CAPÍTULO 16

Lali se obligó a permanecer inmóvil bajo el frío escrutinio de Euge.

—Euge: A Peter le gusta comer bien. Apenas tienes nada en la nevera.

—Lali: Lo sé. Aún no me he organizado. —No tuvo valor de señalarle a Eugenia que no estaba bien andar fisgoneando.

—Euge: Le gustan los espaguetis y la lasaña, y le encanta la comida mexicana. Pero no malgastes el tiempo haciéndole postres. No le gustan los dulces, salvo en el desayuno.

—Lali: Gracias por decírmelo. —Lali notó que se le volvía el estómago. Euge pasó la mano por el desconchado mostrador.

 —Euge: Este lugar es horrible. Peter inició la gira en una caravana nueva, pero se deshizo de ella la semana pasada y comenzó a utilizar ésta aunque me ofrecí a conseguirle algo mejor.

Lali no pudo ocultar la tristeza que la embargó. ¿Por qué había insistido Peter en vivir en un sitio así si no tenía por qué hacerlo?

—Lali: Pienso arreglarlo —dijo ella, aunque la idea no se le había pasado por la cabeza hasta ese momento.

—Euge: La mayoría de los hombres quieren que su esposa disfrute de todas las comodidades posibles. Me sorprende que Peter rechazara mi oferta.

—Lali: Seguro que tenía sus razones.

Eugenia examinó la pequeña figura de Lali.

—Euge: No tienes ni idea de cómo manejarlo, ¿verdad?  —Euge parecía dispuesta a pelear como el perro y el gato, pero Lali sabía quién de las dos saldría perdiendo, así que señaló los dos maillots de lentejuelas que había en el respaldo de la silla.

—Lali: ¿Son esos maillots los que tengo que probarme?—Euge asintió con la cabeza.

Lali cogió el de arriba y se dio cuenta de que no era más que un trozo de tela azul marino bordado con lentejuelas.

—Lali: Tengo la sensación de que me cubrirá muy poco.

—Euge: Ésa es la idea. Esto es el circo. El público espera ver una buena porción de piel.

—Lali: ¿Y tiene que ser de la mía?

—Euge: No estás gorda. No veo el problema.

—Lali: No tengo precisamente un cuerpo diez. Jamás ha hecho deporte.

—Euge: Es cuestión de tener un poco de disciplina.

—Lali: Sí, bueno, ahora que lo dices, tampoco sé qué es eso.

Euge la observó con aire crítico, esperando evidentemente que la esposa de Peter Lanzani enderezara la espalda. Pero después de haber vivido con su madre, Lali sabía cuándo no debía chocar con una experta en discusiones. La sinceridad era la única defensa contra los expertos en malicia.

Entró en el cuarto de baño y se quitó toda la ropa menos las bragas, pero cuando se puso aquella prenda diminuta se dio cuenta de que el corte de la pierna era tan alto que se veían. Volvió a desnudarse y empezó de nuevo.

Cuando acabó, se miró en el espejo y se sintió como una prostituta. Dos tiras verticales con lentejuelas de color azul le cubrían los pechos, y otra tira horizontal más ancha las cruzaba. El cuerpo del maillot no era más que un fino velo de red plateada. Euge ni siquiera había incluido unas mallas.

—Lali: Creo que no puedo salir con esto —exclamó a través de la puerta.

—Euge: A ver...

Lali salió.

—Peter: Es demasiado... —sus palabras quedaron interrumpidas cuando vio a Peter delante del fregadero vestido de cosaco. Quiso volver corriendo al baño y, si Euge no hubiera estado allí, lo hubiera hecho. ¿Por qué tenía que aparecer cuando estaba vestida de esa manera?

—Peter: Acércate para que podamos verte —dijo él.

Lali dio un paso adelante de mala gana. Euge se puso al lado de Peter. Los dos se quedaron en silencio y Lali tuvo la sensación de ser una intrusa. Peter no dijo nada, pero la escrutó de tal manera que ella se sintió desnuda.

—Euge: Date la vuelta —ordenó.

Lali se sentía como una prostituta expuesta ante un cliente por la madame de turno. Aunque el espejo del cuarto de baño era muy pequeño, sabía de sobra como le quedaba el maillot por detrás y se hacía una buen idea de lo que ellos estaban viendo: dos nalgas redondas, desnudas salvo en el lugar donde se unían y que estaba cubierto por un trozo de tela. Ruborizada se dio la vuelta de nuevo.

