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miércoles, 31 de octubre de 2012

Capítulo 74



Aquella noche, Lali comprendió que la situación iba a ser mucho más complicada de lo que había previsto.

Estaba desesperada por estar a solas con Peter, pero no habían tenido el tiempo o la oportunidad de estarlo. Sus invitadas monopolizaban su atención, y apenas había cruzado diez palabras con él desde que había llegado a casa.

Cuando todos se retiraron, Lali salió del baño, se cubrió con una bata y se dirigió al dormitorio con la intención de hablar con él. Tuvo tiempo de ver la delgada silueta de Nina en el pasillo. Le llegó el sonido de los cajones abriéndose y cerrándose desde el interior de la habitación mientras Peter se preparaba para irse a la cama. Sin saber que la estaban observando, Nina abrió la puerta muy despacio.

Lali sintió cómo la ira recorría su cuerpo. ¿Qué creía Nina que estaba haciendo? ¿Qué pretendía? ¡Eso era demasiado! Nunca en su vida Lali había sentido semejante necesidad de agredir físicamente a alguien, pero en ese momento sintió el impulso de agarrar a Nina por aquellos rizos marrones que adornaban su cabeza y arrancarlos de uno en uno.
—Lali: Nina —dijo, y el tranquilo y directo sonido de su voz provocó que aquella mujer se quedase paralizada en mitad de un paso—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—Nina: Oh... —dijo, y se puso roja como un tomate mirando confundida a su alrededor—. Dios mío... Bueno, es que no podía encontrar mi habitación. Hay tantas y... Supongo que me equivoqué. Lo siento— La puerta se abrió de golpe, y Peter apareció con los pantalones puestos y los pies descalzos. Tenía la camisa abierta, por lo que podía verse su torso al completo. Sus ojos evidenciaron su sorpresa al ver a Nina, y después miró a Lali.
—Peter: ¿Qué pasa aquí?
—Lali: Nina olvidó que su habitación está en el otro extremo del pasillo —dijo en voz baja—. Debe de haberse confundido con todas estas puertas. Es una casa tan grande. —Miró a la otra mujer—. Tu habitación está en esa dirección, Nina. La próxima vez, recuerda que tienes que girar a la derecha al subir la escalera.

Nina seguía colorada y masculló una disculpa encaminándose hacia su habitación. Dejó tras ella una agradable fragancia a flores. Lali esperó hasta que su grácil figura femenina desapareció.

Después miró a Peter con aire acusatorio.

Él suspiró.
—Peter: No empieces.
Pasó a su lado y entró en el dormitorio camino de la mesita del cambiador con el mentón erguido. Agarró un pesado cepillo de plata y lo pasó por el torrente de cabello café con tanta fuerza que sintió cómo arrancaba más de un pelo.

Peter se sentó en la cama y la observó en silencio, recorriendo libremente su cuerpo con la mirada antes de volver a centrarse en su rostro.
—Lali: Ahora me dirás que tiene un sentido de la orientación muy malo —dijo con los dientes apretados. Tras dejar el cepillo sobre la mesa, separó el pelo en amplios mechones y empezó el ritual nocturno de desenredarlo—. Esta situación es ridícula. He sido tonta por aceptarla. —Al notar que Peter mascullaba algo, lo miró—. ¿Dijiste algo?
La miró con sus fríos ojos verdes y dijo de forma cortante:
—Peter: Se irán dentro de unos días. He seleccionado unas cuantas posibles escuelas para Alai, y la próxima semana empezará las clases en una de ellas...
—Lali: Alai no es el problema. No es Alai la que quiero que se vaya de esta casa.
—Peter: Nina se irá a Inglaterra en cuanto Alai esté instalada en el colegio.
—Lali: ¿Y por qué no ahora?
—Peter: Porque no se va a quedar tranquila hasta ver instalada a Alai...
—Lali: Agradecería —interrumpió— que te preocupases tanto por mi tranquilidad como lo haces por la de Nina.
—Peter: No sabía que tu tranquilidad fuese algo tan frágil.
—Lali: Solo quiero saber qué hay entre ustedes dos, y por qué insistes en que se quede aquí sabiendo lo que siento.
—Peter: ¡No hay nada entre nosotros! —exclamó sobrepasado—. Por todos los santos, ¿por qué me presionas de este modo? Es como si me estuvieses retando a...
—Lali: ¿A qué?
—Peter: Lali —dijo concentrando sus esfuerzos en mantener a raya su frustración—. No sé qué ha pasado. Obviamente, te sientes mal y estás haciendo que esto sea un infierno para nosotros. Sé muy bien que tú no eres así. Eres una de las pocas mujeres que conozco con sentido común... Pero mírate, has hecho una montaña de un grano de arena.
—Lali: ¡Un grano de arena! —exclamó con amargura—. ¿Cómo puedes decir eso?
—Peter: De acuerdo —dijo amablemente—. Ayúdame a entenderlo.
—Lali: Lo entenderías todo si hubieses escuchado la conversación que tuvimos esta mañana.

