Mateo anunció emocionado que el conde de Bergen
llegaba por el camino. A Lali se le encogió el corazón de decepción: esperaba
que fuese Peter. Cuando el día anterior no había aparecido, había tratado de
convencerse de que no era por nada. Sin embargo, a medida que había
transcurrido tediosamente el día, Lali había empezado a preguntarse si habría
conseguido espantarlo. Si eso había ocurrido, estaba dispuesta a bajar al río y
tirarse. ¿Es que no podía hacer nada bien? Sin mirar a Gastón, guardó los
calcetines que estaba zurciendo, se levantó de la silla y se estiró el regazo
del vestido.
—Bueno —dijo Gastón, contento—. El regreso de
Bergen significa que pronto te marcharás. —Sonrió y cogió su bastón—. Estarás
muy nerviosa. El enlace, el viaje de bodas a bordo de un buque de lujo, la
dicha marital en Baviera...
En su estado actual, Lali era incapaz de entender
por qué intentaba provocarla, pero lo estaba consiguiendo. Dios, le habría dado
una bofetada. Todo aquello ya era bastante difícil sin su sarcasmo.
—¿No sales a recibir a tu amado? —sonrió Gastón
confirmando las sospechas de su hermana. Ella le lanzó una mirada de odio y
salió del gabinete.
Máximo estaba desmontando el caballo cuando ella
salió. Él le sonrió mientras recogía las alforjas.
—¡Qué alegría verte, liebchen!
—Bienvenido a casa —dijo ella tratando de sonreír.
Máximo se echó las alforjas al hombro y cruzó el
camino para encontrarse con ella. Le pasó el brazo que le quedaba libre por la
cintura y la besó en los labios:
—Te va a encantar el barco —le dijo en alemán—. No
he escatimado gastos para que mi camarote sea adecuado para una novia.
Una suite nupcial... Lali notó que se sonrojaba. Pensó
en Peter inmediatamente y procuró ocultar aquellos pensamientos traidores en
algún rincón oscuro de su cabeza. El alemán rió.
—Vamos, liebchen, tú ya no eres tan inocente.
—Sonrió él, y le guiñó un ojo con disimulo.
De pronto asqueada, Lali tragó saliva para
deshacer el nudo que se le había formado en la garganta. Máximo arrugó el
gesto.
—¿Qué pasa? No debes temer nada —le aseguró, y le
besó la sien, cariñoso.
—Mi Deutsche no es muy bueno. ¿Qué le confesabas,
Bergen? —preguntó Gastón. Máximo lo miró. Luego retiró la mano de la cintura de
su prometida y se apartó, mascullando algo que hizo reír al hermano de Lali, ella
permaneció inmóvil, mirando fijamente al espacio gris que sería su futuro. Oyó
la voz estruendosa de su tío, pero aun así no se movió. Podría haberse quedado
allí todo el día de no ser porque sus ojos detectaron movimiento al fondo del
sendero.
Le dio un brinco el corazón. Era Peter, que
cabalgaba hacia la finca. Se dibujó en sus labios una sonrisa tonta, que se
tapó de inmediato con la mano. A medida que caballo y jinete se aproximaban, el
corazón empezó a palpitarle al ritmo de los cascos del animal. El duque entró
volando en la finca y frenó de golpe, sin quitarle los ojos de encima. Luego, despacio,
aquellos ojos verdes se deslizaron hasta los hombres que había tras ella.
—Veo que Máximo ha vuelto después de todo —dijo,
alegre, y desmontó con elegancia. Lali no se volvió, pero se apretó las manos
en el regazo, nerviosa, apenas controlándose, mientras él ataba a su caballo y
caminaba brioso hacia donde ella estaba. El corazón alocado se le iba a salir
del pecho en cualquier momento, lo sabía con certeza.
—Sutherland —dijo Máximo con rudeza y se situó
junto a Lali—. ¿Qué haces tú aquí?
Peter sonrió, imperturbable.
—Vengo a expresar mis mejores deseos a la feliz
pareja, Bergen —soltó, luego se volvió hacia Lali—: Buenos días.
—Buenos días, excelencia. —Ay, Dios, ¿tendría las
mejillas tan encendidas como se las notaba?
A juzgar por la sonrisa cada vez mayor de Peter,
probablemente sí. Máximo la incomodó aún más al acercársela de pronto
cogiéndola con fuerza por la cintura.
Aquél se limitó a reír burlón ante semejante
despliegue de posesividad.
—No podía dejarte partir para Bohemia...
—Baviera —protestó Máximo.
—Lo que sea —se defendió Peter con insolencia—.
Sin despedirme. Ha sido un verdadero... desafío... conocerte, Bergen.
—¡Sutherland! —bramó Bartolomé, y salió anadeando
a la escalera de la puerta principal—¡Salvo que vayas a subir la apuesta,
lárgate ya!