—Peter: Es un espectáculo para familias. No quiero que salga así.

Euge se acercó a ella y comenzó a desatar el corpiño.

—Euge: Tienes razón. No tiene atributos suficientes para llenarlo adecuadamente. Fuera. —Lali sintió las manos de la mujer en el cuello. —Veamos si el otro te queda mejor.

Euge abrió el maillot sin avisar y se lo bajó, dejando a Lali desnuda hasta la cintura. Con una exclamación ahogada, Lali agarró el charco de lentejuelas y la red que se le habían deslizado hasta el vientre, pero tenía los dedos torpes y fue como intentar atrapar aire. Miró a Peter.

Él estaba apoyado contra el fregadero, con los tobillos cruzados y las manos apoyadas en el mostrador que tenía detrás. Lali le suplicó en silencio que apartara la vista, pero él no dejó de mirarla fijamente.

—Euge: Por Dios, Lali, te sonrojas como una virgen. —Los labios se le curvaron en una sonrisa. —Me sorprende que te acuestes con Peter y aún recuerdes cómo sonrojarte.

Las joyas brillaron en el cinturón de cosaco de Peter cuando éste dio un paso adelante.

—Peter: Ya basta, Eugenia. Déjala en paz. —Euge se dio la vuelta para coger el otro maillot. Peter se interpuso entre las dos mujeres, casi como si quisiera ocultar la desnudez de Lali, lo que era ridículo, pues era de él de quien ella quería esconderse. —Dámelo. —Las mangas flojas de la camisa blanca ondearon cuando arrancó el maillot de lentejuelas rojas de las manos de Euge. Lo miró y se lo dio a Lali. —Éste está mejor. Mira a ver si te sirve.

Ella cogió el maillot y entró corriendo en el cuarto de baño. Cuando hubo cerrado la puerta, se apoyó contra ella e intentó respirar con normalidad, pero le palpitaba el corazón y le ardía la piel. «Te has criado con una madre que tomaba el sol desnuda. Esto no es para tanto.» Quizá no, pero le molestaba.

Finalmente se puso el maillot, y vio con alivio que la cubría algo más que el otro. Las lentejuelas rojas, en forma de lengua de fuego, trepaban desde la entrepierna hasta el corpiño, donde se pegaban a sus pechos de manera irregular y dentada. Las aberturas de la pierna llegaban casi hasta la cintura, mostrando una buena porción de piel. Abrió la puerta y salió a regañadientes del baño. Al menos le cubría la cintura.

Sólo estaba Peter, apoyado en el borde de la mesa con la cadera. Lali tragó saliva.

—Lali: ¿Dónde está Euge?

—Peter: Tenía que hablar con Jack. Date la vuelta.

Ella se mordisqueó el labio inferior y no se movió.

—Lali: Fueron amantes, ¿verdad?

—Peter: Ahora ya no. De cualquier manera es algo que no te incumbe.

—Lali: Parece que todavía le importa.

—Peter: Eugenia me odia.

A pesar de todo lo que Peter decía del orgullo, no había lo que era el honor o nunca se habría dejado comprar por su padre. Pero Lali tenía que saber una cosa.

—Lali: ¿Estaba casada con Owen Quest cuando estabas liado con ella?

—Peter: No. Ahora deja de cotillear y deja que te vea por detrás.

—Lali: Querer saber más cosas de ti no es cotillear. Por ejemplo, he estado mirando unos recortes viejos de periódico y he observado que no hiciste la gira con el circo el año pasado. ¿Por qué?

—Peter: ¿Qué más da?

—Lali: Me gustaría saberlo.

—Peter: Eso no es asunto tuyo.

Peter era la persona más reservada que Lali hubiera conocido en su vida y sabía que no le sacaría nada más.

—Lali: No me gusta este maillot. No me gusta ninguno de los dos. Me siento vulgar.

—Peter: Pareces una artista. —Dado que ella no se dio la vuelta como él le había pedido, Peter se puso a su espalda. La joven odió verse expuesta de esa manera y se apartó al sentir que él le tocaba el hombro —Quédate quieta —Peter le agarró la cintura con la otra mano. —Éste no podrá ser criticado ni por los más conservadores.

—Lali: Enseña demasiado.

