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viernes, 12 de octubre de 2012

Capítulos 36, 37 y 38



Lali intentó ocupar su tiempo con pequeñas labores mientras no dejaba de darle vueltas a los recovecos de su situación. Resultó decepcionante despertarse por la mañana y descubrir que Peter ya se había marchado, aunque también supuso un alivio verse sola, pues así podría pensar.

Todo parecía haber cambiado desde la noche anterior. Habría mentido de no reconocer que había disfrutado con él; y ahora le resultaba chocante haber creído durante tanto tiempo que Benjamín sería el único hombre al que desearía.  Pero ¿acaso lo que había sentido por Benjamín había sido simplemente cuestión de costumbre?

Ahora estaba empezando a interesarse por su esposo de un modo que no había supuesto, aunque era el hombre más exasperante, impredecible y complicado que jamás había conocido.


Peter regresó a casa mucho después de la cena. En cuanto cruzó la puerta, Lali se hizo con su abrigo y lo apretó con fuerza entre sus dedos antes de colgarlo. El rostro de Peter mostraba una extraña expresión.

Parecía tenso y un poco cansado, pero no por ello había desaparecido la energía, pues también expresaba cierto aire de triunfo. Algo le había ocurrido; ella lo supo al mirarlo. Intuyó que no iba a gustarle lo que tenía que decirle.
—Peter: Tenemos que hablar, Lali.
—Lali: ¿Son buenas o malas noticias?
—Peter: Depende de cómo lo enfoques.
—Lali: Eso no suena muy prometedor.
Peter esbozó una breve sonrisa y después señaló hacia el sofá.
—Peter: Mejor siéntate. Será una larga conversación.

Por el modo en que la miraba, así como por la exagerada calma que expresaba su tono de voz, supo, sin lugar a dudas, que iba a comunicarle algo importante.
—Lali: ¿Y sobre qué conversaremos?
—Peter: Sobre todas esas reuniones que he mantenido en Boston. Tendría que haberte hablado de esto antes. Pero cuanto más lo posponía, más duro se me hacía explicártelo... Y, tal como estaban las cosas entre nosotros, lo más adecuado era mantenerlo en secreto...
—Lali: Lo entiendo —dijo sentándose sin más dilación, preguntándose si, después de todo, sus anteriores sospechas serían ciertas. ¿Habría estado visitando a alguna otra mujer? ¡Oh, tan solo pensarlo ya era demasiado desagradable!

Peter se sentó a su lado y cogió el vaso del que ella había bebido antes. Estaba vacío, por lo que se limitó a darle vueltas entres sus dedos mientras hablaba.
—Peter: No estaba seguro de cómo iban a ir las cosas, así que me he tomado mi tiempo. Ahora es el momento adecuado y tenemos que hacernos cargo de todo con extrema rapidez.

Ella asintió lentamente. ¿Estaba intentando hablarle de otra mujer? ¿Sería tan cruel para hablarle de algo así después de lo que había pasado la noche anterior? No, no, incluso aunque fuese cierto, no tenía razón alguna para hablarle de otra mujer... ¿o sí?

—Peter: ¿Has leído alguna vez el Examiner de Boston? —le preguntó.

La pregunta difería tanto de lo que ella estaba pensando que se le quedó la mente en blanco y lo miró sorprendida.
—Lali: ¿Qué? Yo... no, creo que no...
—Peter: He estado investigando sobre todos los periódicos de la zona. El Herald es el que tiene una mayor tirada, unos noventa mil ejemplares... Y el Journal tiene más o menos la mitad de suscriptores. Después les siguen todos los demás, ninguno de los cuales tiene más de diecisiete mil suscriptores. Puede decirse que el Examiner es el tercero en discordia; aunque una tercera posición más bien débil.

Periódicos. Le estaba hablando de periódicos. ¿Qué tenía eso que ver con ellos?
—Lali: Eso es muy interesante —dijo con cortesía.
—Peter: Los del Herald y el Journal se están cargando el Examiner. Le roban la publicidad y los suscriptores, y realizan todo tipo de...
—Lali: Peter —lo interrumpió impaciente—, no quiero oírte hablar ahora de eso. Quiero que me digas lo que tenías que decirme.
—Peter: De acuerdo. —La chispa incansable que brillaba en sus ojos se intensificó—. Han puesto el periódico a la venta. Tras hablar con el editor y echarle un vistazo a los libros de cuentas, he comprobado que podría ser un negocio rentable. Así que, desde hoy, somos los nuevos dueños del Examiner.

