De pronto, Lali tuvo la sensación de que se encontraba al
borde de un precipicio. Sintió vértigo.
—Sí, sé que la gente va a la cárcel por esas cosas, señor
Whitworth, y que yo tengo muy claro que no quiero verme mezclada en asuntos
turbios.
—Es natural. Por favor, llámame Philip. Al fin y al cabo,
somos parientes, y además yo te he estado tuteando todo el tiempo. Verás, yo no
te estaba pidiendo que espíes en otra empresa, sino en la mía propia. Me
explico; en estos últimos años, una compañía llamada Lanco se ha convertido en
nuestra mayor competidora. Cada vez que intentamos obtener un contrato, no
sabemos de qué manera, Lanco averigua la cantidad que vamos a pedir; ellos la
rebajan ligeramente, y así nos arrebatan el negocio. Esto que te cuento ha
vuelto a ocurrir hoy mismo. Solamente hay seis hombres en esta empresa que
hayan podido decirle a Lanco a cuánto se elevaba nuestra oferta; uno de ellos
tiene que ser el espía. Yo no quiero despedir a cinco honrados ejecutivos por
culpa de un traidor, pero si Lanco continúa robándonos los contratos de esta
manera, no voy a tener más remedio que empezar a despedir gente. Mira, Lali; en
esta empresa trabajan doce mil personas. Doce mil personas dependen de
Whitworth Enterprises, y ahora tú tienes la oportunidad de asegurar su puesto
de trabajo. Lo único que tienes que hacer es solicitar un puesto como
secretaria en Lanco hoy mismo. Seguramente necesitarán aumentar su plantilla
para atender todo el trabajo que nos están robando a nosotros. Dada tu
preparación y experiencia, es muy probable que te ofrezcan un puesto de
secretaria de algún alto ejecutivo.
—Y en caso de que consiguiera el puesto, ¿qué tendría que
hacer? –preguntó Lali.
—Yo te daré los nombres de los seis sospechosos y lo
único que tendrás que hacer será estar atenta por si alguna vez se menciona a
alguno de ellos en Lanco. Es arriesgado, Lali, pero la situación es tan
desesperada que estoy dispuesto a intentarlo todo. Bien, si te presentas en
Lanco esta misma tarde y te ofrecen un puesto de secretaria, acéptalo. Si el
salario que te ofrecen es menor que el que aquí perciben nuestras secretarias,
mi empresa te pagará una cantidad mensual que iguale la diferencia. En caso de
que consigas averiguar el nombre del espía o cualquier otra información que sea
de valor para mí, obtendrás una gratificación de diez mil dólares. Pero si
pasan seis meses y no has conseguido averiguar nada, podrás abandonar tu puesto
en Lanco y venir a trabajar con nosotros, y en cuando termines los cursos que
te faltan para graduarte en comercio, te daré aquí el trabajo que tú quieras,
siempre que estés cualificada para él. Lali… hay algo que no te gusta, ¿verdad?
Dime qué es.
—No me gusta nada de este asunto. Detesto las intrigas,
señor Whitworth.
—Llámame Philip, por favor. Por lo menos haz eso por mí –añadió
con un suspiro de cansancio—. Lali, soy consciente de que no tengo derecho a
pedirte que te pongas a trabajar en vuestra estancia en mi casa, hace quince
años. Pero ten en cuenta que mi hijo, Ben, se encontraba en una edad muy
difícil; mi madre estaba obsesionada con la investigación de nuestro árbol
genealógico, y mi esposa y yo… bueno, lo que quiero decirte es que siento mucho
que no fuéramos más cordiales.
En otras circunstancias, Lali no habría aceptado la
disculpa y se habría marchado de allí sin molestarse en escuchar más. Pero,
dada su situación, lo más importante era ganar del dinero.
—De acuerdo —dijo lentamente—. Lo haré.
—Estupendo.
Inmediatamente descolgó el teléfono, pidió el número de
Lanco, preguntó por el jefe de personal y después le paso el auricular a Lali.
El jefe de personal se interesó mucho y le dijo que se pasara por allí aquella
misma tarde, pues necesitaban secretarias especializadas.
—Gracias –le dijo Philip cuando hubo terminado—. Cuando
rellenes la solicitud de ingreso, pon la dirección de tu casa en Missouri, pero
dales este número de teléfono que te he apuntado aquí para que te puedan localizar
en nuestra casa. No hay problema, pues los criados no acostumbran a decir
nuestro nombre cuando contestan.
