Capítulo Veintinueve

Peter ocupó la otra butaca y miró a Lali a los ojos antes de comenzar a hablar.

—Peter: Yo siempre quise escribir, desde niño. No me decanté por las novelas como habría querido mi padre, siempre tuve claro que quería escribir teatro y desde el momento que empecé a hacerlo viví inmerso en ese mundo. Al contrario que a ti, me resulta difícil relacionarme con la gente, incluso a veces con mi propia familia, aunque los quiero mucho.

—Lali: Por supuesto, pero te gusta estar solo —dijo ella—. Lo comprendo porque a mi padre y a Gas les ocurre lo mismo.

—Peter: Yo quiero mucho a mis padres y a mi hermana aunque a veces no consigamos entendernos. Estoy seguro de que a veces les he hecho daño, pero eso no quiere decir que no los quiera.

—Lali: Todos hacemos daño a la gente que queremos sin darnos cuenta.

—Peter: Mi hermana, Rochi, siempre ha sido muy abierta. Es una mujer encantadora. Aún no había cumplido los veintiún años cuando se casó con mi mejor amigo de la universidad. Yo mismo los presenté —aún le dolía recordarlo, pues aquél había sido el primer paso de un doloroso camino—. Eran muy felices juntos. Su hijo Jacob nació al año de que se casaran y un año después mi hermana volvió a quedarse embarazada —esa vez fue él el que se acercó a la ventana, pero no vio las estrellas—. En esa misma época yo estaba preparando el estreno de mi primera obra. Para mí era muy importante que saliera bien y poder demostrar que tenía talento, que no estaba allí sólo por ser el hijo de mi padre.

—Lali: Lo comprendo —afirmó.

Peter la miró con agradecimiento. Seguramente ella había pasado por algo parecido, teniendo en cuenta la familia de la que procedía.

—Peter: Afortunadamente la compañía que iba a representar la obra era estupenda. La actriz que hacía el personaje protagonista era increíble, la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Yo quedé completamente fascinado con ella —se volvió a mirarla—. Acababa de cumplir veinticinco años y me enamoré locamente de ella. Cada minuto que pasaba con ella era como un regalo del cielo, sólo con verla recitar las palabras que yo había escrito me olvidaba de todo lo demás —aún le dolía pensar en todo lo que había abandonado por ella—. Nos hicimos amantes una tarde de domingo, en su cama, después se echó a llorar en mis brazos y me dijo que me amaba. En ese momento lo habría dado todo por ella.

Lali no pudo evitar pensar lo maravilloso que debía de ser que un hombre como él la amara de ese modo. No habló porque veía en sus ojos que había algo más, algo que aún le causaba mucho dolor.

—Peter: Durante semanas todo mi mundo giró a su alrededor. La obra obtuvo buenas críticas en su estreno, pero yo sólo podía pensar en que había sido la manera de conocerla a ella. Eso era lo único que me importaba.

—Lali: Está bien que el amor sea lo más importante.

—Peter: ¿Tú crees? —preguntó con cinismo—. Bueno, eso ya no importa —hizo una pausa antes de continuar—. Yo no dejaba de hacerle regalos, quería verla feliz. Tenía todo el dinero que pudiera necesitar y me parecía bien gastarlo en ella, comprarle joyas e incluso extenderle algún cheque.

Lali empezó a comprender de dónde procedía tanto dolor y deseó acercarse a él y abrazarlo. Pero en sus ojos había algo más que tristeza, había una profunda amargura.

—Peter: Tenía mucho talento y yo quise ayudarla a convertirse en una actriz importante. Utilicé mis contactos, o más bien los de mi padre, para impulsar su carrera.

—Lali: Porque la amabas. Es lógico que hicieras por ella lo que ni siquiera habías querido hacer por ti mismo.

—Peter: ¿Y eso está bien? No —se respondió de inmediato—. No está bien utilizar a nadie, pero yo lo hice. Pronto comenzó a hablar de matrimonio, de manera muy sutil y con enorme romanticismo. Yo le dije que esperáramos un poco, que debía prestar atención a su carrera y, una vez que se hubiera establecido, nos mudaríamos juntos a Nueva York. Pero un día apareció en mi casa llorando y me dijo que estaba embarazada. Me suplicó que no la abandonara, que no podría vivir sin mí. Estaba asustada, creía que yo la odiaría.

