Peter nunca sabría que le había hecho daño. No le
permitiría acercarse tanto como para que tuviera el poder de aplastarla, aunque
él no tuviera aquella intención.
La traición de Benjamín Amadeo la había dejado
destrozada.
No permitiría que aquello volviera a suceder.
—Peter: No voy a perder lo que tenemos —dijo — Lali, te
aprecio mucho. Te aprecio tal y como eres. Me gusta pasar tiempo contigo, y no
quiero perderlo.
Él la estimaba, y ella estaba enamorada. Oh, sí. El
destino tenía un sentido del humor muy retorcido.
—Lali: Ya lo hemos perdido, Peter. No podemos fingir que
las cosas no han cambiado, cuando todo ha cambiado.
—Peter: Sí podemos. Tiene que haber un modo de hacerlo.
—Lali: Cuando lo encuentres, dímelo.
Peter se estrujó el cerebro para responder a Lali. Pero
aquello no le estaba resultando nada fácil, sobre todo cuando aún sentía hambre
y necesidad por ella.
Sin embargo, al mirarla a los ojos en aquel momento, Peter
quiso decir lo correcto. De un modo u otro, había perdido el control de lo que
estaba sucediendo entre ellos. En realidad, nunca había tenido el control.
Ella había estado comprometida con un imbécil que le
había hecho daño. Y en aquel momento, él mismo también le estaba haciendo daño.
Aquello era lo único que él no había querido hacer, pero lo había hecho
igualmente. Y eso hacía que se sintiera muy mal, muy irritado consigo mismo. Le
producía una sensación de impotencia a la que no estaba acostumbrado.
—Lali: Creo que deberías irte, Peter.
Al oír su voz suave y calmada, él sintió algo oscuro y
frío en el estómago, y tuvo el presentimiento de que aquella sensación no iba a
remitir.
—Peter: La...
—Lali: Por favor.
Peter no quería irse. No habían conseguido solucionar
nada, y ella estaba muy triste. Pero sabía que, si se quedaba, iba a empeorar
las cosas. Si Lali no quería que estuviera allí, tenía que irse.
Se marcharía.
Por el momento.
Asintió y se tragó todas las palabras que quería decirle.
—Peter: Está bien. Me marcho. —
Ella esbozó una frágil sonrisa para despedirse, y él le
agradeció aquel esfuerzo.
—Lali: Gracias.
—Peter: Esto no se ha terminado —le dijo cuando pasaba
ante ella hacia la puerta. Salió del garaje y se detuvo junto al porche lleno
de flores, notando que el aire de verano lo envolvía. Miró hacia atrás por
encima del hombro y con una media sonrisa, le dijo suavemente: —Por favor, cierra
la puerta con llave, Lali.
Lali se enterró en el trabajo durante los tres días
siguientes.
Les dio tiempo libre a sus mecánicos y se ocupó por sí
misma de todo lo que había que hacer en el taller para asegurarse de que estaba
ocupada. Y cuando terminó de arreglar todos los coches que tenía pendientes,
replantó los macizos de flores del jardín.
Quería hacer cualquier cosa que le impidiera pensar en Peter.
Sin embargo, no servía de nada.
Cande se había solidarizado con ella, e incluso le había
ofrecido a su marido para que le diera una paliza a Peter. Pero Lali no quería
que Peter tuviera moretones, sino que la quisiera. Y aquello no iba a suceder.
Allí de pie, en el taller, miró hacia el lugar donde
había estado aparcado el coche donde habían hecho el amor. Y aunque el coche ya
no estaba allí, los recuerdos sí.
Ella conservaba en la mente todas las caricias, los
suspiros y los susurros, con tanta claridad como si todo aquello acabara de
suceder. El cuerpo le dolía por Peter. Y el corazón también.
Se frotó los ojos con las puntas de los dedos. Apenas
había conseguido dormir durante aquellos tres días. Trabajaba hasta la
madrugada en el garaje porque cada vez que cerraba los ojos, Peter aparecía a
todo color.
Lali sabía que había sido ella misma la que había
provocado aquella situación. Había caminado hacia Peter con el corazón
desprotegido, porque ni siquiera se le había ocurrido pensar que pudiera estar
en peligro. ¿Cómo iba a pensar que el amor con el que soñaba iba a encontrarlo
en los brazos de su mejor amigo?
—Lali: Y lo peor —se dijo en voz alta—, es que no puedo
hablar con mi mejor amigo de ello. Te echo de menos, Peter.
