Capítulos VEINTICINCO Y VEINTISÉIS

Peter sonreía mientras conducía hacia la casa de Rochi. 

Estaba anocheciendo y el cielo mostraba unos tonos cálidos rosas y anaranjados. Una ligera brisa mecía los árboles y las calles estaban repletas de niños jugando. En la puerta de al lado, el señor Franklin, que cortaba el césped, saludó a Peter cuando éste bajó del coche.

Agarró la pizza, aún caliente, del asiento del copiloto y una botella de vino que había comprado para acompañarla.  Sonriente, se dirigió hacia la casa.

Había estado pensando en aquel momento todo el día. Había estado planeando pasar una velada tranquila en compañía de Lali y pasar la noche abrazados.

Era divertido. Hacía solo un par de semanas nunca habría imaginado que una noche íntima y acogedora en casa pudiera parecerle tan tentadora. Pero hacía un par de semanas no había conocido todavía a Lali Espósito.

Y desde que lo había hecho, su mundo había dado un repentino giro de ciento ochenta grados.

Agitó la cabeza y dio los últimos pasos  que le separaban del porche. No quería pensar en lo que sentía y tampoco quería reflexionar sobre ello. Simplemente quería disfrutar del momento. Utilizó la parte inferior de la botella de vino para golpear la puerta y cuando ésta se abrió, su sonrisa se desvaneció por completo.

Allí estaba Lali. Llevaba un traje beige y unos zapatos de tacón alto. Estaba perfectamente peinada. Al verlo, se quedó sorprendida.

-Lali: ¿Peter? Dijiste que no vendrías esta noche...

Frunciendo el ceño, Peter contestó.

-Peter: Encontre a alguien que me cubra esta noche.

-Lali: Oh, bien.

El cerebro de Peter se puso en marcha. Lali no lo esperaba, pero estaba arreglada como si estuviera lista para... ¿Para qué exactamente?

Entró en la casa y vio las maletas de Lali apiladas en el vestíbulo. El estómago pareció helársele.

-Peter: ¿Vas a alguna parte? -le preguntó alzando la vista hacia ella.

Claramente nerviosa, se humedeció los labios y, dando un gran suspiro, le dijo:

-Lali: Sí. De hecho, cuando llamaste a la puerta pensé que eras mi taxi.

-Peter: ¿Tu taxi?

-Lali: Para ir al aeropuerto.

-Peter: ¿Te marchas?

-Lali: Sí… Regreso a casa.

-¿Esta misma noche?

-Lali: Eh… Sí.

El hielo en su estómago se derritió gracias a un repentino ataque de furia. Ella lo miraba como si fuera un extraño. Se marchaba. Y ni siquiera parecía estar triste por ello.

-Peter: ¿Sin ni siquiera decírmelo? -preguntó él-. ¿Sin decirme una maldita palabra?

-Lali: Peter, no hagas esto más difícil de lo que es.

Él se rió de mala gana.

-Peter: No estoy seguro de poder hacerlo.

Se sentía como un idiota. Estaba allí en camiseta y pantalones vaqueros sosteniendo una pizza y una botella de vino mientras ella le decía que se marchaba.

¿No debería haberlo sabido?

¿No debería haberlo sospechado? ¿No debería haberlo intuido?

-Peter: ¿Y cuál era tu plan? ¿Ibas a llamarme desde el aeropuerto o simplemente ibas a esperar hasta que me dejara caer por aquí y descubriera que te habías ido?

Ella apretó los labios y le contestó muy seria.

-Lali: Rochi llega mañana. Ella podría haber...

Otra risa, aún más irónica que la primera.

-Peter: Genial. Ibas a dejar que Rochi me lo dijera porque tú eras demasiado cobarde para hacerlo.

-Lali: Ya basta.

-Peter: No me lo parece.

Dejó caer la pizza y pensó seriamente en estampar la botella de vino contra la pared. Sin embargo, se contuvo y la agarró fuerte por el cuello y la puso a salvo.

-Peter: Pensé que compartíamos algo.

-Lali: ¿De verdad? -preguntó ella sintiendo cómo ella también iba poco a poco enfureciéndose. Cruzó los brazos por encima del pecho, inclinó una cadera sobre la otra y empezó a golpear el suelo con la punta del zapato-. ¿Y qué es lo que crees que compartíamos?

