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domingo, 5 de agosto de 2012

Capítulo SEIS, SIETE y OCHO



El mar se lo tragó.

Por un instante, cuando sumergió la cabeza bajo el agua helada, Peter se preguntó, como siempre hacía, si esta vez el mar lo arrastraría hasta las profundidades donde nunca llegaba el sol, donde no nadaban los peces, donde la oscuridad era tan honda como el frío.

Pero rápidamente se libró de aquellos pensamientos y se dispuso a hacer el trabajo para el que había sido entrenado. Dio un par de enérgicas y potentes patadas, echó la cabeza hacia atrás y subió hacia la superficie.
El sol, que estaba rodeado de nubes, le dio la bienvenida. Le llevó un momento orientarse. Miró hacia la izquierda y divisó la embarcación que había volcado a unos tres metros de distancia. Después, alzó la vista hacia el helicóptero que sobrevolaba la zona. Las hélices azotaban el aire haciendo que las aguas se alborotaran y empezaran a crear espuma. El ruido era estruendoso. Levantó un brazo para hacer una señal a Monk y después se dirigió hacia la embarcación en cuyo casco permanecían dos hombres.

-¡Dios! -gritó el mayor de los dos cuando vio que se acercaban-. Nos alegramos de verlos, chicos.
Peter sonrió. Sujetando la embarcación, miró a los dos hombres. Debían de ser padre e hijo. El menor no debía de tener más de diecisiete años. Estaba asustado y tenía frío. ¿Quién podría culparlo? Desde luego, estar en el casco de un barco que ha volcado no es una situación muy alentadora.

Tiró del barco hacia un lado.
-Peter: ¿Necesitan que los llevemos a algún sitio?
El helicóptero se acercó de manera que la cabina estaba al borde de la superficie del mar. Desde el interior, descendieron una cesta que utilizaban para transportar a las víctimas en los rescates.
-Por amor de Dios, ¡sí! -gritó el hombre mayor dándole una palmada a su hijo en la espalda-. Lleven a mi hijo primero.

Peter hizo una señal con la cabeza y el helicóptero acercó la cesta todo lo que pudo. Agarrándola con fuerza, Peter siguió pataleando para mantenerse a flote.
-Peter: No es necesario. La cesta es lo suficientemente grande. Hay sitio para todos nosotros.
El joven parecía estar un poco inquieto, pero era normal. Para darle confianza, Peter dejó a un lado sus propios temores y empujó el barco para que se hundiera en el agua. Estaba listo, así que agarró al muchacho del brazo con su mano libre y lo arrimó hacia él. En ese momento oyó que Monk murmuraba algo a través de la radio.
-¿Quieres moverte ya, Lanzani?
-Peter: Ya voy. Un momento.

-¿Con quién estás hablando? -gritó el joven en medio de aquella confusión mientras que Peter lo ayudaba a meterse en la cesta.
-Peter: Con ellos- le contestó señalando hacía el helicóptero. Después, volviendo la mirada hacía el otro hombre, gritó -. ¡Vamos!
El padre subió a la cesta con mucha menos dificultad que su hijo. Después subió Peter y cuando todos estuvieron listos gritó.
-Peter: Llévanos a casa J.T.
A medida que el helicóptero empezaba a moverse, la cesta se balanceaba suavemente en el aire. Monk comenzó a subir la cesta hasta que, al llegar a la altura del helicóptero, la sujetó a él y los ayudó a subir a bordo.
-¿Todo el mundo está bien? -gritó entre el ruido del motor del helicóptero.
-Sí -dijo el padre mientras subía al helicóptero-. Muchas gracias por salvarnos.
Monk envolvió a los dos hombres en mantas mientras que Peter sonreía y salía de la cesta secándose el rostro.
-Peter: Siempre es un placer -dijo sintiendo aún la rá­faga de adrenalina que recorría su interior-. ¿Qué es lo que le ha sucedido a vuestra embarcación?
El padre agitó la cabeza y se recostó contra el helicóptero.
-El maldito barco empezó a hacer aguas. Casi antes de que pudiéramos terminar de pedir ayuda a través de la emisora, había tanta agua en cubierta que volcó y caímos al agua. Después conseguimos subirnos al casco y esperamos allí hasta que llegaron.
-No me gustan los barcos -gritó Monk-. Si Dios hubiera querido que estuviéramos en el agua nos habría dotado con agallas.

