A la mañana siguiente, tras pasar la noche en
vela, Peter fue conducido al gabinete de la residencia de los Whitcomb por un
mayordomo que lo trató como si acabara de salir reptando de lo más hondo del
Támesis. Cuando cruzó el umbral, lord Whitcomb se levantó de su asiento como un
resorte, pálido de rabia. Nina se negó a mirarlo.
—No sé qué locura te ha dado, Sutherland, pero
¡más vale que le asegures a Nina que te ha interpretado mal! —rugió Whitcomb.
—No me ha interpretado mal, Edwin —dijo Peter en
voz baja—. Lamento muchísimo tener que hacer esto, pero no puedo casarme con tu
hija.
Whitcomb lo miró horrorizado.
—¿Qué clase de monstruo eres? —preguntó,
espantada, lady Whitcomb.
—¡Más vale que te expliques! —le gritó lord
Whitcomb.
Peter sintió un leve mareo. No había nada que
pudiera decir o hacer, no podía inventar nada que justificase o excusase jamás
lo que le había hecho a la familia Reese. Ni siquiera un diagnóstico de
demencia total, algo que él mismo creía próximo a la realidad.
—He decidido que no congeniamos —se limitó a
decir.
—¿Que no congenian? —estalló Whitcomb—. Maldita
sea, Sutherland, ¡piensa bien en lo que estás haciendo! Estás a punto de acabar
con cuarenta años de asociación entre los Lanzani y los Reese, ¿te das cuenta
de eso?
—Sí.
Lady Whitcomb se dejo caer, muda de asombro, en
una silla.
—¡Eres despreciable! ¿Qué clase de caballero
abandonaría a la hija del conde de Whitcomb por una buscona...?
—No calumnie a nadie más que a mí, señora —dijo Peter
con una calma asombrosa—. Yo soy el único culpable de todo esto.
Lady Whitcomb resopló, incrédula, y miró a Nina,
que aún no había levantado la vista.
—No te equivoques, excelencia. Te culpamos de todo
a ti —replicó altiva.
—Debí haberlo supuesto —gruñó lord Whitcomb—. ¡Yo
te defendía cuando te tildaban de radical! ¡Dios, ahora tendré que desdecirme!
¡Debes estar tan loco como dicen!
Como es lógico, Peter había supuesto que Whitcomb
dejaría de respaldar sus reformas.
—Confiaba en que su voto no se viera indebidamente
influenciado por este desafortunado incidente. El movimiento reformista es
válido y de vital importancia para este país...
—Me importa un pimiento, Sutherland, ¿me oyes? ¡Ya
puedes ir buscando apoyo en otro sitio!
—¡No permitiré que se deshonre el nombre de mi
hija ante toda la sociedad londinense! —intervino lady Whitcomb, ajena al
diálogo que mantenían su marido y Peter—. Por lo que a mí respecta, ¡ella te ha
dejado a ti! ¡Y te aseguro que todo el mundo sabrá por qué!
—Diga lo que tenga que decir, lady Whitcomb —concedió
Peter, complaciente.
—Ah, puede estar seguro de que lo haré...
—¡Mamá! —Nina logró captar la atención de todos.
Pálida como un fantasma, se levantó despacio y miró furiosa a Peter—. Creo que
ya se ha dicho bastante. Te agradecería que te fueras, Peter.
El ansiaba poder hablar con ella a solas, tener la
oportunidad de disculparse una vez más.
—Nina, ¿podría...?
—¡No! Vete, por favor.
—No te imaginas lo mucho que lo siento... —empezó
él.
—Ya la has oído. Sal de mi casa —gruñó Whitcomb. Nina
alzó la barbilla y lo miró con cara de odio. No había nada más que pudiese
decir.
Peter dio media vuelta y salió del gabinete.
Al día siguiente, Peter hizo una última visita.
Con el sombrero bien calado para protegerse los ojos de la lluvia cegadora, se
dirigió a la puerta de Russell Square. Cuando el diminuto mayordomo abrió la
puerta que él aporreaba, Peter no se detuvo a sacudirse la lluvia del abrigo,
sino que entró directamente y pidió ver a Gastón Espósito. Habían pasado cinco
días enteros desde que Peter había visto por última vez aquellos ojos oscuros o
había oído su voz.