Aquello le dejó sin palabras. Demonios, ¿qué iba a responder a eso?

-Peter: No estoy seguro de ello, pero, fuera lo que fuera, merecía la pena más que esto.

La decepción se vio reflejada en sus ojos, pero, desapareció tan rápidamente que Peter apenas pudo verla.

-Lali: Peter, vete a casa. Este pequeño... interludio ha terminado. Dejémoslo estar y volvamos a nuestras vidas, ¿de acuerdo?

-Peter: ¿Cómo?

De repente, oyeron la bocina de un coche.

-Lali: Ahí está mi taxi.

Se dio media vuelta para comprobarlo y, cuando volvió a girar la cabeza, Lali ya había agarrado su maleta y se disponía a cerrar con llave la puerta. Peter se sentía como si estuviera siendo azotado por un huracán, como si el mundo se estuviera moviendo demasiado deprisa como para que él pudiera mantener el equilibrio.

Sabía que debía de decir algo, hacer algo, pero, por el contrario, se quedó allí como un imbécil mientras ella pasaba por su lado arrastrado su maleta por el pavimento.

Aún permaneció allí cuando el conductor del taxi le abrió la puerta. Ella se detuvo, se apoyó contra la puerta y se giró para mirarlo.

-Lali: Adiós, Peter.

Solo con su botella de vino y su pizza fría, Peter miró en silencio cómo Lali Espósito salía de su vida.

Continuará...

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Dos semanas después, los hermanos Lanzani estaban considerando en echar a Peter de la familia.

-Peter: ¡Canasta! -gritó mientras tomaba la pelota de la cesta y la botaba hacia la mitad del campo.

-Eliseo: ¿Canasta? Pero si me has hecho una falta -contestó.

-Peter: No ha sido falta.

-Germán: Ha sido un empujón.

Peter suspiró, se limpió el sudor de la frente con el brazo y dijo con desdén a sus hermanos.

-Peter: Lo siento, chicas. No sabía que estaba siendo tan duro.

-Eliseo: ¿Sabes? -dijo mirándolo fijamente-. Me parece que ya va siendo hora de que alguien te pare los pies.

Peter dejó caer a un lado el balón y se preparó como para una pelea.

-Peter: ¿Ah, sí? Pues ven aquí, chico duro.

-Germán: ¿Qué demonios te ocurre, Peter? –preguntó sujetando a su hermano Eliseo del brazo.

-Peter: A mí no me ocurre nada. Son ustedes los que se están quejando.

Camilo agarró la pelota, la botó un par de veces y les dijo a sus dos hermanos.

-Camilo: Id a tomaros una cerveza. Necesito hablar a solas con Peter.

Germán y Eliseo se fueron ofendidos y refunfuñando. Peter se dio la vuelta y se dirigió hacia la botella de agua que había dejado en el suelo hacía ya una hora. La agarró, la abrió y dio un gran sorbo antes de dirigirse a Camilo.

-Peter: No voy a escucharte.

-Camilo: ¡Mala suerte!

Peter gruñó.

-Camilo: La echas de menos.

Peter se puso tenso. Agarró con fuerza la botella de agua y la miró fijamente como si ella contuviera los secretos del universo.

-Peter: Cállate, Camilo.

-Camilo: Ni lo sueñes. Estás comportándote como un zopenco y estás haciendo que tus hermanos estén pensando en matarte. ¿Cuándo vas a admitir que la quieres?

-Peter: Eso no es asunto tuyo, Camilo, así que déjalo estar.

-Camilo: Tú eres asunto mío, -dijo acercándose a su hermano-. ¿Crees que no sabemos lo que está pasando? ¿Crees que nadie se ha dado cuenta de que, desde que Lali se marchó, te has convertido en un animal?

La furia lo embargó por un momento, después desapareció. ¡Demonios! Camilo tenía razón. Todos tenían razón. Desde que Lali se había marchado nada era igual. No había razón por la que levantarse por las mañanas y apenas dormía porque siempre soñaba con ella.

-Peter: Fue ella quien se marchó.

-Camilo: ¿Acaso le diste una razón para quedarse?

