Diciembre de 1882
Peter no tenía ni idea de que
fuera capaz de ser tan feliz. No era del tipo que extrae una alegría
desenfrenada del latir del universo ni de otras tonterías por el estilo. Nunca
se levantaba de la cama queriendo respirar profundamente la propia vida; un
hombre pobre con padres bienintencionados pero ineptos que cuidar y hermanos
más jóvenes que mantener no tenía tiempo para esos lujos tontos.
Pero con Lali a su lado, no
podía menos que sentirse exuberante.
Ella poseía propiedades
mágicas, fuertes y vigorizantes como un trago del mejor vodka y, sin embargo,
lo mantenía siempre en un grado delicioso de embriaguez, ese punto escurridizo
de equilibrio en el cual todas las esferas del cielo alcanzaban un alineamiento
exquisito y a un mero mortal le brotaban alas.
Durante las tres semanas que
duró su noviazgo, él la visitaba con una frecuencia que era positivamente
indecente: iba a caballo hasta Briarmeadow por la mañana y por la tarde, y
aceptaba la invitación de la señora Espósito para quedarse a tomar el té y la
cena sin hacerse de rogar mucho, solo tras la consabida protesta de que no
debía abusar demasiado de su amable anfitriona.
Le encantaba hablar con Lali.
Su visión del mundo era tan negativa y carente de romanticismo como la suya.
Estaban de acuerdo en que, en aquel momento, ninguno de los dos importaba nada,
a que él no era más responsable de su linaje que ella de su herencia de
millones de libras.
Sin embargo, para ser una
escéptica inveterada, era tan fácil de complacer como un cachorrillo. Los
inadecuados ramos de flores que recogía del dilapidado invernadero de Twelve
Pillars provocaban unas reacciones tan eufóricas que Julio César, en su
triunfal regreso a Roma después de la conquista de la Galia, no habría podido
sentirse más loco de entusiasmo. El anillo de compromiso, bastante modesto, que
compró para ella con fondos que había ahorrado para su pasaje a América y su
primer taller, que construiría según el modelo de Herr Benz, casi la hizo
llorar.
El día antes de la boda fue a
su casa y pidió que se reuniera con él en el exterior. Nada de capa de un azul
melancólico; esta vez ella apareció como una columna de fuego, con un manto de
un intenso color rojo fresa, con las mejillas sonrosadas y los labios color
vino a juego.
Sonrió, como hacía siempre
cuando se encontraba con ella. Era tonto, claro, pero era un tonto feliz.
—Tengo algo para ti —dijo.
Ella se rió, atolondrada,
cuando abrió el pequeño paquete envuelto que dejó al descubierto un bollo de
cerdo todavía caliente.
—Ahora sí que he visto todo lo
que había que ver. Seguro que ayer robaste hasta la última flor del
invernadero.
Miró alrededor con aquel aire
travieso tan suyo, que era la señal de que pensaba acercársele y besarlo, y que
se fuera al infierno todo el mundo que pudiera verla en su jardín delantero. La
detuvo, cogiéndola por los brazos, de forma que no se pudiera aproximar más.
—Tengo otra cosa para ti.
—Ya sé qué tienes para mí
—dijo ella, con descaro—. Ayer no me dejaste que lo tocara.
—Hoy puedes tocarlo —susurró
él.
—¿Qué? —Después de todo,
seguía siendo virgen—. ¿Aquí fuera, donde todos nos pueden ver?
—Oh, sí. —Se echó a reír al
ver su expresión de asombro y avergonzado interés.
—¡No!
—Está bien. Entonces, cogeré
el cachorro y me iré a casa.
—¿Un cachorro? —chilló ella,
como la joven de diecinueve años que era—. ¡Un cachorro! ¿Dónde está? ¿Dónde
está?
El sacó la cesta del coche,
pero la mantuvo lejos de sus ansiosas manos, que querían cogerla.