Peter se rió ante el comentario de su compañero. Aquel hombre odiaba el agua. Era extraño que hubiera terminado destinado en Rescate y Salvamento.
-Peter: ¿Y volar sí te gusta? -le pinchó aunque sabía perfectamente la respuesta.
-Sí, claro. Es más seguro. ¿Has visto alguna vez marea en el cielo?

Mientras padre e hijo se relajaban y empezaban a disfrutar del trayecto en helicóptero, Peter se río con Monk y se dijo a sí mismo que era un hombre afortunado. Saltar desde helicópteros para ganarse la vida, ¿había algo mejor que eso?

Continuará...


A la tarde siguiente Lali estaba dispuesta a tomarse un descanso. Había pasado los últimos días encerrada en la librería y en la pequeña casa de estilo rural de Rochi. No conocía a nadie en la ciudad.  Salvo a Peter Lanzani. Pero no le había visto desde la tarde anterior en la que se había marchado apresuradamente de la librería sin decirle nada.

Por supuesto, no es que quisiera verlo.

Pero pasar tanto tiempo sola hacía que tuviera mucho tiempo para pensar. Y eso no era necesariamente algo bueno.

Además, sólo porque estuviera sola en una cuidad que no conocía no significaba que no pudiera salir a divertirse y conocer gente. Por eso decidió ir a dar una vuelta por el paseo marítimo a la hora de comer mientras miraba, sin demasiado interés, algunos escaparates.

Pero ahora se estaba arrepintiendo de haber salido a pasear. Hacía un calor horrible.

Incluso llevando una camiseta y unos pantalones cortos de lino, sentía que el calor crepitaba en su interior. Se dio cuenta de que el bochorno de Carolina del Sur era bastante diferente del de Nueva York. Se levantó el pelo por encima de la nuca para dejar que la suave brisa del océano refrescara su humedecida piel. Como recompensa tuvo un breve momento de frescura, pero se terminó antes de que pudiera empezar a disfrutarlo.
Alrededor de ella, familias enteras charlaban y reían juntas. Las parejas se hacían carantoñas y se agarraban de las manos mientras el sonido de las cámaras de fotos era casi melodioso.

Llegó hasta una esquina y se detuvo en la acera. Cuando el semáforo se puso en verde, cruzó la calle y se dirigió hacia la bahía. Cuanto más cerca estuviera del agua, más agradecería el frescor de la brisa.

Había un montón de barcos alineados en el puerto. Había pescadores por todo el embarcadero. Un par de personas montando en monopatín se movían entre la multitud como si fueran bailarines. A una niña pequeña se le acababa de volar el globo y su madre la consolaba mientras que el globo ascendía hacia el cielo. Lali sonrió y siguió caminando. El ambiente olía a perritos calientes y bronceador. Al pasar por uno de los puestos, se detuvo. Se compró un perrito caliente y un refresco y continuó hasta unas escaleras que conducían hacia unas rocas y una pequeña cala. Estaba cerca del embarcadero, pero lo suficientemente lejos de la multitud como para poder disfrutar de un momento a solas.

Se sentó sobre una roca y le dio un bocado a su perrito caliente mientras medio oía los sonidos que tenía a su alrededor y fijaba la vista en un par de surferos que se aproximaban a la costa. Cerca del mar, la temperatura era mucho más agradable.
-Lali: Qué extraño me resulta estar sentada en la playa en mitad de un día de trabajo -murmuró mirando a su alrededor rápidamente. Hablar sola era uno de los primeros signos de desvarío. Naturalmente; no quería que hubiera testigos de ellos.

