CAPÍTULO 87

Euge se volvió hacia Peter y fue como si Nico y Lali hubieran dejado de existir, quedando sólo ellos dos frente a frente en medio de la pista; algo para lo que ambos habían nacido.

Euge acortó la distancia que había entre ellos moviéndose sinuosamente, casi como una amante, pero no existía ni pizca de amor entre ellos.

—Euge: Ya sabes lo que tienes que hacer.

—Peter: Dímelo de todas maneras.

Euge se giró hacia Lali y Nico.

—Euge: Déjennos solos. Esto es entre Peter y yo.

—Nico: ¡Esto es una locura! Eso es lo que es. ¡Si hubiera sabido lo que estabas maquinando, juro por Dios que te hubiera sacudido hasta que olvidaras tal idiotez! —explotó.

Euge ni siquiera se inmutó ante aquel arrebato de ira.

—Euge: Si Lali y tú no se van de aquí, será el final del tigre.

—Peter: Hagan lo que dice.

Nico se volvió hacia él.

—Nico: No dejes que te corte las pelotas. Lo intentará, pero no dejes que llegue a ese extremo —dijo con amargura. Parecía como si hubiese perdido la fe en todo lo que creía.

—Peter: Lo intentaré —repuso suavemente.

Lali le dirigió una mirada suplicante, pero él estaba concentrado en Euge y no se dio cuenta.

—Nico: Vamos, Lali. Vámonos de aquí. —Nico le pasó el brazo por los hombros y la llevó hacia la puerta trasera. Tras tantos meses aprendiendo a luchar, Lali intentó resistirse, pero sabía que Peter era la única esperanza de Sinjun.

Una vez fuera, respiró hondo. Era una noche fría y comenzaron a castañetearle los dientes.

—Nico: Lo siento, Lali. No pensé que llegaría tan lejos —susurró, abrazándola.

Dentro se oyó la desdeñosa voz de Peter sólo un poco amortiguada por la lona de la carpa.

—Peter: Eres una mujer de negocios, Eugenia. Si me vendes a Sinjun te compensaré generosamente. Todo lo que tienes que hacer es poner el precio.

Fue como si Nico y Lali hubieran echado raíces en ese lugar; sabían que debían irse pero eran incapaces de hacerlo. Luego Nico cogió a Lali de la mano y la hizo atravesar las sombras hasta la puerta trasera, donde no podían ser vistos pero tenían una vista parcial de la pista central.

Lali vio cómo Euge acariciaba el brazo de Peter.

—Euge: No es tu dinero lo que quiero. Ya deberías saberlo. Lo que quiero es doblegar tu orgullo.

Peter se apartó, como si no pudiera soportar su contacto.

—Peter: ¿Qué quieres decir?

—Euge: Si quieres al tigre, tendrás que suplicar por él.

—Peter: Vete al infierno.

—Euge: El gran Peter Lanzani tendrá que ponerse de rodillas y rogar.

—Peter: Antes prefiero morir.

—Euge: ¿No lo harás?

—Peter: Ni en un millón de años. —apoyó las manos en las caderas. —Puedes hacer lo que te dé la gana con ese tigre, pero no me pondré de rodillas delante de ti ni de nadie.

—Euge: Me sorprendes. Estaba segura de que lo harías por esa pequeña boba que tienes de esposa. Debería haber imaginado que no la amas de verdad. —Por un momento Euge levantó la mirada a las sombras de la cubierta, luego volvió a mirarlo. —Lo sospechaba. Debería haberme fiado de mi instinto. ¿Cómo podrías amarla? Eres demasiado despiadado para amar a nadie.

—Peter: Tú no sabes lo que siento por Lali.

—Euge: Sé que no la amas lo suficiente como para ponerte de rodillas y suplicar por ella. —Lo miró con aire satisfecho. —Así que yo gano. Gano de todas maneras.

—Peter: Estás loca.

—Euge: Haces bien en negarte. Una vez me arrodillé por amor y no se lo recomiendo a nadie.

—Peter: Eugenia. No hagas esto.

—Euge: Tengo que hacerlo —la voz de la dueña del circo había perdido todo rastro de burla. —Nadie humilla a Eugenia Quest sin pagarlo. Lo mires como lo mires, serás tú quien pierda hoy. ¿Estás seguro de que no quieres reconsiderarlo?

—Peter: Estoy seguro.

Lali supo en ese momento que había perdido a Sinjun. Peter no era como otros hombres. Se sostenía a base de acero, valor y orgullo. Si se rebajase, el hombre que era se destruiría. Inclinó la cabeza e intentó darse la vuelta para marcharse, pero Nico le bloqueaba el paso.

—Peter: Sabes la ironía de todo esto, Lali lo haría —dijo con voz tensa y dura. —Ni siquiera se lo pensaría dos veces. —Soltó una carcajada que no contenía ni pizca de humor. —Se pondría de rodillas en menos de un segundo porque tiene un corazón tan grande que es capaz de responder por todos. No le importan ni el honor ni el orgullo ni nada por el estilo si el bienestar de las criaturas que ama está en peligro.

—Euge: ¿Y qué? —se burló. —No veo aquí a Lali. Sólo te veo a ti. ¿Qué será, Peter, tu orgullo o el tigre? ¿Vas a renunciar a todo por amor o te aferrarás a ese orgullo que tanto te importa?

Continuará...

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