Lali se despertó de mala gana, temiendo el creciente
sentimiento de culpa que tendría que afrontar en cuanto abriese los ojos.
Había dicho muchas cosas, cosas que en ese momento le
gustaría no haber dicho pero que ya era imposible borrar. Peter había herido su
orgullo con todo lo que dijo, por eso lo atacó con saña. Pero su mal
comportamiento no tenía excusa posible.
Lali deseaba ahora haber podido ignorar los comentarios
referentes a Benjamín. Seguía preocupándose por él, de eso no cabía duda. Un
amor como el suyo no muere de un día para otro, incluso ahora que estaba casada
con otro hombre se le hacía difícil pensar que todo eso había acabado para
siempre. Pero no quería hacerle daño a Peter, y no quería ser una mala esposa.
Se preguntó si todavía estaría enfadado con ella... ¿Cómo
podría no estarlo? Tenía que bajar y enfrentarse a él, sin importar las cosas
que pudiese decirle, sin importar lo fríos que pudiesen ser sus ojos verdes.
Salió de la cama sin prisa y se dirigió al armario en busca de su bata. El
agradable aroma del café llegó hasta su nariz. El saber que lo había preparado
Peter le hizo sentir doblemente mal. Soy su mujer —pensó llevada por la culpa—.
Tendría que haberlo hecho yo.
Peter estaba sentado a solas en la cocina, rodeando con
sus manos un tazón de café. Tenía la cabeza apoyada en el alto respaldo de la
silla y su cara de aturdimiento daba a entender que había pasado la noche sin
dormir.
Siempre había sido el primero en aceptar las cosas como eran.
Ahora que había logrado una segunda oportunidad —una oportunidad para volver a
disfrutar de la vida, para cuidar a alguien— y parecía estar tirándola por la
borda. Lali iba a odiarlo, y eso era lo último que deseaba.
Existían muchas diferencias entre ellos, y muy poco
terreno en común. Obviamente, no podía entenderlo. Y, sin duda, él apenas sabía
nada de ella. Pero la entendía mucho más de lo que Benjamín Amadeo podría
haberla entendido jamás. La conocía lo bastante para hacerle daño, y Peter
sabía que tenía que mantener su propio carácter bajo control.
—Lali: ¿Peter?
Oyó su tímida voz desde la cocina. Apoyó descuidadamente
un hombro en el marco de la puerta y la miró en silencio.
Lali se percató de que la mirada de su desaliñado marido
causaba un extraño efecto en su sensibilidad. Sonrió ligeramente, parecía
tranquilo y sereno, pero bajo la superficie latía un fuego abrasador que ella
podía sentir sin dificultad.
—Lali: Has... preparado café —dijo ella en voz baja sin
mirarlo a los ojos—. A partir de ahora lo prepararé yo. Se supone que una
esposa tiene que hacer esas cosas.
A Peter le costó un verdadero esfuerzo no decir que se
suponía que una esposa tenía otras cosas más importantes que hacer respecto a
su marido.
—Peter: Muy bien. Mientras haya café, poco me importa
quién lo prepare —replicó sin énfasis.
—Lali: Te lo estás tomando en un tazón —dijo ella
nerviosa, se dirigió a los armarios y buscó hasta encontrar la porcelana china
que—. ¿No prefieres tomarlo en una taza con platillo?
—Peter: No me importa.
Sacó una taza y un platillo para ella, se sirvió café y
se sentó a la mesa con un leve suspiro de cansancio.
—Peter: ¿Has dormido bien? —preguntó.
Lo miró con intensidad intentando descifrar si se estaba
burlando de ella. Su cara, sin embargo, no mostraba expresión evidente alguna.
—Lali: Sí. Estaba muy cansada.
—Peter: Yo también.
Lali se bebió el café mientras él la observaba
pensativamente.
—Lali: Hoy voy a dedicarme a conocer bien la casa. Voy a
comprobar dónde están las cosas, especialmente las cazuelas y las sartenes para
cocinar...
—Peter: No es necesario. Las Flannery se encargan de
cocinar y limpiar. Puedes cocinar siempre que quieras, pero no me he casado
contigo para que seas mi cocinera o mi sirvienta.
Lali lo miró confundida. Por primera vez, se preguntó por
qué se había casado con ella. Si no necesitaba que alguien cuidase de él, ¿lo
había hecho entonces por lástima? Semejante pensamiento no le dejó buen sabor
de boca.
—Lali: Pero... ¿en qué voy a ocupar el tiempo?
