Capítulo UNO

Hola, éste es el buzón de voz de Peter Lanzani. Si aún es octubre, estoy fuera del país por trabajo. Si no es octubre, no tengo ni idea de dónde estoy, así que deja tu nombre, número de teléfono y un mensaje, y te llamaré en cuanto vuelva a Estados Unidos. Gracias.

Las mellizas de seis años Aleli y Luz Lanzani estaban sentadas en el suelo, riendo, mientras escuchaban la voz de su querido tío Peter.

—Aleli: Hola, tío Peter —gritó, inclinándose hacia el micrófono del teléfono que habían arrastrado desde el pasillo hasta su habitación.

Las niñas habían decidido dejar el teléfono en el suelo en medio de las dos para que ambas pudieran hablar.

—Aleli: Somos yo, Aleli.

Rápidamente le pasó el teléfono a su hermana.

—Luz: Y yo, Luz.

Luz habló un poco más alto que su hermana, como consideraba que era su derecho, ya que era la mayor de las dos mellizas.

—Aleli: Dijiste que podíamos llamarte —dijo, frunciendo el ceño.

La niña estaba con las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra la cama, mientras su hermana y ella se pasaban de una a otra el teléfono.

—Luz: Que te llamáramos cuando quisiéramos —le corrigió—. Y por eso te llamamos.

—Aleli: ¿Vendrás a casa para el Día de Acción de Gracias? —preguntó.

—Luz: Porque hace mucho, mucho, mucho que no te vemos —añadió con un suspiro, a modo de explicación.

—Aleli: Sí, tío Peter, mucho, mucho, mucho. Y te echamos de menos.

—Luz: Mucho.

—Aleli: A las dos se nos han caído los dientes de delante.

—Luz: Sí, y a las dos nos han puesto estrellas plateadas en el examen de ortografía.

—Aleli: La abuela va a clases de tango con el señor Jasper, el vecino.

—Aleli: Y mamá tiene un novio —añadió—. Se llama señor Amadeo, y es el subdirector del colegio.

—Luz: Sí, pero todos los niños lo llaman señor Malbicho, porque parece un bicho —terminó con una risita—. Tiene los labios tan gordos que parece que lleva dos perritos calientes pegados delante de la cara.

Ahora le tocó el turno a Aleli, que se echó a reír, y continuó la descripción de su hermana.

—Aleli: Sí, tío Peter, es verdad, y tiene las cejas tan peludas que parece que tiene arañas por la frente. Sobre todo cuando se enoja.

—Luz: Y con nosotras se enoja muchas veces. Sobre todo cuando no están mamá ni la abuela.

—Aleli: Sí, tío Peter —dijo, estirando el brazo para alcanzar una muñeca de la cama y abrazarla como si fuera una tabla de salvación—. Y cuando el señor Malbicho nos mira tan enfadado, se le ponen los ojos como platos detrás de esas gafas que lleva...

—Luz: Y por eso los niños lo llaman señor Malbicho —terminó, desplomándose en el suelo en un ataque de risa.

—Aleli: Me parece que no le caemos nada de bien — dijo, mirando a su hermana, que asintió con la cabeza.

—Luz: Pero no importa, porque a nosotras él nos cae fatal.

Luz cruzó los brazos delante del pecho y miró a su hermana, buscando su confirmación.

—Luz: ¿A qué sí?

—Aleli: Ya lo creo. Fatal —confirmó, gesticulando con la cabeza—. Da mucho miedo, tío Peter.

—Luz: Sí, tío Peter, mucho, mucho miedo. Y una vez, hasta gritó a Aleli.

—Aleli: Sí, tío Peter, me gritó muy fuerte. Porque le di a su coche con la pelota de voleibol —miró a su hermana y se estremeció una vez más al recordar la reprimenda del subdirector del colegio—. Fue sin querer. De verdad. No lo hice queriendo —añadió, con vehemencia.

—Luz: A nosotras no nos gusta nada, pero a mamá sí. La abuela te manda saludos y nos ha dicho que te digamos que es posible que el señor Malbicho sea el definitivo. No sabemos a qué se refiere, pero seguro que no es nada bueno. ¿A ti qué te parece? Llámanos algún día, tío Peter, para ver si vas a venir a vernos el Día de Acción de Gracias —terminó Luz—. Adiós, tío Peter, te queremos mucho.

