CAPÍTULO 35

—Peter: ¿Puedes intentar mantener los ojos abiertos esta vez?

Lali notó que Peter estaba perdiendo la paciencia con ella. Estaban detrás de las caravanas, en un campo de béisbol a las afueras de Maryland, un sitio muy parecido al que habían estado los días anteriores y llevaban así casi dos semanas. La joven tenía los nervios tan tensos que estaban a punto de estallar.

Tater estaba cerca de ellos, alternando suspiros de amor por su dama con remover el barro. Después de que Lali se hubiera enfrentado al elefantito unas semanas atrás, Tater había comenzado a escaparse para buscarla y, finalmente, Digger lo había castigado con el pincho. La joven no había podido tolerar tal cosa, así que le había dicho que ella se encargaría de cuidar al elefante durante el día cuando vagara por ahí. Todos —excepto la propia Lali—parecían haberse acostumbrado a ver trotando a Tater detrás de ella como si fuera un perrito faldero.

—Lali: Si abro los ojos daré un respingo —señaló mientras su marido empuñaba el látigo— y me dijiste que me harías daño si daba respingos.

—Peter: Tienes el blanco tan alejado de tu cuerpo que podrías estar bailando El lago de los cisnes y ni siquiera te rozaría.

Había algo de verdad en lo que decía. El rollo de periódico que sostenía en la mano medía más de treinta centímetros y, además, ella tenía el brazo extendido. Pero cada vez que Peter agitaba el látigo arrancando un trozo del extremo, ella daba un salto. No podía evitarlo.

—Lali: Puede que mañana consiga abrir los ojos.

—Euge: En tres días estarás en la pista central. Es mejor que los abras ya.

Lali abrió los ojos de golpe al oír la voz sarcástica y acusadora de Euge que estaba donde Peter había dejado los látigos enroscados en el suelo. Tenía los brazos cruzados y el sol arrancaba destellos a su pelo, que brillaba como las llamas del infierno.

—Euge: Ya deberías haberte acostumbrado. —Se agachó con rapidez y cogió uno de los rollos de papel de diez centímetros que había en el suelo. Ésos eran los blancos de verdad, los que se suponía que Lali debía sostener en la función, pero hasta ese momento Peter no había podido convencerla para que practicaran con algo que midiera menos de treinta centímetros.

Euge comenzó a hacer rodar uno de los pequeños rollos entre los dedos como si fuera un pitillo, luego se acercó a Lali y se detuvo a su lado.

—Euge: Quítate de en medio.

Lali retrocedió. Euge miró a Peter con un destello desafiante en los ojos.

—Euge: Aprende cómo se hace.

Se puso de perfil, echó el pelo hacia atrás y se colocó el rollo entre los labios.

Por un momento Peter no hizo nada, y Lali notó que había una vieja historia entre la dueña del circo y él, una historia de la cual Lali no sabía nada. Parecía como si Euge desafiara a su marido, pero ¿para que hiciera qué? Peter levantó el brazo tan repentinamente que ella apenas vio el movimiento de su muñeca.

«¡Zas!» El látigo restalló a pocos centímetros de la cara de la mujer y el extremo del rollo desapareció.

Euge no se movió. Se mantuvo tan serena como si estuviera asistiendo a un cóctel mientras Peter agitaba el látigo una y otra vez, rompiendo un trocito de rollo cada vez. Poco a poco, lo fue acortando hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de la mujer.

En ese momento lo cogió y se lo tendió a Lali.

—Euge: Ahora veamos cómo lo haces tú.

Lali reconocía un reto cuando lo veía, pero esa gente se había criado tentando al peligro. Ella no tenía que demostrar su valor, sentía que ya lo había hecho cuando se había enfrentado a Tater.

—Lali: Quizás en otro momento.

Peter suspiró y bajó el látigo.

—Peter: Euge, esto no funciona. Continuaré haciendo el número yo solo.

—Euge: ¿Te tiene dominado, Peter? Cinco generaciones de sangre circense y le has dado el nombre de Lanzani a alguien que no tiene valor para entrar en la pista central contigo.

Los ojos verdes de Euge se oscurecieron con desprecio cuando miró a Lali.

—Euge: No te estamos pidiendo que andes por la cuerda floja ni que montes a pelo. Lo único que tienes que hacer es estar allí de pie. Pero ni siquiera eres capaz de hacerlo, ¿verdad?

—Lali: Lo siento, pero no valgo para esto.

—Euge: ¿Y para qué vales entonces?

Peter dio un paso adelante.

—Peter: Ya basta. Lali se ha encargado de los animales aunque no tendría por qué haberlo hecho, y están en mejores condiciones que nunca.

—Euge: No la defiendas. —Lali sintió el impacto de los ojos de Euge con la misma intensidad que si fuera el impacto del látigo. —¿Sabes algo de la familia Lanzani?

—Lali: Peter no me ha hablado mucho de su pasado. —Y tampoco le había hablado mucho de su presente. Cada vez que intentaba preguntarle por la vida que llevaba fuera del circo, él cambiaba de tema. Sospechaba que había ido a la universidad y que la medalla esmaltada que llevaba colgada del cuello era una reliquia familiar, pero nada más.

—Peter: Déjalo, Euge —le advirtió él.

Ella no le hizo caso y sostuvo la mirada de Lali con firmeza.

—Euge: Los Lanzani  son una de las familias más famosas en la historia del circo. La madre de Peter era la mejor montando a pelo.

—Peter: A Lali no le importa nada de eso —dijo él.

—Lali: Sí que me importa. Continúa, Euge.