Si ahora mismo estuviera en casa estaría corriendo por la Quinta Avenida agarrando con fuerza su bolso y andado rápidamente acorde al ritmo de la ciudad de Nueva York. Estaría yendo de una reunión a otra para reunir voluntarios y donaciones para la organización benéfica en cuestión para la que estuviera trabajando en aquel momento. Habría reunio­nes, comidas y demás en los restaurantes más de moda de la ciudad...

Pero aunque tuviera los días tan ocupados, sus noches estaban vacías.
Lali se estremeció, dio otro mordisco al perrito caliente y se dijo a sí misma que su vida era plena. Te­nía un buen trabajo. Un trabajo importante. En el gran esquema de la vida, ¿realmente importaba que durante los últimos cinco años ella hubiera dejado de vivir su propia vida?

-Lali: Genial -murmuró, doblando la servilleta y tomando un trago de su refresco-. Fiesta de autocompasión en la bahía. Trae tu propio vino.
Se levantó y empezó a caminar hacia la playa. Se quitó las sandalias y dejó que el agua le refrescara y acariciara los pies.

Cuando su teléfono móvil sonó, Lali estuvo a punto de ignorarlo. Dando un respiró, se echó mano al bolsillo de sus pantalones cortos de lino y sacó el teléfono. Miró el número antes de contestar.
-Lali: ¡Rochi! ¿Qué tal por Hawai?
-Rochi: ¡Dios, qué bien sienta estar fuera una temporada! -dijo su amiga soltando un suspiro de satisfacción. Después añadió-. Jamie, no pegues a tu hermano con la pala.
Lali se rió y empezó a caminar lentamente por la orilla del mar. La marea iba y venía con una regularidad que contrastaba con los gritos de los niños que jugaban en la playa.
-Rochi: ¿Qué tal te va por allí? -le preguntó tan pronto como hubo solucionado el problema con Jamie.
-Lali: Muy bien. El negocio va estupendamente.
-Rochi: ¿Y Peter?
Lali separó el móvil de su oreja y se sonrió.
-Lali: No tienes vergüenza.
-Rochi: Oye, no sé a lo que te refieres...
-Lali: ¿Ah, no? -se rió-. Eres imposible.
-Rochi: Soy una romántica.
-Lali: Que está perdiendo el tiempo.
-Rochi: Vamos -intentó sonsacarle-. Tienes que admitir que está buenísimo.
-Lali: Lo está -admitió dejando escapar un suspiro al recordar el aspecto de Peter-, Pero recuerda que ha prometido no tener sexo.
-Rochi: ¡Aja! Confía en mí, está al límite. Seguro que no te costará mucho empujarle hacia el precipicio.
-Lali: Pensaba que, supuestamente, tú ibas a ayudarlo.
-Rochi: Estoy intentando ayudarlos a ambos.
-Lali: Me parece un poco inoportuno.
-Rochi: Si tú lo dices...
-Lali: No me interesa -contestó con firmeza mientras se preguntaba si, en realidad, en vez de convencer a Rochi no estaba intentando conven­cerse a sí misma-. En serio, no estoy interesada.
-Rochi: Vale, vale. Veo que estás siendo cabezota. Olvídate de lo que he dicho.
-Lali: Ya lo he hecho -le aseguró.