—Peter: En lo que te dé la gana. Puedes ir al pueblo o
quedarte aquí. Puedes hacer todo lo que quieras o nada, lo que desees. No
espero que tu día a día gire en torno a mis actividades, pues mi trabajo será
un tanto errático durante los próximos meses.
—Lali: Muy bien, siempre que vengas a comer...
—Peter: A decir verdad, no comeremos juntos muchas veces.
No suelo venir a casa a horas regulares. Tengo... negocios... que atender en
diferentes zonas, principalmente en Boston.
¿Negocios? Lali estaba demasiado acostumbrada a esa
palabra, y la odiaba con todas sus fuerzas. Qué palabra tan inadecuada para los
hombres, un modo perfectamente aceptable de explicar o enmascarar todo aquello
que querían mantener, oculto. «Así es como funcionan los negocios» Tanto su
padre como Benjamín, como cualquiera de los hombres que había conocido,
utilizaban el mundo de los negocios como excusa para sus errores, sus promesas
no cumplidas o sus ausencias.
Y, al parecer, su marido también sabía cómo usar esa
palabra.
—Lali: ¿Qué tipo de negocios? —le preguntó con
suspicacia.
—Peter: Algo relacionado con la publicidad. ¿Te supone algún
problema? —preguntó con tono sardónico.
A pesar de que un montón de reproches se le acumulaban en
la lengua —«Sí, me supone un problema... No te veré nunca... Nunca seremos un
verdadero matrimonio... Ni siquiera te preocupan mis sentimientos»—, no pudo
expresarlos.
—Lali: Por supuesto que no —respondió fríamente.
Capítulo 30
Apenas pasaba tiempo con su marido.
De hecho, Lali veía tan poco a Peter que durante el día
le costaba recordar que estaba casada. Se la pasaba en el pueblo haciendo nuevas
amistades y matando su tiempo en clubes. Por las noches las cosas eran un poco
distintas, compartían el mismo lecho, pero nunca hacían el amor, y la distancia
que se extendía entre ambos era tan amplia como si hubiesen estado en
diferentes continentes.
Muchas noches llegaba muy tarde a casa y ella ya se había
acostado, sola en su lado del colchón. Se despertaba agitada cuando notaba que
él se metía en la cama, y allí se quedaban los dos, el uno junto al otro, sin
tocarse, hasta que el sueño les podía.
Ambos tenían mucho cuidado de no aventurarse en el
territorio del otro: el lado izquierdo pertenecía a Lali; el derecho, a Peter.
Aunque a veces se dormía sola, le daba la impresión de que su sueño nunca era
profundo o completo hasta que él no estaba a su lado. Había algo extrañamente
reconfortante en el hecho de sentirlo cerca, de oír su profunda e incluso
rítmica respiración, de despertarse en mitad de la noche y observar su oscura
silueta a tan escasa distancia.
Por las noches, cuando Peter llegaba temprano, Lali se
acostaba primera. Siempre cerraba los ojos mientras Peter se desnudaba y se
estiraba a su lado, pero a menudo, cuando ya estaba dormido, los abría y se
recreaba mirándolo.
Cuando Lali regresó esa noche a casa se sorprendió al
encontrar allí a Peter. Era lo bastante temprano para que pudiesen cenar
juntos, algo de lo que casi no habían tenido oportunidad.
Se suponía que comer juntos debía ser algo cálido e
íntimo. Peter ya no era el hombre que se burlaba de ella y la hacía reír, que
la provocaba y la hacía enrojecer con sus seductoras sonrisas. El hombre que
estaba sentado al otro lado de la mesa se estaba convirtiendo cada día más en
un extraño, un extraño cuya mirada no destilaba el más mínimo atisbo de deseo
hacia ella. No parecía querer estar con ella, y su indiferencia era mucho,
muchísimo peor que la rabia.
Lali supuso que la única razón para tal falta de interés
era que se estaba viendo con otra mujer. Tal vez tenía una querida en Boston
—no estaba segura—, pero le dolía pensarlo.
—Lali: ¿Qué tal te ha ido en Boston? —murmuró pinchando
un pedazo de espárrago con el tenedor y llevándoselo a la boca.
—Peter: He tenido algunas dificultades con las
inversiones que quiero realizar. Tendré que volver mañana.
—Lali: Sí, claro —dijo mientras en su mente se sucedían
los pensamientos suspicaces. ¿Viajaba tanto a la ciudad por cuestiones de
negocios o para encontrarse con alguna mujer?
Peter la miró fijamente.