El sol brillaba en el cielo azul, y el océano estaba en
calma. Era el día de pesca perfecto. Un par de veces por temporada, Eliseo le
pedía prestado el bote a uno de sus amigos pilotos y los cuatro hermanos Lanzani
pasaban el día en alta mar, alejados de los teléfonos móviles y del trabajo. Y
normalmente, Peter habría disfrutado pescando con sus hermanos.
Sin embargo, aquel día tenía que obligarse a prestarles
atención. Disgustado, Peter volvió la cabeza del mar azul a la cubierta del
barco, donde sus hermanos estaban reunidos alrededor de una nevera portátil.
—Germán: El viento era tan fuerte… —estaba contando, que
se interrumpió un momento para tomar un trago de cerveza—, que arrastraba al
helicóptero hacia los lados. J.T. tenía que sujetar el mando con las dos manos
para no perder el control y mantenerlo erguido. Justo debajo de nosotros estaba
aquel marinero de domingo colgado del casco de su bote, que había volcado, a
punto de ahogarse.
—Eliseo: Entonces, seguramente se alegró mucho de verte,
¿no? —le preguntó con una sonrisa, y lanzó el sedal al agua con un golpe de
muñeca seco.
—Germán: Eso es lo curioso —continuó, mirando a sus
hermanos con una expresión de indignación fingida—. Ahí estaba yo, tirándome
del helicóptero a las olas de la tormenta, unas olas de dos y tres metros, para
salvarle el pellejo a aquel tipo, ¿y cómo me lo agradece? Demonios, intentando
darme un puñetazo cuando me acerqué a él e intenté meterlo en la cesta de
rescate.
—Camilo: ¿Qué? —le preguntó sin dar crédito. Sin embargo,
aquella historia no sorprendió a Peter. La gente siempre reaccionaba de un modo
muy extraño en las situaciones de pánico. Por esa razón, los marines resultaban
tan útiles durante un desastre. Mantenían fría la cabeza.
Germán se rió.
—Germán: De verdad. El tipo estaba muerto de miedo, y no
quería soltarse del casco del bote. Las olas lo golpeaban, el viento estaba
aullando a su alrededor, pero no quería soltarse. Finalmente, soltó una mano,
intentó darme un puñetazo y después me dijo que tenía mucho miedo a las alturas
y que le enviáramos un barco.
—Camilo: ¿Un barco? —preguntó, riéndose—. ¿Te refieres a
uno como el suyo, que acababa de volcar?
—Germán: Exacto —respondió.
—Peter: ¿Y cómo conseguiste meterlo en la cesta?
—intervino, que se había metido en la historia pese a lo agitada que tenía la
mente.
—Germán: Entré yo mismo en la cesta y le dije adiós. El
tipo se asustó tanto de que yo fuera a dejarlo allí, que soltó el casco y se
tiró a la cesta. Yo salí, lo ayudé a subirse y Monk lo izó hasta el helicóptero
—explicó. Después sacudió la cabeza y suspiró cariñosamente—. Vaya vueltecita.
—Eliseo: Sí, sí, señor héroe —le dijo burlonamente, y
caminó hacia la trampilla para bajar a la cocina—. Vamos, tienes que ayudarme a
subir la montaña de sándwiches que nos ha preparado Ana.
—Germán: ¿Ana ha hecho la comida? —preguntó, preocupado—.
¿Y es seguro?
—Eliseo: Eh! —protestó mientras bajaba los escalones—.
Está mejorando mucho.
Germán gruñó y farfulló:
—Germán: No podría empeorar sin matarnos.
—Eliseo: Sí, bueno —dijo, riéndose—. Ana no te tiene
mucho aprecio, así que deberías tener cuidado con lo que comes.
—Germán: ¿Qué quieres decir con eso de que no me tiene
cariño? —le preguntó indignado—. ¡Yo soy el más divertido!
Bajó detrás de Eliseo y dejó a Peter y a Camilo en la
cubierta, a solas. Peter suspiró y concentró la mirada en el horizonte azul. El
suave chapoteo de las olas contra el casco del bote era muy relajante, pero aquello
no conseguía calmar la agitación que sentía.
Probablemente, no debería haber ido a pescar con sus
hermanos aquel día. Pero si hubiera intentado escabullirse, le habrían pedido
muchas explicaciones y él no estaba preparado para dárselas.
—Camilo: ¿No quieres contarme lo que te sucede? —le
preguntó, y se sentó al borde de la popa. Se agarró las rodillas con las manos
y esperó.