—Aleli: Sí, tío Peter, te queremos mucho. Llámanos.

Una semana después, frunciendo el ceño y sujetando un vaso de agua con la mano, Peter Lanzani pasó por encima de las maletas aún cerradas para poner el contestador automático y escuchar los mensajes.

En cuanto escuchó las voces de las mellizas sonrió y dejó caer su cansado cuerpo en su sillón preferido.

Como corresponsal de guerra y reportero gráfico, había estado en Iraq durante casi dos meses haciendo fotos para una revista de ámbito nacional. Después, el mes anterior se había visto obligado a permanecer en un hospital recuperándose de varias heridas de bala. No había hablado ni visto a las niñas desde antes de salir de Estados Unidos. Y hasta que no escuchó sus voces no se dio cuenta de lo mucho que las había echado de menos.

Y a su madre, Lali, la dulce y encantadora Lali.

Pasándose una mano por la barba incipiente, Peter bebió un sorbo del vaso de agua que llevaba en la mano y dejó que las voces de las niñas apartaran de su mente el recuerdo de Lali.

Había estado medio enamorado de ella desde que él y su hermano Pablo la vieron por primera vez hacía casi diez años. Pero él supo inmediatamente que Lali era una mujer que deseaba raíces y estabilidad, un hogar y una familia. Lali quería el tipo de seguridad y estabilidad que él, por su estilo de vida y por su profesión, no le podía dar.

Por eso, Peter había enterrado sus sentimientos y se había echado a un lado, adoptando el papel de hermano mayor indulgente y protector y dejando el camino libre a su hermano, Pablo, que se casó con Lali menos de un año después.

Pero su hermano había muerto, hacía casi tres años, dejando a Lali viuda y a las niñas huérfanas, una situación que ninguno de ellos había considerado jamás.

Tras la muerte de Pablo, Peter no se lo pensó dos veces y fue a Chicago a ayudar a Lali, por supuesto; pero como temía no ser capaz de controlar y ocultar los sentimientos que sentía por ella, unos sentimientos que nada tenían que ver con el hecho de que Lali fuera la viuda de su hermano, Peter tomó la decisión de alejarse de ella y se fue, no queriendo añadir más problemas ni sufrimiento a una situación que ya era bastante difícil para Lali.

Desde entonces, sólo había ido a verla de vez en cuando, y nunca por temporadas largas, nunca más de unos pocos días, por temor a ser incapaz de ocultar el amor que sentía por ella. Además, sus sentimientos se entremezclaban con remordimientos y sentimientos de culpabilidad, y con el hecho de que la relación entre ellos dos nunca había sido fácil.

Pero si el mensaje de las niñas era cierto y la abuela no se equivocaba, parecía que Lali había superado su dolor y estaba lista para enamorarse de nuevo e incluso volverse a casar.

La idea le hizo fruncir el ceño.

Quizá, pensó, había llegado por fin el momento de reclamar lo que era suyo. Suyo por derecho. La imagen de las mellizas se presentó claramente ante sus ojos y una oleada de calor llenó su corazón. Sí, decidió, ya era hora. Ya era hora de cambiar la actitud que siempre había adoptado con Lali.

Cuando los dos hermanos conocieron a la joven, Peter decidió hacerse a un lado y dejar el camino libre a su hermano Pablo. Más tarde cuando nacieron las mellizas, Peter se hizo a un lado de nuevo; esta vez lo hizo por su hermano y por las niñas.

Cuando supo que su hermano era estéril y accedió a convertirse en donante, jamás imaginó que algún día su hermano moriría, y que un desconocido podía convertirse en el nuevo padre de sus queridas hijas.

Así que, si Lali creía que ahora él se iba hacer a un lado otra vez y dejar que un desconocido se convirtiera en el padre de sus queridas hijas biológicas, esta vez estaba muy equivocaba.

Continuará...

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Primer cap listo! ^^

IMPORTANTE: 

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-Perdón a las que aún no envié la nove "Rosas Rojas" perdóoon lo q pasa es que aparte de boluda soy muy dormida y esa es una mala combinación jaja ASI QUEEE... si quieren avisarme otra vez no tengo problema! ;)

Mañana subo más caps! 

Q tengan un lindo marteessss! 

Besoss :D