CAPÍTULO VEINTISIETE

Después de meter una tanda de paquetes en el coche, Lali se detuvo un momento a contemplar las oscuras nubes que cubrían prácticamente el cielo, anunciando lluvia o nieve.

Volvió a entrar en el apartamento y dejó la puerta entreabierta para poder salir sin dificultad cuando volviera al coche otra vez cargada. Tenía los pies mojados de andar por los charcos y como aquellas eran las zapatilla que pensaba llevar puesta en el viaje a Missouri se las quitó, y las puso dentro a secar, dejando la puerta abierta.

Subió al dormitorio y allí se cambió los zapatos y cerró la última maleta. Lo único que le quedaba por hacer era escribir una nota a Philip Whitworth, y ya podría marcharse. Después de limpiarse las lágrimas que la cegaban, cogió la maleta y la llevó abajo.

Cuando se encontraba en la mitad del salón, oyó unos pasos por detrás, a sus espaldas, que se acercaban desde la cocina. Se volvió inmediatamente y se quedó boquiabierta al reconocer a Peter, que avanzaba hacia ella con una mirada inescrutable. Sabía lo de Philip, no cabía duda.

Lali horrorizada, soltó la maleta de golpe y retrocedió lentamente.

—Quédate ahí. No te muevas –le ordenó él cuando empezó a retroceder.

Lali se quedó quieta.

—¿No tenías que estar… en la reunión de empresarios americanos?

—Verás, yo mismo me he hecho esa misma pregunta varias veces en lo que va del día, teniendo en cuenta que he dejado plantados a siete hombres que necesitaban mi voto para unos asuntos de vital importancia.

Lali reprimió una sonrisa nerviosa; Peter podía estar tenso y cansado, pero no furioso, lo que significaba que no sabía nada acerca de Philip.

—Me volví a hacer la misma pregunta cuando he hecho salir a una pobre ancianita de un taxi porque tenía miedo de llegar demasiado tarde.

—Bien, ya estás aquí –dijo Lali con voz trémula—. ¿Qué quieres?

—Te quiero a ti.

—Ya te he dicho…

—Ya sé lo que me has dicho. Me has dicho que soy demasiado cínico para ti, ¿no es cierto? –ella asintió—. Mira, Lali, sólo has trascurrido dos meses desde lo de Harbor Springs, y sin embargo, tengo la impresión de que he madurado mucho desde entonces. Así que voy a ir descargando el coche y tú ve deshaciendo las maletas y volviendo a poner la ropa en su sitio.

—Vuelvo a Missouri, Peter.

—No. Tú eres mía, y si te niegas a admitirlo, me veré obligado a llevarte a la cama y demostrártelo allí.

Lali sabía que era muy capaz de llevar a cabo su amenaza, así que retrocedió otro paso por si acaso.

—Lo único que demostrarías con eso es que eres más fuerte que yo. ¡No te das cuenta de que yo no te pertenezco porque no quiero!

—Pues yo sí quiero pertenecerte a ti. Considerando que soy cínico e inmoral –prosiguió con amargura—. Piensa en las mejoras que podrías llevar a cabo en mi carácter.

Lali sintió ganas de reír y de llorar. Iba a caer en el error de convertirse en la secretaria enamorada de su jefe, presentándose a una aventura secreta, con la esperanza de que él terminase amándola. Iba a pisotear ella misma su orgullo y su propio respeto, arriesgándose a que algún día Peter averiguase su relación con Philip Whitworth y llegara a odiarla.

—Lali –susurró Peter con voz ronca—. Te amo –y al ver los ojos cuajados de lágrimas de Lali, añadió—: No se te ocurra llorar. Es la primera vez que le digo esto a una mujer, y yo…

De pronto, Lali se refugió entre sus brazos sin poder contener los sollozos.

—Eres un hombre maravilloso –dijo Lali con un hilo de voz—. Eres el hombre más maravilloso…

Entonces Peter la besó; la besó con rabia, con voracidad, con pasión, con ternura… y aún no le preció suficiente. Y después la estrechó contra su corazón palpitante, procurando reprimir sus deseos. Lali levantó hacia él los ojos.

—No, Lali. Ahora no. No voy a llevarte inmediatamente a la cama, como hice en Harbor Springs.

Lali sonrió.

—¿Tienes hambre? Si quieres, puedo prepárate algo…

Peter la besó en la frente.

—Le diré a mi asistente que me preparo algo mientras me ducho. Después voy a dormir, porque esta noche no he conseguido pegar ojo. Y te aconsejo que tú duermas también, porque esta noche, cuando volvamos de la fiesta, no pienso dejarte dormir hasta por la mañana.

En menos de un cuarto de hora, Peter la ayudó a descargar el coche.

—Te pasaré a recoger a las nueve –le dijo antes de marcharse—. La fiesta es de etiqueta. ¿Tienes algún vestido apropiado?

Lali detestaba tener que ponerse un vestido de la amiguita de Philip, pero, dadas las circunstancias, no le quedaba otro remedio.

—Pero… ¿Dónde vamos exactamente?

—Al baile benéfico para el hospital infantil, en el hotel Westin. Yo soy uno de los patrocinadores y asisto todos los años.

—habrá muchísima gente… y nos verán juntos –murmuró Lali preocupada.

—Todo el mundo nos verá juntos… por eso quiero que vengas conmigo. Dime, ¿tiene algo de malo?

—Nada, en absoluto. Además, yo iría contigo a cualquier parte.

Continuará...