BIENVENID@S - YA PODÉS DESCARGAR EL NUEVO BONUS "El Camino Del Sol" - Twitter @Fics_Laliter - Correo: Ficslaliter123@gmail.com

martes, 30 de junio de 2015

CAPÍTULO 19



En un día soleado y luminoso, Peter sonrió fríamente ante el entusiasmo de Nina por la fiesta al aire libre de Darfield. Por ella, estaba dispuesto a soportar el parloteo de los curiosos durante horas si hacía falta, pero, cuando salió al mirador con Nina del brazo, oyó la risa suave de Lali, que lo conmocionó. Por alguna razón, no había pensado que ella fuese a estar allí.

Con el estómago revuelto, saludó muy serio a Agustín y a Candela, luego besó a su madre, que había llegado antes con tía Paddy. Después creyó prudente sentarse lo más lejos posible de Lali. Sólo entonces cedió a la tentación de mirarla.

—Excelencia, ¡has llegado justo a tiempo! —insistió Paddy, eufórica—. ¡No conseguimos ponernos de acuerdo, de verdad! ¿Nos ayudas?

—Lo intentaré, tía. ¿Cuál es el problema? —preguntó, mirando de reojo a Lali, que sonreía serena, con la vista fija en un punto en el centro del grupo. Le dio la impresión de que estaba decidida a no mirarlo.

—Como te casas en la catedral de St. Gastón a las once en punto de la mañana...

—Un viernes —aclaró la señora Clark.

—Un viernes, y es una boda estival, he pensado que los bancos deberían adornarse con lilas del valle, pero tu querida madre propone las rosas blancas.

Peter intercambió una mirada de hastío con Agustín.

—Lo que decida Nina me parecerá perfecto. —Sonrió a su futura esposa; ella le devolvió la sonrisa con un tímido sonrojo.

—¡No nos eres de mucha ayuda! Muy bien, vamos a ver qué piensa la condesa de Bergen —decretó la anciana, y se volvió tan bruscamente que los tirabuzones que le caían por la cara le botaron como ristras de choricillos.

Lali alzó la cabeza de pronto y su sonrisa serena se esfumó.

—¿Qué pienso yo? C-cualquiera de las dos quedarán preciosas —murmuró, indecisa, ante el gesto de asentimiento de Paddy.

—Vamos, ¿qué piensa de verdad? —insistió ésta, ceñuda.

—No tiene por qué tener una opinión —le comunicó rotundamente lady Thistlecourt.

Paddy se puso nerviosa, para terror de las mesas de julepe.

—Paddy, ¿y si las mezclamos, lilas y rosas? —intervino Elena discretamente, por impedir una discusión inminente.

—¿Lilas y rosas? ¡Qué cosa más rara! —musitó la señora Clark. Paddy soltó un bufido ante lo que obviamente consideraba una propuesta descabellada y miró a Lali, expectante.

Ella palideció y miró nerviosa las baldosas.

—Yo... no sé—musitó.

—Oh, vamos, querida, ¿qué flor prefiere?

—Yo adoro las gardenias —soltó de pronto la señora Clark—. ¿Usted no, condesa de Bergen?

Lali respondió a la pregunta atragantándose con un sorbo de ponche y mirando a la señora Clark con los ojos muy abiertos.

—Cielo santo, ¿qué le ocurre, condesa de Bergen? —exclamó Elena levantándose de inmediato.

—¡Nada! —exclamó Lali, histérica, e intentó despachar a la duquesa con un gesto de la mano, pero Elena ya estaba junto a ella. Presa del pánico, se levantó tambaleándose, miró a Peter un segundo y después posó los ojos en la señora Clark—. ¿S-se pueden c-creer que no tolero el azúcar? —respondió, nerviosa—. No sabía que el ponche estaba azucarado y he bebido un buen trago y... ¡sencillamente no puedo tomar azúcar! —Sonrió alegre.

Demasiado alegre, pensó Peter. La alusión a las gardenias la había trastornado mucho. Bien. Esperaba que sufriese al menos un poco. Como sufría él.

—Pero ése es el segundo —observó la señora Clark.

—¿Ah, sí? —inquirió Lali, dubitativa. Volvió a reír y dejó con cuidado el ponche en la mesa—. Creo que lo que me hace falta es un poco de aire.

«Sí, un poco de aire», pensó Peter con sequedad.

—¡Qué idea tan estupenda! ¿Le importaría mucho que diéramos un paseo juntas por los jardines? —inquirió Nina.

Peter miró boquiabierto a su prometida. Era impropio de ella, muy impropio. La escudriñó, preguntándose, nervioso, qué tramaba, pero ella le esquivó la mirada.

—Vaya, m-me parece una idea estupenda —contestó Lali serena, contradiciendo el gesto perplejo de su semblante.

