CAPÍTULO 27

Fuera del pequeño mundo de la caravana, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, que golpearon el techo metálico con un ligero y agradable repiqueteo. El sonido era hipnótico y tranquilizador. El ruido de la lluvia los aislaba, los apañaba del resto del universo y los llevaba a un lugar íntimo y acogedor.

Lali suspiró contra los gentiles y pacientes labios de su marido. La medalla esmaltada que colgaba del cuello de Peter se rozaba contra ella y, cuando él le pasó la punta de la lengua por la sensible superficie interior del labio inferior, una oleada de calor le atravesó las venas. En ese momento todos sus principios morales se evaporaron, y cualquier idea que hubiera tenido de rechazarlo se esfumó. Ella había deseado eso desde el principio y ya no podía reprimir la fuerza que la impulsaba hacia él.

Se rindió y separó los labios, dejándole entrar.

Peter se tomó su tiempo y, cuando le invadió la boca, el beso fue completamente arrebatador. Lali respondió con fervor y él le permitió indagar todo lo que quiso.

Ella introdujo la lengua entre los labios de Peter, besando las comisuras de esa boca dura, explorando el interior una y otra vez. Rodeó los hombros de su marido con los brazos y se puso de puntillas para mordisquearle la oreja. Le dejó la marca de los dientes en la curva de la mandíbula antes de regresar de nuevo a su boca.

Entraba y salía. Se retiraba e indagaba. Y dentro otra vez.

Lali se sentía cada vez más excitada, una excitación alimentada por la respiración entrecortada de Peter y por la sensación que le provocaban sus manos, estrechándola con fuerza: una en la cintura, otra magreándole las nalgas. ¿Cómo podía haber tenido miedo de él? La imagen de los látigos guardados bajo la cama apareció en su mente, pero ella la ignoró. Peter no le haría daño. No podría.

Lali lamió el dulce camino entre el cuello y el pecho de su marido. La respiración de Peter era ahora más rápida y, cuando habló, su voz sonó ronca.

—Peter: Si es así como besas, ángel, no quiero ni pensar en cómo... —se detuvo cuando Lali le subió los brazos al cuello y uno de los dedos se le quedó atrapado en la cadena de oro que sostenía la medalla esmaltada. Esos besos ardientes y esas caricias tentadoras eran tan deliciosos que no tenía suficiente. El cuerpo de Peter era ahora suyo para explorarlo a placer, y ella ansiaba conocer cada centímetro de él.

—Lali: Quiero quitarte la toalla —susurró.

Peter le hundió los dedos en el pelo. Ella alargó el brazo hacia el nudo, pero él le atrapó la mano.

—Peter: No tan rápido, cariño. Primero enséñame tú algo.

—Lali: ¿Qué quieres ver?

—Peter: Lo que tú quieras.

—Lali: Con este maillot no dejo nada a la imaginación

—Peter: Aun así quiero verte más de cerca.

Lali sabía que el sexo podía ser excitante, pero no había esperado el sensual tono provocador en la voz de Peter.

De repente pensó que quizá debería decirle que era virgen, pero entonces él creería que era un bicho raro. Y lo cierto es que Peter nunca lo sabría si ella no se lo decía.

Echando la cabeza hacia atrás, Lali observó cómo Peter se la comía con los ojos y, mientras permanecía delante de él, sólo cubierta por el maillot, encontró que la idea de jugar a ser una experimentada mujer fatal era demasiado excitante para ignorarla. Había leído montones de libros al respecto, pero ¿sería capaz de conseguirlo? ¿Qué podía hacer para provocarlo aún más?

Le dio la espalda, intentando ganar tiempo para pensar, y entonces vio que las cortinas azules que colgaban en la ventana de la cocina no estaban cerradas del todo. Dudaba que alguien se paseara por ahí fuera con ese tiempo, pero por si acaso se apresuró a cerrarlas. Apoyando una mano en el mostrador, se estiró por encima para alcanzar la cortina.

Oyó un sonido ahogado, casi como un gemido.

