Capítulo Doce

Peter pensó que su aspecto era el de una mujer al borde de un posible asesinato. Sin embargo, no estaba asustado. Más bien bastante complacido consigo mismo. Aunque debió haber calculado mejor su tiempo. Ese canalla ya le había puesto las manos encima y su lengua se deslizaba por la garganta de Lali cuando Peter los descubrió mientras rodeaba el bosque. Entonces fue cuando soltó a Shamu. «Mátalo», ordenó.

Desde luego que Shamu no era capaz de matar a un sapo, por tanto Gorki nunca estuvo en peligro; pero al gran bobo lanudo le encantaban las meriendas campestres, así que Peter pensó que su plan era perfecto. Y de hecho lo fue, si descontaba la expresión de Lali en ese momento.

Podía hacerse cargo de su rabia, pero no de su tristeza. Y su expresión era una mezcla de ambas emociones. La satisfacción de la victoria gradualmente dio paso a la culpa. Peter se rascó el mentón con inquietud. Si le ofrecía llevarla de vuelta, seguro que lo mandaría al infierno e iría andando las veinte manzanas que la separaban de su casa. Pero si se despedía de inmediato, tal vez no haría más que aumentar su rabia. Peter optó por lo segundo.

-Peter: Bueno, hasta pronto —dijo tirando de Shamu, que jadeaba de adoración con los ojos puestos en Lali.

-Lali: ¿Así sin más? Me arruinaste el día y todo lo que se te ocurre decir es: «Hasta pronto»…

Peter se detuvo y fingió considerar la situación.

-Peter: Déjame pensar. Pánico, desorden, caos. Sí, diría que he hecho bien mi trabajo.

El reconocimiento del sabotaje la dejó desconcertada un par de segundos. A él también. No se sentía culpable a causa de Gorki, pero odiaba ver triste a su osita Lali.

-Lali: ¿Por qué me haces esto? —se lamentó con las manos empuñadas a los costados, estremecida de odio; las mejillas rojas de frío y de vergüenza los ojos garzos desmesuradamente abiertos y húmedos de lágrimas contenidas.

Oh, Dios. No podía soportar verla llorar.

Peter apretó los labios, luego desvió la mirada desde los ojos de Lali al suelo mientras movía la cabeza de un lado a otro. Tenía que darle una explicación. Tal vez si fuera capaz de convencerla de que Teo no era bueno, aunque no lo supiera con certeza, ella cambiaría de opinión.

-Peter: Vamos, osita —dijo con suavidad— Te llevaré a casa y hablaremos.

Con una fiera mirada y sin decir palabra, ella abrió la puerta del acompañante y subió al vehículo. Cuando Chris terminó de acomodar a Shamu en el asiento trasero y se sentó tras el volante, ella miraba por la ventanilla con los brazos cruzados sobre el pecho.

-Lali: Vamos; vaquero, limítate a conducir —ordenó, finalmente.

En la orden había una amenaza implícita. Si abría la boca, posiblemente lo único que iba a conseguir sería un par de dientes menos. Cuando era una nena, Peter la había visto en acción con Nico, y para ser tan delicada, tenía un gancho formidable.

Tras aclararse la garganta, puso en marcha el vehículo y optando por la prudencia sobre el coraje, hizo exactamente lo que la dama había pedido. Todo el trayecto mantuvo la boca cerrada.

-Lali: Entra de inmediato —ordenó cuando Peter estacionó frente a su casa.

-Peter: Sí, señora —dijo con humildad al tiempo que la seguía hacia la puerta. Lali pudo sentir sus ojos en la espalda y esperó que gozara de la vista porque no iba a volver a verla en un buen tiempo.

Tras abrir la puerta, con un gesto de la mano le indicó que la precediera. Él pasó por su lado y luego se quedó de pie en el centro de la sala, con las manos en las caderas. Con sus vaqueros y el sombrero calado sobre las cejas parecía la imagen misma de un cartel publicitario de los tejanos de Wrangler, pensó Lali con irritación mientras dejaba las llaves en la mesa del vestíbulo maldiciendo su figura tan atractiva, su inteligencia y el éxito de su misión... cualquiera que fuese.

-Lali: Y ahora quiero que me escuches, Peter Lanzani —dijo enfrentándose a él— Gracias a tu intromisión he tenido que soportar uno de los momentos más humillantes de mi vida. No, no digas nada —ordenó cuando Peter abrió la boca— No quiero oír nada porque no habría explicación suficiente en el mundo que justifique tus actos. Así que no más sonrisas de niño bueno, ni actitudes paternalistas conmigo. No más sabotajes a mis citas con Teo. Ya soy una mujer hecha y derecha y puedo cuidar de mí misma.

-Peter: Bueno, yo...

-Lali: ¡Cállate! Supongo que Nico te ha metido en esto, y conozco tu lealtad hacia él; pero quiero que sepas que si no te apartas de mi vida y de mis asuntos, nunca más te volveré a hablar. Y hablo en serio. Ah, y dile a Nico que tampoco es indispensable en mi vida.

-Peter: Lali...

-Lali: Estoy hablando yo, todavía no te he dado permiso para que tú lo hagas. Quiero saber si comprendes lo que te digo. Bastará con un simple movimiento de cabeza.

Con un hondo suspiro, Peter se acomodó el sombrero.

-Peter: Sí, señora —dijo, ligeramente crispado.

«Que se enoje. Todo ha sido por su culpa», pensó ella.

-Lali: Quiero que digas: «Sí, señora, comprendo que no debo interferir en tu vida porque no es asunto mío lo que tú hagas y con quién lo hagas».

Peter le lanzó una mirada furiosa.

-Peter: Ya lo dije. Nada ha cambiado. Siempre serás asunto mío.

Ella ignoró la oscura insistencia de su voz y se dejó llevar por su propia rabia.

-Lali: Prométemelo, Peter. Prométeme que cuando vuelva a ver a Teo vos estarás a cientos de kilómetros de distancia. Si es que lo vuelvo a ver, claro está —añadió con una opresión en el pecho.

-Peter: Él no es para vos, La.

La joven se quedó con la boca abierta ante la arrogancia de sus palabras. Estaba claro que se permitía saber qué era bueno para ella.

-Lali: No sos vos quien debe decidirlo —declaró al tiempo que se llevaba los puños cerrados a la cara— ¿Por qué no me dejas tranquila? Tú no me deseas, así que... ¿por qué no me dejas en paz? —preguntó con los ojos llenos de lágrimas al tiempo que dejaba caer las manos.

Continuará…