Capítulos DIECISEIS y DIECISIETE

El viernes, las niñas estaban nerviosas con la fiesta de Halloween.

Por la tarde, después de la última clase, Lali iba corriendo por el pasillo, sujetando un montón de documentos y expedientes de sus alumnos, camino de su despacho. Peter y las niñas le habían prometido que tenían una sorpresa preparada para ella, y estaba ansiosa por volver a casa.

—¿Lali? Lali, espera un momento.

Lali se detuvo y casi gimió al oír la voz de Benjamin a su espalda. No tenía tiempo para hablar con él. Aún le quedaban muchas cosas que hacer antes de volver a casa. Desde la llegada de Peter, no había vuelto a ver a Benjamin fuera de las paredes del colegio, e inmediatamente sintió remordimientos.

Benjamin había sido muy amable con ella en los últimos seis meses, y no era justo por su parte no querer saber nada de él. Forzando una sonrisa, se volvió hacia él.

—Lali: Hola, Benjamin. ¿Cómo estás?

Benjamin corrió a su lado, alisándose primero el pelo, después el cuello de la camisa.

—Benja: Bien. He estado tan ocupado preparando el festival y las reuniones con los padres que no he tenido casi tiempo para verte. ¿Cómo estás?

—Lali: Estoy bien, Benjamin —dijo ella con una sonrisa—. Pero también muy ocupada.

—Benja: ¿Por qué no entras un momento a mi despacho? Quería comentarte una cosa —dijo, mirando a un lado y a otro del pasillo casi vacío.

—Lali: De acuerdo.

Lali dejó que la llevara a su despacho, que estaba al final del pasillo.

Como era viernes, casi todo el personal administrativo y los profesores se habían ido antes, y el edificio del colegio estaba prácticamente vacío.

—Benja: Tienes buen aspecto, como siempre —dijo, sentándose en su sillón y señalándole otro para ella.

—Lali: Gracias —dijo ella, un poco impaciente, deseando terminar cuanto antes.

—Benja: Verás he estado pensando... —miró a la mesa, después a ella—. Quería saber sí aún vas a venir conmigo a la fiesta de Halloween.

—Lali: Oh, Benjamin, como lo siento —dijo, inclinándose hacia delante — . La verdad, con Peter en casa, lo había olvidado por completo.

Lo que era cierto. Se había olvidado por completo de que había prometido a Benjamin ir a la fiesta con él.

—Lali: Lo siento mucho, pero como Peter viene a vernos tan poco, no puedo dejarlo solo.

Ni tampoco quería. Era la primera vez en mucho tiempo que iban a ir a la fiesta como una familia, y sabía lo entusiasmadas que estaban las niñas con la idea.

—Benja: Sí, claro, es muy comprensible —dijo con una sonrisa—. Lo entiendo perfectamente.

—Lali: ¿Sí? —preguntó, extrañada.

—Benja: Sí, por supuesto —dijo, su sonrisa cada vez más amplia—. Ya sé lo importante que es para Peter estar con las niñas. Tú misma me dijiste que ustedes son la única familia que tiene.

—Lali: Es cierto —dijo, aliviada al ver lo bien que se lo estaba tomando.

—Benja: Por eso creo que debemos aprovechar esta oportunidad.

—Lali: ¿Qué oportunidad? —preguntó, sin entender.

—Benja: Conozco un maravilloso hotel en Lake Gene va. Está sólo a hora y media de aquí, y he pensado que mientras Peter esté aquí, es la oportunidad perfecta para que vayamos a pasar un fin de semana tú y yo solos.

Lali se lo quedó mirando perpleja.

—Lali: ¿Perdona?

Benjamin se echó hacia delante, arreglando cuidadosamente las mangas del traje.

—Benja: Sí, Lali, si dejas a las niñas con Peter el fin de semana, tenemos una maravillosa

oportunidad de...

—Lali: ¿Me estás pidiendo que vaya a pasar el fin de semana contigo? —preguntó, entre sorprendida y enfadada.

—Benja: Pues, sí. Creo que es el momento perfecto...

—Lali: ¡No! —exclamó, poniéndose en pie como impulsada por un resorte.