Peter entrecerró los ojos.
—Peter: ¿De qué hablaron?
—Lali: De ti, por supuesto. —dejó escapar una breve risotada— Solo de ti. Acerca del lugar... y de la persona... a la que pertenecías.
—Peter: ¿Y ella qué dijo?
Lali se sintió repentinamente acongojada ante la posibilidad de que lo que Nina le había dicho por la mañana fuese verdad.

En caso de ser cierto, ella no podría sentarse y decírselo a la cara. Oh, ¿y si Nina tenía razón? ¿Y si Peter no era capaz de dejar atrás sus antiguos sueños, ahora que estaban inmersos en cumplirlos? ¿Y si decidía que jamás sería feliz lejos del Sur? Lali había podido comprobar el efecto que causaba en él su antiguo hogar. Había salido de Boston pálido y alicaído, y había regresado de Virginia con el aspecto de un hombre nuevo. Tal vez fuese cierto que él era de su gente, y que tenía que vivir en el mundo al que pertenecía.
—Peter: ¿Qué dijo? —repitió.
Lali no pudo seguir afrontando sus preguntas. Necesitaba retirarse y pensar un poco.
—Lali: Pregúntaselo a ella. Estoy cansada. Necesito descansar. —Se puso en pie frente a la mesa del cambiador, y caminó hacia la puerta, pues se sabía incapaz de dormir en la misma habitación que él.

Peter se desplazó con tal sigilo que ni siquiera lo oyó, la rodeó y la aferró por los hombros.
—Peter: Quieta. —La sacudió ligeramente—. Sigue hablando conmigo.
—Lali: Ya no. ¡No me toques! Me voy a la cama.
—Peter: Vete a la cama si quieres, pero hazlo aquí, en tu dormitorio.
—Lali: ¡No quiero! —Intentó liberarse de sus manos agitándose con furia.
Él volvió a sacudirla y clavó los dedos en su piel.
—Peter: Cálmate, pequeño abejorro, y deja de comportarte como una niña enrabietada. No me gustaría tener que darte una zurra.
—Lali: ¡Oh! Eso lo resolvería todo —dijo sin aliento. Tuvo la sensación de que el ácido ascendía por su garganta—. ¡Suéltame! —se sentía desesperada pues sabía que había perdido el control. Se agitó con fuerza, intentó pegarle, pero era como una niña pequeña frente a él. El peso de la humillación y la rabia se asentaron en su pecho dificultándole la respiración—. Tú la trajiste aquí... y esperas que me haga feliz. Bien, ¡pues no es así! No tengo por qué aguantarlo... No tengo por qué. Esta es mi casa, y soy tu esposa, ¡y no la quiero aquí! ¿Me has oído? —Su voz se hizo muy aguda—. Sácala de aquí. ¡Quiero que se vaya! —A pesar de la rabia, fue consciente de que Peter estaba anonadado ante semejante vehemencia. 

Lali lo miró atontada, repentinamente exhausta. Cree que he perdido la cabeza. Lo estoy presionando... No sé cómo detenerme. ¿Qué debería hacer? ¿Cuál es el siguiente movimiento?

Continuará...
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25 comentarios:

  1. mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  2. massssssssssssssssssssssssssssssssssss plissssssssssssssssssssssssss

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  3. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  4. uno mas y no jodemos mas jajajaja

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  5. Que le dira peter como reaccionara

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  6. mas nove porfis...me tienes atrapada

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  7. ¿k rayos pretende Peter?,la está poniendo al límite.

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