—Peter: Una buena elección, cariño.

No supo de qué estaba hablando Peter hasta que lo sintió detrás, acariciándole las nalgas. Él le amasó la carne por encima de las mallas de red en forma de diamante.

A Lali se le tensaron los pezones y su piel comenzó a arder de una manera extraña. Comenzó a sentirse nerviosa. No importaba lo que había querido que pensara él, ni siquiera sabía hacer el amor de la manera básica, así que mucho menos podía probar a hacerlo de forma exótica.

Peter le deslizó un dedo bajo la tira de lentejuelas y le dibujó la hendidura entre las nalgas. Lali se mordió los labios para no gritar de placer. El dedo se deslizó más abajo. Incapaz de resistirlo más, Lali se enderezó y se giró hacia los brazos de Peter.

—Lali: Quiero volver a besarte.

—Peter: Tus besos son más de lo que puedo manejar ahora mismo. —Peter se ajustó el nudo de la toalla y Lali se dio cuenta de que la tenía abultada. De hecho estaba muy abultada.

Ella se quedó mirándolo fijamente y sintió que se le secaba la boca.

—Lali: S-sigo queriendo besarte.

—Peter: Hagamos un trato. Ábrete el corchete del maillot y nos besaremos todo lo que quieras.

Lali levantó la vista a regañadientes y llevó los brazos a la espalda para hacer lo que le pedía. Cuando terminó, el corpiño comenzó a caer, pero ella lo sostuvo contra sus pechos. Peter inclinó la cabeza y la besó al tiempo que le agarraba las muñecas y se las apañaba del pecho. Mientras el indagaba con la lengua en su boca, el maillot se le bajó hasta la cintura. Peter la empujó contra la pared, al lado de la mesa, le levantó las muñecas y se las sujetó a ambos lados de la cabeza.

—Lali: No es justo —susurró ella contra sus labios mientras la apretaba contra la pared. —Eres más fuerte que yo.

—Peter: Ahora es mi turno —respondió él con un susurro.

Y lo fue.

Manteniéndole las muñecas inmovilizadas, Peter usó la boca para excitarla. Le mordisqueó la oreja y el cuello. Le recorrió con rapidez la clavícula y la base de la garganta. Y luego se echó hacia atrás para poder mirarla de arriba abajo. Aquella posición hacía que los pechos de Lali quedaran elevados. Él jugueteó con uno y luego con el otro, haciendo que le ardiesen con tal ferocidad que ella apenas podía soportarlo.

—Lali: Para —le dijo sin aliento.

Él le soltó de inmediato las muñecas.

—Peter: ¿Te hago daño?

—Lali: No, pero vas muy rápido.

—Peter: ¿Muy rápido? —la miró con una sonrisa torcida. —¿Estás criticando mi técnica?

—Lali: Oh, no. Tu técnica es maravillosa —repuso ella con rapidez, en tono serio y ansioso, y él sonrió. Avergonzada, Lali evitó mirarlo a los ojos y clavó la vista en su boca. Luego se dio cuenta de que si iba a hacer el amor con ese hombre feroz y orgulloso, tenía que ser tan fuerte como él.

Levantó la cabeza y le sostuvo la mirada.

—Lali: No quiero que seas tú quien mande. No ahora. Quizá después, pero aún no.

—Peter: ¿Me estás diciendo que quieres mandar un rato?

Ella asintió con la cabeza. Puede que estuviera nerviosa, pero nada iba a impedir que explorara los maravillosos misterios ocultos bajo la toalla.

—Peter: Sólo te pongo una condición, ángel. —Peter enganchó un dedo en el maillot que se enredaba en la cintura de la joven. —Quítatelo todo excepto las medias.

Lali tragó saliva. No llevaba bragas debajo de las medias. Éstas consistían en una red que la cubría desde la cintura a los dedos de los pies, y que no tapaban absolutamente nada. Él arqueó una ceja después de retarla, luego la soltó y se sentó a los pies de la cama.

—Peter: Y quiero ver cómo te desnudas.