Cinco días enteros en que casi había muerto de
angustia al pensar que podía haberla perdido para siempre.
Había hecho lo que tenía que hacer: sembrar el
caos en Londres. El anuncio por parte de Peter de que Nina había puesto fin a
su compromiso, había conmocionado a la aristocracia londinense. Aquella mañana,
The Times no publicaba en las páginas de sociedad otra cosa que especulaciones
sobre qué extraordinaria indiscreción habría puesto fin al «enlace de la
década». Había varias teorías: que él había perdido una fortuna considerable en
las Indias Orientales; que las reformas que él proponía habían ido más allá de
lo que la familia Reese podía tolerar; que ella se había echado atrás porque él
se había dado de pronto a la bebida, como consecuencia de un mal mayor. No
estaba de humor para explicárselo a nadie, y menos aún a Gastón Espósito. Davis
señaló la salita, y Peter entró, decidido.
Fue Bartolomé Espósito quien lo recibió desde una
silla apostada junto a la chimenea, con los pies descalzos y levantados delante
del fuego.
—¿Dónde está Gastón? —preguntó a aquel hombre
inmenso.
Lord Espósito sonrió al ver entrar a Gastón,
golpeando fuertemente el suelo con su bastón.
—Vuelve a visitarnos, ¿eh? —le preguntó con
fingida amabilidad.
Peter se quitó los guantes de un tirón.
—¡No viene a vernos todos los días un duque con
una renta anual de quinientas mil libras! —comentó satisfecho lord Espósito
mientras Peter tiraba sin cuidado los guantes a una silla—. ¡Un coñac! Eso es
lo que necesitamos todos. ¿Le apetece un coñac, excelencia? —le preguntó el
robusto caballero, sonriente.
—No. He venido a averiguar dónde se encuentra su
sobrina.
—¡Ah, qué maravilla! Su primo estuvo aquí hace un
mes —se carcajeó lord Espósito.
—Se ha ido de Londres con su prometido —proclamó Gastón
sin inmutarse.
Peter miró entonces al joven, furioso e
impaciente.
—¿Dónde está?
Gastón ladeó la cabeza y examinó a Peter.
—Quizá usted no se tome muy en serio sus compromisos
matrimoniales, excelencia, pero los Espósito sí.
—Sí, pero, hasta que se hayan pronunciado los
votos —intervino a gritos lord Espósito—, los Espósito consideraremos todas las
ofertas.
A Peter empezó a temblarle un músculo de la
mandíbula.
—No creo que un compromiso en firme le impida
hablar conmigo —afirmó, procurando por todos los medios mantener la calma.
—Por desgracia, ella no quiere volver a hablar con
usted en su vida —observó Gastón.
Gastón Espósito estaba jugando con fuego. Peter se
volvió deliberadamente hacia su tío.
—Es de vital importancia que hable con su sobrina
—dijo con absoluta calma—. Y no estoy de humor para discutir ese punto.
Aquel tono tan solemne hizo reír a Gastón.
—Yo tampoco. Quizá crea que puede venir a verla
cuando quiera, pero creo justo advertirle que lo mataré antes de permitirle que
le haga más daño del que ya le ha hecho. Me dio su palabra, Sutherland —señaló
en voz baja, recordándole la apuesta.
—¿Y cómo me lo va a impedir? —preguntó Peter,
incrédulo—. ¡No permitiré que ni usted, ni su tío, ni el país entero se
interpongan en mi camino! ¡Dígame dónde está!
—Creo que no me ha oído. No quiere volver a hablar
con usted. Jamás —añadió Gastón con énfasis.
Peter empezó a sentir una rabia que temía no poder
controlar.
—¡Dígame adonde se la ha llevado! —chilló.
—¿Es que no ha hecho ya suficiente? ¡No toleraré
que siga jugando con ella! Dios, ¿es que no sabe que ella lo ama? —gritó el
hermano de Lali con el rostro encendido.
—¿Y qué cree que siento yo por ella? ¿Por qué
demonios iba a venir, si no, aquí exigiendo saber dónde se encuentra? ¿Por qué
iba hacer algo así? —bramó Peter.
