Capítulo 28

“Abrir el corazón” Peter soltó un resoplido y salió del coche, al aire húmedo de la noche. Las palabras de Camilo le habían resonado en la cabeza durante todo el día. 

Miró hacia el garaje y vio por las ventanas que la luz estaba encendida. Lali estaba allí. A Peter se le encogió el estómago.

¿Amor?

¿Se había enamorado de Lali? Aún no sabía si aquélla era la respuesta.

Le gustaba más de lo que nunca le hubiera gustado nadie. Le molestaba mucho que no se hablaran. Que ella no quisiera verlo. Y lo que más le molestaba era que no había podido pensar en otra cosa que no fuera ella.

—Peter: Pero todo esto va a cambiar —murmuró.

Le había costado todo el día averiguar lo que significaba el consejo de Camilo, pero finalmente lo había conseguido.

Tenía que dejar de tratar a Lali como una amiga y comenzar a tratarla como a una mujer.

Sonrió mientras se volvió hacia el coche y tomaba del asiento un ramo de rosas rojas envueltas en papel de seda blanco. Tenían una fragancia fuerte y perfecta. Después agarró la caja de bombones y por fin, sintió que tenía la situación controlada.

Aquello sabía hacerlo.

—Peter: En esto soy muy bueno.

Podría escribir un libro de consejos para hombres sobre cómo aplacar a una mujer enfadada. Flores, bombones y unos cuantos besos: con aquello había resuelto muchos problemas.

Lo que tenía que hacer era demostrarle a Lali que la apreciaba. Y cuando ella supiera que era mucho más que una aventura de una noche... de dos noches para él, podrían hablar de los cambios que había experimentado su relación.

Cuando llegó a la puerta del garaje, con el ramo y los bombones, llamó suavemente y esperó a que ella respondiera. Y cuando lo hizo, Lali sólo abrió la puerta unos centímetros y lo miró por la rendija.

—Lali: Peter. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Peter: Tenía que verte —dijo, y levantó las rosas y la caja de bombones, por si acaso ella no las había visto—. Y quería darte esto.

—Lali: Rosas.

Él sonrió y dio un paso adelante.

—Peter: Y bombones.

Ella soltó una risa seca y áspera, y cerró un poco más la puerta.

—Lali: Sigues sin entenderlo.

Confundido, él la miró fijamente.

—Peter: ¿Entender qué? Sólo quiero ser agradable. ¿Qué ocurre, Lali?

Ella lo contempló durante un largo instante. Peter podría haber jurado que oía los latidos de su corazón en el silencio ensordecedor. Entonces, por fin, ella abrió la puerta y salió. Se cruzó de brazos, sacudió la cabeza y siguió mirándolo.

Sólo entonces, él se dio cuenta de que ella tenía los ojos brillantes. Y se dio cuenta también de que había hecho algo mal. Pero realmente, no entendía qué.

—Lali: Me has traído rosas.

—Peter: ¿Y?

—Lali: Odio las rosas.

Él tuvo ganas de patearse a sí mismo. Lo sabía, maldición. Sabía que las flores favoritas de Lali eran los claveles. Apretó el ramo con fuerza y deseó con todas sus fuerzas que desapareciera.

—Peter: Tienes razón. No lo pensé. Yo...

Lali alzó la barbilla, y Peter notó, horrorizado, que ella tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Lali: No, no lo has pensado —le dijo con tristeza—. No has pensado en mí. Me has traído el regalo que usas normalmente para disculparte con tus citas, figurándote que con esto valdría.

Aquello no estaba saliendo tal y como él esperaba. Peter sintió desesperación.

—Lali: Te lo dije hace tres días, Peter —le dijo, en un susurro—. Yo no soy una de tus chicas. La persona con la que estuviste en el bar no existe. No es real. Y lo que yo soy en realidad tú no la quieres.

Él comenzó a temblar y se estrujó el cerebro para dar con las palabras apropiadas. Sin embargo, no se le ocurrió nada.

Había vuelto a hacerle daño.

Y de repente, nada le parecía tan importante como compensarla.

—Peter: Lali, sé que lo he hecho mal... —dijo, bajando los brazos—. Pero yo sólo quería que fuéramos amigos otra vez.

—Lali: Yo no quiero ser tu amiga, Peter.

Lo dijo en voz baja, casi en un susurro lleno de dolor, y cada palabra cayó como una roca en lo más profundo del corazón de Peter.

—Peter: ¿Por qué demonios no?

—Lali: Porque te quiero, Peter —estalló —No digas nada, ¿de acuerdo? —le pidió ella, y alzó una mano—. Por favor. Esto es culpa mía, y lo superaré. Créeme.

Respiró profundamente y dejó escapar el airé. Después, se llevó una mano a la cara para secarse una lágrima que le brillaba en la mejilla.

A Peter se le encogió el corazón. Tenía la imperiosa necesidad de abrazarla, pero sabía que si lo intentaba, Lali lo rechazaría, y no creía que pudiera soportarlo.

Así que se quedó allí quieto, como un idiota, mientras la mujer que significaba tanto para él se deshacía en lágrimas silenciosas.

—Lali: No puedo seguir siendo tu amante, Peter —le dijo ella, después de un momento—. Me moriría si estuviera contigo pero nunca pudiera tenerte de verdad, ¿entiendes? Y tampoco puedo seguir siendo tu amiga...

—Peter: Pero...

—Lali: No. No puedo ser tu colega, y seguir escuchando cómo te quejas de las mujeres de tu vida. No quiero oírte hablar de tu última cita, ni de la rubia estupenda que te ha llamado la atención últimamente.

Él sintió a la vez culpabilidad y algo más fuerte, algo que de repente era tan real y desesperado que le hizo temblar.

Por primera vez en su vida, Peter se sintió impotente.

Y no le gustó en absoluto.

—Lali: Vete, Peter —le pidió ella entre lágrimas. Entró de nuevo en el garaje y empujó la puerta. Mientras cerraba, dijo suavemente—: Y, por favor, ésta vez no vuelvas.

Después, la puerta se cerró por completo, y Peter se quedó allí, con el ramo de rosas en una mano y los bombones en la otra, en medio de la oscuridad.

Pese al calor de aquella noche de verano, se había quedado helado hasta los huesos.

Continuará...

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Listo todo mal! jajaja 

bueno pronto se arreglan... o no???.... :O

LO QUE SI ES SEGURO ES QUE LA 

TERMINAMOS LA NOVE MAÑANA!!!

gracias por las firmitas!! 

Besos y ya las dejo dormir!! ^-^