Capítulo TRECE

El resto de la noche transcurrió en una maravillosa nube de pasión. Los minutos se convertían en horas y los recuerdos en realidades, en un deseo que llevaba demasiado tiempo esperando y pugnaba por salir a la superficie.

Empezaba a amanecer cuando Lali se estiró, bostezando, y se volvió para mirar hacia la ventana. Le dolía todo el cuerpo.

Peter era mucho mejor de lo que recordaba. En el fondo, le dolía un poco pensar que había estado con otras mujeres desde que se separaron, pero... no podía hacer nada al respecto. Se guardaría esa pena para sí misma. Después de todo, tampoco ella había vivido como una monja durante los últimos cinco años.

Pero era suficientemente honesta como para admitir que nadie la había emocionado nunca como Peter. Con otros hombres, era simplemente sexo. Con Peter, hacer el amor era algo al borde de lo espiritual. Entonces sonrió, mirándolo. Incluso dormido, no tenía un aspecto inocente. Tenía un aspecto... peligroso. Y lo era. Al menos, para ella.

Pero con sus ojos verdes cerrados, podía estudiarlo a placer, como estudiaría una obra de arte. Los músculos marcados, la línea de vello oscuro que se perdía bajo la sábana... Dormía con una sonrisa en los labios; una sonrisa arrogante y satisfecha, además.

Pero como sabía que también ella sonreía de la misma forma, no podía criticarlo. Una noche con Peter era mejor que cien noches con cualquier otro hombre.

Y qué pena descubrir esa verdad para tener que marcharse después.

Pero aquella vez, quizá, cuando se separaran, se llevaría algo de él. Lali se tocó el abdomen, como si quisiera acariciar el niño que podría estar creciendo dentro de ella.

-Peter: Cuando una mujer sonríe así... —dijo en voz baja— un hombre se pregunta en qué está pensando.

Lali apartó la mano, sorprendida.

-Lali: Si, claro —murmuró, tapándose con la sábana.

-Peter: Buena respuesta —rió —. ¿No me digas que ahora te has vuelto tímida?

-Lali: No, es que estoy un poco cansada.

-Peter: No me sorprende. Normalmente, yo también necesito dormir más de una hora.

Pero sólo habían dormido una hora porque ninguno de los dos quería dejar de tocarse hasta que, por fin, el cansancio los venció justo antes de amanecer.

-Peter: ¿Te encuentras bien?

-Lali: Sí, claro —contestó ella, intentando no sentirse culpable.

-Peter: Sí, como que eso va a convencerme.

Entonces sintió que se le erizaban los pelillos del cuello. Como cuando estaba en el F-18. Incluso a seis mil metros del suelo, un piloto podía sentir cuando había un misil dirigido a su avión. Y era ese sexto sentido lo que lo hacía sospechar algo.

-Lali: No pasa nada, Peter. De verdad.

-Peter: Te pasa algo —insistió él. Y sabía que ese algo no iba a gustarle. Habían conectado como en los viejos tiempos, pensó. No se había sentido más vivo, más feliz, en muchos años. Y sabía, sin ninguna duda, que cuando Lali empezase a hablar, esa felicidad desaparecería. Pero tenía que saber.

-Lali: ¿Por qué no lo dices de una vez?

-Lali: No creo que sea buena idea.

-Peter: Ahora sé que tenemos que hablar —suspiró, incorporándose.

-Lali. No, mejor no —murmuró, saltando de la cama para buscar la toalla.

-Peter: Muy bien, Lali Espósito no quiere hablar, o sea que tenemos un problema. Y quiero saber cuál es.

Ella lo miró por encima del hombro, intentando parecer inocente.

-Lali: No pasa nada, de verdad. Es que quiero darme una ducha.

No quería hablar en aquel momento porque sabía que eso llevaría a una discusión de proporciones gigantescas. Y no quería discutir cuando en su cuerpo aún notaba la huella de sus manos y en su corazón guardaba la certeza de que seguía amándolo.

¿Dónde demonios estaba la toalla?, se preguntó. No podía haber salido andando sola.

-Peter: ¿Por qué no te creo?

Lali lo miró de nuevo mientras se envolvía en la sábana.

-Lali: No lo sé. A lo mejor porque eres de naturaleza desconfiada.

-Peter: ¿Qué te pasa? Cuéntamelo —insistió él, impaciente. Adiós a la felicidad matinal, pensó, mientras buscaba la toalla bajo la cama.

