Capítulo Doce

Como no quería parecer ansiosa, Lali siguió trabajando el resto de la mañana y no paró hasta las dos, momento en el que se le ocurrió que quizá a su vecino le apeteciera tomarse una taza de café con ella o salir a dar un paseo.

Ese hombre tenía que salir de su apartamento más a menudo y aprovechar todo lo que ofrecía la ciudad.

Lo imaginó encerrado en aquella casa vacía, preocupado por las facturas que no podía pagar porque no tenía trabajo. Pero Lali estaba segura de poder ayudarlo.

Justo en el momento en que se puso en pie para darse un toque de maquillaje, escuchó las primeras notas del saxo y sintió un escalofrío.

Peter merecía un descanso, tenía que encontrar algo que le demostrara que la vida estaba llena de sorpresas y ella quería ayudarlo porque había algo en él, en esa infelicidad que adivinaba en sus ojos, que la atraía enormemente. Sentía la necesidad de hacer desaparecer esa tristeza de su mirada.

Al menos ya había conseguido hacerle reír y, si lo había conseguido una vez, podría hacerlo de nuevo.

Deseaba volver a verlo reír, verle sonreír cuando ella hacía o decía algo que lograba traspasar esa coraza de cinismo con la que se protegía.

Y si al hacerlo encendía cierta chispa sexual, tampoco estaría nada mal.

Estaba bajando las escaleras cuando sonó el timbre de la puerta del edificio.

—Lali: ¿Sí?

—Busco a Peter. ¿Es el 3A?

—Lali: El suyo es el 3B.

—Maldita sea, ¿entonces por qué no contesta?

—Lali: Probablemente no lo oiga porque está tocando.

—¿Podrías abrirme, querida? Soy su agente y tengo un poco de prisa.

—Lali: Su agente —si tenía una agente, Lali quería conocerla porque ya se le habían ocurrido más de una docena de personas con las que ponerlo en contacto para encontrar trabajo— Claro. Sube.

Apretó el botón y después abrió la puerta de su apartamento para verla.

La mujer que salió del ascensor unos segundos después tenía aspecto de profesional de éxito, pensó Lali con cierta sorpresa. Era delgada, de rasgos marcados, larga melena rubia y ojos intensamente verdes en los que se reflejaba su impaciencia.

Se movía con la precisión de una bala y llevaba un maletín de piel que debía de costar más que el alquiler de muchas casas. ¿Cómo era posible que un tipo sin trabajo tuviera una agente que podía permitirse ese tipo de lujos de diseño?

—¿3A?

—Lali: Sí, me llamo Lali.

—Eugenia Suárez. Gracias, Lali. Es que mi cliente no contesta al teléfono y parece haber olvidado que teníamos una cita para comer en el Four Seasons.

—Lali: ¿El Four Seasons? —preguntó, asombradael lugar era costoso—. ¿El de Park Avenue?

—Euge: ¿Hay otro? —dijo apretando el timbre del 3B—. Mi querido Lanzani tiene muchísimo talento, pero a veces es imposible.

—Lali: Lanzani —en sólo unos segundos Lali pasó de la confusión a la sorpresa—Peter Lanzani—dijo mientras la vergüenza y la rabia se iban apoderando de ella— El escritor de Una maraña de almas.

—Euge: El mismo —dijo con orgullo—. Vamos, Lanzani, abre la maldita puerta. Cuando me dijo que iba a quedarse un par de meses en la ciudad pensé que me resultaría más fácil tenerlo localizado, pero sigue siendo igual de difícil. Bueno, por fin.

Se oyó el cerrojo de la puerta.

—Peter: ¿Qué demonios... Eugenia?

—Euge: Habíamos quedado para comer —espetó su agente—. Y no contestas al teléfono.

—Peter: Se me olvidó lo de la comida y el teléfono no ha sonado.

—Euge: ¿Has cargado la batería?

—Peter: No creo —se quedó allí de pie mirando hacia donde Lali lo observaba con gesto ofendido—. Pasa, dame sólo un minuto.

—Euge: Ya te he dado una hora —antes de entrar se volvió hacia Lali—. Gracias por abrirme, querida.

—Lali: De nada —dijo antes de mirar a Peter— Eres un tarado —y cerró con un portazo.

—Euge: ¿No tienes nada en lo que sentarse? —protestó Eugenia a su espalda.

—Peter: No. Sí. Arriba. Maldita sea —murmuró con una sensación de culpabilidad que no le gustaba nada—. Esta planta no la utilizo mucho.

—Euge: No hace falta que te molestes. ¿Quién es la chiquilla de enfrente?