Eso era demasiado. Lali se aclaró la garganta y le habló con toda la despreocupación que pudo fingir.

—Lali: ¿Quieres decir aquí mismo? ¿Con luz y todo?

—Peter: Así es. Desnúdate y hazlo despacio.

La joven se armó de valor decidida a mantenerse a su altura.

—Lali: ¿Luego te quitarás la toalla?

—Peter: Cada cosa a su tiempo.

Lali se deslizó lentamente el maillot por las caderas, inclinándose hacia delante mientras lo bajaba para cubrir su desnudez ante él. El maillot se le deslizó a los tobillos. Ella lo apartó con el pie, examinó la desgastada alfombra y escuchó el ligero repiqueteo de la lluvia sobre el techo de la caravana.

—Peter: Oh, no, así no. —Él se rio entre dientes. —Yérguete. Y olvídate del maillot.

La ronca voz de Peter hizo que se estremeciera. Le temblaron las manos cuando acató su orden.

—Peter: Eres muy hermosa —susurró cuando se exhibió ante él, desnuda salvo por las negras medias de red que realzaban, más que ocultaban, la parte inferior de su cuerpo.

Lali decidió que ya le había dado tiempo más que suficiente para mirarla.

—Lali: Tiéndete en la cama —le dijo ella en voz baja.

Él vaciló sólo un momento antes de acostarse como le decía, apoyándose en los codos.

—Peter: ¿Así?

—Lali: Ah, no. De eso nada; túmbate por completo.

Para deleite de Lali, él hizo lo que le pedía. Peter recostó la cabeza en dos almohadas apiladas para no perderse nada.

Ella se mordisqueó los labios. No estaba completamente segura de poder conseguirlo, pero sí decidida a intentarlo.

—Lali: Ahora levanta las manos hasta tocar la pared. Y no se te ocurra moverlas.

Él le dirigió una perezosa sonrisa que hizo que se le derritieran los huesos.

—Peter: ¿Estás segura?

—Lali: Muy segura.

Peter colocó los brazos como ella quería, haciéndola sentir muy orgullosa de sí misma. Se acercó a la cama. Él le recorrió los pechos y el vientre con una mirada ardiente, haciéndola ser consciente de que estaba casi desnuda. Cuando se acercó a él, cada célula del cuerpo de Lali bullía de excitación y anticipación. Por un momento la imagen de los látigos guardados bajo la cama irrumpió en su mente, pero la ahuyentó.

Miró los brazos extendidos de Peter en aquella falsa pose de esclavitud. Era su cautivo. Si se quedaba de esa manera, cada parte de aquel cuerpo sería suya, para explorarlo a voluntad, incluyendo el imponente montículo que abultaba la toalla. Apartó los ojos de allí y se arrodilló en el borde de la cama.

—Lali: Recuérdalo —susurró ella. —No apartes las manos en la pared. No las muevas.

—Peter: Si separas un poquito las piernas, cariño, seré tan colaborador como quieras.

Lali decidió que era un trato justo, y separó los muslos. Peter se recreó en lo que quedaba ahora a la vista. Tensó el brazo derecho, como si fuera a moverlo, pero luego se relajó.

Lali inclinó la cabeza y comenzó a saborearle de nuevo, mordisqueando cada centímetro del torso masculino, y siguió bajando. La piel, firme y tensa, delineaba cada músculo. Le deslizó las manos por el pecho, disfrutando de la textura del vello y de la piel húmeda. No pudo resistirse a las tetillas color café y las capturó con los labios, haciendo que Peter se contorsionara debajo de ella. Extendiendo una mano, Lali le agarró el bíceps y se lo apretó. Después deslizó los dedos hacia abajo, buscando el suave vello de su axila. Cuando se demoró allí, a Peter se le puso la piel de gallina y soltó un profundo gemido entrecortado. Ella levantó la cabeza lentamente y lo miró a los ojos.

—Lali: Voy a quitarte la toalla.

—Peter: ¿Ahora?