De pronto muy incómodo, Peter miró a Nina, luego a Lali y después a Nina otra vez. Cuando las dos mujeres enfilaron el sendero del jardín, Peter miró a su madre. Elena le devolvió una mirada de intriga; lady Whitcomb, sentada junto a Elena, le lanzó una de odio.

—Uf, presiento que va a haber problemas —señaló Agustín siguiendo con la vista a las dos mujeres.

Peter se volvió hacia él, horrorizado. Agustín soltó una risita.

—¡Probablemente vuelvan decididas a decorar de lilas, rosas y gardenias todos los bancos! —Y se encogió de hombros al ver que Peter cerraba los ojos y meneaba la cabeza.


Mientras caminaban, Nina se agarraba nerviosa las costuras del vestido, preguntándose qué demonios hacer a continuación. ¡Ojalá Peter no hubiese mirado a la condesa de Bergen como lo había hecho! Se había propuesto no disgustarse, pero, Señor, no podía evitarlo. Aquella mirada era tan distinta; a ella nunca la había mirado así. Y cuando la condesa se había levantado de repente, visiblemente desconcertada por algo, su instinto femenino la había advertido de que debía hacer algo para poner fin a lo que había entre Peter y aquella noble. Pero Nina no era una mujer impetuosa y ahora que había conseguido apuntarse al paseo de Lali, se sentía incapaz de abordar aquel tema tan delicado.

—A lady Darfield se le dan muy bien las plantas —observó la condesa—. Tengo entendido que ha plantado todas estas rosas ella misma.

—A... a mí me gustaría plantar rosas en Sutherland Hall cuando me case —espetó Nina, inquieta.

Lali no dijo nada, pero desvió la mirada hacia las rosas. Ya no había vuelta atrás, se dijo Nina y, aprensiva, se lanzó al ataque.

—Tengo muchas ganas de casarme, ¿sabe? Peter es buenísimo conmigo, a pesar de que yo no soy en absoluto tan... excitante como otras mujeres a las que podría haber elegido.

—Ah —murmuró la condesa de forma casi inaudible—. Estoy segura de que el duque la considera perfecta.

Nina rió sin ganas.

—No estoy segura de lo que piensa, pero yo..., es decir, él... —se le escaparon las palabras. Sinceramente, no sabía cómo expresar su frustración y su miedo. Miró de reojo a la condesa de Bergen, que tenía la vista fija en el sendero por el que avanzaban y se mordía el labio inferior. Parecía angustiada y esa angustia le proporcionó a Nina la pizca de valor que necesitaba para seguir adelante—. Lo cierto es que desconozco la intensidad de sus sentimientos, pero estoy convencida de que me quiere mucho. Dice que seré una buena esposa para él. Y está completamente de acuerdo en que nuestro compromiso es muy acertado... e importante. —Con una mueca de dolor, la joven hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas.

—Sí, ya veo que es un enlace muy importante —murmuró Lali por lo bajo.

Sorprendida por el efecto que, al parecer, estaba teniendo en ella, Nina inspiró hondo y se armó de valor.

—Sí, como es natural, dado que se trata de un duque, su matrimonio es muy importante por una serie de razones. Seguramente es usted consciente de que nuestro enlace atañe a muchos. Mi padre y Peter son muy influyentes en la Cámara de los Lores, ya lo sabe, y, por supuesto, comparten intereses en algunas fábricas del sur. Todo el mundo está pendiente de lo que hacen. Es una responsabilidad muy grande y si, Dios no lo quiera, algo sucediese, sería horrible... no sólo para mí, sino, como comprenderá, también para muchos otros.

—Sí.

La respuesta de la condesa fue aún más parca que la anterior; parecía estar poniéndose enferma. Dieron la vuelta al fondo del jardín e iniciaron el camino de regreso al mirador y al césped, donde se estaba preparando una partida de bolos sobre hierba. Lady Paddington las llamó, haciéndoles una seña para que se unieran al juego. La prometida del duque sonrió y saludó con la mano, pero se detuvo en medio del sendero y obligó a pararse a su acompañante. Envalentonada por la visible congoja de la condesa, se volvió y le plantó cara.

—Sinceramente, señora, nuestro enlace es muy importante. No soy yo sola la que lo desea fervientemente, sino también Peter y nuestras familias. Entenderá que, si... si algo sucediese, arruinaría mi reputación. Y a mí... a mí me destrozaría perderlo. —Hala, ya lo había dicho. Se sintió muy aliviada.

La sangre pareció abandonar el semblante de la condesa, sus ojos se pusieron vidriosos y de inmediato miró al suelo que había entre las dos.

—Lady Nina, no tiene motivo de preocupación. Como bien ha dicho, su excelencia la quiere mucho. No se me ocurre qué podría cambiar eso —dijo y, despacio, con cautela, levantó la vista.

Había ganado. ¡Cielo santo, había ganado!

