Capítulo CUARENTA

Al estar familiarizada con el arreglo de la casa, Lali lo llevó a un pequeño jardín de invierno al aire libre. El techo unido circular se apoyada con esbeltas columnas y débilmente iluminado con antorchas. 

Apoyado en el lado de la casa, Peter cerró los ojos y aspiro el aire fresco y dulce. Parecía un hombre que acababa de salir de una larga brazada bajo el agua. 

Lali estaba cerca, mirándolo con preocupación. 

–Lali: ¿Hay demasiado ruido ahí dentro? 

—Peter: Demasiado de todo — murmuró. Después de un momento, entornados los ojos abiertos. — Gracias. 

—Lali: No hay de qué. 

—Peter: ¿Quién era ese hombre? 

—Lali: ¿Cuál? 

—Peter: Con el que la vi bailar. 

—Lali: ¿El señor Chickering? — Su corazón se sentía mucho más ligero al darse cuenta de que lo había notado. — Oh, él es un caballero muy agradable. Ya lo había conocido antes en Londres. — Hizo una pausa. — ¿También llego a ver que me habló Belén? 

—Peter: No 

—Lali: Bueno, lo hizo. Parece convencida de que usted y ella se casarán. 

No hubo cambios en su expresión. 

—Peter: Tal vez lo hagamos. Es lo que se merece. 

Lali no sabía cómo responder a eso. 

—Lali: ¿Ella le importa? 

Peter le dio una mirada burlona. 

—Peter: ¿Cómo, no debería? 

Profundizo su ceño fruncido. 

—Lali: Si usted va a ser sarcástico, será mejor que entre. 

—Peter: Vaya, pues. — Cerró los ojos otra vez, sin dejar de apoyarse en la pared. 

Lali tuvo la tentación de hacer precisamente eso. Sin embargo, mientras miraba su brillante rostro, una ola de ternura inexplicable se extendió por ella. 

Parecía tan grande e invulnerable, sin ninguna señal de emoción con excepción de la arruga entre sus cejas. Pero ella sabía que estaba alterado. A ningún hombre le gustaba perder el control, especialmente a uno cuya vida había dependido tan a menudo en su capacidad de gobernarse a sí mismo. 

¡Oh, cómo deseaba decirle que su casa secreta estaba cerca. Ven conmigo, diría, y yo te llevaré a un lugar tranquilo y hermoso... 

En lugar de eso sacó un pañuelo de un bolsillo oculto en su vestido, y se acercó a él. 

—Lali: Estese quieto — dijo. Se paro de puntitas quitando cuidadosamente el sudor de su rostro con un pañuelo. 

Y él lo permitió. La miró mientras le pasaba el pañuelo por el rostro, con la boca sombría. 

—Peter: Tengo estos momentos de. . . locura — dijo con brusquedad. — En medio de una conversación, o haciendo algo completamente normal, se presenta una visión en mi cabeza. Y luego hay un momento de blancura, y yo no sé lo que acabo de decir o hacer. 

—Lali: ¿Qué tipo de visión? — Preguntó. — ¿Las cosas que vio en la guerra? 

Su gesto fue casi imperceptible. 

—Lali: Eso no es locura. 

—Peter: Entonces, ¿qué es? 

—Lali: No estoy segura. 

Una risa sin humor se le escapó. 

—Peter: Usted no tiene ni una maldita idea de lo que estamos hablando. 

—Lali: Oh, ¿Cree que no? — lo miró fijamente, preguntándose hasta qué punto podía confiar en él. El instinto de autoconservación luchó con su deseo de ayudarlo de compartir con él. “¡La audacia de ser mi amigo!" Pensó con tristeza, recordó su frase favorita de Shakespeare. 

Muy bien. Ella le diría el secreto vergonzoso que nunca había contado a nadie fuera de su familia. Si eso lo ayudaba, el riesgo valía la pena. 

—Lali: Me robo las cosas — dijo sin rodeos. 

Eso llamó su atención. 

—Peter: ¿Perdón? 

—Lali: Las pequeñas cosas. Cajas de rapé, lacre, baratijas. Nunca intencionalmente. 

—Peter: ¿Cómo se roban las cosas sin querer? 

—Lali: Oh, es horrible — dijo con seriedad. — Voy a una tienda, o a la casa de alguien, veo un pequeño objeto. . . podría ser algo tan valioso como una joya, o tan insignificante como un trozo de cuerda. . . y la sensación más terrible se apodera de mí. Una especie de ansiedad, de inquietud. . . ¿Ha tenido alguna vez una picazón tan horrible que debe rascarse o morir? ¿Y, sin embargo no puede? 

Sus labios temblaban. 