Peter le echó una mirada, y después volvió a fijarse en
el horizonte.
—Peter: No.
Camilo se quedó callado, con la mirada puesta en Peter,
hasta que él se retorció, incómodo, bajo el escrutinio de su hermano.
—Peter: ¿Qué estás mirando?
—Camilo: A un hombre con un problema.
—Peter: Déjalo, Camilo.
—Camilo: Eh, yo sólo estoy aquí sentado.
—Peter; Bueno, pues siéntate en otro sitio.
—Camilo: Es un barco pequeño —replicó, encogiéndose de
hombros.
—Peter: Y se hace más pequeño a cada segundo —farfulló.
Levantó el pie derecho y lo apoyó en la borda—. ¿No tienes que rezar el
rosario, o algo así?
Camilo sonrió sin ofenderse.
—Camilo: Me he tomado el día libre.
—Peter: Qué suerte tengo.
—Camilo: Pues sí.
—Peter: ¿Qué?
Camilo sonrió de nuevo.
—Camilo: Tienes suerte, Peter. Tienes un trabajo que te
encanta, una familia dispuesta a soportarte y un precioso día de pesca por
delante. Entonces, ¿quieres decirme por qué pareces un hombre que acaba de
perder a su mejor amigo?
Aquella última frase fue la gota que colmó el vaso, y Peter
hizo un gesto de dolor. Se puso de pie, se acercó a la borda y se agarró a la
barandilla brillante. Le lanzó a Camilo una mirada rápida, y después fijó los
ojos en el mar.
—Peter: Creo que he perdido a mi mejor amiga.
—Camilo: Aah...
Peter resopló.
—Peter: No me eches ese suspiro evidente, genérico y
comprensivo de padre Camilo.
—Camilo: Si quieres una comprensión más específica, dime
lo que pasa.
—Peter: Es Lali.
—Camilo: Ya me lo imaginaba —dijo. Peter lo miró de
nuevo, y él se encogió de hombros—. No es muy difícil de suponer, Peter.
Perdiste la apuesta por ella, y ahora estoy empezando a pensar que perdiste
algo más.
—Peter: ¿Qué?
—Camilo: ¿El corazón?
Peter se puso rígido como si lo hubieran disparado. Se
frotó la nuca con fuerza y después se metió las manos en los bolsillos del
pantalón.
—Peter: Nadie ha
dicho nada de amor.
—Camilo: Hasta ahora —musitó.
—Peter: ¿Sabes una cosa? Puedes llegar a ser muy pesado
como hermano, padre.
—Camilo: Eso me han dicho. Cuéntame lo que pasa, Peter.
Con una rápida mirada a las escaleras, para asegurarse de
que Germán y Eliseo todavía estaban abajo, Peter dijo:
—Peter: Creo que me estoy volviendo loco. Y todo es por
culpa tuya. Por esa estúpida apuesta. Eso fue lo que provocó todo esto.
—Camilo: Aah... —se volvió para esconder la sonrisa que
no había podido reprimir, pero no tuvo éxito.
Peter farfulló de nuevo:
—Peter: Estupendo. Ahora te ríes de las desgracias de tu
propio hermano.
—Camilo: ¿Para qué están los hermanos?
El bote se mecía suavemente, la brisa corría
refrescándoles con agua salada, y en el cielo, las gaviotas vigilaban la
superficie del mar en busca de comida.
—Camilo: ¿Por qué estás triste? —le preguntó.
—Peter: Por Lali.
—Camilo: Esto va mejorando.
—Peter: Maldita sea, Camilo. Algo va muy mal.
Camilo frunció el ceño.
—Camilo: ¿Con Lali?
¿Ella está bien?
—Peter: Ella está bien, sí. Yo soy el que tiene
problemas.
—Camilo: Oh.
Peter exhaló bruscamente. No podía creer que le estuviera
sucediendo aquello a él, al hombre que creía firmemente, que la razón por la
que Dios había creado a tantas mujeres guapas era para hacer que el amor y el
matrimonio resultaran innecesarios.
Durante toda su vida, todas las mujeres habían sido
iguales para él. Pensaba que, si perdía a una, habría otra a la siguiente
esquina. Y sin embargo, en aquel momento la única mujer a la que deseaba no lo
deseaba a él.
Hacía tres días que había dejado a Lali en su taller.
Tres días y tres noches. Y no había podido quitársela de la cabeza. Sus sueños
estaban llenos de imágenes de Lali. Peter sentía una opresión en el pecho al
pensar en que quizá ella ya no quisiera volver a verlo. Inconscientemente, se
frotó el torso, y después miró a Camilo.