—Pero yo no quiero quedarme en tu casa, Philip. Prefiero
vivir en un hotel.
—No me extraña que no quieras venir a casa, pero yo
quiero compensarte por aquella infortunada visita.
Lali se dio por vencida.
—¿No le importará a la señora Whitworth?
—Todo lo contrario; Carol estará encantada.
Cuando Lali salió del despacho, Philip Whitworth cogió el
intercomunicador y llamó a su hijo, que ocupaba un despacho cercano.
—Ben –le dijo—, creo que por fin vamos a dejar al
descubierto a Peter Lanzani. ¿Te acuerdas de Lali Espósito…?
Cuando Lali llegó a la oficina de personal de Lanco, eran
ya más de las cinco, y cada vez estaba más convencida de que ella iba a ser
incapaz de trabajar como espía a sueldo para Philip Whitworth, no porque no
quisiera ayudarle, sino porque las intrigas y las mentiras la repugnaban. Y sin
embargo, tampoco quería reconocer su cobardía ante él.
Mientras rellenaba los interminables formularios
requeridos por Lanco se le ocurrió que la única forma posible de salir de aquel
lío en que se veía envuelta sería cumplir la promesa hecha a Philip; es decir,
solicitar el trabajo, pero hacer todo lo posible por que no se lo ofrecieran.
Y efectivamente, así lo hizo: cometió faltas de
ortografía intencionadas, redactó lo peor posible los textos mecanografiados y
de taquigrafía y no mencionó los cursos de comercio que había estudiado. Pero
lo que coronó sus esfuerzos por quedar mal fue la última pregunta del
formulario, en la que le pedían que pusiera, por orden de preferencia, los tres
trabajos que podría desempeñar en Lanco y para los que estuviera cualificada.
Lali escribió presidente en primer lugar, jefe de personal en segundo, y
secretaria por último.
El verdadero jefe de personal, el señor Weatherby revisó
con autentico horror los formularios. Lali tuvo que hacer verdaderos esfuerzos
para contener la risa. Inmediatamente, muy indignado, el hombre le dijo que
podía marcharse tranquilamente a su casa, pues no cumplía ninguno de los
requisitos que Lanco exigía para cubrir sus puestos.
La tarde de agosto, encapotada y amenazadora, se había
oscurecido prematuramente, El tráfico era densísimo, y mientras Lali esperaba
junto al semáforo para cruzar la calle, empezaron a caer gruesos goterones que
iban a más. Cruzó a toda velocidad y cuando llegó a la acera opuesta, decidió
acortar el camino hasta el garaje donde
había dejado el coche atravesando el solar de un rascacielos en construcción,
en lugar de ir por la acera.
Cada vez llovía con más fuerza y la oscuridad era
absoluta alrededor del edificio, salvo por algunas ventanas iluminadas. Sin
poder remediarlo, Lali empezó a sentir miedo e intentó avanzar a la mayor
velocidad posible.
De pronto, sintió unos pasos detrás de ella… pasos
pesados, de hombre, que se hundían en el barro. Lali avanzó más deprisa y los
pasos del perseguidor se volvieron automáticamente más rápidos. Aterrada, echó
a correr hacia la entrada del edificio y, en el momento en que llegaba ante la
puerta, ésta se abrió y del rascacielos surgieron dos figuras de hombre.
—¡Socorro! –gritó Lali asustada—. ¡Me persiguen!
De pronto, tropezó con un rollo de cables. El pie se le quedó
atrapado, y Lali sintiendo un agudo dolor en el tobillo, levantó inútilmente
los brazos y cayó en el barro de bruces.
Continuará...
MASmasMAS........sigue ;) me encanta
ResponderEliminarsubi massss me encantooo
ResponderEliminarNueva lectora :) maasss
ResponderEliminarcada vez se pone mejor
ResponderEliminarme encanta
ResponderEliminarAnte todo q bueno q hayas vuelto,un alegron.la nove pinta buenisima como siempre!
ResponderEliminarMe encantaaa, espero el próximo :)
ResponderEliminarsigue ya quiero el siguiente capitulo !
ResponderEliminarSería un poema ver lo k escribió en esa entrevista ,jajajajja.
ResponderEliminarD bruces en el barro delante d dos hombres,uuuuummm a saber quienes son.
Pobre jefe de personal, perder así el tiempo! Jajaja
ResponderEliminarUh.. Veremos que le pasa
Besos, beso!