—Peter: No es para tanto. Las demás mujeres llevan puestos maillots más pequeños y no les quedan tan bien como te queda a ti éste.

Peter se había acercado tanto que los pechos de Lali rozaron contra la suave tela de su camisa cuando se volvió hacia él. La joven se estremeció.

—Lali: ¿De verdad crees que me queda bien?

—Peter: ¿Buscas un cumplido?

Ella asintió con la cabeza, sintiendo que se le debilitaban las rodillas.

Él bajó la mano que había colocado en la cintura de la joven, deslizándola por el borde inferior del maillot y ahuecándole las nalgas.

—Peter: Considérate elogiada. —La voz de Peter contenía una nota áspera.

Unas llamaradas ardientes recorrieron a Lali de los pies a la cabeza. Se apartó un poco; no porque quisiera escabullirse, sino porque deseaba demasiado quedarse donde estaba.

—Lali: No nos conocemos.

Sin apartar la mano de donde estaba, Peter inclinó la cabeza y le acarició el cuello con la nariz, calentándole la piel con el susurro de su aliento en la oreja.

—Peter: Estamos casados. Con eso basta.

—Lali: Sólo es un acuerdo legal.

—Peter: Creo que es el mejor momento para hacer oficial nuestro acuerdo, ¿no crees?

A Lali se le aceleró el corazón y supo que no podía haberse escapado aunque hubiera querido. Levantó la mirada y sintió como si todo se hubiera desvanecido y no existiera nada más que ellos dos.

La boca de Peter le pareció extrañamente tierna a pesar de su gesto duro. Él abrió los labios y cubrió los le ella con suavidad. Al mismo tiempo, le apretó las nalgas y la estrechó aún más contra su cuerpo. Lo sintió grande y pesado contra ella. Cuando Peter amoldó la boca a la suya, Lali experimentó un momento de asombro. Los labios de su marido eran tiernos y suaves en contraste con el resto de su persona.

Lali le ofreció la boca dado que no podía hacer otra cosa. Él le acarició el labio inferior y le rozó la punta de la lengua con la suya. La sensación la hizo sentirse ligeramente mareada y rodeó la cintura de Peter con los brazos, sintiendo la sedosa tela de la camisa bajo los dedos; luego le deslizó las palmas por las nalgas. Él gimió contra la boca femenina.

—Peter: Dios mío, te deseo —dijo, y acto seguido su lengua descendió en picado sobre la de ella.

El beso se hizo salvaje. Peter la alzó contra él y la empujó hacia atrás, subiéndola a la encimera. Lali se aferró a su espalda para no perder el equilibrio. Peter se colocó entre sus piernas. Sus lenguas se acariciaron. El suave gemido femenino resonó como un eco en la cálida boca masculina. Lali sintió las manos de Peter en la nuca. Él se apartó para bajarle el maillot hasta la cintura.

—Peter: Eres preciosa —gimió, mirándola. Le ahuecó los pechos con las palmas de las manos y le rozó los pezones con los pulgares, provocando ramalazos de placer en el cuerpo de Lali. Comenzó a besarla de nuevo mientras jugueteaba con ellos. Ella se agarró a los brazos de Peter y sintió la poderosa fuerza masculina a través de las mangas ondulantes. Peter abandonó los senos de Lali y le recorrió la parte trasera de los muslos hasta las nalgas desnudas. Era demasiado para ella. El roce de las joyas del cinturón en los muslos... la suave caricia de sus manos...

—¡Cinco minutos para la función! —Alguien golpeó con fuerza la puerta de la caravana. —¡Cinco minutos, Peter!

Lali se bajó de un salto del mostrador como una adolescente culpable y, dándole la espalda, se subió el maillot con nerviosismo. Se sentía ardiente, agitada y... terriblemente irritada. ¿Cómo podía estar tan ansiosa por entregarse a un hombre que casi nunca le decía una palabra amable? ¿Un hombre que no respetaba los votos que hacía? Salió disparada hacia el cuarto de baño, pero se detuvo al oír la voz suave y ronca de Peter.

—Peter: No te molestes en preparar el sofá esta noche, ángel. Dormiremos juntos

Continuara...

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al fin se vino el beso!!

Les dejo el ultimo cap de hoy!!! :D

spero q les guste!!... emmm MAÑANA MAS!!... :)

gracias por las firmitas y por leer!