El brusco movimiento casi tiró la silla al suelo, pero ella la sujetó a tiempo.

—Benja: Bueno, si este fin de semana no te viene bien, estoy seguro de que puedo cambiar la reserva —frunció el ceño— pero es un hotel muy solicitado, y no sé si será muy fácil conseguir otra fecha.

Apretando las carpetas que llevaba, Lali dijo:

—Lali: Lo siento, pero no es posible.

Iba a dar media vuelta para irse, antes de hacer o decir algo de lo que pudiera arrepentirse, pero él se levantó rápidamente y la sujetó por el brazo antes de que ella tuviera tiempo de llegar hasta la puerta.

Lali miró primero a la mano que la sujetaba, después a la cara de Benjamin.

—Lali: Benjamin —dijo con los dientes apretados, tratando de contener su enfado.

¿De dónde demonios había sacado Benjamin la idea de que ella estaba interesada en conocerlo hasta el punto de ir a pasar con él un fin de semana en un remoto hotel?

Repasó mentalmente todo lo que había hecho, o dicho, desde que empezó con el estúpido experimento de volver a salir con hombres, y se dio cuenta de que no había hecho nada para que él se hiciera ilusiones.

—Lali: Benjamin. Hemos salido un par de veces juntos con un grupo de profesores, y hemos tenido una cita. No creo que eso sea suficiente para un fin de semana solos en un hotel. Creo que dejé las cosas muy claras desde el principio.

—Benja:  Sí, sí, muy claras —dijo él, serio—. ¿Quizá estoy yendo demasiado deprisa?

—Lali: ¿Demasiado deprisa?

Lali no sabía si reír o llorar. Entonces recordó que Benjamin seguía siendo su jefe, y que ella necesitaba el trabajo, así que decidió reprimir las palabras que casi le estaban quemando la lengua.

—Lali: Sí, Benjamin, más o menos —dijo ella, abriendo la puerta del despacho, ansiosa por salir de allí.

—Benja: Entonces lo dejaremos para otro fin de semana —dijo él a su espalda—. Cambiaré la reserva. Pero te veo esta noche en la fiesta, ¿verdad? —añadió él.

A juzgar por su tono de voz, el rechazo de Lali no le había afectado en absoluto.

—Lali: Sí, vendré —confirmó ella, volviendo ligeramente la cabeza—. Con mi familia —añadió con firmeza.

—Benja: Entonces te veré esta noche.

Lali no se molestó en volverse.

¿Qué la vería esa noche?

Lali suspiró, y pensó que a la única persona que ella de verdad quería ver aquella noche era a Peter.

Capítulo DIECISIETE

Cuando Lali llegó a casa, seguía tan indignada como cuando había salido del despacho de Benjamin, pero su rabia desapareció en el momento en que aparcó en la entrada asfaltada de la casa y vio a sus dos hijas y a su sorpresa.

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mírame!

Sonriendo de oreja a oreja, Aleli iba montada en su bicicleta por la acera y sin ruedecillas.

—Aleli: ¡Mira lo que me ha enseñado el tío Peter! ¡Mira, mamá! Ya sé llevar la bici sola.

Con el casco firmemente sujeto a la cabeza, Aleli se mordía el labio inferior y sujetaba el manillar de la bicicleta con fuerza, mientras pedaleaba y trataba de mantener el equilibrio a la vez.

—Lali: Eso es fantástico, cielo —le gritó su madre, saliendo del coche—. Fantástico.

Lali sintió que se llenaban los ojos de lágrimas. Sus dos pequeñas estaban creciendo muy deprisa. Hacía nada eran tan sólo unos bebés, y ahora ya iban solas al colegio en el autobús escolar y sabían montar en bicicleta. Dentro de nada, empezarían a conducir coches y a salir con chicos.

Con criaturas... masculinas.

Oh, cielos.

Recordando la conversación con Benjamin, Lali casi se estremeció. No quería ni pensarlo.

—Yo también sé montar en bici sola, mamá —dijo Luz, corriendo hacia Lali y sujetándole la mano.

Lali le dio un fuerte abrazo, y le plantó un sonoro beso en la cabeza.

—Lali: ¿Sí? —dijo con una risa—. ¿Cuánto tiempo lleváis aprendiendo?