Lali lo miró totalmente anonadada.
—Lali: ¿Al completo? ¿Todo el periódico? Un periódico de Boston, Peter...
—Peter: En realidad, no al completo... Poco más de la mitad. El resto pertenece a Pablo Martínez, es de una familia de Boston que...
—Lali: ¿Martínez? ¿Como los Lowell, los Saltonstall y los Martínez?
—Peter: Sí, esa familia. El tercer hijo de John Martínez III. Conocí a Pablo en el extranjero, justo antes de que estallase la guerra.
—Lali: Pero... ¿alguno de los dos tienen la experiencia necesaria para hacer funcionar un periódico? —preguntó demasiado impresionada para ser cuidadosa.
Peter sonrió con malicia.
—Peter: En este caso, no creo que la experiencia sea imprescindible. Cuanto más experimentado es un hombre, más tiende a repetir lo que ha hecho en el pasado... a seguir la tradición... y eso es exactamente lo que no queremos. El negocio ha cambiado, y el modo en que se hacían las cosas hace diez años ya no resistirá mucho tiempo. Algunos periódicos se han adaptado a los nuevos tiempos, y los que no lo han hecho han pasado a la historia. Ahora es el momento adecuado para aprovecharse de esa circunstancia. Quiero desarrollar un nuevo tipo de periodismo y un nuevo tipo de periódico...
—Lali: Parece que estuvieses hablando de una apuesta. ¿Y qué pasa si no funciona? ¿Y si perdemos todo nuestro dinero?
—Peter: Siempre podemos irnos a vivir con tu padre encima de la tienda.
—Lali: ¡No bromees sobre eso!
—Peter: No te preocupes, La. No permitiré que pases hambre.
—Lali: ¿Y qué hay de ese tal... Martínez? ¿Estás seguro de que puedes confiar en él como socio?
—Peter: No tengo ninguna duda. Es ambicioso, inteligente y sabe hacer las cosas por su cuenta; de hecho, sospecho que tendré que recordarle de algún modo que se trata de un esfuerzo conjunto. Es uno de esos hombres a los que les gusta hacer las cosas a su manera.
—Lali: Seguro que tardaremos mucho tiempo en obtener beneficios.

—Peter: Eso depende de muchas cosas... Si de verdad te interesa, realizaré unos cuantos cálculos y estimaciones y te los pasaré en un par de días.
—Lali: No, gracias. —nunca había mostrado el más mínimo interés por los números. Aun así, le sorprendía que hubiese querido hablar con ella de ese tipo de cosas. Por lo general, a los hombres no les interesaba hablar de negocios con sus mujeres, ni con ninguna otra mujer en general... Al igual que las mujeres no hablaban con los hombres acerca de sus charlas o sus actividades privadas—. Lo único que quiero saber es si estaremos bien.
—Peter: Lo estaremos. Tendremos suficiente, en cualquier caso, para que tengas un buen surtido de sombreros y de cintas para el pelo.
—Lali: Poner en marcha un periódico de esas dimensiones... te tomará mucho trabajo —dijo frunciendo el ceño.
—Peter: Algo más que el mero hecho de llegar tarde algunas noches —admitió.
—Lali: Y todos esos viajes de ida y vuelta... ¿cómo vas a hacerlo?
Se produjo un largo silencio, y después Peter alzó la vista y lo miró con sus ojos verdosos.
—Peter: Sería imposible —dijo con mucha calma—. No podré vivir en Concord y llevar el periódico.

Las implicaciones de aquellas palabras la golpearon como un puñetazo. Si no podía llevar el periódico desde Concord, tendría que mudarse.

Capítulo 37


—Lali: Si lo que quieres es tener tu propio periódico —dijo al instante—, tendrías que comprar un periódico local, o poner en marcha el tuyo propio. No tienes por qué irte a Boston...