—Lali: Tú jamás harías algo así —adivinó.

—Peter: ¿Cómo iba a odiarla? La idea de tener un hijo me asustaba, pero no me importaba casarme y empezar una nueva vida con ella. El dinero no suponía ningún problema porque yo acababa de recibir una parte de mi herencia. Así que le sequé las lágrimas y le dije que todo iba a salir bien. Que sería maravilloso; viviríamos en Newport hasta que naciera el niño y luego nos iríamos los tres a Nueva York como habíamos planeado y seríamos muy felices. Nos despedimos entre besos y lágrimas; ella tenía que volver a su apartamento para darle la buena noticia a su familia y después de la obra iríamos a decírselo a mis padres. En cuanto se marchó empecé a hacer planes, me imaginaba con el bebé que habíamos concebido juntos.

—Lali: Tú querías ese niño —dijo recordando el modo en que había acunado a Amado.

—Peter: Sí —la miró fijamente a los ojos—. La quería a ella y la vida que había imaginado a su lado. Aún estaba fantaseando con todo aquello cuando apareció mi hermana. Al igual que Nina, estaba llorando y muy alterada. También como Nina, estaba embarazada, pero de bastantes meses, por eso me preocupó que estuviera en tal estado. Se abrazó a mí y entre sollozos consiguió decirme que había encontrado a su marido en la cama con otra mujer, en su propia cama.

—Lali: Dios mío  —se levantó y fue hacia él para consolarlo—. Debió de ser terrible para ella y para toda la familia... —de pronto le vinieron a la cabeza las escenas que él había creado en Una maraña de almas—. Dios mío, no puedo creerlo.

Peter se alejó del cariño que ella le ofrecía.

—Peter: Sí, Nina era la Leanna de Una maraña de almas. Una mujer bella, inteligente y fría, una mujer capaz de casarse conmigo para darle dinero y posición al hijo que le había hecho otro, mi mejor amigo, el marido de mi hermana.

—Lali: Debió de hacerte mucho daño. Lo siento, Peter.

—Peter: Me hizo daño, pero aprendí la lección. No se puede confiar en el amor. Mi hermana lo hizo y estuvo a punto de destrozarle la vida; si no hubiera tenido a Jacob y al bebé que llevaba dentro, no creo que hubiera podido superarlo.

—Lali: Pero tú no tenías nada de eso.

—Peter: Tenía mi trabajo. Nina me suplicó que la perdonara y estuve a punto de hacerlo. Era tan buena actriz.

—Lali: No, lo que ocurre es que la amabas. Por eso querías creer en ella.

—Peter: Es lo mismo. El caso es que durante la discusión por fin la vi como realmente era. Pero permití que siguiera interpretando mi obra —sonrió con amargura—. El espectáculo debe continuar.

—Lali: ¿Cómo pudiste soportarlo?

—Peter: Sólo tuve que recordar todo el tiempo que era lo mejor para la obra y eso era más importante que ninguna otra cosa. ¿Crees que fui muy frío?

—Lali: No —le puso las manos en las mejillas y se dio cuenta de que el dolor seguía ahí, aunque él parecía no saberlo—. Creo que fuiste muy valiente —se abrazó a él y suspiró cuando por fin él la abrazó también—. Ella no merecía que le entregaras tu corazón, Peter. Ni entonces ni ahora.

—Peter: Ahora no es más que un personaje de una obra de teatro. Pero nunca más volveré a darle nada parecido a nadie. No podría hacerlo.

—Lali: Si acabas creyendo eso, estarás dejando que ella te quite mucho más de lo que crees —lo miró con los ojos llenos de lágrimas—. Estarás dejando que gane.

—Peter: Nadie ganó. Mi hermana, mi amigo y yo perdimos mucho; ella sólo ganó unas cuantas audiciones —murmuró mientras le secaba una lágrima de la mejilla—. No llores. No te lo he contado para hacerte llorar, sólo quería que supieras quién soy.

—Lali: Ya sé quién eres y no puedo evitar que me duela verte sufrir.

—Peter: Lali, si llevas el corazón a flor de piel, alguien acabará rompiéndotelo.

Lali cerró los ojos, pero no le dijo que ya había ocurrido.

Continuará...

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