Ella les había prometido enseñarles a montar en bicicleta sin ruedecillas al verano siguiente, pero tenía que reconocer que la sola idea de ver a una de las dos niñas en el suelo le había tentado muchas veces a romper su promesa.

—Luz: El tío Peter nos ha estado ayudando desde hace casi una semana —dijo, balanceando la mano de su madre—. Todos los días, después de la merienda y antes de empezar con los deberes. Hemos aprendido mucho, mamá. Eso dice el tío Peter.

—Lali: Ya lo veo —dijo, mirando a Peter con infinito agradecimiento—. Estoy muy orgullosa de ti — le dijo a Luz, dándole otro abrazo—. De las dos — añadió, abrazando a Aleli que había regresado con la ayuda de Peter a la entrada de la casa—. Estoy muy orgullosa de ti, cielo.

—Aleli: Gracias, mamá —dijo, radiante de felicidad y orgullo—, pero el tío Peter me ha ayudado.

—Lali: Eso me han dicho —dijo, alzando los ojos hasta Peter que estaba justo detrás de la niña, sujetando la bicicleta, con los ojos brillantes de orgullo.

No fue la primera vez que Lali pensó en que Peter habría sido un padre maravilloso.

«Oh, Peter».

Una profunda tristeza se apoderó de su corazón al pensar en las muchas carencias y sacrificios en la vida de Peter. Entre ellos, el sacrificio que hizo por su hermano, un hermano que ni siquiera se había molestado en darle las gracias ni había sabido apreciar el maravilloso y desinteresado regalo que le había dado.

Pero ella no lo había olvidado. Ella era plenamente consciente del maravilloso regalo que les había concedido.

Sintió ganas de abrazarlo y hacerle saber lo importante que había sido para ella.

De no ser por él, ella jamás habría tenido a sus dos maravillosos milagros.

—Lali: Peter, gracias —susurró ella, dándole un abrazo, con los ojos cargados de lágrimas.

Aleli, que por un momento quedó atrapada en medio de los dos cuerpos adultos, se deslizó rápidamente y echó a correr hacia su hermana, que se estaba montando en su bicicleta.

—Peter: ¿Por qué? —preguntó él, sorprendido, sin entender muy bien ni las gracias ni el abrazo.

«Por mis hijas», pensó ella para sus adentros.

—Lali: Por... todo —dijo en voz alta.

Ignorando las lágrimas que pugnaban por derramarse de sus ojos, Lali buscó la mirada de Peter. Peter deslizó los brazos por su cintura, sin dejar de mirarla a los ojos.

—Peter: Para mí, es más que un placer.

Y a pesar de que las niñas estaban sólo a unos metros, Peter bajó la cabeza y la besó. Lali se apretó contra él, aceptándolo, y respondiendo apasionadamente.

Era la sensación más maravillosa del mundo, pensó él, tener a la madre de sus hijas, a la mujer que siempre había amado, entre sus brazos y respondiendo tan maravillosamente a sus caricias.

—Aleli: Tío Peter!!! —tiró de los pantalones de Peter—. Tío Peter, ¿estás besando a mamá?

Reprimiendo una carcajada, Peter se echó hacia atrás, sin dejar de mirar a Lali a los ojos.

—Peter: Sí, cielo, supongo que sí —dijo, sin soltarla.

Era mejor que las niñas se fueran acostumbrando a verle besar a su madre, pensó, porque pensaba hacerlo con mucha frecuencia.

Frunciendo el ceño, Aleli insistió:

—Aleli: ¿Porqué?

—Luz: Los mayores siempre se besan —le informó, acercándose a ellos con el casco en la mano.

—Aleli: ¿Por qué? —volvió a insistir, esta vez dirigiendo su atención a su hermana.

—Luz: No lo sé —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero los mayores siempre se están besando en la tele —añadió con una risita.

—Aleli: Qué raros —dijo con el ceño fruncido, y miró a su madre y a su tío—. Si ya terminaron de besarse, ¿podemos cenar? Tenemos hambre.

Riendo, Peter apoyó la frente contra la de Lali, y pensó que era el hombre más feliz del mundo.

Continuará...