—Peter: Nadie. Espósito, Lali Espósito.

—Euge: Ya decía yo que me resultaba familiar. Amigos y vecinos. Conozco a su agente, está como loco con ella. Dice que es la primera cliente libre de neurosis que ha tenido en toda su vida. Por lo visto no se queja nunca, entrega los trabajos en fecha, no exige trato de favor y además le está haciendo ganar una fortuna.

Lanzó una fría mirada a Peter.

—Euge: Debe de ser una maravilla tener un cliente sin neurosis, al que no se le olvide que ha quedado para comer con su agente y que incluso le mande regalos de cumpleaños.

—Peter: Lo de la neurosis es irremediable, pero siento lo de la comida.

El enfado dejó paso a la preocupación.

—Euge: ¿Qué ocurre, Peter? Tienes muy mala cara. ¿Vas mal con la obra?

—Peter: No, de hecho va mejor de lo que esperaba. Lo que ocurre es que… —echó un vistazo a la puerta— no he dormido mucho.

—Euge: ¿Otra vez has estado tocando por ahí hasta las tantas?

—Peter: No.

Pensando en la mujer del 3A, dando vueltas por la casa, muerto de deseo por la mujer del 3A. Una mujer que sin duda ahora lo consideraría un ser despreciable.

—Peter: Simplemente he pasado una mala noche.

—Euge: Está bien.

Lo cierto era que, por mucho que la hiciera enfadar, Peter le importaba mucho. Por eso se acercó y le puso una mano en el hombro.

—Euge: Me debes una comida, pero por ahora me conformo con un café.

—Peter: Aún queda algo en la cocina, pero lo hice a las seis de la mañana.

—Euge: Entonces será mejor que haga otro —se metió en la cocina y, después de poner la cafetera en marcha, echó un vistazo en los armarios porque consideraba que preocuparse por el bienestar de Peter era parte de su trabajo—. Pero bueno, Lanzani, ¿es que estás en huelga de hambre? Aquí no hay más que migas de pan.

—Peter: Ayer tenía intención de ir a comprar, pero no me dio tiempo —volvió a mirar a la puerta y a pensar en Lali—. Suelo pedir que me traigan la cena.

—Euge: ¿Con el teléfono al que no contestas?

—Peter: Te prometo que cargaré la batería, Eugenia

—Euge: Eso espero. Si lo hubieras hecho antes, ahora estaríamos sentados en el Four Seasons y bebiendo champán para celebrarlo. He cerrado el trato, Peter, Una maraña de almas va a convertirse en una película. Ya tienes el productor y el director que querías, también podrás encargarte del guión. Eso sin hablar de una pequeña cantidad de siete cifras.

—Peter: No quiero que estropeen mi obra —fue la primera reacción de Peter.

Eugenia soltó un suspiro.

—Euge: Siempre encuentras el lado negativo. Haz el guión y así no lo estropearán.

—Peter: No —dijo negando con la cabeza.

Se acercó a la ventana para asimilar la noticia. En el cine la obra perdería la intimidad que transmitía en el teatro, pero haría que su trabajo llegara a millones de personas.

—Peter: No quiero volver a meterme en todo eso, Eugenia. Al menos no tan de lleno.

Eugenia sirvió dos tazas de café y fue junto a él.

—Euge: Entonces limítate a supervisar el proyecto.

—Peter: Sí, eso estaría mucho mejor. ¿Te encargarías de ello?

—Euge: Claro. Y ahora, si dejas de saltar de alegría, podemos hablar del trabajo que tienes entre manos.

La ironía de sus palabras hizo que Peter apretara los labios y la mirara.

—Peter: Eres la mejor agente del mundo y sin duda la más paciente.

—Euge: Estoy completamente de acuerdo. Espero que estés tan orgulloso como lo estoy yo. ¿Vas a llamar a tu familia?

—Peter: Dame un par de días para pensarlo.

—Euge: Peter, no tardará en salir en la prensa. ¿Quieres que se enteren así?

—Peter: No, tienes razón. Los llamaré —por fin sonrió—. En cuanto cargue el teléfono. ¿Qué te parece si me cambio de ropa y salimos a tomar ese champán?

—Euge: Muy bien. Pero antes dime una cosa —le pidió cuando él comenzaba a subir las escaleras—. Esa preciosidad del 3A. ¿Vas a decirme qué hay entre ustedes?

—Peter: No sé si hay algo que contar —murmuró.

Continuará...

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Espero q hayan disfrutado la maratón de hoy!!!

MAÑANA HAY MAS CAPS!!! :D

Besos y GRACIAS por leer y por sus firmitas!! 

:]