-Lali: ¿Sabes una cosa? A la porra la toalla. Bajaré con la sabana. Te la traeré mañana por la noche...

Y luego cometió el error de mirarlo. Desnudo y cómodo consigo mismo, apoyado en un codo. Era hermosísimo. Parecía una estatua griega. Bueno, excepto por el brillo suspicaz en sus ojos.

-Peter: De eso nada.

-Lali: ¿Crees que voy a quedarme con la sábana?

-Peter: Me da igual la sábana —contestó él, levantándose de la cama— Quiero saber qué estás pensando y no vas a irte de aquí hasta que me lo digas.

Instintivamente, Lali dio un paso atrás. Pero no estaba avergonzada de lo que había hecho. Bueno, no del todo. No le había puesto una pistola en la cabeza para que se acostara con ella, ¿no? Peter lo había pasado muy bien. Varias veces, además.

Aunque, le dijo una vocecita, «si hubiera sabido lo que estabas haciendo, no se habría acostado contigo». Pero ésa era precisamente la razón por la que no se lo había contado.

Hasta aquel momento.

Lali se obligó a sí misma a mirarlo a los ojos y Peter la estudió durante lo que le pareció una eternidad.

-Peter: Lo de anoche —empezó a decir él— cuando dijiste que no tenía que preocuparme por usar un preservativo...

Lali sujetó la sábana con una mano, como si fuera un escudo.

-Lali: ¿Sí?

-Peter: Querías decir que estás tomando la píldora, ¿verdad?

-Lali: No exactamente.

Peter la miró con una expresión cercana al pánico.

-Peter: ¿No exactamente? ¿Qué quiere decir eso?

-Lali: Quiere decir que no tomo la píldora, pero no tienes que preocuparte.

“No tomaba la píldora”. Cuatro palabras que causarían terror en el corazón de cualquier hombre. ¿Que no tenía que preocuparse? ¿Qué clase de hombre creía que era? ¿De verdad pensaba que después de eso, podía desaparecer como si nada?

¿Un hijo?

El corazón de Peter empezó a latir como loco.

-Peter: Y no debo preocuparme porque...

Lali había sabido desde el principio que debía decírselo. Que no sería capaz de marcharse de Baywater sin contarle la verdad.

En California, cuando hablaba con Mery del asunto lo hacía objetivamente. Lo razonaba todo y el plan le había parecido perfecto. Ella tendría el hijo que siempre había querido y Peter, la oportunidad de ser parte de su vida o no. Pero ahora, los remordimientos se la comían.

Lamentaba haberle mentido, pero no lamentaba lo que había hecho. No cambiaría aquellas horas con Peter por nada del mundo. Y con un poco de suerte, habrían creado un niño al que querría con todo su corazón. El problema era que amaba a Peter. Y amándolo, se sentía fatal por haberle escondido la verdad... y por haberse aprovechado de él.

-Peter: Dime qué estás haciendo, Lali. Tengo que saberlo.

-Lali: Sí, es verdad. Yo... iba a decírtelo de todas formas.

-Peter: ¿Decirme qué?

-Lali: Que quiero quedarme embarazada. —Peter parpadeó, abrió la boca y volvió a cerrarla—. Y espero haberme quedado embarazada anoche.

Él dio un par de pasos atrás antes de recuperar el equilibrio. La miraba como si fuera una extraña que hubiera entrado en su habitación por accidente.

-Peter: ¿Embarazada?

-Lali: Eso es. Quiero tener un hijo y quiero que tú seas el padre.

Peter se pasó una mano por la cabeza, como si estuviera intentando comprobar si le había explotado.

-Peter: Tú quieres... ¿y no crees que deberías habérmelo consultado?

-Lali: Tú votaste que sí, Peter. Varias veces, si no recuerdo mal.

-Peter: Voté por el sexo —le recordó él—. No recuerdo haber votado por la paternidad.

-Lali: Lo sé, lo sé. Pero cuando dije que no debías preocuparte, lo decía en serio.

-Peter: Ya, claro. Ningún problema.

-Lali: Peter, yo quiero éste niño.

-Peter: No digas eso. Aún no sabemos si hay un niño.

Lali se puso una mano en el abdomen, como si quisiera taparle las orejitas a la microscópica vida que podría estar creciendo dentro de ella.

-Lali: Yo espero que sí.

-Peter: ¿Cómo se te ha ocurrido...?

-Lali: Acabo de decírtelo.

