La secretaria de Philip contempló desde su mesa a la
mujer que tenía delante. Vestía un elegante traje, y llevaba la hermosa
cabellera castaña suelta. Se trataba de una belleza perfecta, poco común; los
rasgos del rostro, delicados, resaltaban aún más sus luminosos ojos cafés.
—El señor Whitworth la atenderá dentro de un momento.
Lali Espósito levantó un momento la vista del periódico
que fingía leer y sonrió.
—Gracias –dijo, y volvió a bajar los ojos, aunque el
nerviosismo ante la inmediatez de la temida entrevista la impedía concentrarse.
Había pasado mucho tiempo; catorce años, exactamente,
pero todavía recordaba con horror los dos días que pasara en la mansión de
Grosse Pointe y el desprecio insultante que tuvieron que sufrir allí su madre y
ella.
De pronto, sonó el teléfono en la secretaria, y Lali
sintió una sacudida nerviosa. Por enésima vez se reprobó a sí misma haberse
metido en semejante lío, aunque en realidad la culpa no era suya, pues, de
haber sabido que su padre tenía intención de llamar a Philip Whitworth, le habría
disuadido de la idea. Pero ya estaba hecho… Además, su padre cada día estaba
más preocupado por su precaria situación económica. Unos meses atrás, los
contribuyentes de Missouri, presionados por la recesión económica, había
denegado una subvención a los centros de enseñanza del estado y, como
consecuencia, miles de profesores había sido despedidos, entre ellos el padre
de Lali. Tres meses más tarde, después de haber buscado trabajo por todas
partes sin ningún éxito, el señor Espósito sufrió un ataque al corazón.
Aquel suceso había venido a transformar la vida de Lali… en
un momento en que ella estaba decidida a independizarse. Lali se había pasado
toda la vida estudiando piano, pero una vez obtenido el master de música, llegó
a la conclusión de que le faltaba vocación y afán de éxito como para dedicar
todas sus energías a convertirse en una concertista de piano. Y es que Lali
había heredado el talento musical de su madre, pero no su pasión por el piano.
Lali tenía ganas de vivir, y no podía conformarse con la
música. En cierto modo, el piano, a pesar de las satisfacciones que le
reportaba, le había impedido disfrutar de la vida, pues había estado tan
ocupada estudiando, practicando y trabajando para pagarse las clases que no
había tenido tiempo para divertirse y descansar. A sus veintitrés años había
viajado muchísimo por los Estados Unidos para participas en concursos, pero de
las ciudades visitadas sólo había conocido la habitación del hotel y el
auditorio. También había conocido muchos hombres, pero por falta de tiempo no pudo
profundizar en ninguna relación.
En conclusión, le parecía que todo había sido una pérdida
de tiempo, que había equivocado el camino y que debía buscar metas nuevas. La
enfermedad de su padre y los apuros económicos la obligaron entonces a tomar
una decisión radical. Su padre necesitaba ayuda, y ella era la única que podía
dársela.
Al pensar en su
responsabilidad, Lali se sentía como si se le viniera el mundo encima.
Necesitaba un trabajo, necesitaba dinero, y ambas cosas lo antes posible. Miró
a su alrededor, confusa y temerosa, intentando imaginarse a sí misma trabajando
para una empresa como aquella..
La secretaria, después de mantener una breve conversación,
colgó el teléfono y se puso de pie.
—El señor Whitworth la recibirá ahora, señorita Espósito.
Lali siguió a la secretaria y, antes de entrar en el
despacho, rezó todas la oraciones que sabía pidiendo que Philip Whitworth no se
acordase de ella y su desastrosa visita. Haciendo acopio de sangre fría, se
dirigió con paso tranquilo hacia él, que se había puesto en pie nada más verla
entrar. Curiosamente, parecía asombrado.
—Seguramente no me recordará usted, señor Whitworth —dijo
Lali, tendiéndole la mano—. Soy Lali Espósito.
Philip Whitworth se la estrechó, y la miró con una chispa
de ironía.
—Todo lo contrario, Lali; te recuerdo muy bien. Eras una
niña bastante… inolvidable.
Lali sonrió, sorprendida por su sentido del humor.
—Es muy amable. No me habría extrañado nada que dijera
insoportable en lugar de inolvidable.
—Siéntate, por favor.
—Le he traído mi currículum — le informó Lali, sacando un
sobre del bolso.
—Tu parecido con tu madre es asombroso – comentó después
de un largo silencio—. Ella era italiana, ¿verdad?
—Mis abuelos eran italianos, efectivamente, pero mi madre
nació aquí.
—Eres su vivo retrato, salvo por el pelo. El tuyo es
mucho más obscuro –y luego, ojeando el currículum añadió—. Tu madre era toda
una belleza.
Lali se removió en su asiento, inquieta por el cariz que
tomaba en encuentro, resultaba desconcertante que después de su fría actitud
catorce años atrás, ahora le dijera que su madre le parecía guapa. Nunca
hubiera imaginado que opinaba así.
