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jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 8



Bien, bien. Iban a jugar. Ella jugaría también. De hecho, así era mejor. Cuanto más intentara resistirse Peter, peor se lo haría pasar.

Lali se apartó de la mesa de billar, tomó el taco y después recorrió el borde del escote de su camiseta con las puntas de los dedos, como si tuviera calor. No se le escapó que Peter dirigía la mirada exactamente al lugar que ella quería.

—Lali: Bueno, gracias, Peter —le dijo—. Agradezco tu preocupación.
Él apretó los dientes, y Lali se dio cuenta de que apretaba las mandíbulas.

—Peter: No tienes que agradecérmelo. De hecho —añadió él—, si ya quieres marcharte, te llevaré a casa. Me aseguraré de que llegas a salvo.
Lali sonrió, pese a las ganas que tenía de romperle el taco en la cabeza. En vez de eso, le puso la palma de la mano en el pecho y sintió los latidos de su corazón.

—Lali: Eso es muy amable por tu parte —le dijo suavemente—. Pero no, gracias, todavía no quiero marcharme.

—Peter: No quieres...

—Lali: Mira, ahora que has asustado a mi compañero de billar, ¿no te apetecería jugar conmigo un rato?
Él frunció el ceño.

—Peter: ¿Jugar contigo?
Ella chasqueó los dedos ante sus ojos vidriosos.

—Lali: Al billar, Lanzani. ¿Quieres jugar conmigo al billar?

—Peter: Sí, claro. Al billar —balbuceó. Se pasó ambas manos por la cara, volvió a mirarla y parpadeó como si estuviera intentado aclararse la visión—. Sería mejor que nos fuéramos y...

—Lali: Oh, si no te apetece no te preocupes, ve a casa —respondió ella, y paseó la mirada por la habitación, como si estuviera buscando un contrincante distinto de entre todos los hombres del bar—. Yo encontraré a otra persona para jugar.

—Peter: Eso seguro —murmuró él—. Mira, Lali, no creo que debas quedarte aquí sola esta noche. Y menos así vestida...
Ella arqueó de nuevo una ceja, y dio unos golpecitos con el pie en el suelo. A su alrededor, la gente se reía y hablaba, y unas cuantas parejas bailaban en la pista. Lali no le prestó atención a nada de todo aquello.

—Lali: ¿Cómo? —preguntó—. ¿Cómo voy vestida, exactamente? ¿Bien? ¿Mal?
Peter frunció de nuevo el ceño.

—Peter: Diferente.
Lali se volvió para esconder la sonrisa que no había podido reprimir, mientras se felicitaba mentalmente por el éxito. Misión cumplida. Peter Lanzani se había dado cuenta de que no todo era como él pensaba. De hecho, si se hubiera percatado aún más, estaría en mitad de un charco de baba. Tuvo una sensación de poder que nunca había experimentado y quiso conservarla.

Era una sensación embriagadora para ser un amigote.

Tomó el triángulo para colocar las bolas sobre la mesa y lo colocó sobre el tapiz verde. Sin mirar a Peter, le dijo:
—Lali: No nací con un mono, ¿sabes?

—Peter: Claro, ya lo sé —dijo él, y metió la mano por la esquina de la mesa para sacar un puñado de bolas—. Es sólo que...
Lali suspiró y murmuró algo entre dientes. Bien, había pensado en sorprenderlo, pero aquello era ridículo. Era como si estuviera mirando a un perro que acababa de aprender a hablar. ¿Cómo iba a seducirlo y conseguir que perdiera aquella estúpida apuesta si no podía conseguir que pasara de estar asombrado a estar hambriento?

Ella se irguió y se acercó a él.
—Lali: Mira —le dijo—, yo quiero jugar al billar. Si no te apetece jugar, se lo pediré a Mike, o alguno de los chicos, y...

—Peter: Deja a los demás fuera de esto —farfulló, mirándola fijamente—. Yo jugaré contigo.

—Lali: Está bien. Nos apostamos veinte dólares en cada partida. A ocho bolas.

—Peter: De acuerdo.

—Lali: Entonces —dijo ella, mientras pasaba al otro lado de la mesa—, empieza.

—Peter: Sí, señora.
Peter no podía quitarle los ojos de encima.

Demonios, ¿quién habría pensado que la pequeña Lali Espósito tenía armas escondidas?

Y, Dios, sí que tenía buenas armas. Los pechos empujaban juguetonamente contra la camiseta ajustada. Cuando caminaba, el balanceo de sus caderas hacía que se le subiera aquella falda tan corta que apenas cubría. Y las piernas. Dios santo, qué piernas.

A Peter se le cayó una de las bolas de billar y tuvo que agacharse a recogerla. Aquello le dio una buena perspectiva desde la que contemplar aquellas piernas asombrosas mientras ella se alejaba. ¿Y por qué nunca se había dado cuenta de que las curvas de su trasero eran tan preciosas?

¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de nada?

Tenía el cuerpo entero tan rígido como una tabla. Sentía calor y ansiedad, y estaba a punto de perder el control. Había sido un error ir al bar. Antes de entrar lo sabía, y en aquel momento estaba seguro. Pero si no lo hubiera hecho, era posible que nunca hubiera conocido aquel lado de Lali.

Aquel lado que estaba haciendo que le resultara difícil andar. De repente, deseó que sus vaqueros fueran mucho más sueltos.
Y, mientras pensaba aquello, se incorporó, agarrando la bola con tanta fuerza que podría haberla reducido a polvo. «Es Lali», se recordó. Su amiga. Su colega. La miró, y notó que se le encogía la garganta. Sus ojos marrones eran más grandes aquella noche. Tenía una boca comestible. Y su piel blanca y suave de un aspecto igualmente apetecible.