—Peter: No puedo hacer lo que tengo pensado desde un periódico local.
—Lali: Pero... pero...
—Peter: ¿Pero qué? —interrumpió, inclinándose hacia delante para apoyar los codos sobre sus rodillas.
—Lali: Piensa de dónde vienes y dónde estás. No conoces Boston. No llevas aquí el tiempo suficiente para entender a la gente— Al apreciar su titubeo, Peter dejó el vaso y tomó una de las manos de Lali para colocarla entre sus cálidas y electrizantes palmas, presionando con los dedos como si pretendiese con ese gesto arrancarle lo que quería decirle.
—Peter: Vamos —la animó—. No quiero tener que suponer lo que piensas respecto a esto, La. Esta vez, no. Dime.
—Lali: Sabes mejor que yo que por estos lares no sienten una excesiva simpatía por la gente del Sur. Los bostonianos quieren que se les castigue por la guerra... y tú... tú quieres dirigir uno de los periódicos más grandes del Norte. No te apoyarán, en ningún sentido. Encontrarás muchos obstáculos en tu camino, y... y no puedes imaginar lo difícil que será todo. Ellos no quieren escuchar lo que tú tienes que decirles. Hay muchos intelectuales por aquí, y todos tienen sus propias ideas acerca de la Reconstrucción. Sé lo que digo; he estado en muchas reuniones y debates políticos en Concord para tener claro que lo que estoy diciendo es verdad.
—Peter: Lo sé. Tienes razón, no será fácil. Pero hay que afrontar esa batalla, y tiene que ser ahí, en Boston. Puedo hacer algo bueno por mi gente, y por la tuya, desde aquí mejor que desde cualquier otro sitio. Por eso he tomado esta decisión. Aquí es donde está el dinero y la educación... y Dios todopoderoso, parece como si aquí hubiesen perdido el rumbo... No dejan de dar vueltas en círculo, atrapados en asuntos que son demasiado complejos para entenderlos, y nadie se atreve a afrontar la verdad. A lo que son las cosas en realidad. La guerra se ha acabado, pero nadie parece tenerlo en cuenta: no se habla de los derechos estatales, ni de los problemas de los esclavos liberados, ni de la economía ni de medidas políticas...
—Lali: Pero no importa lo que digas, no te escucharán —dijo mostrando su creciente preocupación al apreciar la determinación de su marido—. No quieren escuchar.
—Peter: Oh, me haré oír —aseguró con una maliciosa sonrisa—. Y ellos me escucharán. Porque voy a utilizar a Pablo Martínez como parapeto. Lo nombraré editor jefe, y a través de él y de sus editoriales podré expresar mis puntos de vista. Él tiene el apoyo y la influencia de una de las más viejas familias de Boston, y encontraré el modo de aprovecharme de eso. No voy a dispararle a nadie a la cabeza con mis creencias; no tendré que hacerlo. Las iré soltando aquí y allí, y se lo pondré muy fácil para que las vayan digiriendo. Mi intención es sacar un periódico que no se parezca a ningún otro, atractivo... seductor... y si tengo que darle la vuelta a la profesión periodística al completo, lo haré.

Gran parte de lo que dijo a Lali le quedaba muy lejos. Nadie había hablado nunca antes de que un periódico tuviese que ser «seductor», y no entendió cómo o de qué manera tenía planeado utilizar a Pablo Martínez. Lo único que le quedó claro es que un brillante fuego relucía en los ojos de Peter, y que su voz transmitía entusiasmo. Estaba totalmente convencido, y habría sido necesario un milagro para hacerle cambiar de opinión.

—Lali: ¿No podrías esperar un año o dos para ponerlo en marcha? —suplicó —. Es demasiado pronto. Espera hasta que conozcas bien la zona...