—Eso, vete —dijo el alemán en voz baja. Le
apretaba tanto la cintura a Lali que le costaba respirar.
—A su debido tiempo, milord —respondió Peter,
imperturbable—. Le he traído un regalo a tu ángel —afirmó y, girando sobre sus
talones, se dirigió a Júpiter.
—¿Ángel? —repitió Máximo, mirando fijamente a Lali.
—Alaí..., se refiere a Alaí —respondió ella
precipitadamente.
Peter metió la mano en la alforja y volvió a los
escalones de entrada, donde Gastón, Bartolomé y Máximo rodeaban de pronto a Lali.
—Señorita Espósito —dijo, y le tendió una sola
gardenia perfecta—. Si es tan amable... de... dársela a Alaí, quiero decir.
Titubeante, ella levantó la mirada y detectó la
ternura de la de él. Se le alborotó el corazón. Máximo la sujetaba tan fuerte
que le dolía. Ella tosió, incómoda, y alargó la mano para coger la flor. Peter
la depositó en su mano y le rozó descaradamente la palma con los dedos.
—Yo..., eh..., ¿qué puedo decir? —repuso,
abochornada por el temblor de su voz.
Él sonrió, sin dejar de mirarla, al parecer ajeno
a la presencia de todos los demás.
—Dile que «tiene gracias a millares, y es su
rostro angelical».
Una hebra de dulce deseo se le enroscó en el
corazón, y Lali suspiró en voz baja. Nadie le llegaba tan hondo como el
aristócrata inglés, pensó, y miró la gardenia que llevaba en la mano,
desdibujada por una bruma de lágrimas. Oyó el gruñido gutural de Máximo y la
protesta furiosa de Bartolomé. Despacio, levantó la mirada y le devolvió la
sonrisa tierna a Peter.
—No eres bienvenido aquí, Sutherland —dijo el
conde de Bergen de pronto, con voz peligrosamente grave—. Monta tu caballo y
vete.
Peter miró al alemán de mala gana y sonrió,
satisfecho.
—Aún no has hecho los votos, ¿verdad, Bergen? Me
parece que el que supongas que ya eres el dueño de todo esto es algo prematuro.
De pronto, el aludido soltó a Lali y dio una
zancada hacia delante. El bávaro, unos cinco centímetros más alto que el duque
de Sutherland, se quedó apenas a unos milímetros de él, con los brazos en
jarras y un gesto amenazador en su rostro.
—Te he dicho que te marches. Ya no eres bienvenido
aquí.
Peter soltó una carcajada y, como si nada,
descargó el peso de su cuerpo sobre una cadera mientras estudiaba a Máximo,
divertido.
—Supongo, entonces, que en Baviera es de mala
educación desear buena suerte a los novios. ¿No es así, Bergen? ¿Los alemanes
prefieren la cortesía de los paganos?
—¿Pagano? —susurró, furioso.
—Perdona. ¿Cómo se lo digo en un idioma que
entienda, Lali?
De repente, Máximo se abalanzó sobre Peter para
cogerlo por el cuello, pero éste, mucho más rápido, se volvió a tiempo, lo
esquivó por completo y se carcajeó del aturdimiento del alemán.
—Si lo que quieres es hacerme daño, vas a tener
que ser un poco más rápido de reflejos, amigo mío. No obstante, por si no lo
sabías, en Inglaterra tenemos otras formas de resolver nuestras diferencias.
—¡Basta ya! —gritó su tío, nervioso, y Gastón se
precipitó cojeando hacia los dos hombres y los separó con su bastón.
—¡No hay motivo para tanto, Bergen! ¡Sutherland ha
venido a desearles suerte, nada más! Sutherland, se agradecen tus buenos
deseos, pero el conde acaba de llegar de Portsmouth, quizá sea preferible que
pases a vernos en otro momento. Si no te importa...
—No más de lo habitual —dijo Peter de mala gana.
Clavó su mirada en Lali, paralizada por lo que había ocurrido ante sus ojos en
unos momentos. Peter la miró de arriba abajo, luego volvió a posar sus ojos en
su rostro—. Buenos días, Lali —añadió en voz baja. Hizo una reverencia seca a Gastón,
giró sobre sus talones, se subió a lomos de Júpiter y se alejó galopando en una
nube de polvo.
Máximo lo vio marchar, después se volvió
bruscamente hacia su novia, con el rostro veteado de rabia.
—¿Qué demonios hacía ése aquí? —inquirió, furioso,
en alemán.
Ésta se encogió de hombros.
—Como ha dicho él, ha venido a desearnos lo mejor.
Si me disculpas, tengo que darle esta flor a Alaí antes de que se marchite.
—Casi voló dentro, al tiempo que Gastón le daba una palmadita en el hombro y le
comentaba que había sido todo un detalle por parte del duque.