—Peter: Sí. Generalmente en una bota militar, mientras estaba de pie en el agua hasta las rodillas en una zanja. Mientras nos disparan, eso garantiza de forma absoluta una picazón inalcanzable. 

—Lali: Mi Dios. Bueno, trato de resistir, pero la sensación empeora hasta que finalmente tomo el objeto y lo guardo en mi bolsillo. Y luego después, cuando vuelvo a casa, estoy abrumada por el remordimiento y la vergüenza, y tengo que encontrar la manera de devolver las cosas que tomé. Mi familia me ayuda. Y es mucho más difícil devolver algo que robarlo. — Hizo una mueca. — A veces ni siquiera estoy plenamente consciente de hacerlo. Es por eso que fui expulsada de la escuela. Tenía una colección de cintas para el cabello, talones de lápiz, libros. . . y traté de regresar todo, pero no podía recordar de donde lo tome. — lo miró con cautela, preguntándose si iba a encontrar la condena en su rostro. 

Pero su boca se suavizó, y sus ojos eran cálidos. 

—Peter: ¿Cuándo empezó? 

—Lali: Después de que mis padres murieron. Mi padre se fue a la cama una noche con dolores en el pecho, y nunca despertó. Pero fue aún peor con mi madre. . . dejó de hablar, comía poco, y se retiró de todo y de todos. Murió de pena un mes después. Yo era muy joven, y egocéntrica, supongo, porque me sentí abandonada. Me pregunté por qué ella no me había amado lo suficiente como para quedarse. 

—Peter: Eso no quiere decir que sea egocéntrica. — Su voz era tranquila y amable. — Cualquier niño habría reaccionado de esa manera. 

—Lali: Mi hermano y hermanas cuidaron muy bien de mí — dijo Lali. — Pero no pasó mucho tiempo después que nuestra Madre se había ido que mi problema apareció. Es mucho mejor de lo que solía ser. . . cuando me siento tranquila y segura, ya no robo nada. Es sólo en los momentos difíciles, cuando me siento incómoda o ansiosa, que lo hago — Miró a Peter compasivamente. — Creo que su problema se desvanecerá con el tiempo, como el mío lo ha hecho. Y quizá pueda volver de vez en cuando, pero sólo brevemente. No siempre será así de malo. 

Las antorchas ardían en los ojos de Peter mientras la miraba. Extendió la mano y la atrajo hacia sí con ternura lenta, impresionante. Una de sus manos tomo su mandíbula, sintió sus largos dedos callosos. Para desconcierto de Lali, apoyo la cabeza en su hombro. Sus brazos estaban alrededor de ella, y no se había sentido alguna vez tan maravilloso. Se apoyó contra él en un sueño de placer, sintiendo la subida y la caída incluso de su pecho. Él jugó con los mechones pequeños en la nuca, el roce de su dedo pulgar sobre su piel, el envío de un temblor extasiado en la espalda. 

—Lali: Tengo un gemelo de plata suyo — dijo vacilante, con la mejilla pegada a la tela lisa de la chaqueta. — Y una brocha de afeitar. Fui a devolverle la brocha, y le robe el gemelo en su lugar. He tenido miedo de intentar regresarlos, porque estoy bastante segura de que sólo terminare robando otra cosa. 

Un sonido de diversión agitaba en su pecho. 

—Peter: ¿Por qué tomar la brocha de afeitar, en primer lugar? 

—Lali: Ya le dije, no lo puedo evitar 

—Peter: No. Quiero decir, ¿Sobre que se sintió ansiosa? 

—Lali: Oh, eso no es importante. 

—Peter: Es importante para mí. 

Lali retrocedió lo suficiente como para mirarlo. De ti. Yo estaba preocupada por ti. Pero lo que dijo fue: 

—Lali: No me acuerdo. Tengo que ir a la casa. 

El aflojo sus brazos. 

—Peter: Pensé que no estaba preocupada por su reputación. 

—Lali: Bueno, puedo sobrevivir a un poco de daño — dijo razonable — Pero prefiero no volar en pedazos. 

—Peter: Vaya, pues. – La soltó y ella comenzó a alejarse. — Pero Lali... 

Dejo de andar y lo miró con incertidumbre. 

—Lali: ¿Sí? 

La miraba con diversión. 

—Peter: Quiero de vuelta mi brocha de afeitar. 

Una sonrisa lenta curvó sus labios. 

–Lali: Se la devolveré pronto — prometió, y lo dejo solo en el claro de luna. 

Continuará...

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MMM :D... les dejo el último cap de hoy!

no se pueden quejar subí muchos caps! 

MAÑANA caps imperdiblesssssss!!! enserio ;)

BESOS ENORMES 

GRACIAS POR SUS FIRMITAS y POR LEER!!!

no leemos mañana no? :)