Desde la distancia, le pareció oír un grito. Miró en la dirección de la que provenía el sonido y vio cómo un hombre saltaba desde el muelle al océano.
-Lali: ¡Qué tonto!
-Rochi: ¿Qué? ¿De quién me hablas?
Agitando la cabeza, Lali dijo:
-Lali: Un imbécil acaba de tirarse al agua desde el muelle.
-Rochi: ¡Qué locura!- chilló-. Estando tan cerca de la orilla y con tantas rocas y bancos de arena...
-Lali: Ahora está nadando hacia la orilla. Parece ser que ha sobrevivido.
-Rochi: Ya sabes lo que se dice -dijo-. Dios protege a los idiotas y a los borrachos. ¡Jamie! ¡Tampoco des a tu hermano con el cubo!
-Lali: Si es un idiota o un borracho es un misterio -murmuró sin prestar mucha atención a lo que le decía su amiga puesto que mantenía la mirada fija en el imbécil que nadaba entre las olas-. Pero es un buen nadador.
Cuando finalmente llegó a la orilla, se levantó y se dirigió hacia ella. Llevaba una camiseta negra pe­gada al musculoso pecho y unos pantalones vaqueros cortos que le caían bajo las caderas. Mientras ella lo contemplaba, él seguía acercándose, sonriendo, hasta que Lali se dio cuenta y sintió que el estómago le daba un brinco.

-Lali: No me lo puedo creer -susurró.

Continuará...


-Rochi: ¿Qué?
-Lali: Es él. Peter.
-Rochi: ¿El idiota que ha saltado desde el muelle?
-Lali: El mismo. Y se dirige hacia aquí -dijo tra­tando de ignorar el latido de su corazón y las mariposas que sentía en el estómago.
-Rochi: Vaya, vaya –dijo riéndose-. ¿No es fascinante?
-Lali: No molestes… ve y rescata a tus hijos -murmuró antes de colgar a Rochi que aún seguía riéndose.
Se guardó el teléfono móvil en el bolsillo y agarró en un puño las sandalias con firmeza. Esperó a que Peter se aproximara más a ella. Si hubiera tenido algo de sentido común, se habría dado media vuelta y se habría marchado por donde había venido.

Pero el orgullo hizo que permaneciera en el sitio.

De ninguna manera iba a salir huyendo de él y darle la satisfacción de creer que podía intimidarla tan fácilmente.
-Peter: ¿Vienes aquí a menudo? -preguntó.
-Lali: ¿Estás loco?
La sonrisa de Peter se hizo mayor y el corazón le dio un brinco. Era ridículo cómo aquel hombre podía desestabilizar su equilibrio.
-Peter: Legalmente, no -dijo apartándose el agua de la cara con una de sus enormes y morenas manos.

Le colgaban de las caderas unos pantalones em­papados. Tenía las piernas largas y bronceadas. Iba descalzo. En general, su aspecto era atlético, fuerte y, en definitiva, magnífico.

-Lali: ¡Has saltado desde el muelle!
-Peter: Sí -se dio media vuelta y comenzó a agitar el brazo por encima de su cabeza.
Dos hombres en el muelle empezaron a hacer lo mismo.
-Lali: ¿Tu pandilla?
Peter sonrió y se volvió de nuevo hacia ella.
-Peter: Son mis hermanos.
Miró a Lali y vio que estaba enfadada, pero, aun así, estaba guapa. Sus grandes ojos marrones, llenos de desaprobación, brillaban intensamente. Pero en ellos también podía verse reflejado algo más. Algo que parecía entusiasmo, excitación. Y eso hizo que el salto, desde el muelle le hubiera merecido la pena.

