CAPÍTULO 64

Lali encontró a Peter revisando la lona del circo por si había desgarrones.

—Lali: ¡Peter! ¡Se han llevado a Glenna!

—Peter: ¿Qué?

Le explicó lo que había averiguado, y  Peter la miró con gravedad.

—Peter: Vamos a hablar con Euge.

La dueña del circo estaba sentada tras el escritorio del vagón rojo ocupándose del papeleo. Tenía el pelo recogido y estaba vestida con un mono color caqui con el cuello adornado con un bordado de estilo mexicano. Lali se puso delante de  Peter para enfrentarse a ella.

—Lali: ¿Qué has hecho con Glenna?

Euge levantó la vista.

—Euge: ¿Por qué quieres saberlo?

—Lali: Porque soy yo quien se encarga de la casa de fieras. Es uno de mis animales y está bajo mi cuidado.

—Euge: ¿Perdón? ¿Uno de tus animales? Me temo que no.

—Peter: Ya basta, Euge—la interrumpió  Peter. —¿Dónde está la gorila?

—Euge: La he vendido.

—Peter: ¿La has vendido? —la increpó él.

—Euge: Por si no lo sabías, el circo de los Hermanos Quest está de rebajas. Como todos se quejaban de la casa de fieras, he decidido venderla.

—Lali: ¿No crees que deberías habérmelo dicho?

—Euge: Pues la verdad es que ni se me pasó por la cabeza. —Se levantó del escritorio y llevó un fajo de documentos al archivador.

Lali dio un paso adelante cuando Euge abrió uno de los cajones.

—Lali: ¿A quién se la has vendido? ¿Dónde está?

—Euge: No sé por qué estás tan disgustada. ¿No era a ti a quien le gustaba decir a todo el mundo lo inhumana que era nuestra exhibición de fieras?

—Lali: Eso no quiere decir que quisiera que vendieras a Glenna. Quiero saber adónde se la han llevado.

—Euge: A un nuevo hogar. —cerró el cajón.

—Lali: ¿Adónde?

—Euge: ¿Estás interrogándome?

Peter apoyó la mano en el hombro de Lali.

—Peter: ¿Por qué no vuelves con los animales y dejas que yo me encargue de esto?

—Lali: Quiero saber dónde está.  Peter, tengo que decirle un montón de cosas sobre las costumbres de Glenna al nuevo propietario. Odia los ruidos fuertes y le dan miedo las personas que llevan sombreros grandes. —Se le puso un nudo en la garganta al pensar que no vería otra vez a la dulce gorila. Quería que Glenna tuviera un nuevo hogar, pero le habría gustado poder despedirse de ella. Recordó la manera en que a la gorila le gustaba asearla y se preguntó si alguno de sus nuevos cuidadores le dejaría hacerlo. Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. —Le encantan las ciruelas. Tengo que decirles lo de las ciruelas.

Peter le dio un dulce beso en la frente.

—Peter: Escribe una lista y me aseguraré de que la lean. Ve, ahora tengo que hablar con Euge.

Lali quiso protestar, pero se dio cuenta de que Peter tendría más posibilidades de conseguir que Euge colaborara si estaban solos. Se dirigió a la puerta, pero se detuvo en el umbral y volvió la mirada hacia la dueña del circo.

—Lali: Ni se te ocurra hacerlo de nuevo, ¿me oíste? La próxima vez que vendas un animal, quiero saberlo antes. Y también quiero hablar con el nuevo propietario.

Euge arqueó las cejas.

—Euge: No puedo creer que te atrevas a darme órdenes.

—Lali: Pues créetelo. Y será mejor que me hagas caso. —Se dio la vuelta y los dejó solos.

Durante un rato, ni Euge ni Peter abrieron la boca. Peter dudaba que el discurso de Lali hubiera intimidado a Euge, pero se sintió orgulloso de que su esposa se hubiera defendido sola. Observó a su antigua amante y sólo sintió asco.

—Peter: ¿Qué te pasa, Eugenia? Siempre has sido una mujer dura, pero nunca fuiste cruel.

—Euge: No sé de qué te quejas. A ti tampoco te gusta la exposición de fieras.

—Peter: No te hagas la tonta. Querías hacerle daño a Lali y lo has conseguido. La utilizas a ella para hacerme daño a mí y no pienso consentirlo.

—Euge: No seas creído, no eres tan importante.

—Peter: Te conozco, Euge. Sé cómo piensas. Todo iba bien mientras la gente pensaba que Lali era una ladrona, pero ahora que saben la verdad, no puedes soportarlo.

—Euge: Hago lo que me da la gana, Peter. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

—Peter: ¿Dónde está la gorila?

—Euge: No es asunto tuyo. —Euge salió de la caravana tras fulminarle con la mirada.

Peter se negó a ir tras ella, no pensaba darle la satisfacción de tener que pedirle nada. Se acercó al teléfono.

Tardó un día en localizar al distribuidor al que Euge había vendido la gorila. El distribuidor le pidió el doble de lo que le había pagado a Euge por el animal, pero Peter no regateó.

Buscó un hogar confortable para Glenna y, el miércoles de la semana siguiente, pudo decirle aLali que su gorila se acababa de convertir en la nueva residente del zoo Brookfield de Chicago. Lo que no le dijo fue que había sido su dinero el que lo había hecho posible.

Lali rompió a llorar y le dijo que era el marido más maravilloso del mundo.

Continuará...

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Que lindo Peter!... mmm... a ver como reacciona cuando Lali le cuente lo del bebé!

Ya volví! GRACIAS POR ENTENDER!!!.... ^-^

+30 firmitas y más!!!