—Euge: Su madre formaba parte de la quinta generación de artistas que actuaron para los zares. Lo más interesante de los Lanzani es que la historia de su familia se transmite a través de las mujeres. No importa con quién se hayan casado, los hombres han renunciado a su propio apellido para mantener el de Lanzani y pasarlo a sus hijos. Pero los hombres Lanzani han sido también grandes artistas con el látigo y algunos de los mejores jinetes que se hayan visto en el circo.

Peter comenzó a recoger los rollos de periódico y a meterlos en una vieja bolsa de lona.

—Peter: Vamos, Lali. Por hoy es suficiente.

La expresión de Euge se volvió amarga.

—Euge: Los Lanzani siempre han seguido la tradición y han elegido bien a sus esposas. Al menos hasta llegar a Peter. —Hizo una pausa. En sus ojos asomó un helado desprecio. —No estás a su altura, Lali, no mereces llevar el apellido Lanzani.

Tras decir eso se giró y se marchó, con un paso tan regio que hizo que sus ropas desarregladas parecieran dignas de una reina.

Lali se sintió despreciable.

—Lali: Tiene razón, Peter. No valgo para nada.

—Peter: Tonterías. —enrolló los látigos y los apoyó sobre el hombro. —Euge considera la tradición del circo tan sagrada como la religión. No le hagas caso.

Lali miró la bolsa con los rollos de periódico. Se acercó y sacó uno con decisión.

—Peter: ¿Qué haces?

—Lali: Dar la talla como mujer Lanzani.

—Peter: Por el amor de Dios, suelta eso. Te he dicho que pases de ella. Euge siempre ha tenido una visión distorsionada de la historia de los Lanzani. Mi tío Sergey era el mayor bastardo que he conocido en mi vida.

—Lali: Te agradezco que intentes que me sienta mejor, pero no puedo ignorar lo que ha dicho. —Caminó hacia el lugar donde habían estado practicando antes y se puso de perfil. —Estoy cansada de ser siempre la peor.

Se puso el rollito en los labios; las rodillas le temblaban más que nunca. Si Peter fallaba, le golpearía en la cara y, quizá, dejaría una cicatriz en su piel y en su alma.

—Peter: Déjalo, Lali. —Ella cerró los ojos. —Lali...

Ella se sacó el rollito de la boca para hablar, pero no le miró.

—Lali: Por favor, Peter, hazlo de una vez. Cuanto más me hagas esperar, más difícil será para mí.

—Peter: ¿Estás segura?

No estaba segura en absoluto, pero se puso de nuevo el rollito en la boca y cerró los ojos, rezando por no dar un brinco.

Lali gritó cuando oyó el chasquido del látigo y sintió una corriente de aire en la cara. El sonido retumbó en sus oídos. Tater abrió la boca y soltó un barrito.

—Peter: ¿Te he dado? ¡Maldita sea, sé que no te he dado!

—Lali: No..., no..., estoy bien. Es sólo... —Respiró hondo y recogió el rollito que había dejado caer, observando que Peter había sesgado un trocito del extremo. —Es sólo que estoy un poco nerviosa.

—Peter: Lali, no tienes por qué...

Ella se colocó el blanco de nuevo en la boca y cerró los ojos.

«¡Zas!»

Lali gritó otra vez.

—Peter: Si sigues gritando comenzaré a ponerme nervioso —dijo en tono seco.

—Lali: ¡No gritaré! Pero por Dios, no pierdas los nervios. —Cogió el rollito, era mucho más corto de lo que había sido en un principio —¿Cuántas veces más?

—Peter: Dos.

—Lali: ¿¿Dos??—chilló.

—Peter: Dos.

Esta vez colocó el rollito justo en el borde de los labios.

—Peter: Estás haciendo trampa.

El sudor corría entre los pechos de Lali cuando volvió a colocarlo. Respiró hondo.

«¡Zas!» Otra corriente de aire le agitó un mechón de pelo contra la mejilla. Casi se desmayó, pero de alguna manera logró contener el grito. Sólo una vez más. Una vez más.

«¡Zas!» La joven abrió lentamente los ojos.

—Peter: Ya está, Lali, se acabó. Ahora sólo tendrías que saludar al público.

Estaba viva y sin marcas. Atontada, lo miró y habló con un ronco susurro.

—Lali: Lo he hecho.

Él sonrió y soltó el látigo.

—Peter: Pues claro que sí. Estoy orgulloso de ti.

Con un gran grito de alegría, corrió hacia él y se arrojó a sus brazos. Peter la atrapó automáticamente. Cuando la estrechó contra su cuerpo, una lenta oleada de calor recorrió el cuerpo de Lali. Él debió de sentir lo mismo porque se echó atrás y la dejó en el suelo.

Continuará…

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cap cap cap!!... ^-^

Muchas gracias por las firmitas: 

Mely, @Lina_AR12 jaja tenés razón!!, @Ari_StaFe, @FernandaLazaroG, vsyasabs_laliter siempre siempre quise preguntarte tu nombre!!... ¿me lo decís? pero si no querés todo bien eh!... :D  Ana Carol, Lucia14 falta poco Lu! ;D ca_amorlaliter sabés Dul TENES TODA LA RAZÓN!!!... tengo que admitirlo SOY UNA GENIA!!!! hahaha naaa mentira... GENIA NO CREO!... pero gracias por subirme la autoestima, :D vale,  pasi poco a poco cambia!, Clau, sara, LovexLaliyPeter Juli, Y@yoo..☺, mymemoriesold, sara, CHARI yo creo que no lo hace ;) y a ANONIMOO!!! que bueno que les guste la nove!... :D

+30 firmas y mass!!