Peter aún podía oír los gritos de alegría de Eliseo y Germán cuando, después de divisar a Lali, les había dicho a sus hermanos que se llevaran con ellos su caña de pescar. Sin embargo, lo que él quería era que ellos presenciaran cómo era capaz de ganar la apuesta.
-Lali: ¿Son tus dos hermanos gemelos?
-Peter: Rochi te ha contado muchas cosas sobre mí, ¿verdad?
-Lali: Sólo lo imprescindible -contestó mientras metía los tobillos en el agua-. Nunca mencionó que te sintieras atraído por la muerte.
Él inclinó la cabeza hacia atrás y se rió.
-Peter: ¿Atracción por la muerte? ¿Por saltar desde un muelle? Nena, para mí ese salto ha sido como si hubiera saltado desde el sofá.
-Lali: ¿Qué me dices de las rocas y de los bancos de arena?
-Peter: Entre el cuarto y el sexto poste hay una zona más profunda. Hemos saltado desde ese muelle desde que éramos unos niños.
-Lali: Así que siempre has estado loco.
-Peter: Bastante.
-Lali: ¿Te criaste aquí?
-Peter: ¡Vaya! Parece ser que Rochi ha olvidado darte algunos detalles.
Lali se rió y miró a Peter encogiéndose de hombros.
-Lali: Ahí está ese ego de nuevo. Al contrario de lo que puedas pensar, Rochi y yo no hemos hablado de ti con detenimiento.
Él volvió a reírse. Había algo en la manera en que podía cambiar de la ira a la risa que le resultaba muy atractivo. No hay nada como una mujer imprevisible para hacer que un hombre se rinda a sus pies.

Sin mencionar la sensualidad que despedía su cuerpo. No le había resultado difícil divisarla desde el muelle. Su perfil era inconfundible. Tenía más curvas que el circuito Indy 500 y su melena castaña ondeaba en el aire como si se tratara de una bandera. Probablemente todos los hombres que se encontraban cerca habían empezado a calentar sus motores.

Y el suyo estaba más que caliente y preparado.

Sin embargo, dejó a un lado ese pensamiento. Ya no era un adolescente que se dejara llevar por la influencia de sus hormonas. Tenía control sobre sí mismo. Podía hablar con ella sin babear. Y, por supuesto, podía demostrárselo a sus hermanos ya que sabía que aún le estaban observando desde el muelle.

-Peter: Muy bien -le dijo acercándose a ella-. Entonces deja que te cuente algunas de las divertidas historias de los hermanos Lanzani.
Lali sonrió y movió la cabeza.
-Lali: Así que son cómicas...
-Peter: ¿Con nosotros? Totalmente. Nos mudamos a Baywater cuando teníamos trece años. Camilo tenía quince. Nuestro padre era marine, así que, hasta entonces, habíamos estado viajando -sonreía cuando lo contaba. Parecía recordar todos aquellos cambios y mudanzas con cariño-. Vivimos en Alemania, Okinawa, California e incluso pasamos una temporada en Hawai.
-Lali: ¿Todo eso antes de los trece años?
-Peter: Sí -el agua estaba fría, el sol brillaba y tenía una mujer bella a su lado. Nada podía ir mejor-. De todas formas, cuando mi padre fue destinado a la MCAS de Beaufort...
-Lali: ¿MCAS?
Él sonrió.
-Peter: Perdona. Los marines solemos utilizar mucho las siglas. La MCAS es la estación aérea del cuerpo de marina.
-Lali: Ah -asintió ella.
-Peter: Cuando le destinaron allí, nosotros le seguimos como siempre. Mi padre hacía que cada mudanza fuera una aventura. Nueva ciudad, nuevos amigos, nueva escuela...
Lali permaneció en silencio durante un minuto o dos. Después, lo miró fijamente. 
-Lali: Debió ser muy duro.
-Peter: Podría haberlo sido -admitió sorprendido por la empatía que le mostraban sus ojos. Pero él no necesitaba su simpatía-. De hecho lo es para los hijos de otros marines. Pero nosotros siempre nos teníamos los unos a los otros. Cuando empezábamos en una nueva escuela, nosotros ya llevábamos hechos nuestros amigos.
-Lali: Es práctico.
Peter pensó que era mucho más que práctico. Los hermanos Lanzani habían permanecido juntos en lo bueno y en lo malo. Incluso cuando discutían, que era bastante a menudo, había un nexo de unión entre ellos que era mucho más poderoso que cualquier otra presión externa.
-Peter: Bueno, pueden decirse muchas más cosas acerca de tener una familia numerosa. Siempre tienes a alguien en quien apoyarte.
-Lali: O con quien pelear.
-Peter: Sí, claro. Nosotros también hemos tenido nuestras grandes peleas. De hecho, aún las tenemos de vez en cuando. ¿Tú tienes hermanos?
-Lali: Un hermano mayor -respondió-. Pero no tenemos mucha relación.
Estaba ocultándole algo. Podía verlo en la forma en que se había apartado de él. Su lenguaje corporal decía mucho más que sus palabras.

