Capítulo Dieciséis

Las manos de Lali temblaban cuando apretó el botón del mando que abría la puerta del coche. Con los ojos muy abiertos y a duras penas conteniendo las lágrimas de humillación, salió del estacionamiento y tomó la calle Hanover. Y de ahí en adelante condujo el vehículo sin rumbo fijo con el deseo de negar lo que acababa de ver... incluso en un momento consideró la posibilidad de volver a casa de Teo y oír sus explicaciones.

Pero ¿qué había que explicar? Acababa de salir de la cama. Había estado con su enfermera... esa tal Mary... o como se llamase.

De pronto se echó a reír histéricamente.

-Lali: ¿Es que tengo que ponerme un letrero en la espalda que diga: «Humíllame. Miénteme. Ríete de mí. Me encanta que abusen de mi persona»? —preguntó en voz alta. En ese mismo instante la risa se convirtió en llanto.

¡Maldición! Otra vez estaba llorando. Como si nunca lo hubiera hecho. Como si no hubiera empezado a llorar desde aquel espantoso día en que sus padres fallecieron.

Peter tenía razón. Teo la había utilizado.

—Pero ¿por qué yo? —preguntó en voz alta— ¿Y con qué propósito?

Sencillamente todo lo que deseaba era a alguien especial, alguien a quien amar. Alguien con quien compartir la vida. Alguien que le diera hijos. Alguien que sustituyera a la familia que había perdido cuando apenas era una niña.

Y lo único que había conseguido era la interferencia de su hermano y últimamente la de Peter.

Horas más tarde, había dejado atrás las luces de la ciudad y ni siquiera se dio cuenta de que hacía mucho rato que había cruzado sus límites. Casi era medianoche cuando entró por el camino que conducía a Dusty E, el rancho de los Lanzani. Y cinco minutos después se detenía frente a la casa.

Era posible que no lo hubiera hecho deliberadamente, pero el subconsciente la había llevado al lugar donde siempre se había sentido protegida. El hogar. Sí, había llegado a casa. Lali fue consciente del hecho cuando apagó el motor y las luces del coche. Sentada en la oscuridad, se dejó llevar por la sensación de que ese lugar la abrigaba como si fuera una cálida manta. Era una niña huérfana cuando la madre de Peter, Emilia, la había llevado a la casa de estuco color canela con su graciosa galería y ventanas arqueadas. Entonces había llegado con el corazón destrozado. Igual que en ese instante.

Y ese lugar, lleno de recuerdos afectuosos, la había llamado como a un soldado herido de vuelta al hogar. Tras dejar escapar una bocanada de aire, apoyó la cansada cabeza contra el dorso de las manos aferradas al volante y entonces sintió que una arrolladora sensación de tristeza invadía todo su ser.

Justo en ese momento, se encendieron las luces, la puerta se abrió y Shamu salió al porche, olfateando el aire con cautela. Y Peter apareció detrás del perro. Iba sin camisa, con los pies desnudos y unos tejanos que colgaban precariamente de sus caderas.

El corazón de Lali dejó de latir un segundo y tuvo que reconocer que no había sido sólo el hogar sino también el propio Peter los que la habían llevado hasta allí. Era el hombre más apuesto de Texas, pensó desolada, con sus oscuros cabellos revueltos que le caían sobre la frente y los ojos verdes clavados en los suyos con una expresión interrogante mientras se acercaba al coche.

-Peter: ¿Qué sucede, osita?— Cuando se inclinó hacia ella, Lali rompió a llorar sin poder evitarlo. Entonces Peter abrió la puerta del conductor, la sacó en brazos del coche, y ella le enlazó el cuello con los suyos —Vamos, vamos —murmuró con dulzura— No llores, osita. No llores, yo estoy con vos.

Continuará…

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Ahí les dejo el cap! :P

Besoss