Capítulos CATORCE Y QUINCE

-Es uno de los barcos de Bucky -gritó Monk a pesar de que llevaba un micrófono incorporado al casco-. La persona que lo ha alquilado ni siquiera puede utilizar la radio para pedir socorro porque no funciona. Ha tenido que utilizar su teléfono móvil.

-Peter: Me sorprende que los barcos de Bucky aún se mantengan a flote. Ese hombre es una amenaza.

Monk asintió.

-Alguien debería hacer que ese viejo estúpido ce­rrara el negocio.

-Peter: Sí, pero si no tuviéramos los barcuchos de Bucky, ¿a quién rescataríamos nosotros?

Monk agitó la cabeza con gravedad. Se inclinó hacia adelante y examinó el océano mientras pasaban tumbando por encima de él.

-La cosa se está poniendo fea, Lanzani.

A pesar del ruido que generaba el helicóptero, Peter recibió la voz de Monk a través del auricular que llevaba.

Peter decidió echar un vistazo y sacar sus propias conclusiones. La marea había subido y había un gran oleaje. La tormenta se estaba gestando en el Atlántico y se estaba acercando. Podía sentir cómo el helicóptero avanzaba con dificultad con el viento en contra. En un par de días, el huracán avistaría tierra y entonces sí que sería una pesadilla.

-Tiene muy mala pinta -dijo Monk agitando la cabeza.

-Peter: Relájate, Monk. Tú no tienes que ir ahí abajo y bucear, ¿recuerdas?

-¡Claro que lo recuerdo! -respondió mirándo­lo fijamente-. De ninguna manera nadaría estando el mar de esta forma. Los submarinistas están locos.

-Peter: Sabes que la mayoría de la gente tiene miedo a volar...

-La gente está loca -dijo agarrando un paquete de chicles de su bolsillo. Desenvolviendo uno, añadió-. Se atreven a nadar junto a los tiburones, montan en barcuchos para ir a saludar a las ballenas y ¡tienen miedo de un avión! ¡De la precisión de la aeronáutica! -agitando la cabeza empezó a mascar el chicle-. No tiene sentido.

-Ya casi estamos -anunció J.T. a través del micrófono del asiento del piloto-. Llegaremos en dos minutos aproximadamente.

Agarrándose de una de las asas, Monk asomó la cabeza.

-Sí, ahí está. ¡Dios! Quienquiera que esté ahí abajo tiene suerte de no haberse hundido todavía. ¡Maldito Bucky! Probablemente haya un par de tiburones hambrientos esperando.

-¡Por amor de Dios, Monk! -gruñó J.T.-, Déjalo, ¿quieres?

Peter se rió mientras se preparaba, comprobaba su equipo de buceo y se ajustaba la máscara.

-Peter: Estén preparados con la cesta. Subiré a los pasajeros para poder abandonar el barco lo antes posible. Dejemos que sea Bucky quien se encargue de recuperarlo.

-Es lo justo -murmuró Monk-. Hagamos que se encargue de uno de sus viejos barcos.

Peter sonrió y se dirigió hacia la escotilla. J.T. hizo que el helicóptero descendiera a pesar de que el viento trataba de empujarlos hacia la orilla con fuerza. Mirando hacia el océano revuelto, Peter echó un vistazo a la pequeña embarcación que se balanceaba peligrosamente sobre las olas y le hizo una señal a Monk mientras se ajustaba la máscara y saltaba.

En ese mismo instante sintió el mayor azote de adrenalina que jamás había sentido. En aquel momento se sintió volar. Se sentía libre y vivo. Mucho más de lo que podría estarlo teniendo un trabajo rutinario con jornada de nueve a cinco.

El agua lo golpeó y se vio inmerso en la oscuridad. Comenzó a nadar hacia la superficie y cuando lo hizo vio que se encontraba a unos tres metros de distancia del barco. La embarcación tenía pinta de estar a punto de venirse abajo en cualquier momento.

Y siendo uno de los barcuchos de Bucky, probablemente lo haría.

Se apresuró y en tan sólo unos segundos fue capaz de llegar a uno de los laterales del barco. Intentó subir, pero alguien desde la cubierta le agarró las manos para ayudarlo. Cuando se descubrió el rostro para decir hola, su sonrisa se desvaneció por completo.

-Peter: ¿Lali?

-Lali: ¡Cielo santo! ¿Tú?

-Peter: Eso mismo me pregunto yo.

Peter agitó la cabeza e hizo una señal a Monk, quien aún permanecía colgado de uno de los laterales del helicóptero. Un segundo después, Monk ya le había lanzado la cesta de rescate y, aunque se balanceaba por la intensidad del viento, pudo bajarla cuidadosamente.

Volviendo la mirada hacia Lali, Peter se apoyó contra un lateral del barco y dijo:

-Peter: ¿En qué demonios estabas pensando cuando te hiciste a la mar?

Ella se apartó el pelo de los ojos y lo miró fijamente. Vaya bienvenida le daba el tipo que había venido a rescatarla.