Oh, Dios.

Ella lo estaba mirando con curiosidad, y él lo entendía. Demonios, llevaban siendo amigos dos años, y él nunca había tartamudeado en su presencia. De la misma forma que nunca se había fijado en que sus pechos tenían el tamaño perfecto para llenar la palma de la mano de un hombre.

Demonios.

Ella tenía el taco en la mano izquierda, y distraídamente, estaba acariciándolo de arriba abajo, tocando delicadamente la madera brillante y consiguiendo que Peter se preguntara cómo sería sentir aquellos dedos en su propio cuerpo.

«Contrólate, Lanzani». Su voz sonó en un susurro grave, lo suficientemente suave como para que la música rock lo sofocara. Al menos, eso esperaba Peter. No quería que Lali supiera que le estaba resultando muy difícil limitarse a mirarla.

«Sólo es la apuesta».

Eso era.

Sin embargo, él se sentía rígido, frustrado, caminando al borde de la cordura.
Pero, Dios, ella estaba tan guapa...

—Lali: ¿Cuánto tiempo vas a tardar en colocar las bolas? —le preguntó.
Peter se estremeció y la miró.

—Peter: Un poco de paciencia, por favor.
Ella se rió.

—Lali: ¿Tú? ¿Paciente?
Lali continuaba acariciando su taco y él tuvo que apartar la mirada. Sin embargo, mirarla a los ojos no mejoró mucho las cosas. Peter apretó los dientes.

—Peter: Yo puedo ser muy paciente cuando es necesario —replicó. Como en aquel momento. Había sido un mes muy largo, aquella estúpida apuesta con sus hermanos lo estaba volviendo loco. Pero él tenía paciencia, aunque Lali no se lo creyera. Y conseguiría superar los dos meses siguientes.

Siempre y cuando ella no se inclinara de nuevo sobre la mesa.

—Lali: ¿De veras? —ella ladeó la cabeza, y la melena le cayó de nuevo por la espalda—. ¿Qué tal eres jugando al billar?
Él colocó las bolas sobre el tapete y después colgó el triángulo en su clavo de la pared. Después, se encogió de hombros.
—Peter: Tira de una vez, y averigüémoslo.
Ella asintió.

—Lali: Veinte dólares la partida.

—Peter: Apuestas fuerte.

—Lali: ¿Qué pasa? —dijo ella, con una sonrisita—. ¿Tienes miedo?
Bueno, aquello fue una ayuda. Su dignidad consiguió imponerse a las hormonas.

—Peter: Pues claro que no. Puedo ganarte.

—Lali: ¿De verdad?
Lali no esperó la respuesta. Se inclinó sobre la mesa, alineó su taco y lo movió entre los dedos mientras apuntaba el tiro.

Desgraciadamente, aquello le dio a Peter oportunidad más que suficiente para apreciar la vista de sus pechos, que prácticamente se salían por el escote de la camiseta.

Y entonces, supo de repente lo que quería hacer.

Quería llevársela a una habitación.

Colocarla sobre una superficie plana.

En la maldita mesa de billar.

Se pasó la mano por el rostro y estuvo a punto de abofetearse. Deseaba a Lali. En aquel mismo momento. Más de lo que nunca hubiera deseado nada en su vida.

Lo único que lo detenía era que estaba muy seguro de que aquello no funcionaría. Sólo porque él estuviera actuando como un perro en celo, ella no tenía por qué sentirse de la misma manera. Y lo único peor que perder la apuesta con sus hermanos sería perder la apuesta y que Lali le dijera «gracias, pero no, gracias».

Ella hizo un movimiento seco con el taco y el triángulo de bolas se esparció por la superficie verde de la mesa. Después, miró hacia arriba y sonrió, y a Peter se le cortó el aliento.

—Lali: ¿Estás seguro de que quieres arriesgar tus veinte dólares? —le preguntó, burlonamente.

—Peter: No tengo miedo de los desafíos —replicó él, con ambas manos apoyadas en el borde de cerezo de la mesa—. ¿Y tú?

 —Lali: Oh, no te preocupes por mí, Peter. Confía en mí, estoy a la altura del reto.

—Peter: ¿Sí? —le preguntó él—. Y después de que te haya ganado los veinte dólares, ¿qué nos vamos a apostar?
Lali se preparó para su siguiente tiro.

—Lali: Estoy segura de que se nos ocurrirá algo.

Continuará...
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+15 FIRMAS Y LES SUBO OTRO CAP!! :D

40 comentarios:

  1. aaaaaaaa increible la novela! ya estaba esperando que subas mas jejeje

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  2. sos una genia escribiendo!!

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  3. nove nove nove nove nove nove nove

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  4. novelaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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  5. ahhhh no seas asiiiii!!! Ya en breve me voy a acostar!!! Publica el otro porfa!!! Amooooo tus noves eres una genia totalll!!!! :D

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  6. naaaaaa esta demasiado buenaaa :D

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  7. nove nove novelaaaaaa!

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  8. m habia perdido los caps de ayer y hoy y uffff fue de lo mejor leerlos seguido jajajajja

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  9. Jajaja esta genial pobre peter q tortura :0 jajajaj mas mas mas

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  20. si continuan asi, terminan en el tavolo de billar, de eso no cabe duda!
    Quiero maaas noveeeeeeee

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  21. masnovelaa.... hay me encantoooo.. mas mas porfas

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  22. esto está q arde,nada como una mujer herida buscando venganza y encima conociendo el punto débli de él !Corre con ventaja!

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  23. Me encanta como lo provoca,esta hecho un baboso.

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  24. JAJAJAJAJAJAJA es verdad esta como un perro en celo!!!! JAJAJAJAJ ME RE GUSTA ESTA NOVE @LuciaVega14

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