—Peter: ¿Y tú qué tal? ¿Te lo has pasado bien en tu club
con las señoras de Concord? ¿De qué hablaron hoy, huérfanos o veteranos, la
fundación para estudiantes de arte...?
—Lali: Hemos hablado de un subsidio para la sociedad
musical…
—Peter: Ah. No tenía ni idea de que estuvieses tan
interesada en las artes.
—Lali: ¡Pues lo estoy!
—Peter: ¿En serio? ¿Y qué hay de tus antiguas amigas... las
notas y las invitaciones a las cuales te niegas a responder? ¿Qué hay de
aquella rubita que...?
—Lali: Se llama Mery. Y ya sabes por qué no acepto ni sus
invitaciones ni las de ninguna de las mujeres que solía frecuentar. Ya te hablé
de aquella semana... la semana antes de casarnos. Todas se portaron de un modo
horrible conmigo. Jamás olvidaré, ni las perdonaré, por haberme dado la
espalda. No me importa lo muy arrepentidas que estén...
—Peter: Cuidado, cariño. Como dice el refrán, si vives en
una casa de cristal...
—Lali: ¿Por qué te preocupas por ellas? —preguntó
intentando ignorar el extraño y casi doloroso latido de su corazón. A pesar de
haberlo hecho de un modo casual y despreocupado, hacía mucho tiempo que Peter
no la llamaba así. Oh, ¡cuánto habría dado por saber si seguía sintiendo algo
por ella! Allí estaba, sentado, mostrando todo su autocontrol, sin que le
molestase en apariencia sus muestras de temperamento o sus inútiles intentos de
hacerle discutir.
—Peter: No me molestan —dijo con suavidad—. Pero solo un
cobarde le daría la espalda a alguien que intenta pedirle disculpas. Pero haz
lo que quieras.
La suavidad de su voz la hizo estremecer. Se volvió y
salió de la habitación.
Lali solo escuchó el sonido de sus pasos camino del
dormitorio. Segundos después, se sintió débil y cansada, y con la vista fija en
los platos sucios encima de la mesa, y se preguntó cómo era posible que su
vida, que había sido tan estupenda, fuese ahora una completa ruina.
Tal vez Peter acabe dejándome, pensó apenada. Ninguno de
los dos podía aguantar así mucho más tiempo. Quizá Peter decidiese que ya había
tenido bastante y que quería regresar al Sur. No dejaba de ser irónico que ese
pensamiento le produjese un terrible vacío en lugar de tranquilizarla.
¿Por qué ya no entendía nada de lo que sucedía a su
alrededor?
Capítulo 31
El país y la causa.
Había comprado un ejemplar del libro escrito por Peter e
iba a hojearlo en casa con sentimiento de culpa, como si estuviese haciendo
algo prohibido. Grueso y bien encuadernado, el libro apenas crujió cuando lo
abrió. Sola en el salón, Lali fue pasando las páginas como si buscase en ellas
una pista huidiza sobre el hombre con el que se había casado.
El libro contaba la historia de un regimiento de Virginia
durante la guerra, y estaba escrito con un estilo claro y nada retórico. En
ocasiones, la prosa parecía casual, como si se tratase de un artículo
periodístico no editado, en tanto que en otros momentos era absolutamente
precisa.
Poco a poco, el libro fue captando todo su interés pues
entreveía cada vez con más frecuencia retazos de su marido ocultos entre las
páginas. Había extraños detalles de humor y descripciones que, unas veces,
resultaban conmovedoras y, otras, grotescas. Cuanto más se adentraba en el
libro, más descorazonadora se hacía la tarea de comprender a Peter.
Los hombres que conocía parecían criaturas muy poco
complicadas. Les gustaba tontear con las mujeres hermosas. Les gustaba contar
historias de la guerra y mostrarse muy masculinos. Resultaba muy sencillo halagarlos
y engatusarlos.
Pero Peter era diferente a todos ellos. Solo reía cuando
ella le hacía enfadar, o bien se esforzaba por provocarla incluso un poco más.
Sus silencios no le molestaban. Sin duda existía alguna clave, algo que le
permitiría saber qué decirle. Le encantaría saber cómo provocarle una mueca de
desagrado tal como él se la provocaba a ella. Habría dado el brazo izquierdo
por poder derrotarle en una discusión. Pero intentar ver de qué estaba hecho su
corazón era como intentar mirar a través de un muro de piedra.
Hacia la mitad del libro, un capítulo finalizaba sin
acabar de describir una batalla. El siguiente capítulo, sin embargo, daba
comienzo con las palabras: «Escrito en Governor's Island».
