Peter se sirvió la quinta copa de champán y
observó amargamente que no le estaba sirviendo para aliviar el dolor que lo
roía por dentro todos los días. Era un dolor adormecedor y nauseabundo que le
destrozaba las entrañas cada vez que pensaba en Lali..., algo que ocurría con
mayor frecuencia de la deseable. Aunque ella ya se había casado y se había ido,
no podía quitársela de la cabeza, y la odiaba por eso, pero se odiaba más a sí
mismo. Le costaba creer lo fácilmente que se había dejado atrapar por algo tan
juvenil como el amor. ¡Cielo santo!
—¿Excelencia? —Lady Fairlane, a su lado, le dio un
codazo juguetón—. Le preguntaba si había visto el perro de caza premiado de
lord Fairlane.
Peter miró a aquella pelirroja de boca tentadora.
—No, no lo he visto, señora —respondió, cortante—.
Hace más de un año que no voy por Fairlane Manor.
Ella sonrió seductora.
—Tendremos que remediar eso, ¿no? —ronroneó—.
Estamos planeando un evento de fin de semana para dentro de quince días. Quizá
pueda venir.
Peter detectó la mirada lasciva de la pelirroja y
le dedicó una sonrisa torcida, sensual. Los ojos de lady Fairlane brillaron de
emoción.
—A lo mejor puedo ir, si no tengo otros
compromisos —dijo él sin alterarse.
Ella deslizó la mirada despacio por el pecho del
duque y se detuvo disimuladamente en su entrepierna.
—Un hombre popular —musitó ella con descaro—. Me
pregunto cómo decidirá qué invitaciones aceptar y cuáles no.
Pues cómo lo iba a decidir, pensó él mirándole
descaradamente los pechos que amenazaban con derramársele del pronunciado
escote de su vestido.
—Disculpe, milady, pero parece que lord Fairlane
la llama.
Peter hizo una mueca al oír la voz de su hermano;
Dios, era como su sombra.
Lady Fairlane miró a Pablo, que se acercaba a
ellos, y contuvo una risita.
—Sí, me parece que sí. —Suspiró mimosa y, mirando
descaradamente a Peter, le hizo una reverencia exagerada—. Espero verlo en
Fairlane Manor, excelencia. —Se alejó contoneándose intencionadamente. Peter
contempló el panorama con descaro mientras apuraba su champán.
—Un poco sospechosa su admiración por ti, ¿no?
—dijo Pablo.
Peter le entregó la copa vacía a su hermano.
—¿Y aunque lo fuera? Está casada con un vejestorio
—repuso fríamente, y se retiró de la columna en la que estaba apoyado.
—Ella y otras como ella te están convirtiendo en
un tipo muy poco popular, Peter.
—¿Y eso debería alarmarme? Me importa un pimiento
lo que piense la gente. —Ni siquiera Lali. Asqueado, cogió una sexta copa de
champán de la bandeja de un lacayo que pasaba por delante.
—La cuestión es que te estás poniendo en ridículo
—dijo Pablo bruscamente.
—Guárdate tus opiniones para cuando tomes el té
con mamá, Pablo —replicó su hermano mayor socarronamente—. Así la duquesa y tú
pueden reírse de mí a gusto.
—Excelencia, si me permite el atrevimiento,
quisiera presentarle a mi hija, Eliza.
El duque de Sutherland se volvió de repente y miró
al corpulento lord Stepplewhite y a su hija igualmente corpulenta. Ante la
mirada feroz del duque, la joven se puso como un tomate maduro e hizo una torpe
reverencia.
—Señorita Stepplewhite —murmuró Peter,
prescindiendo de la formalidad de la reverencia.
—Buenas noches, excelencia. ¿Está disfrutando del
baile? —pió ella.
Qué ingeniosa y bien instruida. Sólo le faltaba
que el tomatito citara algún antiguo proverbio o los versos de un poemilla
corto. Probablemente esperara que él le firmase el carnet de baile porque sería
un detalle bonito. Se le vino a la cabeza el recuerdo ya olvidado de aquel
baile de Harris.
—Sí —respondió con frialdad, luego miró furioso a
lord Stepplewhite antes de largarse, dejando a la joven gordinflona dolida y
desconcertada. Les estaba bien empleado a ella y a su colosal padre.
—Eso no ha estado muy bien —le comentó Pablo con
aire de desaprobación mientras lo seguía de cerca.
Peter se volvió de golpe y miró, furioso, a su
hermano.
—Si tanto te preocupa, ve a consolarla —le
contestó desagradablemente.
—Muy bien, Peter, ya está bien. Sé que estás
sufriendo...
—¡Y tú empiezas a hablar como una anciana!
—Pero no hace falta que lo pagues con una pobre
niña inocente —prosiguió Pablo sin alterarse.
—¿Desde cuándo eres mi conciencia? —espetó Peter.
—¡Desde que pareces haber extraviado la tuya! —le
replicó Pablo, furioso.
Peter apuró su copa de champán.
—¿Has venido a buscarme por alguna razón?
—preguntó, apoyándose en la pared y examinando asqueado a la multitud—. ¿Aparte
de para recalcarme mis errores?
