Capitulo DIECINUEVE

 Tres días en California y Lali sabía muy bien lo que tenía que hacer. En realidad, lo había sabido antes de volver a la tierra del sol eterno, las autopistas y las palmeras.

Pero había ido allí para poner las cosas en perspectiva. Y las había puesto.

Sonriendo, colocó los papeles sobre su escritorio y separó las carpetas de temas más urgentes. Mery se encargaría de todo. Ella conocía bien el trabajo de la agencia y a los clientes más importantes.

Todo iría perfectamente.

Y ahora, su vida también.

-Mery: ¿Estás segura? —preguntó, pasándose una mano por el hinchado abdomen— Acabas de llegar, quizá deberías tomarte unos días para pensar y... —Lali negó con la cabeza. Echaría de menos a su amiga, pero hablarían por teléfono continuamente. Además, podrían mandarse emails, visitarse la una a la otra. Su amistad no se rompería nunca.

-Lali: Confía en mí —le dijo—. Ya he esperado cinco años y no puedo más.

-Mery: La verdad es que no me extraña —suspiró.

-Lali: Lo he pensado mucho y sé lo que tengo que hacer.

-Mery: Muy bien, pero esto no va a ser lo mismo sin ti.

-Lali: Gracias. Yo también te echaré de menos —murmuró, abrazando a su amiga.

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Peter odiaba Los Ángeles.

Siempre había odiado esa ciudad. Había estado un par de años destinado en el campamento Pendleton y la gente, el tráfico, el humo de Los Ángeles lo molestaban. Demasiadas autopistas, demasiados coches. Y todos parecían moverse al mismo tiempo.

Mientras conducía, su mente iba a toda velocidad, como intentando compensar el atasco.

Había salido del restaurante decidido a hablar con Lali. A pedirle perdón. A hacer lo que fuera para convencerla de que la amaba y siempre la había amado. Por fin había comprendido que aquel momento era el más importante de su vida y que el amor no era algo frágil que hubiera que proteger. Era un sentimiento fuerte, algo en lo que apoyarse cuando las cosas se ponían difíciles. Y no había nadie más fuerte que Lali.

Cinco años atrás estaba tan decidido a cuidar de ella que no se había enterado de que un matrimonio consistía en cuidar el uno del otro. Pero cuando llegó a casa, no encontró a Lali sino a su abuela. Y Angelina, que acababa de volver de Italia, le dijo que su nieta había vuelto a Los Ángeles.

Se había ido.

Así de sencillo. Sin decir una palabra. Sin avisarlo.

Pero claro, él no merecía que lo avisara, ¿no? Al recordar el pánico que había sentido, un pánico que casi lo estrangulaba, decidió ir a toda prisa al aeropuerto, pero su vuelo ya había salido. Podría haberla llamado, pero lo que tenía que decirle no podía ser dicho por teléfono. Tenía que estar a su lado para mirarla a los ojos, abrazarla si ella le dejaba...

Así que pidió un permiso de dos días en la base y tomó un avión de carga con destino al campamento Pendleton, California. Y ahora, en un coche de alquiler, estaba en medio de un atasco, al lado de un chico negro que llevaba el estéreo a todo volumen.

Y lo único que podía pensar era que ojalá no hubiera esperado demasiado. Ojalá no fuera demasiado tarde.

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Lali miró su despacho, respiró profundamente y sonrió para sí misma. Había terminado. Y estaba lista. Más que lista, se dijo a sí misma. Estaba deseando empezar.

—¡Tengo que ver a Lali Espósito Lanzani! —Ella se volvió, sorprendida al oír esa voz...

-Lali: ¿Peter? —No podía ser. Debía haber oído mal.

Pero era él. Era Peter. Habría reconocido esa voz en cualquier parte.

-Peter: ¿Va a dejarme pasar o no? No pienso irme sin verla —estaba diciendo, intentando convencer a la chica de recepción. Con el corazón acelerado, Lali salió al pasillo. Lo vio enseguida. Un marine alto y guapísimo, rodeado de hombres que parecían mucho más pequeños por comparación.

Él la vio inmediatamente y su gesto pasó de la frustración a la desesperación.

-Peter: Lali, dile a esta gente quién soy.

-Lali: Déjenlo pasar —dijo ella entonces—. Es mi ex marido.

Peter se abrió paso entre la gente sin dejar de mirarla. Sólo parecía tener ojos para ella.

-Mery: ¡Madre mía! —exclamó.

Y Lali estaba de acuerdo. Peter en uniforme era algo espectacular. Con aquel torso tan ancho cubierto de medallas, aquellos ojos verdes, aquella mandíbula cuadrada, aquel paso largo, decidido...