—Lali: El campo de prisioneros —susurró sintiendo un frío
estremecimiento ante aquella revelación. Peter nunca la había dicho nada acerca
de semejante lugar. En ambos bandos, Norte y Sur, se sabía que los campos de
prisioneros eran los lugares más desagradables, insanos y peligrosos del mundo.
Unas pocas palabras sobresalían de las siguientes
páginas: «Capturado con ropa de verano... Hacía tanto frío... Los hombres
morían de tifus... Un nuevo brote de sarampión... Intercambios y más
intercambios; los rumores hacían crecer las más altas esperanzas y las peores
depresiones... No teníamos agua...».
Lali cerró el libro con manos temblorosas, totalmente
contrariada. No quería saber qué había hecho Peter durante la guerra, ni cuánto
tiempo había pasado en el campo de prisioneros ni cómo había logrado salir.
No quería saber las respuestas. No quería sentir empatia
por él. No quería dejarse llevar por el impulso de abrazarlo y ofrecerle
consuelo por cosas que habían sucedido hacía mucho tiempo. Todo aquello formaba
parte del pasado, se dijo.
Ahora Peter no necesitaba consuelo o empatia y, sin lugar
a dudas, no necesitaba que ella se le acercase como una tonta.
Cuando llegó la noche y la señora Flannery se presentó
para preparar la cena, Lali se puso a dar vueltas por el salón en el que Peter
estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas. Tenía varias pilas de
periódicos a su alrededor, muy bien ordenadas.
—Lali: ¿Qué estás leyendo? —le preguntó como quien no
quiere la cosa, echándole un vistazo a una de las pilas y alzando la primera
página. Era un periódico de Vicksburg, el Citizen—. Oh, uno de esos viejos...
Qué raro, este papel no es el habitual, es...
—Peter: Está impreso en la parte de atrás de un cartel
—dijo alzando la comisura de la boca en una media sonrisa.
—Lali: ¿Por qué?
—Peter: Hacia el final de la guerra, los suministros
escaseaban, y las fábricas de papel habían sido incendiadas. Algunos periódicos
los imprimieron en papel de embalar, o en carteles, en cualquier cosa que
pudiese entrar en las prensas. Y cuando se acabó la tinta, empezaron a usar
betún para los zapatos.
Lali sonrió, admirada por la persistencia y la
determinación de los periodistas del Sur.
—Lali: Supongo que nosotros, los del Norte, no tenemos
semejante tenacidad, ¿no es cierto? —Ojeó unas cuantas páginas más—. El Mercury
de Charleston. ¿Por qué has guardado este?
—Peter: Lee el titular.
—Lali: «La Unión queda disuelta...» Oh, el anunció de la
secesión de Carolina del Sur...
—Peter: Así es. A la una y cuarto del veinte de diciembre.
El momento en que todo el mundo supo que estallaría la guerra.
—Lali: Y este otro periódico, ¿por qué lo conservaste?
—Peter: Este... Ah, este... —alargó la mano para cogerlo
y lo extendió sobre el sofá; los lejanos recuerdos del pasado suavizaron su
expresión. Lali inclinó la cabeza para mirarlo, sorprendida por la agridulce
sonrisa que se instaló en su boca—. Esto es por lo que mi padre murió.
—Lali: ¿A qué te refieres? —preguntó espoleada por
aquellas palabras.
—Peter: «Este periódico —leyó en voz alta— que se había
apartado de sus iniciales lealtades unionistas, está ahora bajo una nueva
dirección que intentará defender los principios de los Estados Unidos de
América...» Era un periódico de Richmond, y lo dirigía uno de los mejores
amigos de mi padre. Mi padre era un hombre leal, así como un firme creyente de
la prensa confederada; sentía un enorme respeto por la palabra impresa, y
juraba que mientras la prensa del Sur se mantuviese con vida, el Sur no caería.
Acudió a toda prisa a la redacción del periódico cuando el equipo editorial
empezó la batalla para que el periódico no cayese en manos de las tropas
unionistas y se convirtiese en portavoz de los yanquis. Mi padre murió en la
lucha y el periódico se perdió. Esta edición unionista salió al día siguiente;
la batalla por mantenerlo lejos de los del Norte no sirvió para nada. La lucha
de mi padre fue en vano.
—Lali: Lo siento...
—Peter: No lo sientas. Hay peores maneras de morir.
Maneras más lentas. Me alegro de que no pudiese ver cómo acabó la guerra.