—Peter: La conozco lo suficiente para empezar ahora mismo. El resto lo aprenderé pronto. No puedo esperar; no habrá otra oportunidad como esta, no durante mucho tiempo. El Examiner es un buen periódico con una tirada pequeña pero establecida, y la reputación adecuada. Tan solo necesita una nueva dirección. Hay que transformarlo...
—Lali: ¿Por qué? —preguntó moviendo las manos hacia él—. ¿Por qué tienes siempre que transformar las cosas y darles la vuelta? ¿Por qué no dejas que sea otro el que lo haga?
—Peter: Porque las «cosas» no dejan a las personas en paz. Los hombres tienen que hacerse cargo de la vida o dejarla correr, y a mí no me gusta dejar correr las cosas.
—Lali: ¡A mí me gusta como están las cosas! ¡No quiero que nada cambie!

Peter apreció el deje de pánico que expresaba el tono de su voz.
—Peter: La, tú no eres feliz; y no intentes decirme que sí lo eres. Te conozco, te conozco mejor que nadie.
—Lali: Eso no es verdad...
—Peter: ¿Cómo podrías ser feliz? No te gusta la idea de pasar toda tu vida aquí. Tu padre y el resto de la gente del pueblo han intentado convertirte en alguien que nunca podrías ser, y te han convencido de que eso es lo que quieres. Pero tú has intentado resistirte de mil pequeñas maneras: cruzando ese maldito río por donde no debías, discutiendo con Benjamín. ¿Acaso crees que no soy consciente de que con tu relación conmigo estabas desafiándolos de algún modo a todos ellos y de que ellos lo estaban haciendo contigo?
—Lali: No me conoces en absoluto. —se puso en pie y se alejó de él.
—Peter: Sé que no deberías pasarte la vida encerrada en una pequeña casa preocupándote únicamente de tus costuras y tus clubes de reunión, soñando con cosas que nunca podrás hacer o ver. Nadie se ha interesado nunca por saber quién eres, excepto para ponerte en tu lugar. Pero yo quiero de ti algo más que eso.
—Lali: Lo que quieres es apartarme de mi hogar y de la gente que me ama.
—Peter: ¡Dios del cielo, mujer, no te estoy proponiendo que nos instalemos en el Polo Norte! ¡Boston está muy cerca de aquí!
—Lali: ¡Está a un mundo de distancia! Es una ciudad, una gran ciudad, llena de gente extraña, y no conozco a nadie allí...
—Peter: La cuestión es que no tienes elección. Nos mudamos a Boston... dentro de dos días.
—Lali: ¡Dos días! —repitió anonadada.

Capítulo 38


—Peter: He firmado los papeles del contrato hoy. La nueva edición del Examiner saldrá el lunes. Voy a ir a ver una casa en Beacon Hill mañana, y si está bien, nos mudaremos allí de inmediato. De no ser así, nos instalaremos en un hotel hasta que encontremos el lugar adecuado...
—Lali: Tú puedes mudarte a Boston —dijo mirándolo impasible, con un tono de voz tranquilo y firme—. Puedes instalarte allí y venir a verme los fines de semana... o no venir nunca más. Pero sea cual sea tu decisión, yo me quedaré aquí.
El la observó calculando la fuerza de sus palabras, de su resolución, y sus ojos brillaron peligrosamente.
—Peter: No lo permitiré.
—Lali: Ya te dije en una ocasión que nunca me alejarías de Concord.
—Peter: ¿Y por qué demonios tienes tanto empeño en quedarte aquí? ¿Tanto miedo te da irte? ¿O es que pretendes convertirte en la sombra de Mery y Benjamín y hacer que su vida sea un tormento?
—Lali: Esto no tiene nada que ver con ellos. No quiero ir a Boston... Te dejaré si intentas obligarme a que lo haga. —Al hablar de un modo tan apresurado, Lali cometió un serio error de juicio. Al enfrentarse a él y retarlo de un modo tan directo, vio cómo se le tensaban el rostro y la mandíbula. Con una sola frase, había logrado provocarle más allá de la línea del diálogo.

—Peter: Vendrás a Boston aunque tenga que atarte y llevarte a rastras en un vagón de carga.
—Lali: Me daré la vuelta y volveré. ¡No puedes obligarme!