Mientras Philip leía el currículum, Lali le observó
detenidamente. Era un hombre que, a pesar de superar los cincuenta años,
resultaba todavía atractivo. Se trataba de un tipo alto y atlético, de aspecto impresionante
y rostro aristocrático de rasgos finos. El paso del tiempo había sido
indulgente con él, y apenas había dejado huellas, a excepción de las canas que
surcaban sus cabellos. Mirándole desde su nueva perspectiva de adulta, a Lali
ya no le parecía el tipo orgulloso y engreído que había visto siendo niña, sino
un hombre distinguido y amable con una dosis de humor.
—Aunque tu expediente universitario es muy bueno,
comprenderás que la especialidad de música no sirve mucho en el mundo de los
negocios –dijo.
—Lo sé –respondió Lali—. Estudié música porque me
encantaba, pero ahora me he dado cuenta de que no tengo ningún futuro en ese
campo.
A continuación le explicó brevemente las circunstancias
que la habían obligado a abandonar su carrera como pianista, haciendo especial
hincapié en la salud de su padre y en la precaria situación económica que
atravesaban.
Philip la escuchó atentamente, y después volvió a revisar
su currículum.
—Aquí dice que empezaste un curso de comercio en la
universidad.
—En efecto, pero no lo terminé, aunque me faltó muy poco.
—Y mientras asistías a la universidad trabajaste media
jornada como secretaria… y también en verano –añadió Philip con una actitud
pensativa—. Tu padre no me lo contó cuando hablamos por teléfono. ¿es cierto lo
que pone aquí de que sabes mecanografía y taquigrafía?
—Sí –afirmó Lali.
Philip la miró en silencio y luego dijo:
—Puedo ofrecerte un puesto como secretaria, Lali, pero te
advierto que se trata de un trabajo difícil, que requiere una gran dosis de
responsabilidad. No puedo ofrecerte nada más hasta que no te gradúes en
comercio.
—Pero… yo no quiero ser secretaria –suspiró Lali.
Philip la miró con una sonrisa indulgente.
—Acabas de decirme que tu mayor preocupación, por el
momento, es conseguir dinero… y ahora mismo existe una gran demanda de
secretarias cualificadas. Te advierto que se trata de un trabajo bien
remunerado. Mi secretaria por ejemplo, tiene el mismo sueldo que algunos
ejecutivos.
—Pero aun así…
—Espera, déjame terminar. Tú has trabajado como
secretaria del presidente de una pequeña empresa. En una pequeña empresa, todo
el mundo está al tanto de lo que están haciendo los demás y por qué lo hacen.
Por el contrario, en las grandes como ésta, solamente los altos ejecutivos y
sus secretarias pueden tener una visión general del negocio. ¿Quieres que te
ponga un ejemplo?
—Sí, por favor.
—Imagínate que tú eres contable en nuestra sección de
radio y te encargan que analices el coste de cada una de las radios que producimos.
Emplearás semanas en preparar el informe sin saber para qué lo está haciendo.
Podría ser porque estamos considerando la idea de cerrar la sección de radios;
o porque queremos ampliarla. Pero tú no sabes por qué ni tampoco lo sabe tu
superior, ni el superior de tu superior. Los únicos que tiene acceso a esa
información confidencial son los directores de sección, los vicepresidentes y…
¡sus secretarias! Te digo esto para que te des cuenta de que si empiezas con
nosotros como secretaria, vas a tener la oportunidad de aprender cómo funciona
la empresa, y eso te será muy útil a la hora de elegir la profesión que puede
interesarte en el futuro.
—¿No hay ningún otro puesto disponible en la empresa con
un sueldo comparable al de una secretaria? –preguntó Lali, que no se dejaba
convencer fácilmente.
—No. Hasta que traigas aquí un título de comercio, no
puedo ofrecerte otra cosa.
Lali suspiró, necesitaba el dinero, y no le quedaba otra
elección.
—Bien…
—No te desanimes –le dijo Philip—. El trabajo no será
aburrido. Mira, te aseguro que mi secretaria conoce mejor que muchos ejecutivos
los futuros planes de la empresa. Las secretarias de dirección tiene acceso a
informaciones confidenciales de toda índole… Son… —en este punto se interrumpió
y se quedó mirando a Lali fijamente, de una manera muy extraña. Después
repitió, en tono triunfante—: ¡Las secretarias de dirección tiene acceso a
información confidencial de toda índole! ¡Una secretaria! ¡Nunca sospecharían
de una secretaria! Lali, estoy a punto de hacerte una oferta muy especial. Por
favor, antes de decirme nada, escúchame atentamente. Dime, ¿sabes algo acerca
de espionaje industrial o empresarial?
Continuará...
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Mañana subo más!!! :D
Sin duda esta nove promete ser increiblee...
ResponderEliminarAcabo de regresar de viaje y lo primero que veo es que has vuelto !!!!! No me cabe la felicidad en el pecho porque tus adaptaciones son las mas hermosas que he leído nunca (no exagero) , bienvenida Dani !!! Aquí estoy leyendo fielmente !!
ResponderEliminarVa directo!!!!.
ResponderEliminarLali tiene sus dudas,pero le hace falta
aaa me encanta ............MASmasMAS.
ResponderEliminarJaja que directo y que fuerte meterse en eso de espionaje empresarial! Da carcel :0 jeje
ResponderEliminarMuy bueno