—Confiaba en que dijera eso —murmuró Nina. De pronto, sintió la necesidad de apartarse de aquellos ojos—. Veo que han empezado a jugar a los bolos. Me gustaría mucho participar. ¿Me disculpa? —No esperó su respuesta; se marchó aprisa, con el corazón aporreándole el pecho. Casi voló hasta el césped y se unió sonriente a los demás. En su vida se había sentido más triunfadora.


Humillada, Lali la siguió despacio, procurando ignorar el saludo insistente de lady Paddington. Un intenso sentimiento de culpa amenazaba con asfixiarla mientras meditaba la súplica apenas velada de lady Nina.

Falta de toda energía, se dirigió al césped, sintiéndose como una fulana. Cuando llegaba al borde del césped, la bola azul de la señora Clark se desvió y se coló en un cenador que bordeaba la rosaleda.

—¡Vaya! ¿Me la puede coger, querida? —le pidió a gritos la señora Clark.

Lali le hizo un gesto con la mano y se dirigió velozmente al cenador. Ya dentro, se desplomó en un banco de hierro forjado y respiró hondo un par de veces procurando recobrar la compostura. Oyó ruido a su espalda y se volvió de un brinco, medio esperando encontrarse a lady Nina. Pero era Peter quien se encontraba a la puerta del cenador, con las manos a la espalda y sus ojos verdes fijos en el rostro de ella.

—¿Te... te encuentras bien? —quiso saber, vacilante.

Lali se levantó como un resorte.

—N-no... no encuentro la pelota —mintió.

—Está ahí —se limitó a decir él, señalando a la derecha de Lali, donde se encontraba la pelota, bien visible. Se le encendió la cara de vergüenza.

—¡Ah, pues ya está! —Trató de reír mientras la cogía de prisa. Se dispuso a salir, con la pelota pegada al pecho, pero Peter le tapó el paso—. Ahora que ya la tengo, debo volver inmediatamente...

—Lali, ¿te encuentras bien? —le preguntó con ternura.

No podía mirarlo, ni oír su voz. Algo en su interior se hacía trizas y le provocaba un torrente de lágrimas.

—Sí, claro que sí —insistió, e intentó pasar por delante.

Peter la retuvo por el brazo.

—¿Te... te ha disgustado Nina?

Lali se puso como un tomate. «Mantente firme. Que no se te note. Que no se te note.»

—En serio, tengo que devolverles la pelota... —insistió de nuevo, serena.

Ansiaba mirarlo, pero estaba a punto de ponerse a llorar. Tragó saliva, convulsa, para aliviar la horrenda mezcla de culpa y anhelo que empezaba a brotarle en el pecho.

—Mírame.

Ella se negó en redondo a mirarlo.

—Llegamos a un acuerdo —murmuró, desesperada.

—¿Un acuerdo? ¿Qué acordamos? ¿Que no volveríamos a hablar? —preguntó él con aspereza—. ¿Que no volverías a mirarme a los ojos? No recuerdo haber acordado nada, ¡y menos aún eso!

Lali cerró los ojos y se armó de valor. No iba a sucumbir, no.

—Por favor, tengo que irme...

—¡Mírame! —le exigió él, apretándole el codo. Presa del pánico, Lali se zafó de él al tiempo que se volvía hacia él.

—¡No puedo mirarte! ¡No lo soporto! —gritó—. ¡Llegamos a un acuerdo!

Él la miró atónito.

—Tienes razón —le dijo con voz dulce—. Llegamos a un acuerdo. Coincidíamos en que hay algo innegable y muy fuerte entre nosotros. —Con cautela, se acercó un paso. Sus tiernos ojos verdes se volvieron un instante a mirar a los otros invitados por entre las ramas del cenador, luego regresaron a ella y atravesaron su rabia—. No pretendo torturarte, ángel, pero no consigo sacarte de mi cabeza.

Cielo santo, ni ella tampoco a él, y por eso casi lo odiaba.

—Por favor, no digas eso. No lo digas —le susurró y, apretando con fuerza la pelota azul, salió del cenador.

Continuará...

++10 :(

15 comentarios:

  1. Otrooooooooooooooooooooo

    ResponderEliminar
  2. jajaja me da risa que nina no queria hacerlo y no podia y que lali tampoco queria eso y ella sabia lo que queria y nina casi no lo dice y luego peter va a terminar con lo que nina le pidio :(

    ResponderEliminar
  3. mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas

    ResponderEliminar
  4. por que peter le va a decir eso!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  5. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  6. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

    ResponderEliminar
  7. siguee!! me encantaaa!

    ResponderEliminar
  8. mira con la mosquita muerta... ha sacado lasa garras!

    ResponderEliminar
  9. Pobre Lali como le va a decir esas cosas Peter es un tierno e histérico pero la q va a quedar mal parada es ella no tanto él.

    ResponderEliminar
  10. Ja se cree que gano.. TONTA! Más!!

    ResponderEliminar
  11. Peter insiste ,aún sigue con la insulsa ,es un caradura importante.
    La k está padeciendo d verdad es Lali

    ResponderEliminar