Capítulo Quince

Lali se miró en el espejo. Tenía la cara hinchada de tanto llorar. Bueno serían las últimas lágrimas que derramaba por él. Además, y de una vez por todas, había dejado de permitirle que se entrometiera en su vida y en sus planes.

Por lo tanto, ¿qué más daba que su beso le hubiese derretido los huesos y que las piernas le hubieran flaqueado y que se le encogiera el estómago cada vez que pensaba en ello? Todo había sido una mentira y una advertencia para que se alejara de Teo Gorki. Así que no importaba nada que la caricia le hubiera hecho hervir la sangre. Peter no le ofrecía nada más que pesar. Y Teo no cesaba de demostrarle que podía ofrecerle algo más. Descubrir cuánto más podía ofrecer era una oportunidad que se debía a sí misma, con o sin Peter Lanzani.

Tras aplicarse agua fría en los ojos, Lali reparó su maquillaje y se cepilló el pelo. Luego cambió el jersey azul marino por una elegante blusa de seda roja, recogió las llaves del coche y se dirigió al apartamento de Teo, al otro extremo de la ciudad. Todavía era temprano. Todavía era San Valentín y no iba a pasar la noche sola. Volvería a disculparse y haría que Teo la llevara a la cama.

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Mientras Benjamín se ponía los pantalones, Marci permanecía tendida en el centro de la cama, entre las sábanas en desorden, con una magulladura en la mejilla izquierda. Amadeo no lamentaba lo que había hecho. No le había pedido que fuera a su apartamento. Y no fue culpa suya que la enfermera hubiera estado a mano para desahogar su rabia cuando volvió del parque con los pantalones manchados de caviar, uvas y champán.

Fue culpa de Lanzani. Nadie tenía derecho a humillar a Benjamín Amadeo. Sintió que le volvía a hervir la sangre al pensar en el modo en que ese estúpido se las había ingeniado para estropear su intento de llegar hasta Rocío a través de Lali Espósito.

Había estado a punto de llevarla a su casa cuando aquel inmundo animal peludo lo había atacado. Presa de la furia, el doctor fue a la sala de estar y marcó un número en el teléfono móvil.

-Benja: Quiero que me informes cómo va el asunto de mi dinero. Y que sean buenas noticias —ordenó cuando Jason Carter respondió la llamada.

Temblando de impaciencia, esperó a que Carter, uno de los dos matones que había contratado para seguir la pista de su dinero, pasara la llamada a Tommy Stokes.

-Nada nuevo, jefe —dijo Stokes— Lo único que sabemos es que uno de esos tipos del Club de Ganaderos que ha estado protegiendo a Igarzabal llevó el dinero a ese remilgado club de gente rica, pero no hemos encontrado la manera de entrar allí.

-Benja: Pues haganlo como siempre, entrad a patadas en el maldito local —ladró, al límite de la paciencia— Seguro que no será tan difícil reducir a unos cuantos vaqueros remilgados, ¿no fue ésa la palabra que utilizaste?

-Dijiste que querías que actuáramos con moderación —se defendió el matón.

-Benja: Se acabó la moderación, imbécil. Necesito ese dinero. Y lo necesito para ayer. Así que o lo consigues ya, o no respondo de sus miserables vidas —cortó la comunicación antes de que Stokes pudiera replicar y lanzó el móvil contra la pared.

Maldita Rocío. Todo había empezado a ir cuesta abajo cuando metió la nariz en sus negocios. Benjamín se pasó una mano por el pelo mientras intentaba recuperar la calma. Bueno, todavía controlaba la situación. No era culpa suya no haber podido pagar a tiempo sus deudas a los chicos de Atlantic City. Sencillamente había tenido una racha de mala suerte en los casinos. Por eso había empezado a robar niños recién nacidos. Para pagar sus deudas de juego.

-Benja: Bueno, no pensemos en eso ahora. Pensemos en términos positivos —dijo en voz alta— Stokes y Carter van a recuperar el dinero.

El medio millón de dólares era la recompensa de un duro trabajo. Una vez que lo tuviera en su poder, se encargaría de que algunos pagaran sus culpas. Rocío Igarzabal sería la primera. Sin embargo, Peter Lanzani cada vez ganaba más puntos en la lista de culpables.

Benjamín paseaba de arriba abajo por la sala pensando en la mejor manera de habérselas con él, cuando oyó que llamaban a la puerta. Estaba tan sumido en sus reflexiones que la abrió sin pensarlo.

Y entonces vio la cara ansiosa de Lali.

-Lali: Teo. ¿Me... me permites entrar? —preguntó, vacilante. Antes de que pudiera decir una palabra, Lali pasó junto a él rumbo a la sala— Lo siento. Lo que Peter hizo fue una cosa horrible. He venido para decirte... bueno... si todavía quieres pasar la velada conmigo...

Repentinamente, la voz se le apagó mientras sus ojos se abrían desmesuradamente, fijos en un punto detrás del hombro de Teo. Sin girarse, el doctor supo lo que miraba. Luego volvió la cara y vio a Marci de pie en el umbral de la puerta, cubierta a medias con su camisa y con una sonrisa de triunfo.

—Vaya, vaya —exclamó la mujer entre risas antes de volver al dormitorio. Teo dejó escapar un hondo suspiro y se volvió a Lali, que miraba como si hubiera recibido un puñetazo.

-Teo: Lali... puedo explicarlo.

-Lali: No hace falta —replicó ella antes de volverse a la puerta.

-Teo: Por favor —dijo intentando que su voz sonara adecuadamente desesperada— Déjame explicártelo. No es lo que piensas.

-Lali: Nada es lo que uno piensa —respondió antes de salir apresuradamente del apartamento.

Maldiciendo la mala suerte de haber sido sorprendido en algo que no era más que un pasatiempo sexual, Teo volvió al dormitorio con los ojos inyectados de ira.

Continuará...

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Los siguientes capítulos ya son más laliterss :D... bueno esta noche les subo otro.

Besotess ^_^