-Peter: Te fuiste de Baywater sin decirme nada.

-Lali: ¿Qué? —exclamó ella, confusa.

-Peter: Ya me has oído —dijo—. Fui a tu casa y hablé con tu abuela. Ella me dijo que te habías marchado de Baywater.

-Lali: Pero tú sabías que no iba a quedarme —replicó.

-Peter: Sí, pero yo quería que te quedases.

-Lali: Peter...

-Peter: He venido para llevarte a casa —dijo él entonces. Lali sintió que la tierra se movía bajo sus pies.

-Lali: ¿Qué has dicho?

-Peter: No puedo vivir sin ti. Ya no. Ni un día más —dijo entonces, tomándola por los hombros, como si quisiera evitar que saliera corriendo. Aunque Lali no pensaba ir a ningún sitio.

-Lali: ¿No puedes?

-Peter: Pensé que hacía lo correcto cuando pedí el divorcio, pero ése fue el error más grande de mi vida. Ser la esposa de un marine es duro, algo que quizá no todo el mundo podría soportar...

-Lali: Yo podría haberlo soportado —lo interrumpió ella. Quería saber que había cometido un error al pedir el divorcio, que lo habría amado siempre, fueran cuales fueran las circunstancias.

-Peter: Ahora lo sé. Eres una mujer muy fuerte —murmuró, levantando una mano para acariciar su cara—. Más fuerte que yo porque tú pudiste marcharte de Baywater y yo no he podido dejarte ir.

Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas.

-Lali: No tan fuerte —dijo, casi sin voz—. No sabes lo que me costó marcharme.

-Peter: Entonces, vuelve a casa, cariño —le rogó en voz baja— Ven conmigo, amor mío. Quiéreme, deja que te quiera... Siempre te he querido, Lali. Y siempre te querré.

-Lali: Peter... —Él la envolvió en sus brazos. Su corazón latía con tal fuerza que Lali lo sentía como si fuera el suyo propio.

-Peter: Quiero que tengamos hijos, Lali. Muchos hijos, todos los que tú quieras —Ella sintió que la embargaba la felicidad; poco a poco, progresivamente, como los círculos concéntricos que se forman en la superficie de un lago después de tirar una piedra. Y se abrazó a él, apretándolo tan fuerte como pudo.

-Lali: Te quiero, Peter Lanzani. Siempre te he querido y siempre te querré.

-Peter: Y yo a ti. Nunca ha habido nadie más.

-Lali: Siempre me he sentido orgullosa de ser la esposa de un marine e incluso más orgullosa de ser tu mujer —Peter se sintió tan aliviado que casi le temblaban las piernas. No se había sentido tan feliz en toda su vida.

Apartándose un poco para poder mirarla a los ojos, le dijo:

-Peter: Entonces, ¿cuándo crees que podrás mudarte a Baywater?

-Lali: ¿Qué tal mañana? —Él la miró, sorprendido.

-Peter: ¿Mañana? —Riendo, Lali lo tomó de la mano para llevarlo a su despacho y cerró la puerta para echarse en sus brazos con una sonrisa de oreja a oreja.

-Lali: Le he vendido la mitad del negocio a mi socia. Y los de la mudanza llegan mañana.

-Peter: Pero tú... yo... —parecía un tonto, pero se sentía tan feliz que le daba igual. Sacudiendo la cabeza, Lali le dio un largo beso en los labios.

-Lali: Hace dos días decidí que no podía quedarme aquí, que no podía vivir sin ti.

Peter la apretó con fuerza, el corazón acelerado.

-Peter: ¿Entonces?

-Lali: Me iba a casa, tonto. Para obligarte a que me quisieras, para hacerte ver que debíamos estar juntos.

-Peter: Cariño —murmuró él, buscando sus labios—no tienes que obligarme a nada, ya estoy convencido.

Y cuando por fin se apartaron para buscar aire, le advirtió:

-Peter: Debes saber que vas a casarte con un hombre que va a tener que ponerse un sujetador de cocos y una falda hawaiana.

-Lali: Llevaré mi cámara de fotos —rió.

-Peter: Incluso posaré para ti —dijo— Porque nunca me había hecho tan feliz perder una apuesta.

FIN.

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Espero que les haya gustado esta fic!!!... les agradezco las firmitas SON LO MAS CHICAS!!... ahora no puedo agradecerles una por una porque mi papá me esta presionando para que ya me duerma! :(  pero realmente son una genias!...

MAÑANA LA SIGUIENTE NOVE!!! (si puedo les dejo la intro :D)

Besitoss

Danii