-Peter: ¿Y por qué?
Se puso tensa y levantó la barbilla como si estuviera preparándose para una batalla que parecía acostumbrada a librar.
-Lali: Por muchas razones. Pero no estamos hablando de mí, ¿recuerdas?
Peter no dijo nada. Muy bien. Lo dejaría pasar por el momento, pero retomaría el tema en cualquier otra ocasión. Quería saber por qué sus ojos se entristecían al hablar del tema. Por qué fruncía el ceño al mencionar a su familia. Pero, sin embargo, tampoco quería realmente explorar el porqué de su curiosidad.

Así que de buena gana volvió a retomar el tema y siguió hablando de su familia.

Por ahora.

-Peter: Muy bien -inspiró, miró de nuevo hacia el mar y continuó hablando-. Mamá, como de costumbre, lo organizaba todo. Papá se ocupaba de que todo pareciese una gran aventura, pero mamá hacía todo el trabajo. Se encargaba de hacer las maletas y empacar todo, de las facturas, de negociar con los transportistas... En fin, todo.
-Lali: Tu madre también está loca -dijo ella, aunque en sus palabras podía percibirse la admiración.
Él se rió.
-Peter: Ella sería la primera en estar de acuerdo con eso -le respondió encogiéndose de hombros-. Sin embargo, todo cambió cuando nos mudamos aquí. A mamá le encantó todo esto. Decía que conectaba con este sitio. Le gustaba todo, el sur, la gente... Cuando descubrió Baywater, le dijo a mi padre que ése seria el lugar donde nos quedaríamos.
-Lali: ¿Y podía hacer eso? ¿Tenía la opción de elegir destino?
-Peter: No es fácil, pero sí. Lo único que hay que hacer es solicitar un puesto en un departamento que no destine a gente fuera y listo. Pero mamá jamás le hubiera permitido hacer eso. Sabía cuánto le gustaba cumplir misiones en otros destinos.
-Lali: Pero, ¿qué pasaba cuando le destinaban fuera durante un año o dos? Porque esas cosas suceden, ¿verdad?
-Peter: Claro, Mamá le dijo que siguiera su camino, que nosotros permanecíamos aquí. Mamá quería que fuéramos a la escuela y tuviéramos algo de estabilidad -metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros e hizo una mueca al darse cuenta de que se había lanzado al agua sin pensarlo y tenía la cartera dentro. Sólo había visto a Lali se había arrojado al agua de repente.