Se miraron a los ojos durante un buen rato. Una
inesperada y cálida sensación se aposentó en el pecho de Lali al encontrar lo
que había estado buscando toda la tarde. Porque en ese momento, por supuesto,
entendió algo más sobre él. Todo tenía sentido.
—Lali: El respeto de tu padre por la palabra escrita...
Por eso te hiciste corresponsal, ¿verdad? —preguntó nerviosa. Por eso
escribiste un libro y... y por eso te interesan tanto los periódicos y las
publicaciones y cosas por el estilo...
Peter apartó la mirada. Se encogió ligeramente de
hombros.
—Peter: Me habrían interesado igualmente.
—Lali: ¿Te enteraste de su muerte antes o después...?
—Peter: ¿Antes o después de que?
—Lali: De Governor's Island —dijo bajo la intensa mirada
de su marido.
—Peter: Así que has ojeado un ejemplar del libro —murmuró
pasándose una mano por el pelo—. ¿Qué te pareció?
—Lali: Yo... —empezó a decir sin saber muy bien cuáles
iban a ser sus palabras—. Bueno, me... me conmovió...
—Peter: ¿En serio? —la interrumpió, fascinado por la
mezcla de emociones que apreció en su rostro.
—Lali: Me... me dolió descubrir que habías estado en un
campo de prisioneros...
—Peter: Un sentimiento tranquilizador tratándose de mi
esposa. ¿Algo más?
—Lali: En realidad... no me gustó. No esperaba que fuese
tan... tan oscuro. No había la más mínima... bondad o esperanza.
—Peter: No. Por aquel entonces no tenía muchas
esperanzas. Ni bondad. —Al ver que Lali fruncía el ceño, esbozó una sonrisa—.
Pero eso no significa que no haya desarrollado un poco de ambas cosas en los
últimos años. No te pongas nerviosa. ¿Ha preparado ya la cena la señora
Flannery? Tengo un hambre canina.
Capítulo 32
Una enorme cantidad de hombres y mujeres abarrotó el
impresionante salón del hogar de los Hampton, en tanto que un grupo de músicos
jóvenes interpretó piezas escogidas de compositores alemanes.
Betta, Alice, Olinda y el resto de las integrantes del
Círculo de los Jueves eran de sobras conocidas por lo afilado de sus lenguas y
por el daño que podían causarle a alguien con sus chismorreos. Durante la
velada musical, Lali se sentó junto a Betta y Olinda, y su presencia ahuyentó
cualquier posible aproximación por parte de sus antiguas amigas.
Mery Hudson, por lo general muy vivaracha y amistosa, no
se atrevió a acercarse a aquellas acidas mujeres por miedo a que la
ridiculizasen.
Lali miró en un par de ocasiones a Mery de una punta a
otra del salón. Habían sido muy amigas, no habían tenido secretos. Ahora Lali
tenía la impresión de que no se conocían en absoluto.
Con la mente en otra parte, Lali se dedicó a tocar las
cuentas que destellaban en los volantes de su vestido de noche azul. Era uno de
los vestidos más atrevidos que jamás había lucido, con un escote muy
pronunciado. Se lo había puesto con la intención de llamar la atención lo más
posible, y era consciente de que eran muchos los que la miraban.
Solo un hombre de los allí presentes no la miraba. Ese
hombre miraba a Mery, cuya dorada belleza estaba acentuada por el discreto tono
rosado del vestido y los blancos volantes. Benjamín sentado al otro lado de la
sala, miraba a Mery como si... como si...
Así era como acostumbraba mirar a Lali.
Al darse cuenta de que Lali estaba conteniendo el
aliento, Betta Hampton se acercó a ella y siguió su mirada.
—¿Por qué no dejas de mirar a Benjamín Amadeo, el ojitos
de cachorro, y a la rubia tontorrona? —susurró.
—Lali: Creo que hay algo entre ellos dos —dijo secamente,
apartando la mirada y fijándose en los músicos.
—Oh. —Betta se encogió de hombros desinteresada, se
inclinó hacia el otro lado y se puso a hablar con su marido.
Lali, a la que no acompañaba esposo alguno con el que
charlar, no escuchó una sola nota musical más en toda la noche, pues no pudo
dejar de darle vueltas a aquella idea suya.
Después de un par de horas, cuando todo el mundo estaba
listo para retirarse, el señor Hudson, el padre de Mery, se colocó frente a los
presentes con una copa de vino tinto en la mano y la cara colorada. Lali supo,
de algún modo extraño, lo que iba a suceder a continuación, por lo que miró a Mery
con duda. Esta había enrojecido y había bajado la cara.