Apretó los labios como si realmente no quisiera contestar, pero lo hizo.

-Lali: Simplemente quería salir a navegar durante un par de horas.

-Peter: ¿Acaso no has visto el pronóstico del tiempo últimamente?

-Lali: No.

-Peter: Supongo que no. ¿No has oído hablar del huracán Igor?

-Lali: ¿Huracán? -gritó para qué el pudiera oírla a pe­sar del ruido que hacía el helicóptero.

Medio estupefacto y furioso por las muestras de asombro de su rostro, Peter contestó:

-Peter: Recoge tus cosas. Tenemos que salir de aquí.

-Lali: ¿Y qué me dices del barco?

-Peter: Daremos el aviso por radio. Bucky podrá venir a buscar su barco cuando lo desee.

Lali lo miró fijamente.

-Lali: ¿Cómo sabes a quién se lo alquilé?

Él apretó los dientes.

-Peter: Un barco tan viejo y oxidado como éste no puede ser de nadie sino de Bucky. Ahora vámonos, ¿quieres?

Lali se dio media vuelta y fue a buscar su bolso y un pequeño termo.

-Peter: ¿Estás lista? -gritó mientras agarraba la cesta de rescate y la traía hacia sí.

-Lali: Como jamás antes lo he estado.

-Peter: Sube las piernas -le dijo mientras se acercaba y ella se disponía a hacer lo que él le decía. Con una mano sostenía la cesta y la mantenía firme, pero no le quitaba la vista de encima-. Vas a mojarte.

Por primera vez desde que había llegado, ella sonrió.

-Lali: No tanto como pensaba.

En aquel momento Peter la admiró. Era una mujer sorprendente. No se había puesto histérica ni lloriqueaba. Tampoco parecía tener miedo. Simplemente mantenía la calma y aceptaba con obediencia todas sus órdenes.

Peter se rió mientras sujetaba la cesta para que ella subiera. Lo hizo elegantemente, pero la furia de las olas la salpicó y le empapó los pantalones cortos de color verde y la mitad de la camiseta que llevaba.

-Lali: ¡Ah! -gritó cuando sintió que le alcanzaban las olas.

Mantuvo el bolso en alto para evitar que se mojara, mientras que con la otra mano se sostenía con fuerza a la canasta. Una vez ella estuvo dentro, Peter subió y le hizo una señal a Monk. Empezaron a izar la cuerda y la cesta se elevó en el aire meciéndose salvajemente por la fuerza del aire. Lali se sostenía con tanta fuerza que los nudillos se le estaban poniendo blancos.

Peter la observaba. Percibió la excitación que brillaba en sus ojos a pesar de que era un sentimiento mezclado con una buena dosis de miedo. Entonces... sintió algo. Su corazón había estado inquieto desde que había mirado esos ojos. Haberla encontrado sola allí abajo le había asustado por un momento. Pero verla ahora disfrutar de aquel paseo en el aire le hacía sentir el entusiasmo de un chiquillo en un parque de atracciones. Sin embargo, había una parte de él que sentía lo contrario.

Y sentía algo más profundo.

Algo peligroso.

Continuará...

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Para cuando llegaron a la base, Lali temblaba a pesar de la manta que Monk le había proporcionado. No había puesto ninguna pega a que Peter la llevara a casa y permaneció callada durante todo el trayecto.

A pesar de que, de vez en cuando, la miraba de reojo, Peter se concentró en la conducción.

Habían recorrido más de la mitad del trayecto cuando oyeron un gran estruendo. Estaba empezando la tormenta y las nubes se abrían para dejar paso a los relámpagos.

-Lali: Menos mal que he podido salir del barco -murmuró ella cubriéndose con la manta.

Peter agarró el volante con ambas manos y preguntó:

-Peter: ¿Por qué demonios decidiste salir a navegar?

Ella suspiró y echó la cabeza hacia atrás.

-Lali: Simplemente quería salir un rato a dar una vuelta. Estar en medio del mar y simplemente estar...

-Peter: ¿Y decidiste esperar a estar en alerta de huracán para hacer la excursión?

-Lali: No sabía nada acerca del huracán.

-Peter: La mayoría de la gente echa un vistazo al pronóstico del tiempo antes de salir a navegar.

-Lali: Bueno, supongo entonces que yo no soy la mayoría de la gente.

-Peter: Eso ya lo sé -murmuró él recordando cuánto le había impactado encontrársela en aquel oxidado barcucho-. ¿Y por qué diablos le alquilaste el barco a Bucky? Hay muchas otras posibilidades.

-Lali: Era el único que estaba abierto.

-Peter: Eso debería haberte servido de advertencia. Nadie en su sano juicio alquila embarcaciones con un huracán a la vista.

-Lali: No sabía nada acerca del huracán. Ya te lo he dicho.

-Peter: Esta bien. No voy a discutir contigo sobre ello otra vez.

-Lali: Te lo agradezco -dijo volviendo la cabeza-. No es que no aprecie el rescate, pero puedo pasar perfectamente sin el sermón.

