Lali miró a Peter. Entonces éste recordó que él era el encargado de encontrar un canguro para las niñas para aquella noche.

—Peter: Oye, Julia, ¿tienes planes para esta noche?

—Julia: Por ti cancelo lo que sea —respondió ella con una picarona sonrisa—. ¿Por qué lo preguntas?

Peter se dio cuenta de que estaba nervioso. Aunque era un hombre normalmente tranquilo, capaz de pensar con frialdad incluso cuando las balas de facciones enemigas silbaban a su alrededor, ahora la sola idea de tener una cita con Lali le ponía nervioso.

—Peter: Bueno, verás, Lali y yo vamos a salir esta noche. Una cita —aclaró, al ver que Julia y las niñas lo miraban con los ojos muy abiertos, sorprendidas—. Y hemos pensado que a lo mejor tú podrías quedarte con las niñas.

—Lali: Ya sé que esta noche toca película y pizza, niñas —apuntó, nerviosa—. Luego iré a alquilaros una película y si queréis podéis encargar una pizza. No creo que me dé tiempo de preparar la masa. Pero, mamá, si tenías otros planes...

—Julia: No seas ridícula, hija. Será un placer pasar la velada con mis nietas. Y además de pizza, encargaremos helados. ¿Qué les parece, niñas?

Las caras de las dos niñas se iluminaron como árboles de Navidad, y Julia se echó a reír, contenta de hacer tan felices a sus nietas.

—Aleli: ¿Podemos hacer palomitas, abuela?

—Julia: Un cuenco para cada una —les aseguró su abuela—. Y después rebuscaremos por los armarios de la cocina. Seguro que su madre tiene un montón de chucherías escondidas para Halloween.

—Peter: Puedes invitar al señor Jasper si quieres —añadió—. No queremos estropearte los planes.

—Julia: Querido, eres muy considerado, pero Jasper ha ido a pasar el fin de semana con su hija, así que las niñas y yo podremos disfrutar de la velada juntas. A lo mejor incluso podemos convencer a vuestra madre para que las deje teñirse el pelo de colores.

—Luz: Para mí de rosa.

—Aleli: Y para mí, fucsia con lunares amarillos.

—Lali: Mamá —empezó— . Las niñas tienen que ir al colegio el lunes.

—Julia: Ya lo sé, terrible, ¿verdad? —dijo con un guiño—. Pero es un tinte que se quita con champú, así que no temas. No quedarán daños permanentes.

Lali asió el bolso de la encimera, intentando borrar de su mente la imagen de sus hijas entrando en el colegio con el pelo teñido de rosa y de fucsia, y no queriendo pensar en la cara que pondría Benjamin si las viera.

—Lali: Niñas, tenemos que irnos. Voy a sacar el coche—se volvió hacia Peter—. Tú las irás a recoger a las diez y media, ¿verdad?

—Peter: Si te lo prometo —prometió él, levantando la palma de la mano—. Palabra de montañero.

Aleli y Luz se levantaron y besaron a su abuela y a su tío.

—Luz: ¿De verdad tienes una cita con mamá esta noche? —preguntó en un susurro.

—Peter: Sí, de verdad —confirmó él, levantando el dedo pulgar en señal de victoria.

Las niñas salieron corriendo detrás de su madre.

—Julia: Por fin —añadió, cuando se quedó a solas en la cocina con Peter—. Ya era hora, Juan Pedro —Julia alzó la mano en el aire a modo de saludo—. Empezabas a preocuparme, Peter, pero has restaurado mi fe en los hombres.

Continuará...
__________________________________________________

Holaaaaaaaa queridas lectorassssssssssss!!
me paso un ratito a escribirles por queeee.... nada... ya las extrañaba! ;)

No les agradecí a las chicas que se ofrecieron para ocuparse del blog en mi ausencia!!
MIL GRACIAS!!! que lindo saber que tengo apoyo para esoooooooo!!.... =D
y también quiero agradecer a Cami (Caparatodos) que les ha estado posteando estos días, Cami si estás leyendo esto quiero que sepas que sos un dulce de leche y estás haciendo un GRAN trabajo!!! Te juro que no sé como hacés para postear todos los días!... cada día sin falta hay un capítulo en tu blog! una genia!!!... y yo... bueno... yo soy cualquiera!! jaja 

BUENO... emmm... Cami seguirá posteandoles esta nove (hurra!!), y yo estaría de vuelta para la siguiente (espero) :) ........... AH!!! y les tengo preparado un BONUS NAVIDEÑO! que lo estaría subiendo el 25!!... :D ...de diciembre... porque ese día es Navidad. Se entiende no?...