-Peter: No -le habría gustado hacerlo, le hubiera gustado poderle decir algo desde el porche, pero...

Aún sosteniendo la botella de agua, se arrodilló sobre la hierba. Cuando Camilo se sentó a su lado, Peter comenzó a hablar.

-Peter: Justo antes de la muerte del tío Patrick -dijo quitándole a la botella de agua su etiqueta-, y nos dejara la herencia y empezara todo este embrollo...

-Camilo: ¿Sí?

-Peter: Fui a verlo. Aproximadamente una semana antes de que muriera. Justo antes de irme, me agarró de la mano y me dijo -cerró los ojos para recordar el momento con claridad-. Lo peor de tener que morirse, Peter, es hacerlo con remordimientos. No cometas el error que yo cometí. Haz todo lo que puedas. Sé todo lo que puedas. No mueras lamentándote de todo lo que no hiciste.

-Camilo: Lamento que se sintiera de esa manera. Él llevó una buena vida.

-Peter: Sí, pero llevó una vida demasiado tranquila. Nunca fue a ningún sitio, nunca hizo nada. Yo no quiero ser de esa manera -agitó la cabeza-. No quiero morir lleno de remordimientos, Camilo.

-Camilo: ¿Y tiene esto algo que ver con Lali? -le preguntó su hermano.

-Peter: ¿No lo ves? Si me permito enamorarme me estaré atando a una persona. Cederé ante la posibilidad de arriesgar, explorar...

Camilo lo miró fijamente por un momento, después agitó la cabeza y sonrió.

-Camilo: Cada vez que pienso que quizá no seas tan idiota, me demuestras lo contrario.

-Peter: Gracias -murmuró- Tus palabras me ayudan mucho.

-Camilo: ¿Has pensado alguna vez en que lo que dijo el tío Patrick podía tener otro significado?

-Peter: ¿Eh?

-Camilo: Nunca se casó, ¿recuerdas? Vivió solo la mayor parte de su vida, encerrado en sí mismo. Mamá dice que era un hombre muy tímido. Quizá eso lo explique todo.

-Peter: ¿A dónde quieres llegar con eso?

-Camilo: Peter, quizá los remordimientos de los que hablara tenían más que ver con todo lo que echaba en falta en su vida a nivel emocional. Quizá lamentara no haberse enamorado nunca, haber encontrado una mujer a la que adorar o tener hijos.

No había considerado antes esa posibilidad.

-Peter: Sí. Pero...

-Camilo: Peter -continuó-. Tú ya has hecho en tu vida más de lo que mucha gente hará nunca.

-Peter: Cierto.

-Camilo: ¿Realmente crees, que siendo el tipo de hombre que eres, que encontrar una persona a quien a amar y que te ama cambiará las cosas?

-Peter: Bueno... -su cerebro estaba tratando de buscar algún tipo de respuesta para no quedar como un perfecto estúpido frente a Camilo.

Pero no lo conseguía.

-Camilo: El amor no pondrá fin a tu vida, Peter -dijo quitándole la botella de agua a su hermano para dar un trago-. La mejorará si eres lo suficientemente listo como para no dejar escapar la oportunidad ahora que puedes.

-Peter: Sí -dijo sintiendo cómo le embargaba la esperanza-. Pero, ¿y si no me quiere? ¿Y si me dice que me vaya?

Camilo gruñó.

-Camilo: ¿Desde cuándo le vuelves la espalda a un desafío? -sonrió-. Además, no creo que te lo diga. Antes de marcharse, me dio un cheque por valor de veinticinco mil dólares para la iglesia.

-Peter: ¿Ah, sí? -lo miró sorprendido- ¿Por qué?

-Camilo: Me dijo que era porque le gustaba Baywater y quería ayudar de alguna forma, pero yo creo que es porque te ama y quería dejar una aportación suya aquí aunque se fuera.

Peter pensó en ello durante unos segundos y después se puso en pie. Miró a Camilo y gritó.

-Peter: ¿Y por qué demonios no me contaste esto antes?

Camilo se rió mientras Peter corría hacia su coche, se subía y arrancaba.

Continuará...

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Hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! listo HOY SI O SI terminamos esta nove!

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