-Peter: Sí, probablemente -pero, ¿y si no hubiera sido capaz de llegar hasta ella? Se habría quedado en medio del océano con un huracán avanzando en su dirección. Y en uno de los barcos de Bucky, ¡por amor de Dios!

-Peter: Me sorprendió un poco encontrarte allí -admitió finalmente.

-Lali: A mí también -respondió ella-. Hacía mucho tiempo que no me encontraba en una situación parecida.

-Peter: ¿Has pasado por esto antes? -le preguntó tomando una carretera repleta de árboles que conducía a casa de Rochi. Los árboles se mecían en el viento y la experiencia le decía que, si alguien no hacía algo pronto, aquellos árboles serían arrancados de raíz por la fuerza del huracán.

-Lali: La última vez fue en la costa del golfo. Un amigo y yo alquilamos un barco. Nos quedamos encallados en un banco de arena. Dañamos el casco y estuvimos haciendo aguas durante un tiempo, pero nos parecieron días.

Él agitó la cabeza. El porqué le molestaba que Lali hubiera estado antes en una situación como ésa escapaba a su raciocinio.

-Lali: De todas formas es culpa tuya -le dijo de repente pasando de la nostalgia a la ira.

-Peter: ¿Qué? -le dijo volviéndose hacia ella-. ¿Qué te hace suponer eso?

-Lali: Anoche -lo acusó con la mano-. Aquel paseo en moto. Aquel -se calló de repente, agitó la cabeza, abrió la puerta del coche y salió. El viento y la lluvia la azotaron de inmediato. Cerró la puerta de un portazo y se dio media vuelta en dirección al porche.

Peter la siguió. No iba a permitir que le dejara a medias. Se reunió con ella bajo el porche. El viento soplaba con fuerza. A Lali le temblaban las manos, así que Peter le quitó la llave y abrió la puerta de la casa.

Lali entró y Peter la siguió antes de que tuviera tiempo de cerrarle la puerta. La cerró tras de sí y la miró directamente a los ojos.

-Lali: Gracias por haberme traído a casa -le dijo fría­mente alzando la barbilla en un gesto de rebeldía-. Adiós.

En su interior, Lali se estaba desmoronando. Se había quedado atrapada en medio del océano con una tormenta a la vista, la habían rescatado en un helicóptero y la habían llevado a una base de marines. Pero nada de eso podía compararse con lo que estaba sintiendo en aquel momento. Sentía que estaba al borde de un precipicio. Un precipicio sin barandilla con rocas abajo. Un precipicio en el que no había salvación.

Y ese precipicio era Peter.

Tragó saliva y se dirigió hacia el salón. Él la siguió. Realmente no había esperado que se marchara, pero ahora esperaba que lo hiciera. En ese momento estaba hecha un lío, sentía una mezcla de emociones y estar cerca de Peter no iba a ayudarla demasiado. Entonces, cuando le vio sonriéndole, el corazón le dio un brinco. Aquel hombre la afectaba como ningún otro jamás lo había hecho.

Y ¡maldita sea! No tenía ni idea de qué hacer al respecto.

-Peter: Termina - le dijo agarrándola del brazo forzándola de esa manera a mirarlo a la cara.

Ignoró la sensación de calor que se había apoderado de su cuerpo.

-Lali: ¿Terminar qué?

-Peter: Lo que estabas diciendo. El paseo en moto y...

Lali tomó aire y mirándolo fijamente, le preguntó:

-Lali: No vas a dejarlo pasar, ¿verdad?

-Peter: No.

Volvió a tomar aire. Volvió la mirada hacia la ventana. La lluvia caía con fuerza sobre los cristales. Aunque era casi mediodía, estaba oscuro como si estuviera anocheciendo. El viento azotaba las ventanas y se filtraba por los aleros de la casa emitiendo sonidos como los de unas almas en pena.

Necesitaba encontrar una salida a aquella situación, pero temía no poder encontrar una. Peter apretó aún con más fuerza la mano con que la sostenía.

Finalmente, Lali se giró para toparse con su mirada.

-Lali: Muy bien. El beso. ¿Ahora ya estás contento?

-Peter: Loco de alegría.

-Lali: Muy bien. Pues ahora, vete.

-Peter: De eso nada.

-Lali: En serio, Peter -le dijo con voz firme a pesar de lo fuerte que le latía el corazón-. Creo que deberías marcharte.

-Peter: Probablemente debería hacerlo -admitió soltándole el brazo-. Pero no voy a hacerlo.

-Lali: Esto no es buena idea -dijo ella acercándose a él y alzando su rostro.

-Peter: Ya he oído eso antes.

-Lali: Pero no importa que lo diga. Vamos a hacerlo de todas formas, ¿verdad?

-Peter: Oh, sí.

Continuará...

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Mañana les dejo más caps!!!  ^-^

Ganará la apuesta Peter???.... para mí que sí!! ;D

BESOSSSSSS

Danii! :D