Capítulo 24

—Lali: Está bien —dijo, en cuanto fue capaz de hablar de nuevo—. Esto ha sido un error.

—Peter: Resulta difícil verlo así cuando estás en mi posición —bromeó, y le sonrió.

Aquella sonrisa era un arma muy potente. Y con el cuerpo de Peter apretado contra el suyo, todavía invadida íntimamente por él, no fue capaz de contradecirle. Sin embargo, uno de los dos tenía que ponerle fin a aquello. Aunque aquello le costara la vida.

—Lali: Levántate, Peter.

—Peter: ¿Qué prisa tienes? —preguntó él, y comenzó a darle besos en el hombro. Lali notaba que todo su cuerpo estaba alerta, despierto, vivo, y todo por él. ¿Cómo era posible que se conocieran desde dos años antes y nunca hubieran descubierto la química que había entre ellos? ¿Y cómo podrían volver adonde habían estado antes, después de haberla descubierto?

A Lali se le encogió el estómago al pensar que quizá nunca pudieran volver. Quizá, al encontrar algo tan especial, hubieran perdido algo igualmente importante. Ella cerró los ojos y reprimió un gruñido.

—Lali: Lo digo en serio, Peter —le dijo, y le dio una palmada en la espalda para darle énfasis a sus palabras—. Levántate.

—Peter: Eres un poco mandona, ¿no? —le preguntó él, y alzó la cabeza de nuevo para mirarla. Tenía una sonrisa de satisfacción en los labios, y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no acariciárselos—. ¿Cómo es que no me había dado cuenta antes?

—Lali: Hay muchas cosas de las que no te habías dado cuenta.

—Peter: Sí —dijo él con una risita, y la miró con lujuria—. Pero me estoy poniendo al día rápidamente.

Él balanceó las caderas contra ella, y a Lali se le derritieron los huesos, así como toda la determinación que había conseguido reunir. Antes de sucumbir completamente, le ordenó:

—Lali: Peter...

—Peter: Voy, voy.

Y lo hizo. Lenta, seductoramente. Como si estuviera atormentándola por terminar con aquella pequeña... sesión.

Lali tuvo que contenerse para no pedirle que se quedara, que le hiciera de nuevo el amor. Oh, tenía que haberse vuelto loca. Tenía a su disposición a un amante maravilloso, hábil, ¿y le estaba diciendo que no?

Antes de poder sucumbir, se bajó del capó y rápidamente, tomó su mono del suelo. Posiblemente con ropa pudiera pensar con más claridad. Después de vestirse, esperó a que Peter también se hubiera puesto la ropa, mirándolo con seriedad.

—Peter: Sea lo que sea lo que estés pensando, tiene que ser importante.

—Lali: ¿Qué?

—Peter: ¿Debo preocuparme? —le preguntó él, mientras se metía el cuello de la camiseta por la cabeza.

—Lali: Uno de los dos debería hacerlo —murmuró ella. Después añadió, en voz alta—: No podemos seguir haciendo esto.

Él sonrió de nuevo.

—Peter: Dame cinco minutos y haré que cambies de opinión.

Sin duda, podría hacerlo. Pero aquélla no era la cuestión.

—Lali: Peter, estoy intentando hacer lo correcto.

—Peter: Bueno, ya está bien —dijo él, y con cara de pocos amigos, se acercó a la radio y la apagó. Sin música de repente, el único sonido que percibieron mientras se miraban cara a cara era el de los ventiladores que removían el aire desde las esquinas.

Lali podría jurar que veía de verdad la electricidad que había entre ellos. Sentía su calor. Pero cerró su corazón y con un suspiro, dijo:

—Lali: Lo de anoche fue un error.

—Peter: Yo diría que más de uno —replicó él con ironía.

Lali hizo caso omiso del comentario.

—Lali: Pero esta noche demuestra que esto se nos está escapando de las manos.

—Peter: Está bien, admito que esta noche se nos ha escapado un poco de las manos...

—Lali: Sí, sólo un poco.

Él sacudió la cabeza.

—Peter: Tienes que saber que yo no he venido aquí para esto.

Claro que lo sabía. Después de todo, a nadie se le ocurriría planear tener relaciones sexuales sobre el capó de un coche. Lali suspiró de nuevo.

—Lali: Lo sé, es sólo que...

—Peter: He venido a hablar contigo, porque no te encontré en tu casa —continuó él, interrumpiéndola—. Y, a propósito... —añadió mirándola con severidad—, cierra la puerta cuando estés aquí sola, Lali.

—Lali: ¿Cómo dices?

—Peter: La puerta del taller. No estaba cerrada con llave. Por Dios, podría haber entrado cualquiera.

—Lali: De hecho, alguien entró.

—Peter: Sí, pero a mí me conoces.

—Lali: Eso creía.

—Peter: ¿Y qué se supone que significa eso? —inquirió él.

De repente, Lali se enfadó, e intentó con todas sus fuerzas aferrarse a aquel sentimiento. Era mucho más fácil enfrentarse con la ira que con lo que estaba sintiendo por Peter en aquel momento. La ternura hacia él hacía que se sintiera desconfiada e insegura de sí misma.

—Lali: Significa que si cierro o no la puerta es cosa mía.

—Peter: ¿Y quién ha dicho que no lo fuera?

—Lali: Tú. Yo estoy perfectamente segura aquí.

Él la miró con el ceño fruncido y los ojos verdes casi helados.

—Peter: Posiblemente —admitió—, pero es una tontería arriesgarse, La.

—Lali: No soy tonta, y no necesito que me digas lo que tengo que hacer.

Él se quedó boquiabierto.

—Peter: Yo no he dicho que tú fueras tonta.

—Lali: Acabas de decirlo hace un segundo.

—Peter: He dicho que era una tontería no cerrar la puerta con llave.

—Lali: Y como yo no lo he hecho, soy tonta.

—Peter: ¿Qué demonios te pasa Lali? —le preguntó él con la voz ronca. Parecía un oso pardo que acababa de salir del período de hibernación y andaba buscando comida.

Lali no sabía qué le ocurría. Los pensamientos, las emociones y los sentimientos se le habían hecho añicos por dentro y eran demasiados pedazos sueltos como para que pudiera identificarlos. Lo único que sabía con seguridad era que necesitaba estar sola. Necesitaba pensar. Desesperadamente, luchó por dominar el pánico que estaba sintiendo.

—Lali: No me gusta que me den órdenes.

—Peter: Yo no te estoy diciendo lo que tienes que hacer. Sólo he dicho que me he preocupado cuando he visto que estabas en una posición vulnerable.

Oh, claro que se había vuelto vulnerable. Pero no del modo que él pensaba. Dentro de ella todo era necesidad y furia. Lo deseaba y no podía tenerlo. Lo necesitaba y no quería necesitarlo. Lo amaba y...

Lali dio un paso atrás. Notó que se mareaba y que la habitación comenzaba a dar vueltas.

Amaba a Peter Lanzani.

Tuvo una sensación de calor insoportable, que rápidamente fue reemplazada por un frío que la hizo estremecerse. ¿Amor? Dios, Dios, Dios.

Aquello era un problema muy grande.

Y sin solución.

Continuará...

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:O

Ya falta poco para terminar esta nove! 

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