Él recorrió el espacio que los separaba y la agarró por la muñeca, alzándole la mano frente a su cara para que pudiese ver el anillo de oro en su dedo.
—Peter: ¿Ves esto? Puedo obligarte a hacer un montón de cosas que no te gustarían. Este anillo es la prueba del contrato que firmamos el uno para con el otro, y no puedes echarte atrás.
—Lali: Un contrato puede romperse —dijo roja de ira.
—Peter: Oh, no se puede. —Apretó los dedos alrededor de su muñeca hasta hacerle daño—. Prometiste serme leal. Te vendrás conmigo.
—Lali: ¡No te di el derecho de abusar de mí! —espetó, y el agarrón se aflojó hasta que ella pudo liberar la mano. Se miraron a los ojos, ambos respiraban sonoramente.
—Peter: Eres mi esposa. Aceptaste unos votos para estar conmigo, y vas a tener que cumplirlos.
—Lali: ¡No prometí dártelo todo para que tú lo utilizases según tu capricho! —le echó un vistazo a la pila de periódicos que tenía al lado, los viejos recuerdos y los fragmentos de historia que él había conservado, y odió todo lo que él representaba—. Y todo por un periódico. Mi vida se va a ir al garete para que la gente pueda leer las noticias por cuatro centavos mientras toman un té o un café...
—Peter: ¿Qué vida? ¿Llamas vida al pasarte los próximos cincuenta años enterrada aquí, escondida del resto del mundo?

En un ataque de rabia, Lali agarró un puñado de periódicos y lo lanzó a la chimenea. Peter contuvo el aliento mientras veía cómo aquellas viejas páginas ardían entre las llamas anaranjadas.

No tardaron en desintegrarse, y el rostro de Lali quedó iluminado al mirar a su marido. Él no miraba ya al fuego sino a ella. Tenía los ojos entrecerrados, y parecía tan furioso que Lali sintió un escalofrío en la espalda.

—Lali: Deberías haberlo hecho hace mucho tiempo —gritó, furiosa y atemorizada a un tiempo, agarró los bajos de su falda y corrió escalera arriba con el fin de atrincherarse en el dormitorio. Pero Peter la sujetó de nuevo por la muñeca antes de que pudiera dar apenas un paso; la sujeto tan fuerte que casi pensó que quería arrancarle la mano.

Le hablo con una voz que ella nunca le había escuchado.
—Peter: Durante los próximos dos días vas a elegir lo que quieres llevarte a Boston y lo empacarás. Ya le he pedido a tu padre que te ayude mientras yo no esté. Si no quieres empaquetar nada, tendrás que ponerte la misma ropa durante los próximos seis meses. Y si no estás donde se supone que tienes que estar cuando yo te lo diga, vendré y te tomaré por mi cuenta. Y créeme, preferirás hacer las cosas por propia voluntad.
—Lali: No —dijo con un gruñido. La apretaba con tal fuerza que le hacía daño, y Peter estaba tan enfadado que temía que le pegase. Podía hacerla pedazos con aquellos brazos; lo haría si le apretaba un poco más, por lo que sintió miedo, ardiendo en su interior igual que habían ardido los periódicos en la chimenea.
—Peter: No solo vas a vivir conmigo, Lali, sino que vas a actuar con tanta alegría que todo el mundo creerá que no desearías estar casada con ningún otro hombre... aunque nosotros sepamos que no es así. Y me esperarás en la cama todas las noches con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara...
—Lali: Estás loco si piensas que...
—Peter: No lo pienso. Sé que será así. No me importa si finges o no, pero vas a comportarte como la señora Lanzani ante mí y ante los demás.
—Lali: ¡Por encima de mi cadáver!
—Peter: No seas melodramática. No tienes la fuerza suficiente, cariño.
—Lali: Te odio.

Peter se quedó paralizado.
—Peter: Te estás pasando, Lali.
—Lali: ¡Es la verdad!
—Peter: No —dijo él con calma—. No lo es.

Ella empezó a luchar con él al ver que la aferraba por los brazos haciéndole daño, pero le resultó imposible librarse de sus brazos de acero. Intentó apartarse, pero la tenía bien sujeta, bruscamente plantó sus labios sobre los de ella y la apretó contra sí para que pudiera sentir la evidencia de lo mucho que la deseaba.