El crudo deseo en la mirada de Peter le recordó que estaba jugando con fuego. Pero no pensaba retroceder; bajó las manos a la toalla. Deshizo el nudo con un movimiento fluido y la abrió.

—Lali: Oh... —Era magnífico. Alargó la mano y lo tocó tímidamente con la punta del dedo. Peter dio un brinco y ella apartó la mano.

La mirada de Lali voló hacia la cara de Peter; la mueca que esbozaba parecía reflejar dolor.

—Lali: ¿Te he hecho daño?

—Peter: Tienes sesenta segundos —graznó él, —después moveré los brazos.

Un estremecimiento de placer atravesó como un relámpago el cuerpo de Lali al darse cuenta de lo que pasaba.

—Lali: No lo harás hasta que te dé permiso —le dijo con severidad.

—Peter: Cincuenta segundos —repuso él.

Lali se apresuró a acariciarlo otra vez, dejando que las indagadoras puntas de sus dedos vagaran por todas partes, acariciándolo aquí y allá. Deslizó la mano por los muslos separados de Peter y buscó más sitios donde tocarlo.

—Peter: Veinte segundos —gimió él.

—Lali: No cuentes tan rápido.

Él se rio entre dientes al tiempo que gemía, haciéndola sonreír. Pero la sonrisa de Lali se desvaneció con rapidez.

Después de tantos años de abstinencia, ¿cómo lograría su pequeño cuerpo alojar algo de ese tamaño? Cuando cerró su mano en torno a él, se le ocurrió que quizá sus partes privadas se habían atrofiado por falta de uso. Lali lo acarició.

—Peter: ¡Se acabó el tiempo!

Sin previo aviso, se encontró de espaldas sobre la cama bajo el cuerpo de Peter.

—Peter: Es hora de que recibas un poco de tu propia medicina. Ponte en la misma postura que yo.

—Lali: ¿Cómo dices?

—Peter: Las manos contra la pared.

Lali tragó saliva y pensó en los látigos. Quizás eso de jugar a mujer fatal se le había dado demasiado bien. Él la estaba creyendo mucho más experimentada de lo que era en realidad.

—Lali: ¿Peter?

—Peter: No quiero que hables, sino que obedezcas mis órdenes.

Lentamente Lali levantó los brazos por encima de la almohada.

—Peter: Te he dicho que apoyes las manos contra la pared.

Hizo lo que le ordenaba y se sintió indefensa y excitada. Cuando sus nudillos rozaron el cabecero de la cama, Lali estaba confundida por la inquietante mezcla de desasosiego y profundo deseo sexual. Quería rogarle que fuera suave con ella pero, a la vez, quería que la poseyera con todas sus fuerzas.

Permaneció cautiva bajo la mirada de Peter. El hecho de que no la hubiera atado de verdad no hacía que su cautiverio fuera menos real. Él era más fuerte que ella, más poderoso, podía hacerle lo que quisiera, estuviera Lali de acuerdo o no. El deseo de la joven se incrementó todavía más cuando él le pasó la yema del dedo por el estómago, de un lado a otro de la cinturilla de las medias de red, hasta que Lali quiso gritar. Peter siguió bajando hasta rozar los rizos oscuros.

—Peter: Separa las piernas, cariño. Ella lo hizo, pero al parecer Peter no quedó satisfecho con su acción porque le agarró los muslos y se los separó todavía más.

Las medias no suponían ninguna barrera para él, y Lali se sintió demasiado expuesta, demasiado vulnerable. Apartó las manos de la pared.

—Peter: Ni se te ocurra —susurró, deslizándole los dedos sobre la parte de su cuerpo que ella había revelado.

Lali gimió y permaneció inmóvil mientras él separaba sus húmedos pliegues con los pulgares por debajo de la trama en forma de diamante. Entonces Peter inclinó la cabeza. La joven gritó y apretó los puños contra la pared cuando él la acarició con la boca, lamiéndola a través de la red. Un ronco murmullo de placer escapó de la garganta de Lali. Sintió cómo él tensaba la red sobre ella, apretando profundamente las hebras contra su suavidad femenina.