-Peter: ¿Tu reloj biológico empieza a hacer tic-tac y la alarma suena para mí? —le espetó, poniéndose los vaqueros.

-Lali: No tienes por qué portarte como si te hubiera puesto una pistola en la cabeza. Yo no te he obligado a nada.

Peter la fulminó con la mirada. Pero Lali estaba acostumbrada al temperamento de los Lanzani y tenía el suyo propio.

-Peter: Me has engañado.

-Lali: Te he tentado —le corrigió ella.

-Peter: Tú sabías muy bien lo que estabas haciendo y no me lo dijiste.

-Lali: Por favor... —suspiró, apartándose el pelo de la cara—. No te portes como una damisela engañada. Tú estabas más que dispuesto a hacerlo gracias a esa ridícula apuesta que has hecho con tus hermanos.

-Peter: ¿Sabes lo de la apuesta?

-Lali: Sí.

-Peter: ¿Camilo?.

-Lali: Sí.

Peter levantó un dedo y la señaló con él.

-Peter: O sea, que lo has hecho deliberadamente. Querías pillarme en un momento de debilidad.

Lali levantó una ceja.

-Lali: ¿Y?

Peter se subió la cremallera del pantalón antes de cruzarse de brazos.

-Peter: Deberías habérmelo dicho.

-Lali: Sí, es posible.

-Peter: No es posible, es la verdad.

Lali hizo una mueca.

-Lali: Si te lo hubiera dicho, no habrías cooperado.

-Peter: ¡Pues por eso precisamente!

Ella dejó escapar un suspiro. Qué pena que hubieran llegado a aquello después de una noche tan maravillosa. Qué pena que tanto fuego se hubiera convertido en hielo.

-Lali: Peter, no quiero nada de ti.

-Peter: Ya has conseguido lo que querías, ¿no?

Lali había pensado que iría a Baywater, se acostaría con Peter, quedaría embarazada y luego volvería a su vida en California. Pero el asunto no era tan sencillo.

Era lógico que ninguno de los hombres con los que había tenido relaciones durante aquellos años hubieran podido tocarle el corazón. Porque su corazón siempre había estado allí, en Baywater, con su ex marido. No podía enamorarse de nadie más porque seguía enamorada de Peter.

Como si también él sintiera la misma pena, dejó escapar un suspiro.

-Peter: ¿No lo entiendes, Lali? Yo no quiero ser padre a distancia.

-Lali: No tienes por qué. No te estoy pidiendo que seas padre. Puedes involucrarte en la vida del niño o no hacerlo, como quieras.

-Peter: Ah, ¿ahora puedo votar?

-Lali: Sí —contestó ella—. Cuando te dije que no te preocuparas, lo decía en serio. Si no quieres volver a saber nada de mí...

-Peter: Sí, claro, así de fácil.

Muy bien, Lali estaba dispuesta a admitir que quizá, quizá, lo que había hecho estaba mal. Que era injusto para él. Pero no iba a dejar que mencionase la posibilidad de vivir juntos de nuevo sólo por el niño.

-Lali: Sí, Peter, así de fácil. Han pasado cinco años y creo que hemos hablado tres veces en ese tiempo.

-Peter: Esto es diferente.

-Lali: ¿Por qué?

-Peter: Lo que haya entre nosotros es una cosa, pero si tienes un hijo mío... ¿Crees que no querría que mi hijo fuera parte de mi vida?

-Lali: Eso depende de ti.

-Peter: Vaya, gracias.

Lali sintió un escalofrío. Deseaba fervientemente no mantener aquella conversación. Debería haber esperado a ver si estaba embarazada para hablar con Peter.

-Lali: No tiene sentido hablar de esto. Me voy a casa.

-Peter: ¿No te habías dejado la llave dentro?

Lali se detuvo, con la mano en el picaporte.

-Lali: No, era mentira.

-Peter: Qué sorpresa.

Ella dejó caer los hombros.

-Lali: Siento que estés enfadado, Peter. Pero no siento lo que pasó anoche. Y no siento que pueda estar embarazada —dijo, abriendo la puerta—. Lo que siento es que tú no pienses lo mismo.

Luego salió del apartamento y cerró de un portazo. Peter se quedó parado en medio de la habitación, con la luz del sol entrando por la ventana.

Pero no había sentido tanto frío en toda su vida.

Continuara...

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Les dejo cap largo :)

Si hay muchs firmas subo mas tarde!... 

ojo que no acabamos la maratón, faltan poco caps para el final!! :D