Lali se odió a si misma cuando su cuerpo respondió instantáneamente aferrándose más a él, y odió reconocer la facilidad que tenía Peter de descontrolarla.

 —Peter: Sé que no será fácil para ti marcharte de aquí. Pero tendrás que confiar en mí y tragarte el orgullo para poder aprovechar esta oportunidad.
—Lali: No me has dejado otra alternativa. Te gusta tomar las decisiones como si...
—Peter: No había alternativa. Todo ha sido muy rápido. Ya no podría echarme atrás aunque quisiera.

Lali se quedó callada. La elección —pensó— es quedarme con él... o dejarle para siempre.
No había elección. No podía hacer otra cosa que seguir adelante. No podía dejarle y, en lo más profundo de su corazón, tampoco deseaba hacerlo. No después de lo que habían compartido, no después de por lo que habían pasado juntos.

Como Peter interpretó su silencio como otra muestra de obstinación, la besó y la abrazó más fuerte, pretendiendo con ello eliminar todo resto de resistencia.
—Peter: Recuerda —dijo contra su boca— lo que te he dicho antes... señora Lanzani.

Lali lo recordaba, y su temperamento se encendió con la chispa del arrogante recordatorio del papel que tendría que desempeñar a partir de ese momento.

Entonces se le ocurrió una idea y en su rostro se dibujó una agradable sonrisa. Aprovecharía todo lo que tenía a su alcance en su propio beneficio. Si tenía que mudarse a Boston y hacer que las cosas fuesen bien, pues lo haría sin quejarse una sola vez. Peter esperaba que ella se mostrase agradecida con él. De acuerdo, haría algo más que eso: lo dejaría con la boca abierta interpretando el papel a la perfección. Quería que fuese dulce, dócil y obediente. Muy bien, sería incluso tan empalagosa y tan complaciente y buena que él olvidaría dónde estaba su mano derecha y dónde la izquierda, y finalmente ella lo tendría bailando a su alrededor. Entonces ya encontraría ella el modo de que fuese él el que se tragase su orgullo.

Aquel pensamiento fue como un bálsamo para su ego maltrecho, y se aferró a él con no poca satisfacción hasta que el roce de sus labios y sus manos borró cualquier tipo de pensamiento.

Continuará...
_____________________________________________

creo que las cosas van mejorando!! ;) 


30 comentarios:

  1. ke pensara hacer a lali
    por esa cabesita pueden pasar muchas cosas....
    masssssssssssssssssssss
    =)

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  2. pone masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
    me encanto el cap
    hace maraton?????????
    en mi blog esta la introduccion de una nove zarpadita.... visiten

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  3. Me encanta más!! Como van a terminar estos dos je!

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  4. MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEE! @flordemariia

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  5. MAS! No nos podes dejar asi! Quiero mas novee!!
    :3
    @sarapinyana

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  6. Apaa lo qe va a pasar en boston va a estar bueno jaj
    Espero mas, besito :)

    Arii
    @AriadnaAyelen

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  7. Apaa lo qe va a pasar en boston va a estar bueno jaj
    Espero mas, besito :)

    Arii
    @AriadnaAyelen

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  8. Mejorandoo??

    Lali tiene un plan pero creo que la que saldrá perdiendo en el plan será ella, porque se terminará enamorando de su esposo. :)

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  9. :( noooo yo quiero qe esten juntos porqe admiten qe se aman!!! no por un "contrato" GRACIAS POR SUBIR NOVE DANI ME RE ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO @LuciaVega14

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  10. B U E N I S I M A!! Oyee no voy a poder firmar me voy de viaje & regreso hasta el vierne pro regresando firmo todos los dias la nove esta geniaal :DD

    @mf_lazaro

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  11. Lali marchándose a Boston se le va abrir el mundo hará todo lo que no la dejan en su pueblo... Ahora ve todo negro pero se dará cuenta después que fue lo mejor. Igual Peter se paso un poquito como la trato.
    MAS NOVELA!!!

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  12. me encanta massssssssssssssssssssssssssss

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  13. K cabezota k es LAli ,pero Peter en estos momentos aunque sea x el bien d los dos ,parece un dictador.

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