—Me has dicho que no quieres
tocarlo en público.
Ella agarró el otro lado de la
cesta.
—¡Vamos, dámelo! ¡Dámelo! Por
faaavor. Haré lo que quieras.
Él se rió y cedió. Ella abrió
la tapa de la cesta y asomó la cabeza marrón y blanca de un cachorro gales, que
llevaba al cuello un lazo azul, ligeramente torcido, hecho con las cintas que Peter
le había sustraído a Rocío. Lali chilló de nuevo y sacó el cachorro de la
cesta. El animal la miraba con ojos serios e inteligentes, no tan entusiasmado
como lo estaba ella ante su encuentro, pero contento y obediente, de todos
modos.
—¿Es macho o hembra? —preguntó
sin aliento, mientras le ofrecía trozos del bollo—. ¿Qué tiempo tiene? ¿Tiene
nombre?
Peter echó una mirada a los
testículos bien a la vista del cachorro. Puede que ella no supiera tanto como
él creía.
—Es un macho. Tiene diez
semanas. Y he decidido llamarlo Creso en honor a ti.
—Creso, cariño. —Acercó la
mejilla al morro del perro—. Te compraré un fantástico cuenco dorado para el
agua, Creso. Y seremos los mejores amigos para siempre jamás.
Por fin, volvió a mirar a Peter.
—Pero ¿cómo sabías que siempre
había querido un cachorro?
—Tu madre me lo dijo. Dijo que
ella prefería los gatos y que tú te morías de ganas por tener un perro.
—¿Cuándo?
—El día que nos conocimos.
Después de cenar. Estabas allí. ¿No te acuerdas?
Ella negó con la cabeza.
—No, no me acuerdo.
—No me extraña, estabas
demasiado ocupada mirándome.
Ella se llevó la mano a los
labios, pero luego una lenta sonrisa se extendió por su cara.
—¿Te diste cuenta?
Sintió la tentación de decirle
que ni siquiera en una velada memorablemente absurda en San Petersburgo,
durante la cual tanto la anfitriona como el anfitrión intentaron seducirlo, se
lo habían comido tanto con los ojos.
—Me di cuenta.
—Dios mío.
Enterró la cara en el cuello
del cachorro. Se había ruborizado y, que Dios lo ayudara, él tenía una erección
del tamaño del condado de Bedford.
—Gracias —dijo ella, con la
voz apagada por el pelaje de Creso—. Es el mejor regalo que nadie me ha hecho
nunca.
Él se sentía emocionado y
humilde.
—Me hace feliz verte feliz.
—Hasta mañana, entonces. —Lali
se inclinó y le dio un beso dulce y lento—. Se me hará muy larga la espera.
—Serán las veinticuatro horas
más largas de toda mi vida —dijo él, besándola una última vez en la punta de la
nariz—. Una eternidad.
Las veinticuatro horas
siguientes resultaron ser exactamente eso; una eternidad, una eternidad en el
infierno.
Continuará...
Ayy me mueroo
ResponderEliminarQ lindos q eraaa xq tan mal estan en el "presente" llorooo
Masss
Uffff, pero esta tan bien aqui, q les paso?!!!
ResponderEliminarEL infierno es Martina...que llega y le contara la verdad a Peter..y el por orgullo(porque ya ama a Lali) la dejara en su noche de bodas...
ResponderEliminarMás d lo mismo.!!!
EliminarOtrooooo :D
ResponderEliminarQue tiernos...Y pensar q solo duraron tan poquito
ResponderEliminarQue tiernos! Que lindos!
ResponderEliminarOh, no! Que mal lo que sigue! 😔
Pero que paso con el perrito? Jaja se murió?
Quiero mas
Me encanta!
ResponderEliminarEspero mucho mas prontooo
Gracias Danii
Sube más
ResponderEliminar++++@x_ferreyra7
ResponderEliminarCuando hay tanta paz es de temer un huracan....
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