Agitó la cabeza.
-Peter: Mamá quería que acabáramos el instituto en un mismo lugar.
-Lali: Así que ella se quedó aquí con vosotros y dejó que su padre se marchara...
-Peter: Sí -sonrió-. Papá se marchaba cada seis meses, pero mamá seguía ahí al pie del cañón, ocupándose de todo hasta que él volviera. Mi madre le dijo a mi padre que aquél era su hogar y que no iba a mudarse más.
-Lali: Una mujer muy fuerte.
-Peter: No sabes cuánto -se rió, recordando cómo su madre había sido capaz de criar a cuatro hijos y hacer que pareciera incluso fácil hacerlo-. Papá continuó así durante un par de años. Después, se agenció un puesto fijo en la estación aérea del cuerpo de marines y permaneció allí hasta que se jubiló no mucho tiempo después.
-Lali: ¿Y ahora?
Peter suspiró.
-Peter: Murió hace unos cuantos años.
-Lali: Lo siento.
Él la miró.
-Peter: Gracias. Mamá aún vive en su casa aquí en Baywater. Le encanta saber que sus tres hijos están destinados aquí. Así los tiene cerca para incordiarlos siempre que quiera
-Lali: Y todos ustedes la adoran.
Él se encogió de hombros.
-Peter: ¿Cómo no hacerlo?
-Lali: ¿Y tu otro hermano?
-Peter: Ah, Camilo. El padre Camilo -la miró y alzó una mano para apartar un mechón castaño de su rostro y colocarlo detrás de su oreja-. El sueño de cualquier mujer irlandesa es poder decir que su hijo es el sacerdote de la iglesia del pueblo, así que mi madre está encantada. Al menos por ahora. Hasta que a uno de nosotros le destinen fuera.
-Lali: Pero, aunque estén separados, siempre permanecerán unidos.
Peter la observó y vio que la tristeza había vuelto a ensombrecer sus ojos.

Había algo en su interior que le pedía reconfortarla, borrar esas sombras de su mirada y hacerla reír. Y eso le preocupaba.

Continuará...
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Siiii les dejo tres para disculparme por no subir rápido!
espero q les gusten los caps! 
Y MAÑANA SE VIENEN MáS!!! :D

BESOS Y GRACIAS POR LEER!   



25 comentarios:

  1. Que Lindo Peter ya le ha contado algo de su vida, ahora falta Lali, gracias por los capis.
    Masi_ruth

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  2. Me encanto! Cada dia me atrapa mas esto :) @Alumbranmiser

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  3. Lina (@Lina_AR12)6 de agosto de 2012, 0:15

    Muy burenos los tres!Se van conociendo cada día un poco más,flor de amiga resultó Rochi!

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  4. Me encanta, peter no quiere pero termina siendo tierno!! Rochi una genia! Más!

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  5. Wooowwww 3 caps :) eso me gusta jejeje estuvieron buenísimos hahaha cada vez mas bueno te espero mañana mas :)

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  6. Seeee me encaaaanta!!! Qe paso con la familia de Lali?? Me dejaste intrigada...
    Pasate por mi blog?? Novelaliter-adaptadas.blogspot.com GRACIAS

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  10. mmm peter dijo que llevo a sus hermanos para ver como ganaba la apuesta pero no creo que la gane haciendo cosas como acomodarle el pelo contarle toda su vida de su familia y queriendo reconfortarla, me encanto lo que hizo rochi muy bien planeado y asi desoriento a los 2 tanto a peter como a lali :P

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  11. Maaaaaaas!!!! Me encantaa!
    Un besito, @clau_carpediem

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  12. apa! me parece que no va a durar mucho peter ajajaj me encanta como hablan de su persona! besos espero mas! giu del blog http://laliternuestrouniversoencomun.blogspot.it/

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  13. Muy buenos.Peter ni más verla ya se lanza al agua,jajaja,le importa más d lo k el cree.

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  14. Máaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!
    Esta muy buena :)

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  15. Waoo estaa Bunisimaa lanovee no habiaa podido leerla pff me encantto jajaja me encantaa peter es lo maas :DD!!

    @maaff_lazaro

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  16. que pasara con lali?? espero mas

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  17. Peter, aunque se haga el duro, es un tierno total.

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  18. Que buenos caps :D
    muero por laliter
    subeee mas

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  19. y la nove?????????????????????

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  20. ME ENCANTO!
    YA ESTOY AL DÍA!
    ESTA GENIAL LA NOVE!
    QUIERO SABES MAS SOBRE LALI!
    BESOS
    Te quiero
    @vagomi

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  21. Awwww si subiste tres! me encantaron los cap! buenisimos, qe tiernos esos dos juntos y por dios Peter lerijwjflewjewl lo amooooooo ♥ @LuciaVega14

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