Gastón se cruzó de brazos, resuelto.
A Peter se le descolgaron los hombros.
—He viajado a los confines de la Tierra y he visto
todo lo que había que ver —dijo Peter con voz ronca—. He escalado montañas,
cruzado selvas y pasado sed en el desierto. Poseo un título que me proporciona
los mayores lujos, cualquier mujer que se me apetezca y una riqueza tal que
resulta indecente. Lo he vivido todo, o eso creía yo. Porque jamás, jamás, en
todo ese tiempo me había afectado tanto y tan profundamente otro ser humano.
¡Jamás había deseado mover el sol por ver una sola sonrisa! Acabo de pasar la
semana más tumultuosa de toda mi vida, he decepcionado a todos mis seres queridos,
he abandonado mis responsabilidades y lo he dejado todo de lado por tener la
oportunidad de hablar con ella. ¿Y me lo van a negar? Juro por Dios que haré
cuanto esté en mi mano por hundir esta casa. —Su voz retumbó en la pequeña
estancia—. ¡Dígame dónde demonios está!
—¡Cielo santo! —murmuró lord Espósito, por una vez
estupefacto.
Poco a poco, se dibujó una sonrisa en el rostro de
Gastón.
—Maldita sea, la ama de verdad —susurró.
Furibundo, agotado y abatido, Peter pudo hacer
poco más que poner los ojos en blanco de exasperación y dejarse caer en una
silla justo enfrente de Bartolomé Espósito.
Gastón se acercó cojeando al aparador y sirvió
tres coñacs.
—¿Qué piensa hacer? —preguntó como si nada,
repartiendo los coñacs—. Está oficialmente prometida a Máximo.
Peter gruñó al aceptar el vaso.
—No lo sé —respondió con sinceridad. —Si tiene
previsto poner fin al acuerdo firmado con el bávaro, tendremos que considerar
los daños —intervino lord Espósito. Los otros caballeros lo ignoraron.
—Más vale que idee un plan, amigo mío. Máximo
Bergen no es un hombre fácil de tratar —le advirtió Gastón descaradamente.
—¡Ja! ¡Palidece al lado de Lali! —se mofó lord Espósito—.
Va a tener que lidiar con una mujer muy testaruda.
Gastón sonrió, divertido.
—No va a querer verlo, ¿lo sabe? Salvo que le
entreguen su cabeza en bandeja, claro.
—¿Dónde está? —insistió Peter, tranquilo. Gastón
miró a su tío.
—En Rosewood. Tienen intención de casarse y salir
para el continente a primeros de agosto.
—Estupendo —murmuró Peter, poniéndose de pie como
un resorte. Luego se dirigió brioso a la puerta, deteniéndose sólo para coger
su sombrero y sus guantes.
—¡Sutherland! —le gritó Gastón.
Con la mano en el pomo de la puerta, Peter se
volvió hacia Gastón por última vez.
—Buena suerte.
Peter le hizo un gesto con la cabeza y salió por
la puerta, cerrándola de golpe mientras lord Espósito anunciaba risueño que
habría un duelo antes de que se hubiese dicho y hecho todo.
Continuará...
+10 :D!!!!
Massssss subi otroooo
ResponderEliminarmeeeeeeeee encanta!!
ResponderEliminaral fin la va a buscar.... quiero mas
ResponderEliminar+++++++++++++++++++++
ResponderEliminarque lindo se esta poniendo esto... mmm que pasara con maximo?
ResponderEliminarMás!!
ResponderEliminarcada dia me gusta mas esta noveluchaaa!!! quiero saber como va a reaccionar lali..
ResponderEliminarotroooooooo mass
ResponderEliminarya no aguanto quiero leer mas!
ResponderEliminarmass subiiii otroooo
ResponderEliminarmáááááááááááááááááááássssssss!
ResponderEliminarotroooooo
ResponderEliminarMas!!
ResponderEliminarar más más
ResponderEliminarAhora si k se lo está jugando con todo.
ResponderEliminarMe encanta mas se va por su amoooor bdwodndnenz
ResponderEliminarMasss!
ResponderEliminar+++++++++++++
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