Capítulo 69

Peter estuvo fuera durante casi dos semanas.

Durante ese tiempo, Lali no vio a Pablo, aunque recibió de él una tarjeta a modo de saludo diciéndole que le comunicase si necesitaba algo. Lali no sabía por qué Peter se había mostrado tan reacio a que hablase con Pablo. ¿Estaría celoso? Sin duda sabía que entre ella y Pablo no había otra cosa que amistad, pero había sido tan abrupto con ella respecto a esa cuestión que no pudo evitar preguntárselo.

Lali trabajó duro con Bess para preparar el regreso de Peter, comprobando que todo estuviese limpio y preparando habitaciones extra para que la muchacha pudiese escoger la habitación que prefiriese. Sin embargo, no importaba lo mucho que trabajase, Lali seguía soñando despierta y dejándose llevar de vez en cuando por la depresión.

La soledad le dolía en lo más profundo del pecho. Todos los días y todas las noches transcurrían a un ritmo vacilante, dándole tiempo para reflexionar sobre el pasado mes y sobre todas las cosas que ella podría haber hecho de otro modo. Le brindó la oportunidad de extraer ciertas conclusiones acerca de sí misma y su matrimonio.

A partir de ese momento, sería más honesta con Peter. Le diría que lo amaba. No había razón alguna para esperar que fuese él el que lo dijese, pues bien podría pasarse los siguientes cincuenta años sin necesidad de expresarlo en voz alta.

Tenía que quererla. Habían vivido muchas cosas juntos. El grado de intimidad que compartían, tanto física como emocional, era demasiado alto para que él no la quisiese. ¿Por qué si no el día en que se fue le dijo que no quería apartarse de su lado? Eso, y muchos otros signos, indicaban que sus sentimientos tenían que ser tan profundos como los suyos. Lali quería tener ahora la libertad de decirle lo que sentía por él, y cuando regresase de Virginia las cosas iban a cambiar.

Peter mandó una carta diciendo que llegaría a Boston alrededor del mediodía del sábado, y Lali pasó toda la mañana preparándose. Estaba tan nerviosa que le temblaban las manos, y Bess tuvo que ayudarla a vestirse y a peinarse. Su vestido de terciopelo era de un nuevo tono rosa llamado aurora, y tenía las mangas abombadas y el escote muy ajustado. Llevaba el pelo muy bien recogido en la nuca, y los mechones que le caían sobre la frente y las sienes los alisó con colonia. Se pellizcó las mejillas para que tuviesen el mismo color rosado que el vestido y se paseó de un lado a otro frente al espejo muchas veces mientras esperaba, demasiado alterada para leer o coser. Finalmente, una de las criadas, una muchacha que acababa de dejar atrás la adolescencia, llamó a la puerta del dormitorio; dio un buen respingo cuando Lali la abrió de golpe.

—Lali: ¿Ya están aquí?

—El carruaje acaba de llegar, señora Lanzani.

—Lali: Entonces, bajemos. Recuerda que tienes que recoger primero el abrigo de la señorita Price y después el del señor Lanzani.

Lali sintió el poderoso latido de su corazón mientras descendían, y Sowers esperó a que bajase el último escalón para abrir la puerta. A primera vista, lo único que vio fue un revuelo de faldas y capas, y después centró totalmente la atención en Peter mientras entraba en la casa.

—Peter: La. —Se detuvo a observarla formando una lenta sonrisa.

El tiempo que había pasado en el Sur parecía haber obrado un milagro. Volvía a ser el deslumbrante pillo que ella había conocido durante sus primeros meses de estancia en Concord, con paso firme y una sonrisa en la mirada. El sol le había oscurecido la piel y le había aportado a su cabello un fulgor más claro. Ah, casi había olvidado lo guapo que era. ¿Qué tenía el Sur para provocar en él semejante efecto? ¿La gente? ¿El sol, el clima?

—Lali: Bienvenido a casa —logró decir.

—Peter: ¿Cómo han ido las cosas? —Su acento era mucho más pronunciado que antes, y hacía que su voz sonase suave y como arrastrada. A ella le encantaba su acento. «Te he echado de menos», parecía expresar su mirada, y el silencioso mensaje provocó que se le alterase el pulso.

—Lali: Bien. —Le dedicó una sonrisa, pero un movimiento cercano llamó su atención, y se volvió con unas palabras de bienvenida en los labios. Vio a una chica alta y rubia, delgada, atractiva y modesta. Alai. Su rostro era mucho más suave que el de Peter, pero la forma de la boca y los ojos eran muy parecidas. Miró a Lali con vergüenza e incertidumbre.

También había otra mujer. Lali supo de inmediato quién era.

Continuará...

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