Y durante las tres horas siguientes, Lali cumplió
fielmente su promesa, salvando a Peter de más de una docena de enojosas
conversaciones con sutiles tácticas dignas del mismo Napoleón. En cuanto la
discusión amenazaba con alegarse y ponerse seria, Lali cortaba por lo sano para
recordarle que le había prometido servirle una copa, llevarla a dar un paseo o
enseñarle el muelle… lo primero que se le ocurriera en el momento.
Peter la dejaba hacer entre admirado y divertido, y no la
soltaba ni un momento. Pero a medida que avanzaba la noche el alcohol corría,
el volumen de las conversaciones aumentaba, las risas se hacían más
escandalosas, las bromas más atrevidas… y los hombres interesados en negocios,
más persistentes.
—¿Es verdad que te ha dado un calambre y necesitabas andar? –preguntó Peter, que a duras penas
había podido contener la risa ante tan disparatada excusa.
Acababan de abandonar apresuradamente a un invitado que
pretendía que Peter le contase en un momento todo lo que sabía acerca de cierta
compañía petrolera de Oklahoma. Lali estaba terminando su tercera copa de una
bebida que se parecía mucho, en el olor y la consistencia, al batido de
chocolate, pero cuyos efectos eran mucho más fuertes de lo que ella había imaginado.
—¡Qué va! Tengo las piernas perfectamente –exclamó
alegremente.
En aquel momento pasaban junto a un campo de tenis, donde
dos parejas jugaban dando grandes gritos. Una de las mujeres, concretamente una
conocida actriz, se había quitado la falda y lucí sin ningún pudor sus bragas
de encaje negro.
Peter le quito a Lali el vaso vacío de la mano, y lo dejo
en una mesa, junto al suyo.
—¿Quieres que vayamos a la playa?
En unos de los yates se celebra una fiesta. Desde la
playa, Lali y Peter escucharon la música y las risas, y contemplaron el
silencio la estela que dejaba la luna en la superficie del lago.
—¿Bailamos? –preguntó Peter.
Lali apoyó la mejilla es su pecho y se dejó llevar por
sus brazos cálidos y por el ritmo de la música, que parecía envolverla y
alejarla de la realidad…
De pronto, se le vino a la mente la actriz francesa que
acababa de ver.
—Yo en su lugar, para jugar al tenis, me habría dejado la
falda puesta y me habría quitado los zapatos de tacón. ¿A que no sabes por qué?
—¿Para jugar mejor, quizás? –murmuró Peter, apartándole
el sedoso mechón de pelo que caía sobre su sien.
—No, nunca he sabido jugar al tenis. –dijo Lali, alzando
los ojos hacia él—. Me dejaría la falda por modestia o… quién sabe, quizás
porque no soy ni modesta ni reprimida. Lo que soy es el confuso producto de una
sociedad puritana y una educación liberal. Lo que equivale a decir que soy muy
estricta con lo que yo hago, pero que me parece muy bien que cada cual haga lo
que quiera. ¿Tú crees que tiene sentido?
—Oye, Lali, ¿por casualidad te estás empezando a sentir
borracha?
—No sé, no estoy segura.
Lali echó la cabeza hacia atrás e inmediatamente, toda la
atención de Peter se centró en su boca. Fue cuestión de segundos: cuando quiso
darse cuenta, Lali sintió aquellos labios en los suyos y no supo más… se sintió
de pronto arrastrada como en un remolino, directamente al centro de la
oscuridad, poseída por un sinfín de sensaciones provocadas por la caricia
húmeda de los labios de Peter. El hundió la mano en sus cabellos, junto a su
nuca; entonces Lali abrió la boca y recibió la caricia húmeda de su lengua,
mientras notaba contra su cuerpo el cuerpo rígido y excitado de Peter. Se
abrazaron con todas sus fuerzas, temblando de pasión y de placer.
Después de una eternidad, Peter dejo su boca y la besó en
la mejilla.
—Desde luego, no besas como una puritana –susurró
roncamente, y después volvió a besarla.
Su beso fue aflojándose hasta llegar al final. Lali apoyó
la frente contra su pecho, respirando agitadamente, temerosa de pronto al darse
cuenta de que se hundía en el camino sin retorno del deseo.
—Lali, vayamos a casa…
—Peter, yo…
Peter deslizó las manos por sus brazos y finalmente la
sujeto con firmeza por los hombros, apartándola de sí.
—Mírame –dijo suavemente, y cuando ella alzó sus
asustados ojos marrones hacía el añadió—: Lali, te deseo.
—Ya lo sé –susurró Lali estremeciéndose—. Y me alegro.
Peter alargó la mano y le acarició la mejilla con una
sonrisa.
—¿Y qué más…?
Lali que no podía dejar de mirarle a los ojos, tragó
saliva.
—Qué yo también te deseo.
—Pues entonces, ¿qué hacemos aquí?
—¡Eh, Peter! –exclamó una voz jovial desde atrás—. ¿Eres
tú?
Lali retrocedió, soltándose de su abrazo, asustada como
una niña cogida en falta. Pero Peter la volvió a coger, y gritó al desconocido:
—¡Lanzani se ha marchado hace más de una hora!
—¿Se ha marchado? –gritó el individuo entre carcajadas.
El hombre había reconocido a Peter, era evidente, pero en
lugar de darse por enterado de la indirecta y marcharse, se aproximó a ellos
sin ningún rubor y con una amplia sonrisa. Al distinguirle entre las sombras,
Lali pensó que aquel individuo torpón y desaliñado se asemejaba a un oso de
peluche con su americana arrugada, la camisa desabrochada y la corbata de
cualquier manera. Tenía un aspecto… adorable, al menos así pensó Lali mientras
Peter se lo presentaba.