Peter le separó más las rodillas con los hombros y le ahuecó los pechos con las palmas de las manos mientras la acariciaba con los labios. La lluvia tamborileaba en el vientre de metal que los cobijaba y el propio vientre de Lali se estremeció en respuesta a lo que le estaba ocurriendo. Estaba perdida en un torbellino de sensaciones cuando sintió en las manos la vibración de un trueno a través de la pared que retumbó en cada nervio de su cuerpo. Lali arqueó la espalda y se entregó a un clímax destructivo.

Él la sostuvo mientras se estremecía. Sólo cuando se recuperó sintió Lali que Peter le tiraba con fuerza de las piernas. Lali no comprendió lo que su marido estaba haciendo hasta que se acomodó sobre ella y experimentó esa penetración tan largamente esperada en la entrada de su cuerpo.

—Lali: Me has roto las medias —murmuró, deslizándole los brazos alrededor de los hombros y recreándose en la sensación de ese cuerpo masculino apretándola contra el colchón.

Peter le rozó la sien con los labios.

—Peter: Te compraré un nuevo par. Te lo juro. —Y embistió con suavidad.

Y no consiguió nada.

Ella se puso rígida. Sus peores temores se estaban haciendo realidad. Su cuerpo se había atrofiado por tantos años sin usar.

Peter se retiró un poco y le sonrió, pero ella podía sentir la tensión de su cuerpo y notaba lo cercano que estaba de perder el control.

—Peter: Pensé que estabas lista, pero imagino que no es suficiente. —Cambió de posición sobre ella y comenzó a acariciarla.

La voz de Peter pareció llegar de muy lejos.

—Peter: Eres muy estrecha, cariño. Ha pasado mucho tiempo para ti, ¿no?

Ella le hundió las uñas en los hombros.

—Lali: Sí... puede ser... —la joven soltó un jadeo cuando las nuevas sensaciones crecieron vertiginosamente en el interior. Él gimió y se volvió a colocar sobre ella.

—Peter: Volvamos a intentarlo. —Dicho eso intentó penetrarla otra vez.

Lali gritó y se arqueó sin saber si quería apartarse o acercarse más a él. Su cuerpo se abrió suavemente con un ardiente dolor. Él la sujetó por las nalgas y la penetró profundamente al tiempo que le cubría la boca con la suya, devorándola. Su posesión era rápida e intensa, pero la tensión que ella sentía en él le decía que Peter seguía controlándose. No supo por qué hasta que escuchó su murmullo.

—Peter: Deja de contenerte, cariño. Deja de contenerte.

Lali supo en ese momento que él la estaba esperando y esas palabras suaves la hicieron llegar otra vez al clímax.

Cuando volvió en sí, la piel de Peter estaba húmeda y su cuerpo tenso de deseo bajo las manos de Lali. Pero era un amante fuerte y generoso.

Fuera de la caravana retumbó un trueno y, dentro, ella hizo lo que le pedía. Y, esta vez, él la siguió. El tiempo transcurrió mientras yacían inmóviles, con los cuerpos entrelazados, con el todavía enterrado en su interior.

Lali no lo olvidaría jamás. A pesar de todas las cosas horribles que la habían conducido a ese momento, no podía haber tenido una iniciación más maravillosa, y siempre le estaría agradecida a Peter por ello. Apretó los labios contra el pecho de su marido mientras le acariciaba con las palmas de las manos. Después de tanto tiempo, por fin había pasado.

 —Lali: Ya no soy virgen.

Lali sintió que Peter se ponía rígido debajo de sus manos. Sólo entonces se percató de que había dicho su secreto en voz alta.

Continuara...

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CHICAS MUCHAS GRACIAS POR ESPERAR A QUE SUBIERA!!... soy un desastre, pero realmente queria verlos a los Teens en la despedida... aunque solo hayan cantado una cancion y media :(

GRACIAS POR LAS FIRMITAS!!!

les dejo cap bastante hot!!! y largooooo!!... como siempre espero que les guste!

Besos MAÑANA MAS!!!