—Lo cierto es que sí. Hay alguien con quien creo
que te gustaría hablar.
A Peter se le alborotó el corazón. Era Lali.
Durante un instante de locura, quiso verla, volver a mirar aquellos chispeantes
ojos. Pero su resolución de apartarla de su corazón se hizo de inmediato con el
control.
—No me interesa nada de lo que esa mujer tenga que
decirme —murmuró, sin darse cuenta de lo que había revelado hasta que vio la
sonrisa de satisfacción de su hermano. Su gesto ceñudo se oscureció
peligrosamente.
—Me refería a Gastón Espósito —replicó—. Lo vi en
Southwark anoche.
Peter no había querido pegarle a su hermano desde
que los dos eran niños, pero le faltaba muy poco para partirle la nariz de un
puñetazo.
—Estás loco —murmuró, furioso.
—No, pero he considerado ciertamente la
posibilidad de que lo estés tú —replicó Pablo sin inmutarse.
—Por lo que más quieras, Pablo, estoy a un paso de
partirte la cara —le advirtió Peter sinceramente—. Haznos un favor a los dos y
lárgate de mi vista.
Pablo se limitó a encogerse de brazos.
—¿Qué hay de malo en que hables con él?
—¿Para qué demonios voy a hacerlo? —gruñó Peter, y
cogió al vuelo otra copa de champán al criado que pasaba, cambiándola por su
copa vacía.
Pablo miró ceñudamente la copa.
—Te estás buscando la ruina, Peter. En esta sala
hay hombres que están deseando darte una paliza por el descaro con que
coqueteas con sus esposas, bebes hasta perder el sentido en cuanto tienes la
más mínima oportunidad, tienes preocupadísima a mamá y llevas semanas sin
echarle un vistazo a los libros de cuentas. ¡Y todo por alguna tonta pelea de
ena...!
—¿Quieres que te parta la boca? —gruñó Peter.
Luego resopló furibundo mientras se llevaba la copa de champán a los labios. No
podía contarle a Pablo lo ocurrido, al menos no sin echarse a llorar. No, era
mejor así. La indiferencia insensibilizadora era infinitamente más deseable que
el infierno al que ella lo había sometido. Al que aún lo sometía.
Pablo suspiró y le dio la espalda.
—Tu autocompasión es... —De pronto se interrumpió
y fijó la mirada en algo que vio al fondo de la sala. Repentinamente consciente
del murmullo de la multitud, Peter miró en la misma dirección. Se le paró el
corazón. Tuvo que acordarse de respirar al ver a Lali entrar con exquisita
elegancia en el atestado salón del brazo de su propio primo, David Westfall.
Maldita fuera, qué guapa estaba. Con el vestido de gasa dorada y crema que
llevaba, su piel se veía absolutamente resplandeciente. Llevaba los rizos
castaños recogidos en un moño, adornado con filigrana dorada.
El murmullo de la multitud pareció intensificarse
y, poco a poco, Peter se dio cuenta de que hablaban de ella. Por Paddy sabía
algunas de las cosas que se decían de ella, debidas sobre todo a lady Whitcomb,
que había atacado como una tigresa en cuanto él había deshecho el compromiso
con Nina. Sin embargo, hasta aquel momento, no había sido consciente de lo
intensas que eran, al parecer, las habladurías.
—¡Dios mío! —exclamó Pablo mirando a su alrededor.
Todos los ojos del salón la miraban. Al fondo de
la estancia, Lali exploró la multitud hasta que sus ojos lo encontraron. A él
le dio un brinco el corazón, a modo de advertencia, pero aun así no podía
apartar la vista de ella. Ella lo observaba con insistencia, y él se la quedó
mirando fijamente también, luchando en su interior contra el deseo irresistible
de acercarse a ella.
El dolor que lo mortificaba se apoderó de él.
Ignoraba qué hacía ella allí y, en aquel instante, le daba exactamente igual.
En una sola mañana, lo había destrozado por completo. Sin decir una palabra,
dejó la copa en una mesa, empezó a caminar en la dirección opuesta, abriéndose
paso entre la muchedumbre, en busca de su cochero.
Continuará...
+10 :(!!!!
Más!!! No nos dejes asi!!! Mas por favor
ResponderEliminarMaASSSSS NO NOS DEJES ASÍ POR FAVOORRR
ResponderEliminarMASSSS
Maaaas
ResponderEliminarMaaaaas
ResponderEliminarOtrooooo
ResponderEliminarNo nos dejes asii
ResponderEliminar++++
ResponderEliminarSubí
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarOtroooooooooo Capiiii :B
ResponderEliminarMas!!
ResponderEliminar=( =( =(= =( espero q se escuchen
ResponderEliminarMassssss
ResponderEliminarNooooo peter la deja ahi frente a todo esa gente que hblan mal de ella x culpa de el!!! No merece q lali se sacrifiq asi.. Massss
ResponderEliminarPobre Peter :(
ResponderEliminarMaldito cobarde.
ResponderEliminarHablan d ella x culpa d él ,y nunca hizo nada x defenderla o desmentirlo.
Y ahora sale huyendo.