—Lali, te presento al señor Numbers.
—¿Cómo está usted, señor Numbers?
—No puedo quejarme, jovencita –replicó él con una afable
sonrisa, y luego, volviéndose a Peter, le explicó—: No puedes ni imaginarte la
partida de blackjack que están jugando en el yate de Middleton. Bebe Leonardos
acaba de perder veinticinco mil dólares. Andrea Middleton no baja sus apuestas
de tres mil y George lleva dos manos seguidas con dobles parejas… lo cual, según
las leyes de probabilidades es algo prácticamente imposible…
Lali apoyó la cabeza en el pecho de Peter, buscando su
calor, mientras fingía escuchar el relato de Numbers. Además de frío, empezaba
a sentir sueño, pues las caricias de Peter en su espalda tenían un efecto
sedante… bostezó una vez, y luego otra, y al final se le cerraron los ojos.
—Me paree que estoy aburriendo a tu joven acompañante,
Peter –dijo Numbers en tono contrito.
Lali se enderezó e intentó esbozar una sonrisa, que no
pasó de una mueca somnolienta.
—Yo creo que ya es hora de que Lali se vaya a la cama
–dijo Peter, contemplándola divertido.
Numbers le guiñó el ojo, y echo a andar hacia la casa, no
sin antes decirle:
—¡Qué suerte tienes, maldito!
Peter volvió a envolverla entre sus brazos y, acercando
la boca a su oído, murmuró:
—¿Tú crees que tengo suerte, Lali?
Lali se acurrucó contra su pecho.
—¿Qué si tienes qué…?
—Que si voy a tener suerte esta noche.
—No.
—Ya me parecía a mí –rió él, sacudiéndola suavemente—.
Anda, vámonos. Ya estás medio dormida.
Y cogiéndola por la cintura, la condujo hacia la casa.
—Me gusta el señor Numbers –susurró Lali.
—Su nombre de verdad es Mason. Numbers es una especie de
sobrenombre.
—Pues es muy simpático y agradable –insistió Lali con voz
somnolienta.
Cuando llegaron junto a la casa, la fiesta se hallaba en
su mayor apogeo, a pesar de lo avanzado de la hora.
—¿Es que esta gente no piensa dormir? –preguntó Lali
cuando entraron en el interior de la casa, donde había un gran alboroto de
risas y voces.
—Pues no, no creo que duerman, si son capaces de
aguantar.
Peter preguntó a un criado por la habitación que le había
sido asignada a Lali, y después la ayudó a subir por la escalera.
—Yo me quedaré en la Cueva esta noche, y mañana pasaremos
el día allí, los dos solos. Las llaves de tu coche las tiene el mayordomo.
Mañana, en cuento te levantes, coge la carretera en dirección norte, y, cuatro
kilómetros después, tuerces a la izquierda. La Cueva está al final del camino;
no tiene pérdida, porque es la única casa de la zona. Te espero allí a las
once.
Lali escuchó las arrogantes palabras, que más bien
parecían órdenes, entre divertida y molesta.
—¿No deberías preguntarme si estoy dispuesta a ir allí
para esta sola contigo?
—No te lo pregunto porque sé que quieres. De todas
maneras, si cambias de opinión, solo tienes que girar hacia el sur y coger la
autopista de Missouri. No veremos a las once –añadió después de darle un largo
beso.
Cuando se hubo marchado, Lali se dejó caer en la cama
sonriendo, preguntándose cómo un hombre podía ser tan arrogante, presumido y al
mismo tiempo maravilloso.
Peter jugaba al juego del deseo, pero Lali quería ganarse
su cariño; ganarle a él. Y para ser considerada “especial” por Peter, tenía que
ser diferente a las mujeres que él conocía… Por ejemplo, estaba seguro de que
ella iba a ir a la Cueva, y un poco de incertidumbre a ese respecto le haría
bajarse de su pedestal de “controlo y mando”, y a ella la ayudaría a salirse
con la suya. Lali decidió que llegaría tarde; lo suficiente para que él pensara
que se había marchado. Las once y media era una hora perfecta, sí.
Lali se quedó dormida con la almohada entre los brazos,
feliz y segura, con la certeza de haber encontrado al hombre de sus sueños.
Continuará...
Pues el hombre de sus sueños es su jefe y ella aun no lo sabe , jajajaja
ResponderEliminarMass
Jajaja... en realidad sería el jefe de su jefe!... ;)
EliminarJajajaja,lo va a hacer esperar .
ResponderEliminarJajaja me encantaaa
ResponderEliminarMaass
Mmmm por qué me suena que se pudre un poco todo y que nada va a salir como lalita piensa?
ResponderEliminarMaaaassss
ResponderEliminarJajaja me encanta...
ResponderEliminarJAJA,de dominada nada,asi me gusta,programando haciendolo esperar,ya quiero ver su cara cdo se entere quien es,JAJA
ResponderEliminardalee subi otroo!!! esta buenisimaa
ResponderEliminarjajajjaja me encanto el capitulo!!!!!!!!!!!!! espero el siguiente!!!!!!!!!!! besos Naara
ResponderEliminarsubí otro!!1
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaaa bube oto por favor me encanta MASmasMAS
ResponderEliminarmmmmm....jajajajaja creo que se esta creando ilusiones que no son jajajajaj
ResponderEliminarMAS MAS MAS
Que le llegue a la 1! Jajaja baja ya muy tarde
ResponderEliminarMuy bueno! Esta interesante la novela, como siempre escocés muy bien! Un beso y un abrazo, Danii
Y si!!! un elegante retraso! jajaja
EliminarVal!!! un gusto volver a leerte por acá!!
Besos ;)