—Peter: No quiere hablar conmigo.
—Camilo: ¿Y tiene una buena razón?
—Peter: Quizá.
Al recordar la expresión de su cara cuando le estaba
contando lo de aquel idiota de Benjamín, Peter se estremeció. Él no estaba buscando
una relación. No quería tenerla. No se había esperando que encontraría una.
Siempre había vivido la vida como quería, y nunca se
había planteado cambiarla. Entonces, ¿por qué el hecho de que Lali no le
hablara le hacía tanto daño?
¿Por amor?
Al pensarlo, sintió pánico.
Él no era capaz de querer.
—Peter: Demonios, ya no sé nada —dijo.
—Camilo: Nunca pensé que dirías algo así.
—Peter: ¿Qué? —le preguntó secamente—. ¿Eres un cura que
no cree en los milagros?
—Camilo: Buena observación —dijo. Se apoyó contra la
borda, se cruzó de brazos y miró fijamente a su hermano—. ¿Qué vas a hacer, Peter?
Él sacudió la cabeza.
—Peter: Creo que ya he hecho lo suficiente.
Había conseguido que su mejor amiga lo echara de su
garaje. Se las había arreglado para que no volviera a hablarle. Para que no
pudiera soportar verlo. Oh, sí. Ya había hecho su trabajo.
—Camilo: Entonces, ¿te vas a rendir?
Peter le lanzó una mirada asesina.
—Peter: Me estás manipulando.
—Camilo: ¿En serio?
—Peter: ¿Y quién ha dicho nada de rendirse?
—Camilo: Entonces, ¿qué plan tienes?
—Peter: Si lo supiera, ¿estaría aquí mientras tú me
insultas?
Camilo sonrió.
—Camilo: Está bien, pero ¿no eres tú el que me dijo que
el día que necesitara consejo de un cura sobre mujeres, se dejaría afeitar la
cabeza e iría a Okinawa?
Peter bajó la cabeza.
—Peter: Está bien, soy un idiota. Necesito un consejo.
Camilo le puso una mano sobre el hombro.
—Camilo: Muy bien. Ya has abierto los ojos en cuanto a
Lali. Ahora necesitas abrir el corazón.
—Peter: ¿Y eso es todo lo que tienes que decirme?
Camilo se rió.
—Camilo: Piénsalo, pequeño saltamontes. Tú mismo hallarás
la respuesta.
—Peter: ¿Antes de que me vuelva un anciano?
—Camilo: Probablemente —le dijo. Después se inclinó sobre
la nevera—. ¿Te apetece una cerveza?
Continuará...
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Perdón!!! lo sé es RE tarde! D: les dejo dos caps!!
si quieren otro ya +10 firmitas y les subo otro!!
pero si estan cansadas o ya estan dormidas lo dejamos para mañana!
Igual chicas mañana la terminamos SI O SI!!! ;D
PERDÓN PERDÓN PERDÓN!!!!
vagomi: Va, q bueno q t pusiste al día!!! me alegra q te guste!.... yo estoy mucho mejor gracias por preguntar! ;)
PARA LAS QUE TIENEN FACE ACÁ HAY NOVE LALITER:
http://www.facebook.com/groups/468330719858887/
:D
Mas
ResponderEliminarMasss
ResponderEliminarholasssssssssssssss
ResponderEliminarmasssss nove
ResponderEliminarQ mal le salio la trampa a lali!Esperemos se sinceren y se arreglen!
ResponderEliminarmasss noveeee
ResponderEliminarno llegamos mas a los diez masss noveeeee
ResponderEliminardalllleeee que podemos massssssssssss
ResponderEliminarotroooo
ResponderEliminarokkkk no podemos nada jajajajajja massss noveeeee
ResponderEliminarNoooo mas nove plis!!!! no nos podes dejar asi!!!! mas mas mas mas!!!
ResponderEliminarsubi mas quiero saber que hara peter
ResponderEliminarsabes que me parece que no tesigo en twitter ahi me voy a fijar..
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeee, Que Peter vaya por Lali!! me encanta la nove @flordemariia
ResponderEliminarMas nove!!!
ResponderEliminarmAS MAS MAS
ResponderEliminarPequeño saltamontes,jajaja,cuantos recuerdos.
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJA yo le digo a mi amiga pequeño saltamontes!!!! JAJAJAJAJAJAJ vamos Peter yo se que algo se te va a ocurrrir ;) @LuciaVega14
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