—Amigos míos —dijo el señor Hudson realizando un amplio
gesto con su mano libre—, estoy seguro de que podría haber encontrado una
situación más apropiada para hacerles partícipes de lo que tengo intención de
anunciarles... Tal vez en una reunión más tranquila e íntima, como acostumbramos
hacer por aquí —La gente se echó a reír. El señor Hudson bajó la copa de vino y
le tendió la mano a su hija, que no tardó en colocarse a su lado—. Sin embargo,
la alegría de mi familia, y muy especialmente la de mi hija Mery, es algo que
deseábamos compartir con todos esta misma noche. Desearía anunciaros el
compromiso de mi hija con un destacado joven de una de las más respetadas
familias de Concord. Un hombre cuya inteligencia y responsabilidad me ha
impresionado en infinidad de ocasiones: Benjamín Amadeo. Por Benjamín y Mery.
—¡Por Benjamín y Mery! —coreó la multitud alzando sus
copas.
Benjamín y Mery.
Continuará...
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Como creen que reaccionará Lali???
para mí OOO recapacita y madura OOO rompe todo y se vuelve locaaaaaaaaa! ;)
Tranquilas! me estoy apurando para que pasen los momentos lindos!!!
@Lina_AR12: el macho de América!! jajajajajajajajajajajajajajajajajaja
mas nove!!!!!!! x favor!!!!!!
ResponderEliminarhayy dios q ciega estaba lali
ResponderEliminarmasssssss
Mas noveeeeee! esta cada dia mas buena
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmasss novee!
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaa noveeee!
ResponderEliminarMaaaas porfaa !!! Sube otro hooooy !!
ResponderEliminarTooodo es sufrimiento!!! =( Pobre La!
ResponderEliminarY porque Peter esta tan... frio? Porque se siente herido aun?
Besos y mas por favor!!!!
anjsdkjsbdjas
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssss
Esto tiraria nuestra sospecha de Benj gay por la borda?o busca otra pantalla?porq si algo era evidente era q su relacion con Lali era 0 fogosa!Q intriga!
ResponderEliminarNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MALVADAAA LO DEJASTE EN LA MEJOR PARTE!!!! :'( @LuciaVega14
ResponderEliminarDANIIIIII NO SEAS CRUEL UNA MAS POR FISSSSSS POR FISSSSS TE LO RUEGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO ♥
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Capitulooooooooooooooooooooooooooooooooooooo 33
ResponderEliminarCapituloooooooooooooooooooooooooo 33
Capitulooooooooooooooooooooooooooooooo 33
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ResponderEliminaro
ResponderEliminar33
ResponderEliminar:D
ResponderEliminarme cope comentando(? O.O JAJAJAJAJAJA
ResponderEliminarpersevera y triunfaras :D por fassssssssssssssss ♥
ResponderEliminary agradece que no me puse a cantar porque llegaba a los 50 comentarios(? :P JAJAJAJA
ResponderEliminarAhhhh casi me olvido... MUCHISISISISMAS GRACIAS POR SUBIR CUATRO CAPS!!!!!!! ♥ :D
ResponderEliminarComo que comente mucho y nunca te dije gracias u.u ! espero que estes re bien ♥
ResponderEliminarameee todoo los capiiis,,que rompre codigo mery, era su amigaa? odio a benjamiin smnbedjhf mas
ResponderEliminarTE AMAMOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ♥ GRACIAS POR SIEMPRE SUBIR TANTA NOVE Y AGUANTARME ... :( AJAJAJA ♥
ResponderEliminarquiero matar a Lali? jajajaja está más interesada en el mono que en su esposo!! maaas noveeeeeeeee @flordemariia
ResponderEliminarreacciona!!!!! Más!! me encanta!!!
ResponderEliminarWAOOO B U E N I S I M O O O!! No nos podes dejar asi please subi maaass quiero ver la reaccion de Lali! que honda y eso no esta mal visto si benja se acababa de separar de lali y ya esta con la que era su mejor amigaa que pocaa!
ResponderEliminar@mf_lazaro
Y bueno Lali, el pobre se cansó de darte bola no...y aún así parece que no reaccionaste...nananana
ResponderEliminarmás nove
laliterrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
ResponderEliminarEsta súper perdida estoy en exámenes me encanta la nove esta genial muy buenos caps de hoy haha quiero mas
ResponderEliminarEspero k serena.
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