La cena fue espantosa para Máximo. No podía dejar
de mirarla, de observar cómo bajaba sus ojos al plato e iba empujando los guisantes por él,
uno a uno. Gastón estaba inusualmente animado y no paraba de hablar del
condenado duque. Y el tío Bartolomé agotaba verbalmente el fondo fiduciario que
Máximo había otorgado a Rosewood como regalo de compromiso. Creyó que la
maldita cena no acabaría jamás y, cuando terminó, se levantó de golpe de la
mesa y anunció que se iba a dormir. Al pueblo.
Salió en silencio, seguido de cerca por Lali.
Agradecido al ver que el tontorrón de Estefano le había traído su caballo, echó
las alforjas sobre los lomos de la yegua y se volvió bruscamente hacia Lali.
Ella estaba allí de pie, con las manos sujetas a la espalda, balanceándose
suavemente sobre los pies. La luz que escapaba de la casa formaba sombras en su
rostro que acentuaban su atractivo. Por una cuestión de decoro, Máximo había
decidido alojarse en Pemberheath, pero, al mirarla entonces, deseó haber
decidido quedarse en Rosewood. Quizá habría ido a verla a su habitación. Tal
vez habría podido borrar de su cabeza cualquier pensamiento sobre el condenado
duque.
Se cruzó de brazos, más furioso a cada instante.
Merecía una explicación por la presencia del duque, pero ella no decía nada,
nada en absoluto. No sólo no hizo esfuerzo alguno por tranquilizarlo, sino que
ni siquiera le dedicó una despedida cariñosa. Y ése, lo sabía, no era un buen
comienzo para dos personas a punto de casarse.
—Pareces preocupada, Lali. ¿Hay algo que quieras
contarme? —preguntó al fin, sorprendido de lo dura que sonaba de pronto su
lengua nativa.
—No que yo sepa. Lo siento —dijo, y desvió la
mirada al fondo del césped.
—No me has contestado. ¿Hay algo que quieras
contarme? —volvió a preguntarle, rogando en silencio que ella le asegurara que
no había motivo de preocupación.
—¡No, no! —respondió ella con dulzura, sin dejar
de mirar al infinito.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí? —quiso saber él de
repente. Lali dejó de balancearse y lo miró de reojo.
—Gastón llegó ayer, Bartolomé también —contestó
ella en voz baja. Máximo apretó los puños en los costados.
—No me refiero a tu familia. ¿Cuánto lleva él
aquí? —inquirió, furioso.
Lali se mordió el labio inferior un instante.
—¿Imagino que te refieres al duque?
—¿Qué demonios está ocurriendo aquí? —susurró
furibundo, con las venas de las sienes hinchadas.
—Nada, Máximo —trató de tranquilizarlo ella y, por
un instante, él la creyó—. Ha venido a desearnos buena suerte —añadió con
dulzura.
Sabía que debía aceptar la explicación de Lali,
pero no podía dejarlo estar.
—Tú y yo teníamos un acuerdo. Prometiste
respetarme.
—Y te respeto —replicó ella, sorprendida.
—¡No me respetas cuando lo miras a él con los ojos
grandes como lunas y te sonrojas como una doncella cuando él te sonríe!
Lali parpadeó, luego alzó despacio la barbilla.
—Yo te respeto, Máximo. Te honro. Y lo haré hasta
el día de mi muerte. Pero no habrá nada más —dijo en voz baja—. Ese fue nuestro
acuerdo.
De pronto, el alemán notó que le costaba respirar.
Era lo que habían acordado, muy bien, lo que él había aceptado, maldita fuera.
Furioso, subió de un salto a lomos de la yegua, sujetando con fuerza las
riendas para evitar que el repentino impacto la encabritara. Desde arriba, miró
ceñudo a Lali, con la cabeza y el corazón acelerados. Ella, en cambio, lo miró
serena, y por un instante, él se preguntó si había juzgado erróneamente la
situación.
Pero sabía bien que no se equivocaba, y espoleando
bruscamente a su montura, se perdió en la oscuridad de la noche. Ella podría
dormir a pierna suelta, segura de que cumpliría su parte del trato hasta el
final de sus días. Pero él no. Su promesa empezaba a asfixiarlo.
Continuará..
+10 :o!!!!
Por favor que le diga a Máximo que no se quiere casar con él!!!!
ResponderEliminarEsta nove es lo mejor de la vida
ResponderEliminarSeguilaaa!
ResponderEliminar+++++++++++++++
ResponderEliminarotro más por favor
ResponderEliminarsigueee
Me encantaaa
ResponderEliminarQue Máximo se vaya solo a Baviera ajajajaja
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarAy lali!! dile luego a Máximo que ya no quieres casarte con él
ResponderEliminar++++++++++++++
ResponderEliminarDale
ResponderEliminarMás!
ResponderEliminarmás más más!
ResponderEliminarBergen no midió las consecuencias
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